31. Cables, tambores y caracolas

Concha estelar. Ilustración de Jon Lomberg.

En casi todas las descripciones científicas de contactos entre la Tierra y una civilización extraterrestre, a esta última se la menciona como avanzada.

¿Por qué avanzada? ¿Por qué no hay allí alguna civilización primitiva, individuos atrasados, andando a tientas sobre escombros interestelares y remendando continuamente todas las cosas? ¿Por qué estamos tan obsesionados con unas supuestas civilizaciones avanzadas?

La respuesta es muy sencilla: las primitivas no nos hablan. (Las verdaderamente inteligentes tampoco lo hacen, pero dentro de poco ya tocaremos este punto.)

Pensemos en un contacto empleando la radioastronomía. La radioastronomía en la Tierra es un subproducto de la Segunda Guerra Mundial, cuando hubo fuertes presiones militares para el perfeccionamiento del radar. Una seria radioastronomía surgió solamente en los años cincuenta y los grandes radiotelescopios, en los años sesenta. Si definimos a una civilización avanzada como aquella capaz de efectuar comunicaciones a larga distancia empleando radiotelescopios, habrá que decir que en nuestro planeta la civilización avanzada sólo tiene unos diez años. Por tanto, cualquier civilización diez años menos avanzada que la nuestra no podrá hablarnos en absoluto.

Incluso los cálculos más optimistas sobre el índice de avance técnico de una civilización que pueda surgir en la Galaxia anuncian que es inferior a una cada diez años (véase capítulo XXVIII). Si esto es correcto, significa que de todas las civilizaciones de la Galaxia que pueden comunicar por radio no hay ninguna tan atrasada como la nuestra. Pueden existir millones de civilizaciones menos avanzadas que nosotros, pero no tenemos forma alguna de ponernos en contacto con ellas: carecen de la tecnología necesaria para recibir o transmitir. Las objeciones que se hacen al hecho de que el mensaje del Pioneer 10 puede ser demasiado difícil de descifrar para los que lo reciban, parecen ignorar el hecho de que para que esto sea así los recipendarios han de ser capaces ante todo de interceptar y captar este pequeño artilugio en el espacio interestelar, cosa que hasta ahora para nosotros representa tarea que va mucho más allá de nuestra capacidad. Si están lo suficientemente avanzadas como para poder capturar al Pioneer 10, en la obscuridad, entre las estrellas, creo que podrán ser lo suficientemente inteligentes como para captar también su mensaje, que puede ser leído sin ninguna dificultad por muchos físicos, tan atrasados como los de la Tierra.

Pero, ¿qué hay sobre las civilizaciones mucho más avanzadas que la nuestra? El progreso técnico que hemos alcanzado en los últimos siglos es realmente sorprendente. No sólo se han desarrollado o perfeccionado nuevas técnicas, sino que se han establecido nuevas leyes físicas y nuevos métodos de examinar el Universo. Este desarrollo intelectual y tecnológico es continuo. Si sobrevive la civilización de la Tierra, el avance de la ciencia y de la tecnología también continuará.

Las civilizaciones que nos superan en ciencia y tecnología en miles de millones de años es casi seguro que no podamos comprenderlas porque ni siquiera se podrán distinguir de lo que hoy nos parece magia. No es que lo que puedan hacer viole las leyes de la física, pero sí que no entenderemos cómo pueden usar las leyes de la física para hacer lo que hacen.

Es posible también que estemos tan atrasados y seamos tan poco interesantes para tales civilizaciones, que no valgamos la pena de ningún contacto, o, al menos, de mucho contacto. Puede haber unos pocos especialistas en sociedades primitivas interplanetarias que reciban el grado de licenciados o doctores en el estudio de la Tierra o en escuchar nuestro tráfico áspero y hasta irritante de radio y televisión. Puede haber aficionados —boy-scouts, radioaficionados, etcétera— que se sientan interesados por lo que ocurre en la Tierra. Pero una civilización de un millón de años más avanzada que la nuestra, no sé, me parece que no se sentirá en absoluto interesada por nosotros.

Las comunicaciones entre dos civilizaciones muy avanzadas probablemente emplearán una ciencia y una tecnología inaccesibles para nosotros. Por tanto, carecemos de perspectiva alguna en lo que se refiere a captar tal tráfico de comunicación, bien accidentalmente o a propósito.

Somos como los habitantes de un valle aislado de Nueva Guinea que se comunican con otras sociedades de cercanos valles (sociedades bastante diferentes, podría añadir) mediante corredores o tambores. Cuando se les pregunta cómo una sociedad avanzada ha de comunicarse, quizás imaginen que ha de ser mediante un corredor extremadamente veloz o por medio de un tambor realmente gigantesco. Es casi seguro que no imaginen la existencia de una tecnología superior a la suya. Y, sin embargo, hay una enorme cantidad de tráfico de radio, de cable internacional, que pasa sobre ellos, a su alrededor, y a través de ellos también.

En este mismo momento estarán cruzando el espacio mensajes de otra civilización, mensajes impulsados por dispositivos superavanzados e inimaginables para nosotros, incapaces de detectarlos, pero ahí están; si tan siquiera supiésemos cómo detectarlos. Quizás el mensaje llegará vía ondas de radio para que sean detectadas por grandes radiotelescopios. O, quizá, por dispositivos más misteriosos, como la modulación de estrellas de rayos X, ondas de gravitación, neutrinos o canales de transmisión que nadie en la Tierra soñará aún durante siglos. O, probablemente, los mensajes ya están aquí, presentes en las experiencias de cada día, pero mensajes que resultan imposibles de captar porque no realizamos el correcto esfuerzo mental para ello. El poder y fuerza de tal civilización avanzada es muy grande. Es probable que sus mensajes estén ahí, aquí, en muchos sitios, situados en circunstancias por completo familiares.

Pensemos, por un momento, en las caracolas. Todo el mundo conoce el «sonido del mar» que escucha cuando arrimamos al oído una de estas caracolas marinas. Nos dicen que lo que oímos es el sonido muy ampliado de nuestra propia sangre. Pero, ¿es esto realmente cierto? ¿Se ha estudiado esto? ¿Acaso hubo alguien que se preocupara de estudiar o intentara descifrar el mensaje que suena en el interior de una caracola? No menciono este ejemplo como literalmente cierto, sino más bien como una alegoría. En algún lugar de la Tierra puede existir el equivalente al canal de comunicaciones de la caracola. El mensaje de las estrellas bien puede estar aquí ya. Pero, ¿dónde?

Escucharemos a la espera de oír tambores interestelares y pasaremos por alto los cables interestelares. Probablemente recibiremos nuestros primeros mensajes mediante los tambores de los valles galácticos vecinos, de civilizaciones cercanas a nuestro futuro. Las civilizaciones mucho más avanzadas que nosotros permanecerán durante mucho tiempo inaccesibles en la distancia. En un futuro de gran tráfico de radio interestelar, las civilizaciones muy avanzadas pueden ser para nosotros tan solo leyendas insubstanciales.