21

Sydney

—Ya te las llevo yo —dice Warren mientras se agacha para coger mis maletas.

Las baja por la escalera y yo lo sigo. Cuando llegamos a su coche, me doy cuenta de que ni siquiera sé adónde ir. No lo había pensado. Cuando Ridge me ha dicho que quería que me marchara hoy mismo, me he limitado a recoger mis cosas y a marcharme sin planear siquiera lo que voy a hacer durante los próximos tres días. Mi apartamento aún no está listo, pero ojalá pudiera instalarme ahora. Quiero estar lo más lejos posible de Ridge y de Maggie, de Warren y de Bridgette, de Hunter y de Tori, de todo y de todos.

—Ridge quiere que te lleve a un hotel hasta que tu apartamento esté listo, pero no sé si prefieres ir a otro sitio…

Warren está sentado en el asiento del conductor y yo en el del copiloto. Ni siquiera recuerdo haber subido al coche. Me vuelvo para mirarlo y él me está observando. Aún no ha puesto el coche en marcha.

Dios mío, qué patética me siento. Me siento como una carga.

—Es de risa, ¿no crees? —digo.

—¿El qué?

Me señalo a mí misma.

—Esto. —Me apoyo en el reposacabezas y cierro los ojos—. Debería volver a casa con mis padres. Está claro que esto no es lo mío.

Warren suspira.

—¿Qué no es lo tuyo? ¿La universidad? ¿La vida real?

Niego con la cabeza.

—La vida independiente en general, si te soy sincera. Hunter tenía razón cuando me decía que estaría mejor viviendo con él que sola. Bueno, al menos tenía razón en algo. He estado en la vida de Ridge menos de tres meses, pero me las he arreglado para cargarme toda su relación con Maggie. —Miro por la ventana, hacia el balcón vacío de Ridge—. Y también me he cargado su amistad.

Warren pone el coche en marcha y luego se acerca a mí para apretarme una mano.

—Hoy ha sido un día muy malo, Syd. Un día de perros. A veces necesitamos unos cuantos días malos en la vida para poder ver los buenos desde otra perspectiva. —Me suelta la mano y pone la marcha atrás para salir del aparcamiento—. Y si has llegado hasta aquí sin tener que volver a casa de tus padres… podrás resistir tres días más, ¿no?

—No puedo pagarme un hotel, Warren. Me he gastado todos mis ahorros en muebles y en el depósito del apartamento nuevo. Llévame a la estación de autobuses. Me quedaré unos días en casa de mis padres.

Cojo el teléfono dispuesta a hacer de tripas corazón y llamarlos, pero Warren me lo quita de las manos.

—En primer lugar, tienes que dejar de culparte por lo que está pasando entre Ridge y Maggie. Ridge es una persona adulta y sabe lo que está bien y lo que está mal. Era él quien tenía una relación con otra persona, no tú. En segundo lugar, debes permitir que él te pague el hotel, porque es Ridge quien te ha obligado a marcharte sin preaviso. Por mucho que lo quiera, debo reconocer que está muy en deuda contigo.

Contemplo el balcón vacío mientras nos alejamos.

—¿Por qué tengo la sensación de que desde que lo conozco no hago más que aceptar limosnas de Ridge?

Aparto la mirada del balcón y noto la rabia que se me va acumulando en el pecho, pero ni siquiera sé con quién estoy enfadada. ¿Con el amor, tal vez? Sí, creo que estoy enfadada con el amor.

—No sé por qué te sientes así —dice Warren—, pero tienes que dejar de hacerlo. Nunca nos has pedido nada.

Asiento despacio, tratando de mostrarme de acuerdo con él.

Tal vez Warren tenga razón. Ridge es tan culpable como yo. Es él quien mantiene una relación con otra persona. Tendría que haberme pedido que me fuera nada más darse cuenta de que empezaba a sentir algo por mí. Y también debería haberme dado algo más de cinco minutos para marcharme. Me ha hecho sentir más como una carga que como alguien que le importa de verdad.

—Tienes razón, Warren. ¿Y sabes qué? Si paga Ridge, quiero que me lleves a un hotel bonito de verdad. Un hotel que tenga servicio de habitaciones y un minibar lleno de botellines de Pine-Sol.

Warren se echa a reír.

—¡Ésa es mi chica!