PREFACIO
Soy un filósofo, no un científico, y los filósofos preguntamos mejor que respondemos. Este principio no es un insulto ni a mí ni a mi disciplina, pese a lo que pueda parecer. Una parte muy difícil del ambicioso proyecto humano de comprendernos y de comprender nuestro mundo es la de encontrar mejores preguntas y la de romper las viejas costumbres y tradiciones en el modo de preguntar. Los filósofos pueden hacer una buena contribución a esta investigación explotando sus talentos aguzados profesionalmente como críticos preguntones, siempre que mantengan un espíritu abierto y no pretendan responder a todas las preguntas partiendo de primeros principios «obvios». Hay muchas maneras de hacer preguntas sobre las diferentes clases de mentes, y la mía (la manera de preguntar que voy a presentar en este libro) cambia casi a diario, refinándose y ampliándose, sufriendo correcciones y revisiones conforme voy sabiendo de nuevos descubrimientos, de nuevas teorías, de nuevas dificultades. Voy a presentar el conjunto de suposiciones fundamentales que me sirven de base para esa manera de preguntar y que le proporcionan un modelo estable y coherente, pero las áreas más emocionantes de ese modo de preguntar se encuentran precisamente en las fronteras más cambiantes del modelo, allí donde hay más actividad. El objetivo principal de este libro es presentar las preguntas que me hago en este mismo momento… algunas de las cuales probablemente no llevarán a ninguna parte, así que prevéngase el lector. Pero mi manera de hacer preguntas tiene un historial bastante bueno a lo largo de los años, con una evolución bastante paulatina como para incorporar nuevos descubrimientos, algunos de los cuales estuvieron provocados por preguntas mías anteriores. Otros filósofos han presentado métodos de hacer preguntas que compiten con el mío, pero los más influyentes, pese a su atractivo inicial, llevan a contradicciones internas, dilemas o a muros negros de misterio, como demostraré. Así que recomiendo las preguntas que yo hago, con toda confianza.
Nuestras mentes son complejas urdimbres, tejidas con muy distintas hebras que reflejan muy diferentes dibujos. Algunos de estos elementos son tan antiguos como la vida misma y otros son tan nuevos como la tecnología actual. Nuestras mentes son como las de otros animales en muchos aspectos y notablemente diferentes en otros. Una perspectiva evolutiva puede ayudarnos a ver cómo y por qué esos elementos de las mentes llegan a adoptar las formas que poseen, pero no hay línea recta temporal «desde los microbios hasta el hombre» que nos revele el momento de la aparición de cada hilo nuevo. De modo que, en lo que sigue, he tenido que tejer oscilando entre las mentes sencillas y las mentes complejas, remontándome cada vez más buscando aquellos aspectos que deben añadirse hasta que lleguemos a algo que se pueda reconocer como una mente humana. En ese momento podremos volver la vista atrás una vez más para examinar las diferencias que encontramos y evaluar algunas de sus consecuencias.
Los primeros borradores de este libro se presentaron en las Conferencias Agnes Cuming del University College de Dublín y en mis conferencias públicas como erskine fellow de la Universidad de Canterbury de Christchurch (Nueva Zelanda), durante mayo y junio de 1995. Quiero mostrar mi agradecimiento al profesorado y al alumnado de esas instituciones, cuyas constructivas discusiones contribuyeron a hacer del borrador final algo casi irreconocible y (confío en que así sea) mejor. También quiero mostrar mi agradecimiento a Marc Hauser, Alva Noë, Wei Cui, Shannon Densmore, Tom Schuman, Pascal Buckley, Jerry Lyons, Sara Lippincott y a mis estudiantes de «Lenguaje y Mente» en Tufts, que leyeron y criticaron enérgicamente mi penúltimo borrador.
Universidad de Tufts
20 de diciembre de 1995