12 LA TABLA DE LA FELICIDAD
Laura regresó de la cena que había obrado el milagro con una mezcla de entusiasmo y tristeza. Tras un par de tímidos ofrecimientos —los de arriba tenían miedo de granjearse enemigos entre los suyos—, todos los comerciales firmaron el donativo mensual que los equiparaba con los del almacén.
El acuerdo, que redundaría en beneficio de quince ancianos, fue celebrado con los mejores vinos de Manuel y la fiesta terminó entre risas, abrazos y lágrimas de los compañeros que se reencontraban.
Al parecer, el aldeano había hecho magia de la buena por segunda vez en menos de un mes. Laura observó incluso que, ante el éxito, tomaba notas en una libreta con grandes letras en la tapa: EL TRIUNFADOR HUMILDE.
«Ese es él», se dijo mientras decidía que aquel sería el título de su reportaje y aquel chico sorprendente, el ejemplo que buscaba.
En un momento de la noche, una de las mujeres de la ONG había contado el siguiente relato a modo de conclusión de lo que había sucedido:
—Cuentan que, hace mucho tiempo, había un sabio tan pobre y mísero que solo se sustentaba de unas hierbas que recogía. ¿Habrá otro más pobre y triste que yo?, se preguntó. Al volver el rostro, halló la respuesta al ver que otro sabio recogía los restos de las hierbas que él arrojaba. Entonces se dio cuenta de lo afortunado que era y alcanzó la iluminación. ¡Cuántos millones de personas se cambiarían por nosotros! Ese es el mensaje. Debemos cultivar la sabiduría de valorar lo que tenemos y no amargarnos con lo que no tenemos.
Laura intentaba aplicarse esa máxima mientras leía por enésima vez el papel que le había regalado aquel chico extraño y fascinante. Sin embargo, aquella sensación ya se había apoderado de ella.
Se había enamorado perdidamente de Ángel, que parecía totalmente inmune a sus encantos. El triunfador humilde no tenía novia conocida ni buscaba pareja, pero al parecer ella no era suficiente para hacerle cambiar de estado.
Los doce principios que alguien había copiado en Budapest eran de Robert Louis Stevenson, el autor de La isla del tesoro, y habían contribuido a formar el espíritu de aquel joven.
Laura decidió que los memorizaría, como su amor, para tenerlos siempre presentes a partir de entonces.
Decide ser feliz. Aprende a encontrar placer en las cosas simples.
Aprovecha las circunstancias. Nadie lo tiene todo, y todo el mundo tiene algún dolor que a la vez mezcla con la alegría de vivir. El truco es hacer que la risa supere a las lágrimas.
No te tomes demasiado en serio. Nunca creas que estás protegido de las desgracias que les suceden a otras personas.
No dejes que las críticas te preocupen. No se puede complacer a todo el mundo.
No dejes que otros establezcan tus normas. Sé tú mismo.
Haz las cosas que te gusta hacer, pero no te endeudes en el proceso.
No pidas prestados los problemas de los demás. Las cosas imaginarias son más difíciles de soportar que las reales.
No compartas enemigos. No guardes rencor. El odio envenena el alma.
Ten muchos intereses. Si no puedes viajar, lee acerca de otros lugares.
No gastes tu vida pensando en cosas tristes o errores. Nunca te conviertas en alguien que no supera los problemas.
Haz lo que puedas por aquellos que son menos afortunados que tú.
Mantente ocupado en algo. Una persona muy ocupada no tiene tiempo para ser infeliz.