23
El día amaneció bastante caluroso, todavía más que el día anterior, no podían creer que estuvieran en Dinamarca, pues esperaban grandes dosis de frío y en su lugar, en esa isla se podía encontrar un clima que más de un país lo querría para sí mismo.
Carolina y Nicolás se levantaron de sus respectivas camas bastante animados, la charla de la noche anterior y la apertura de sentimientos que ambos habían realizado, había hecho aflorar un nuevo estado de ánimo en la mente de los dos jóvenes.
Se dieron una ducha rápida y se vistieron de acuerdo con el calor que hacía ya a las 9 de la mañana.
—Vaya día nos espera… —dijo Nicolás mientras se miraba al espejo y notaba el sudor recorrer su espalda.
Desayunaron dos cafés con tostadas en la cafetería del hotel y salieron del mismo para coger el coche que Nicolás había alquilado el día anterior, su próximo destino estaba claro como el agua.
Las iglesias redondas de Bornholm.
Montaron en el Volkswagen y se encaminaron hacia las iglesias, el trayecto aún no siendo muy largo, se les hizo cortísimo, en el coche no paraban de contarse historias de hace unos años y los dos no paraban de reír escuchando las anécdotas del otro.
Aparcaron cerca de la iglesia de Østerlars, la más famosa de las 4, cuando llegaron ya había un autobús de turistas ingleses para ver la iglesia por dentro.
—Vaya, empezamos con buen pie el día —dijo Carolina—, parece ser que hoy tendremos espectadores en nuestra búsqueda…
—Sí, debimos suponerlo, esta iglesia es el monumento más importante de toda la isla y está envuelta en el halo misterioso de las leyendas Templarias, la mayoría de los turistas seguro que solamente vienen a la isla para poder contemplar esta iglesia.
—Esperemos que las otras 3 no tengan tanto éxito como ésta y podamos hacer esto tranquilos.
Se encaminaron hacia la entrada de la iglesia, había una especie de taquilla y al lado un cartelito con los horarios de visita y el precio. La entrada costaba 10 coronas danesas, algo menos de 1 euro y medio.
Nicolás se acercó a la taquilla.
—Hola, ¿habla español?
—Sí señor, ¿en qué puedo ayudarle?
—Buenos días, querríamos entrar a ver las 4 iglesias redondas si fuera tan amable.
—Lo siento señor, la única abierta al público es ésta, las otras tres sólo se abrían en horario de oficios, pero me temo que desde hace 2 años están cerradas y ya no se celebra ninguna misa. Si quieren pueden ver esta por tan sólo 10 coronas cada uno.
Nicolás maldijo su suerte.
—Si es cuestión de dinero le digo que podemos pagar la cantidad que nos pida, es que verá, mi mujer es historiadora y le hace mucha ilusión verlas y hemos venido expresamente a ello…
—Verá señor, si fuera por mí, les dejaba pasar sin ningún problema, pero son ordenes desde arriba, del gobierno, y mire que le va a sonar raro lo que le voy a decir, pero se comenta que el mismísimo Vaticano llamó hace tan sólo 2 días al gobierno Danés para pedir que abrieran sólo durante esta semana las visitas al resto de iglesias.
Nicolás se quedó perplejo.
—¿Ha dicho el Vaticano?
—Sí señor, pero el gobierno ha dicho que no y se quedarán cerradas de momento, el único que tiene acceso a ellas es el párroco de esta iglesia, la que está abierta al público, pero es un hombre de muy mal carácter, yo le diría que ni se moleste en preguntarle si no quiere llevarse una buena reprimenda.
—Bueno pues… deme dos entradas para visitar esta iglesia y muchas gracias por la información.
—Por supuesto señor —tecleó algo en el ordenador y las entradas se imprimieron de manera instantánea—, aquí las tiene, le doy también este folleto en el cual hay algo de información acerca de la iglesia que dispone a visitar, gracias a usted por venir y espero que usted y su esposa disfruten con la visita.
Nicolás fue con las entradas y el folleto en la mano hacia donde se encontraba Carolina esperándolo.
—No te vas a creer lo que me acaba de decir la chica de la taquilla.
—¿Qué?
—Dice que las otras tres iglesias no se pueden visitar, que están cerradas por orden del gobierno.
—Vaya suerte tenemos —dijo Carolina mientras resoplaba.
—Sí pero aún hay más, dice que hace dos días el gobierno recibió una llamada del mismísimo Vaticano para que las abrieran aunque sólo fuera esta semana.
Carolina abrió los ojos como platos.
—¿El Vaticano?, pero… eso no es normal, ¿crees que tiene que ver con nuestra investigación?
—Me cuesta creerlo por un lado, pero quizá hayan visto la noticia de la muerte de tu padre y en qué condiciones ha muerto, quizá se hayan puesto en contacto con la comisaría, éstos les hayan contado lo que ha sucedido y quieran ayudarnos a resolver este asesinato.
—Pero eso no tiene sentido, yo no hacía mucho caso cuando mi padre se ponía a hablar de Templarios, pero si algo aprendí, es que según él y todos estos libros y películas que salen ahora, el Temple escondía un secreto que tiraría las bases del cristianismo por el retrete, ¿por qué iban a ayudarnos?
—Tienes toda la razón, quizá sólo sea casualidad que justo esta semana hayan decidido pedir que se abran las otras tres, no tendría sentido otra cosa, pero no debemos desechar por ahora ninguna idea, solo por si acaso.
—De acuerdo, y ahora… ¿entramos?
Nicolás asintió y se pusieron en marcha, entregaron las entradas en la puerta y pasaron dentro.
Nicolás entró leyendo el folleto que le había dado la joven de la taquilla.
En él, aparte de varias fotos de la iglesia por dentro mostrando los detalles más importantes de la misma, había una pequeña explicación acerca de su origen. La iglesia databa del 1150, y era la más antigua de las cuatro iglesias de Bornholm, aunque realmente no se sabía con precisión la fecha de construcción de las otras tres. Había sido usada como centro religioso y además como defensa de los ataques enemigos provenientes del mar. El techo, había sido añadido más tarde, justo cuando la iglesia perdió su valor como estructura defensiva.
Por dentro, observaron que la iglesia no era tan grande como esperaban, daba una impresión bastante distinta desde fuera, vieron como el grupo de turistas ingleses iba mirando cada rincón arquitectónico de la iglesia, fascinados y sin dejar de charlar animadamente sobre cada cosa que contemplaban.
Al fondo pudieron observar como un joven limpiaba el altar dedicado a San Laurencio.
—Carolina —dijo Nicolás en voz baja—, hay una cosa que se me ha olvidado comentarte, me ha contado la chica de la taquilla, que el párroco de ésta iglesia tiene acceso a las otras tres, entonces me vienen a la mente un par de posibilidades. Una, que el párroco sea el guardián de esta llave.
—¿Y la otra?
—Pues que lo que realmente buscamos está en esta iglesia pues si las otras están cerradas, el que venga buscando la llave, como nosotros, se va a dar con una puerta en las narices.
—¿Eso es verdad? —dijo Carolina pensativa—, pues creo que no nos queda otra opción que ponernos a buscar por aquí a ver si hay alguna pista o indicio que nos lleve a la llave.
—Exacto, vamos a ver qué nos encontramos por aquí.
Comenzaron a mirar el interior de la iglesia de la misma forma que lo habían hecho en Tomar, separados cada uno por un lado y mirando las paredes de arriba abajo en busca de cualquier anomalía que les despertara el menor interés.
Miraron minuciosamente cada rincón, esperando encontrar cualquier ladrillo suelto o cualquier dibujo o grabado que les planteara el enigma que debía de resolver antes de poseer la segunda llave.
Durante diez minutos ambos buscaron pistas sin ninguna recompensa, no aparecía nada de nada fuera de lo normal.
Carolina y Nicolás volvieron al punto de partida sin nada nuevo.
—Mira que le estoy cogiendo el puntillo a esto de jugar a detectives, pero lo que no me gusta es la frustración que se siente al saber que andamos perdiendo el tiempo —dijo Carolina.
—¿Y si no estuviéramos en el sitio adecuado? —dijo Nicolás pensativo.
—¿A qué te refieres?
—Puede ser que no sea la iglesia correcta, aunque todavía sigo preguntándome cómo vamos a entrar en las otras tres si están completamente cerradas. También cabe la posibilidad de que ni siquiera estemos en el país correcto, es decir, puede que hayamos interpretado mal el mensaje de tu padre.
—No, de eso estoy segura de que no. Estamos por lo menos en el país correcto, estoy segura de que mi padre quería que viniésemos aquí, lo que ya no tengo tan claro es que si estamos en la iglesia correcta.
—¿Crees que deberíamos hablar con el párroco por si es el guardián y nos concede la entrada a las otras tres iglesias?
—Sí, opino que es la mejor opción que tenemos, total, ¿qué podemos perder por intentarlo?, creo que más bien podemos ganar muchísimo.
—Está bien, vayamos a preguntar al chaval ese que está cerca del altar, a ver si él puede decirnos dónde encontrar al párroco.
—De acuerdo.
Ambos se dirigieron hacia el altar, un altar en el cual el chico se estaba dejando la piel por dejarlo como los chorros del oro.
—Hello —dijo el joven nada más verlos llegar.
—Eh… hola, ¿habla usted español?
—Sí, perfectamente además, es un idioma que me obligaron a estudiar a la fuerza, ja, ja, ¿en qué puedo ayudarles?
—Pues mire, nos gustaría hablar con el párroco de esta iglesia sobre un asunto.
—Pues en ese caso lo siento mucho, nuestro párroco se ha tenido que ausentar por todo el día, se ha suspendido incluso la misa que tenía programada para el día de hoy.
—Vaya, es una lástima, nos hubiese gustado hablar con él —se lamentó Carolina.
—Si acaso yo pudiera ayudarles en algo… —dijo el chico bastante predispuesto a ayudarlos.
—Pues mire —dijo Nicolás probando suerte—, resulta que mi esposa y yo hemos venido a esta isla para poder ver la maravilla de las cuatro iglesias templarias y estamos un poco decepcionados porque solamente hemos podido ver ésta.
—Y supongo que desean que yo les abra las otras tres.
—Pues si no es mucha molestia nos encantaría poder verlas, mi mujer es historiadora y admira mucho todas las historias que se cuentan sobre la orden del Temple. Sería un gran gesto por su parte.
—Me temo que no puedo servirles de ayuda, las tres iglesias están cerradas a cal y canto y tan sólo el párroco tiene acceso a ellas, yo solamente me dedico a ayudarle en las tareas de la iglesia, pero yo aquí más bien pinto poco, no tengo poder para lo que me piden.
—¿Y no puede hacer nada al respecto?
—Lo siento de verdad, es algo que está prohibido por el gobierno y yo ni siquiera sé dónde se guarda la llave para abrirlas, siento mucho que no puedan verlas.
Dicho esto el joven prosiguió con la tarea que venía desempeñando antes de la conversación, Nicolás y Carolina se alejaron un poco para hablar.
—Este asunto cada vez se está complicando más —dijo Nicolás mirando de reojo al joven ayudante del párroco.
—¿Y ahora qué?
—Como no robemos la llave que abre las iglesias… o… espera…
Nicolás decidió probar la misma táctica que había empleado Carolina con el guía turístico, a sabiendas de que no era lo más sensato por motivos de seguridad.
—Hola otra vez se dirigió de nuevo al joven, —perdona que te insista, pero… es que venimos en representación del Museo Arqueológico Nacional, de España y estamos realmente interesados en poder verlas, nos iríamos muy decepcionados si no fuese así.
El joven alzó la cabeza de repente.
—Síganme por favor.