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«Ella está vestida de fuerza y dignidad, y se ríe sin temor al futuro.»
PROVERBIOS 31:25
Alexa se había encargado de evitar a Brian los días posteriores al encuentro en el balcón de La Soledad, y no era extraño que lo hubiera logrado, ya que la casa era lo suficientemente grande para que pudiera hacerlo.
La intensa actividad en la finca desde que habían llegado había marcado el correr de los días, razón por la cual el jueves pareció llegar muy pronto. Los organizadores de la boda habían llegado a La Soledad y desde muy temprano estaban preparándolo todo; la casa había perdido la calma que siempre reinaba en ella. Habían comenzado a llegar las flores y todo lo necesario para montar una fiesta a la que asistirían no más de cien personas, el círculo más íntimo de la pareja.
Esa mañana Brian entró en la cocina para desayunar. El aroma a café flotaba en el aire y era ciertamente tentador. Allí se encontró con Alexa y Crall, que charlaban animadamente. Ella no se preocupó en disimular cuando él llegó. Continuó con el mismo tono insinuante con el que estaba hablándole al agente del FBI, que se mostraba interesado también. Collin se había quedado con las ganas con la rubia, y como todo hombre que se precie, no pensaba quedar como un tonto sin intentar seducir a Alexa. Después de todo, Brian Moore no era su amigo; simplemente lo conocía a través de Noah, así que no tenía por qué tenerle lealtad. Además, la rubia le había dejado bien claro que entre Moore y ella todo había terminado y no existía la más mínima posibilidad de una reconciliación.
Brian pasó directamente a servirse una taza de café y luego se acomodó al lado de Alexa, mirándola con una arrogancia abrumadora.
—Es desagradable ver cómo te ofreces descaradamente —le dijo con ironía, como si se tratara de un razonamiento intranscendente.
—Pero ¡¿quién te crees que eres para hablarme así?!
Brian volvió su vista hacia el agente del FBI, ignorándola, mientras que a este lo miró con furia, sin preocuparse en disimular su mal humor; aunque sabía que ya no tenía derecho a reclamar nada respecto a Alexa, se resistía a que así fuera. Regresó lentamente la mirada hacia ella y le espetó sonando muy seguro:
—Creo simplemente que aún soy el que te calienta y el que te hace hacer cosas estúpidas. Por ejemplo, regalarte como carne podrida por el solo hecho de demostrar que ya no te importo.
—Lo tuyo es el colmo del egocentrismo y la desfachatez.
Collin Crall se dio cuenta de que estaba de más y, demostrando su sagacidad, se levantó sin que ellos ni siquiera lo advirtieran, porque ya estaban enzarzados en una discusión en la que no le interesaba participar. Se retiró del lugar para dejarlos solos.
—Déjame corregirte. No es egocentrismo, es confianza en mí mismo y es plena convicción acerca de tus sentimientos.
—Pues déjame sacarte de tu estúpido error: tú ya no significas nada para mí.
—¡Mentirosa! La otra noche en el balcón sentí claramente cómo te estremecías con mi tacto.
—Eso no es cierto. Simplemente me cogiste por sorpresa y... ya no me interesa continuar con esta estúpida discusión. ¿Es que ni siquiera puedes comportarte y pensar que estamos a horas de la boda de tu hermana? No todo gira en torno a ti. Los protagonistas de lo que aquí se está gestando son Olivia y Noah.
Alexa se puso de pie para intentar escapar de él, pero Brian no estaba dispuesto a dejarla. La tomó por la muñeca y la retuvo contra su voluntad. Ella forcejeó con determinación para zafarse. Él se le acercó de manera amenazadora y la obligó a apretarse contra la pared.
—Mientes, y lo haces muy mal. Te conozco demasiado. El tiempo que estuvimos juntos me aprendí de memoria los tonos de tu respiración. Incluso aunque no la oyera me bastaría con mirarte a los ojos, porque ellos te delatan.
—¡Basta! No quiero seguir escuchándote. Eres exasperante y muy corto de memoria. Pero por suerte la mía funciona muy bien. Puede, como dices, que tu cercanía todavía me estremezca, pero estoy más que dispuesta a remediarlo, porque no mereces que nadie se sienta así por ti.
Su mirada no se apartaba de ella, y habían desaparecido el desafío intrépido y el deleite presumido, suplidos con algo feroz y poderoso rápidamente reconocible: deseo.
Alexa puso las manos en su pecho para alejarlo, pero él no se mostraba dispuesto a dejarla ir. Sus brazos parecían bandas de acero que la encerraban. Durante un momento pensó en que su cercanía no era sana para ella; su cuerpo macizo, caliente y musculoso se cernía pretencioso sobre el suyo y ella lo añoraba tanto que no encontraba la voluntad para apartarse. Se odiaba por ello; se odiaba por permitirle que le quitara toda su dignidad. Brian afirmó su cuerpo contra el de Alexa, la tomó de la nuca y se adueñó de su boca. Ella consideró abrirla para volver a probar sus besos, pero sabía que si hacía eso quedaría devastada. Continuó forcejeando con él, pero Brian Moore no estaba dispuesto a ceder, encaprichado en tomar lo que tanto ansiaba, lo que tanto añoraba. Sin embargo, Alexita no era precisamente una carmelita descalza y sabía imponer muy bien su voluntad.
—No quiero saber nada más de ti. Déjame en paz. No creo más en ti, Brian. Lo arruinaste todo, no soy tu juguete.
—No pretendo que lo seas, te juro que no. Te extraño, me vuelvo loco de pensar que puedas estar con otro hombre, me desquicia creer que puedes olvidar mis besos y mis caricias.
—Cuando metiste a «esa» en tu cama no te importó demasiado lo que podía pasar.
—Te equivocas. Te lo he dicho mil veces. Por qué no quieres creerme. Casi me morí cuando me desperté a su lado; por eso no entiendo cómo pudo haber ocurrido.
Enjaulándola entre sus largos brazos, asaltó su boca nuevamente y erosionó con su lengua el borde de su labio inferior una y otra vez para proporcionarle el contacto que ella anhelaba tanto como él. Aquella embestida pareció demoler la estabilidad de Alexa e hizo que el deseo la golpeara duramente. Fiel a su esencia, no estaba dispuesta a dejarse doblegar por la debilidad que él le provocaba, así que se exigió luchar para apartarlo. Sin embargo, una severa voluntad constituía una gran fuerza disuasoria para no permitirle actuar, y Brian continuó lamiendo sus labios, mordiendo su mandíbula y chupando la unión entre su maxilar y su cuello; no podía detenerse, estaba ansioso por acceder más a ella, así que desplegó sus manos y expertamente le recorrió la columna vertebral hasta provocarle un escalofrío de placer que hizo estremecer todo su cuerpo. Hábilmente, retomó el camino y regresó a su boca, volvió a lamerla, a perder sus labios entre los suyos... Ansiaba con desesperación que ella entendiera cuánto necesitaba sus besos; con la misma ansiedad, bajó sus manos hasta su derrière y las desplegó por las nalgas para dejarlas descansando en sus muslos y atraerla con ese movimiento más hacia él.
Tras darse cuenta de que la lucha por alejarlo era infructuosa, y tras comprobar que ella era presa del mismo deseo, dejó de luchar, pero en el momento en que se aprestaba a ceder y a permitirle que escanciara su lengua con total autonomía, Noah y Olivia entraron y los obligaron a detenerse.
—Oh, no sabíamos que estabáis aquí —dijo Oli sin poder disimular la extrañeza por encontrarlos besándose, cuando creía que volver a verlos juntos sería inimaginable.
Muy pocas cosas provocaban que Alexa se ruborizara, pero después de haber jurado y perjurado que no volvería a caer en los encantos de Brian Moore, la situación encendió sus mejillas de un rojo incandescente. Brian hacía que se sintiera humillada. Aprovechó la confusión y se apartó de sus brazos; afectada, salió casi corriendo de la cocina.
Brian se metió una mano en el bolsillo, frustrado y con ansias de salir tras ella, pero se contuvo y con la otra mano se mesó el cabello.
—Lamentamos la interrupción —se disculpó Noah sin mucho sentido.
—¿Habéis hecho las paces? —preguntó Olivia incrédula.
—¿Te parece que en ese caso se hubiera ido así? No, Olivia, solamente ha sido un beso robado y a la fuerza.
—Sabes que te quiero, Brian, pero no deseo que continúes haciéndole daño. Tal vez sería bueno que te alejaras de ella y le permitieras continuar con su vida. Últimamente la veo apagada, sin ganas de nada, y lo peor de toda esta situación es que ha corroído nuestra amistad: por ser tu hermana ella ha dejado de confiar en mí como lo hacía antes, ha levantado un muro entre ambas imposible de derribar y no me permite acercarme.
—Y para variar, soy el culpable.
—Creo que tu hermana solo quiere lo mejor para los dos. Comprende que hemos quedado justo en medio de esta situación.
—Noah, sabes perfectamente que jamás sentí nada importante pon ninguna mujer. Con Alexa es diferente, no puedo alejarme. No voy a darme por vencido hasta reconquistarla.
—Pero hiciste mal las cosas. No soy quién para juzgarte, pero ella confió en ti y la defraudaste. Mierda, Brian, no quiero decírtelo nuevamente, pero te comportaste como un capullo con Alexa.
—Lo sé y por eso quiero remediarlo.
—No veo la manera. El tiempo no vuelve atrás para deshacer tus acciones —dijo Olivia de forma hiriente—. Solamente eso podría cambiarlo todo.
En ese instante entró Ana.
—Por fin os encuentro. Olivia, Brian, han llegado vuestros padres.
—¡Tan temprano! —dijo Brian y cerró los ojos mientras suspiraba con desdén—. Espero que papá no la tome conmigo como cada vez que nos encontramos. No quiero arruinarte el día, Oli, pero no estoy de humor para sus reproches.
Olivia le dio un beso a su hermano para darle ánimos; luego se colgó del brazo de ambos hombres y salió escoltada por ellos a recibir a sus padres.
Cuando llegaron a la sala, la sorpresa invadió a ambos hermanos: los Moore no estaban solos. Los acompañaba una joven a la que Olivia no dudó en abrazar.
—Rebecca, no me lo puedo creer. ¡Qué sorpresaaaaa!
—Perdón por venir sin invitación. Llegué anoche de Londres. Los tíos no sabían que venía y ni tu madre ni tu padre permitieron que me quedara. Insistieron en que los acompañara.
—No te disculpes. Me encanta que estés aquí. Tú no necesitas invitación. Eres de la familia, Becca. Lamenté mucho que no pudiéramos vernos cuando estuve en Londres.
»Mamá, papá, ¡bienvenidos!
Olivia les dio un beso a cada uno en la mejilla, y su padre la estrechó en sus brazos.
Noah saludó a sus suegros, y Brian también se acercó a sus padres mientras Olivia intercambiaba palabras con aquella mujer a quien Noah aún no había sido presentado.
—¡Hola! —dijo finalmente Brian mientras la abrazaba cálidamente—. Estás muy cambiada desde la última vez que te vi.
Rebecca era una mujer bonita, amable y bastante simple; nada desentonaba en su aspecto y sus luminosos y claros ojos marrón relucían con júbilo.
—Han pasado algunos años. Tú también estás diferente —le contestó ella acurrucada entre sus brazos—, aunque a ti te veo a menudo en las revistas. Así que no me extraña tu cambio.
—Noah, mi amor, te presento a la ahijada de mi padre, a quien no pudimos ver cuando estuvimos en Londres. ¿Recuerdas que te conté que desde hace algunos años reside allí, pero que vivió muchos años con nosotros? Becca y yo compartimos toda la adolescencia, hasta que nuestras elecciones universitarias nos separaron; luego ella decidió quedarse a vivir en el viejo mundo y nos separamos definitivamente.
—Sí, Oli. Recuerdo que intentaste verla. ¡Bienvenida!
—Hola, Noah. Encantada.
—El gusto es mío.
—Los tíos me han contado que mañana os casáis. Aunque no estaba invitada, será un placer participar de este momento tan importante.
—Rebecca, creo que Olivia está muy feliz de tenerte aquí; así que, por favor, deja de decir que no eras nuestra invitada.
—Así es. Verdaderamente es una muy grata sorpresa tenerte aquí —habló Olivia mientras la volvía a abrazar—. Habéis llegado temprano. Os esperábamos por la tarde —les dijo a sus padres.
Brian había quedado apartado, estudiando la situación, y en aquel momento dio una respiración profunda y estabilizadora.
—Hemos decidido pasar tiempo con nuestros hijos y nuestro futuro yerno, y participar de los preparativos finales. ¿Está mal?
Geraldine se acercó y cogió de la cintura a su hijo, una demostración de cariño bastante infrecuente en ella. Brian, sabiendo que no eran muchos los momentos de manifestación de su madre, se apegó a ella tomándola por el hombro y besando su pelo; se sentía fatal y, aunque Geraldine nunca había sido una madre cariñosa, estuvo tentado de absorber el perfume que la identificaba y que asociaba con los pocos recuerdos que tenía de ella de su niñez, que le daban calma y una necesidad irresistible.
—Y tú, cariño, ¿no estás contento de volver a ver a Rebecca?
—Por supuesto, estoy muy feliz de que esté junto a nosotros.
—No me lo ha parecido —bromeó la joven—. Deberías haber visto la cara que has puesto cuando apareciste en la sala y me viste.
—No voy a negar que me sorprendí, por supuesto.
—Me hace muy feliz volverte a ver, Brian. Han pasado muchos años.
—Ocho años exactamente.
—No creí que llevaras tan bien la cuenta.
Geraldine cogió también a Rebecca por la cintura.
—Hijo, ¿has visto que hermosa está? ¿No opinas que está más guapa que nunca?
—Sí, Geraldine, tienes razón. Aunque Rebecca siempre ha sido exuberantemente hermosa, su belleza ahora se ve resaltada.
—Gracias por el cumplido.
—No es un cumplido. Sabes muy bien que no lo es. —Se miraron fijamente.
Noah estaba enzarzado en una charla con su suegro, que no paraba de ponderar la magnificencia de La Soledad. Olivia los acompañaba.
—¿Estás de visita? —preguntó Brian a Becca.
—He regresado.
—¿Qué pasó con tu revista londinense?
—Todo marcha genial, pero creo que es hora de volver a mi país y, aprovechando la expansión en Inglaterra, he decidido editarla aquí también. Los estudios de mercadotecnia que han elaborado mis colaboradores demuestran que es el momento ideal para lanzarla en el mercado americano.
—¿Has venido por negocios, entonces?
—Podría haber enviado representantes, pero quiero regresar a Estados Unidos, creo que ya es hora. Así que me encargaré personalmente de todo.
—Becca es una glamurosa y exitosa empresaria del mundo editorial de Londres, tesoro —acotó su madre—, y ahora ha venido a conquistar su país.
—Sé muy bien lo exitosa que es, mamá. A pesar de que no nos hemos vuelto a ver, he tenido noticias de su éxito.
—Me encantaría tenerte en nuestra primera edición, Brian.
—No creo que haya problema. Hablaré con mi agente para que se arregle contigo.
—¡Qué formalidad! ¿No podemos arreglarlo entre nosotros?
—Seguro. Si me dices cómo quieres trabajar, no hay problema; yo me adapto a tu metodología.
—Dame unas semanas. Deja que termine de instalarme en Fort Lauderdale. Por ahora estoy en casa de tus padres, pero Geraldine me ofreció su ayuda para redecorar mi casa y quiero mudarme allí cuanto antes. Además, debo hacer un reconocimiento de las oficinas de la revista en Miami. Te llamaré para que te pongas de acuerdo con mis periodistas y fotógrafos.
—Veo que has llegado con una organización envidiable.
—Es la ventaja de tener una estructura sólida en Londres.
—Seguramente te irá muy bien en Estados Unidos también; tienes la ventaja del éxito alcanzado en Inglaterra.
—No siempre es una garantía. Este es un mercado diferente y tendremos que hacer algunas adaptaciones para ser aceptados por el público. Será un desafío, ya que deberemos unificar trabajos para ambos países y también contar con otras que sean interesantes para el mercado local; no olvides que tenemos una buena competencia en el medio.
—Lo conseguirás. Estoy seguro.
Minutos más tarde, Ana se sumó a la charla. Noah tenía abrazada a su madre y a Olivia. Mientras conversaban con los Moore, Brian miraba de reojo. No quería perderse el momento, ya que en realidad no imaginaba de qué podía hablar Geraldine con Ana, una persona tan sensible y simple en comparación con su propia madre.
—¿Deseáis subir y acomodaros? —les preguntó Ana—. Debéis de estar cansados por el viaje.
—No te preocupes, Ana. Contratamos un vuelo privado —aclaró Geraldine—, así que ha sido muy placentero y corto en comparación con uno comercial. Lamentamos no haber podido compartir la semana con vosotros, pero las obligaciones de mi esposo en la empresa no lo permitieron.
—Sí, Oli me dijo que los compromisos os han impedido venir antes.
Brian sonrió con desidia y añadió:
—No aclares que oscurece, Geraldine. Aunque a ti te parezca una buena excusa, no lo es. Cualquier padre o madre normal lo dejaría todo por compartir este momento con su hija. Con más razón después de todo lo que pasó.
—Brian, no es necesario.
—¿Qué, hermanita? ¿Acaso no es lo que tú piensas pero no lo dices?
—Ya está bien, Brian. No comiences con tus ironías —lo amonestó su padre.
—No son ironías. Te lo estoy diciendo claramente a la cara: sois unos descastados.
—Por favor, Brian.
—Lo siento, Noah. Sé que prometí contener mi lengua afilada, pero esto me saca de quicio. No soporto que sean tan fríos. Nunca lo superaré, así que mejor me voy. Seguid vosotros con este circo.
Brian se levantó y desapareció.
—Me disculpo en nombre de mi hijo, Ana. Brian es un poco impulsivo, y a veces no comprende la tarea que lleva a cabo su padre en la empresa; tal vez si decidiera empaparse más de los negocios de la familia podría entenderlo.
—No te preocupes —le respondió Ana fingidamente. Lo cierto es que entendía perfectamente lo que decía Brian, pero le pareció descortés hacérselo notar.