LECTURAS ADICIONALES
Podría dar la impresión de que no tiene mucho sentido que el que me lee lea a su vez los libros que más me han influido para escribir este libro ya que, si he hecho bien mi trabajo, habré extraído los mejores textos, ahorrando al lector tiempo y dificultades. Puede que esto sea verdad de algunos de ellos, pero no de los libros que enumero a continuación. Se trata de los libros que concretamente quiero que lean mis lectores, si es que no los han leído ya, o que los relean si ya los leyeron. De ellos he aprendido mucho ¡pero no lo suficiente! Lo cierto es que me doy perfecta cuenta de que en esos libros hay mucho más que yo y los demás podemos descubrir, y en cierto sentido este libro se pretende inductor y guía.
En primer lugar, presento dos libros famosos e influyentes, pero a menudo mal comprendidos, de sendos filósofos: The Concept of Mind [El concepto de mente] (1949) de Gilbert Ryle, y las Investigaciones filosóficas (1958) de Ludwig Wittgenstein. Tanto Ryle como Wittgenstein se mostraban bastante contrarios a la idea de una investigación científica de la mente, y es moneda corriente en la «revolución cognitiva» que hemos ido mucho más allá de sus análisis implacablemente acientíficos sobre lo mental. No es verdad. Hay que tolerar su percepción errónea de buenas cuestiones científicas, a menudo tan frustrante, y su casi total ignorancia de la biología y de la ciencia del cerebro, pero aun así se las apañaron para hacer profundas e importantes observaciones que la mayoría de nosotros sólo ahora estamos en condiciones de valorar adecuadamente. El análisis de Ryle sobre el «saber cómo» (diferente del «saber qué») ha llamado la atención desde hace mucho, y ha provocado la aprobación de los científicos cognitivos, pero sus famosas pretensiones de que el pensar podría producirse en el mundo público y que no tenía por qué recluirse en algún lugar del pensar, han parecido perversas y mal fundamentadas para la mayor parte de sus lectores. No cabe duda de que algunas lo eran, pero sorprende ver cómo brilla buena parte del pensamiento de Ryle cuando se lo enfoca bajo una nueva luz. Por su parte Wittgenstein ha sufrido la admiración de una horda de intérpretes erróneos que comparten con él su antipatía por la ciencia pero que carecen de su visión. Se les puede pasar por alto sin que nos perdamos nada; vayan al original y léanlo por medio de la lupa que he intentado proporcionarles. Una figura colocada en sitio similar es la del psicólogo James J. Gibson, cuyo libro sorprendentemente original The Senses Considered as Perceptual Systems [Los sentidos considerados como sistemas perceptivos] (1968) ha sido un pararrayos para ataques mal dirigidos por parte de científicos cognitivos y libro sagrado para una camarilla absolutamente devota de gibsonianos radicales. Léanlo: a ellos déjenlos para después.
El libro Vehicles: Experiments in Synthetic Psychology [Vehículos: experimentos de psicología sintética] (1984) de Valentino Braitenberg, ha inspirado a una generación de robotistas y demás científicos cognitivos y es, sencillamente, un clásico. Cambiará la manera de ver la mente de quien lo lea, si es que mi libro no ha conseguido ya tal transformación. Otro filósofo que ha bebido abundantemente del pozo de Braitenberg es Dan Lloyd y su libro de 1989, Simple Minds [Mentes sencillas], abarca buena parte de lo que abarca el mío, con énfasis algo distintos pero creo que sin mayores discrepancias. Dan Lloyd fue alumno informal mío y luego colega más joven en Tufts mientras trabajaba en su libro. No puedo decir sin más lo que me ha enseñado y lo que yo le he enseñado a él; de su libro hay mucho que aprender en todo caso. Podría decir lo mismo de otros colegas míos del Centro, en Tufts, como Kathleen Atkins, Nicholas Humphrey y Evan Thompson. Fue Atkins la que primero me enseñó, ya a mediados de los ochenta, por qué debíamos abandonar la epistemología y la ontología anticuadas al pensar en las mentes animales, y cómo debíamos hacerlo. Véanse, por ejemplo, sus ensayos «Science and our Inner Lives: Birds of Prey, Beasts, and the Common (Featherless) Biped» [«La ciencia y nuestra vida interior: las aves de rapiña, las bestias y el bípedo (implume) común»] y «What Is It Like to Be Boring and Myopic?» [«¿En qué consiste ser aburrido y miope?»] Nicholas Humphrey llegó en 1987 para trabajar conmigo durante varios años pero todavía no he aceptado todas las ideas de su Una historia de la mente (1995) a pesar de las muchas horas de discusión. Estando Evan Thompson en el Centro terminó su libro conjunto con Francisco Varela y Eleanor Rosch The Embodied Mind [La mente hecha carne] (1990) y las influencias de ese libro en éste pueden verse fácilmente, estoy seguro. Más recientemente, el libro de Antonio Damasio El error de Descartes (1996) consolida y avanza algunos de los temas de estas obras, además de abrir nuevos terrenos por su cuenta.
Para una comprensión más profunda del papel de la evolución en el diseño de las mentes de todas las criaturas, habría que leer los libros de Richard Dawkins, empezando por El gen egoísta. La Social Evolution [Evolución social] de Robert Trivers es una introducción excelente a los mejores aspectos de la sociobiología. El nuevo campo de la psicología evolutiva está bien representado en una antología editada por Jerome Barkow, Leda Cosmides y John Tooby: The Adapted Mind: Evolutionary Psychology and the Generation of Culture [La mente adaptada: la psicología evolutiva y la generación de cultura] (1992), y para un repensar que abre los ojos sobre la psicología y la biología del niño, léase el de Elaine Morgan The Descent of the Child: Human Evolution from a New Perspective [El linaje del niño: la evolución humana desde una nueva perspectiva] (1995).
En otro frente, los etólogos cognitivos han alimentado las fantasías de los filósofos (y de los psicólogos) sobre la vida mental y los poderes de los animales no humanos con un torrente de fascinantes trabajos experimentales y de observación. Donald Griffin es el padre de este campo. Sus libros El pensamiento de los animales (1986), The Question of Animal Awareness [La cuestión de la conciencia animal] (1976) y Animals Minds [Mentes animales] (1992) y lo que es más importante, sus pioneras investigaciones sobre la ecolocalización de los murciélagos, abrieron la mente de muchos a las posibilidades de este campo. Un estudio ejemplar es el trabajo de Dorothy Cheney y Robert Seyfarth con monos tumblu: How Monkeys See the World [Cómo ven los monos el mundo] (1990). La antología de Andrew Whiten y Richard Byrne, Machiavellian Intelligence [Inteligencia maquiavélica] (1988) y la antología de Carolyn Ristau Cognitive Ethology [Etología cognitiva] (1991) son al tiempo textos clásicos y análisis austeros de los distintos problemas; y el libro bellamente ilustrado de James y Carol Gould The Animal Mind [La mente animal] (1994) debería perfumar las conjeturas teóricas de todo aquel que piense sobre la mente animal. Para lo ultimísimo en pensamiento y comunicación de los animales véase el nuevo libro de Marc Hauser The Evolution of Communication [La evolución de la comunicación] y el de Derek Bickerton Language and Human Behavior [Lenguaje y comportamiento humano]. El ensayo de 1991 de Patrick Bateson «Assessment of Pain in Animals» [«Evaluación del dolor en los animales»] es una panorámica valiosa de lo que se sabe y de lo que sigue sin saberse sobre el dolor y el sufrimiento animales.
En el capítulo 4 pasé de puntillas (aun no queriendo que así fuera) sobre una amplia y fascinante literatura acerca de la intencionalidad de orden superior: los niños y los animales como «psicólogos naturales». Decidí que podía pasar así porque el asunto había recibido recientemente en otros lugares una buena atención. Entre muchos, dos buenos libros que explican tanto los detalles como su importancia son el de Janet Astington The Child’s Discovery of the Mind [El descubrimiento de la mente por el niño] (1993) y el de Simon Baron-Cohen Autismo (1998).
También he sido escueto en el importante asunto del aprendizaje ABC y de sus modelos actuales más prometedores. Para los detalles (y para algunas diferencias no triviales de opinión filosófica que bien merece la pena considerar) véanse Associative Engines: Connectionism, Concepts and Representational Change [Máquinas asociativas: conexionismo, conceptos y cambio de representación] (1993) de Andy Clark, y The Engine of Reason, the Seat of the Soul [La máquina de la razón, sede del alma] (1995) de Paul Churchland. Los que deseen entrar todavía más a fondo en los detalles (cosa que recomiendo) pueden comenzar con el libro de Patricia Churchland y Terence Sejnowski, The Computational Brain [El cerebro computativo] (1992). Considérense estos libros como un contraste realista de algunas de mis conjeturas más impresionistas y entusiastas. Dos filósofos más cuyas obras debería consultar cualquiera que quisiera valorar las ideas que he avanzado aquí triangulándolas con visiones algo relacionadas aunque bastante ortogonales son Gareth Evans y su The Varieties of Reference [Las variedades de la referencia] (1982) y Ruth Garrett Millikan y sus Language Thought and other Biological Categories [Pensamiento del lenguaje y otras categorías biológicas] (1984) y White Queen Psychology and other Essays for Alice [Psicología de la reina blanca y otros ensayos para Alicia] (1993).
La discusión sobre cómo hacer cosas pensantes de los capítulos 5 y 6 se inspiró no sólo en Mind in Science [La mente en la ciencia] (1981) de Richard Gregory, y en el texto de Andy Clark y Annette Karmiloff-Smith, sino también en el libro de Karmiloff-Smith Más allá de la modularidad (1994) y en otros libros anteriores que llevaban dándome vueltas por la cabeza, fructíferamente, varios años: The Origins of Consciousness in the Breakdown of the Bicameral Mind [Los orígenes de la conciencia en la descomposición de la mente bicameral] (1976) de Julian Jaynes; Metaphors We Live By [Metáforas por las que vivimos] (1980) de George Lakoff y Mark Johnson; Mental Models [Modelos mentales] (1983) de Philip Johnson-Laird y The Society of Mind [La sociedad mental] (1985) de Marvin Minsky. Un libro nuevo que presenta los primeros modelos concretos de algunas de estas actividades humanas quintaesenciales es el de Douglas Hofstadter Fluid Concepts and Creative Analogies: Computer Models of the Fundamental Mechanisms of Thought [Conceptos fluidos y analogía creativas: modelos informáticos de mecanismos fundamentales del pensamiento] (1995).
Mi libro de 1991, Consciousness Explained [La conciencia, explicada] trataba fundamentalmente de la conciencia humana, y decía poco de la mente de otros animales, como no fuera implícitamente. Como algunos lectores, al intentar descubrir lo que en él se decía, han llegado a algunas conclusiones que encontraron ambiguas o incluso alarmantes, me di cuenta de que tenía que aclarar mi teoría de la conciencia, ampliándola explícitamente a otras especies. Tipos de mentes es uno de sus resultados; otro es «Animal Consciousness: What Matters and Why» [«Conciencia animal: qué importa y por qué»], que fue mi contribución al congreso «En compañía de los animales» celebrado en la New School for Social Research, en Nueva York, en abril de 1995. También ha sido recibido con escepticismo el apoyo evolucionista a mi teoría de la conciencia que expuse en mi libro La peligrosa idea de Darwin. Muchas de las ideas que avanzo en Tipos de mentes están extraídas de otros artículos míos que aparecen en la bibliografía o basadas en ellos.