ANITA Y EL RATÓN PÉREZ
Anita se miró al espejo y metió la lengua en el hueco que había dejado su diente al caer. Se vio rara, y eso quizá fue lo que le causó más gracia.
Abrió la mano despacio, con miedo de dejar caer semejante tesoro. Lo observó durante un tiempo, le pareció un insignificante pedazo de cuerpo humano. Por fin lo tiró en el inodoro y apretó el botón. Sin esperar siquiera que el remolino de agua se tragara el dientito, Anita salió del baño haciéndose cosquillas con la lengua en la encía vacía. Al fin y al cabo, no era de las que andaban estafando ratones.