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«El misterio de la existencia humana no está solo en poder vivir, sino en encontrar una razón por la que vivir.»
FIÓDOR DOSTOYEVSKI
La barriga comenzaba a notarse. Estaba entrando en el quinto mes del embarazo y por suerte las náuseas habían quedado atrás. Todo marchaba normalmente y hasta tenía la autorización para viajar.
Aaron ya estaba enterado de la función que desempeñaría su hermanita al venir al mundo. Además, les alegraba la vida mientras la esperaban y la veían crecer en la barriga de Alexa. Ella sería la que le daría la posibilidad de curarse; se lo habían explicado de forma muy fácil y lo había entendido perfectamente.
Hacía tres días que Brian estaba en Nueva York para ultimar los detalles de la inauguración de El Templo y Alexa iba a reunirse con él.
—Alexa, ha llegado tu taxi para llevarte al aeropuerto. Yo cargaré tu maleta.
—Gracias, Esther. Mientras tanto, me despediré de mi hombrecito, que hoy ha amanecido con una cara laaaaaarga como la del elefante Dumbo. Dame un beso de despedida y cambia esa cara. —Alexa señaló su mejilla y se inclinó para que Aaron la saludara.
—No quiero cambiar la cara. No me gusta que os vayáis y me dejéis solo.
—No te quedas solo. Te quedas con Esther. Si te oye, se pondrá furiosa porque no la tienes en consideración.
—¿Por qué no puedo ir con vosotros a Estado Unidos?
—Lo hemos hablado muchas veces, Aaron. Eres un niño muy inteligente y sé que lo entiendes. Sabes que con el Port-a-Cath[11] no puedes viajar porque hay mucho riesgo de contraer una infección. Tus neutrófilos están bajos y tu cuerpo no puede batallar adecuadamente con los gérmenes. ¿Acaso quieres volver a tener que ingresar en el hospital?
Él negó con la cabecita.
—Bien. En ese caso, prométeme que te cuidarás.
Aaron, resignado, estiró la mano.
—Así me gusta.
Alexa puso la mano sobre la de él y con sus otras manos hicieron una pila.
—Prometo cuidarme y también a tu hermanita.
Aaron la rodeó con sus brazos por la cintura y apoyó su carita sobre su vientre. Inmediatamente después, le dio un beso.
—Yo también prometo cuidarme para que no te angusties.
—Muchas gracias. Eres muy considerado.
Brian estaba esperándola en el aeropuerto cuando llegó. La abrazó con muchas ansias, como si hiciera una eternidad que no se veían. Alexa le dijo:
—Espera.
Sacó su teléfono y lo hizo posar para grabar un mensaje en vídeo.
Hola, Aaron. Ya estoy en Nueva York con tu papá. He llegado bien. Te mandamos un beso muy grande y te enseño el aeropuerto para que al menos lo conozcas en vídeo. Pronto viajaremos todos juntos. Te queremos.
Alexa giró con el teléfono en la mano y le hizo un plano general del lugar; luego, enfocó a Brian con la cámara para que también dejara su mensaje.
Hola, hijo. Te echo de menos. Tengo muchas ganas de volver para abrazarte y también para que juguemos a la Play; prepárate, voy a ganarte todas las partidas.
El mensaje de WhatsApp llegó al móvil de Esther. Pero como en Londres era de madrugada, no contestaría de inmediato.
Tras recoger las maletas, Brian y Alexa se fueron al apartamento para que ella pudiera descansar.
Había sido un día bastante ajetreado poniendo a punto los últimos detalles para la inauguración. Estaban terminando de arreglarse para salir hacia el restaurante.
—Rubia, realmente el hormonazo del embarazo se te ha asentado en el trasero. ¡Está enorme!
—¿Ahora lo notas? Ya he cambiado dos veces la talla de mis bragas; si sigo así, despídete de verme con una sexy. Ya parecen carpas de tan grandes.
—Estás hermosa. Creo que cuando dejes de amamantar, te pagaré una cirugía para que tus tetas queden de este tamaño. Es un calvario mirarlas y no poder disfrutarlas como quisiera.
—Eres un sucio cabrón.
Él rio y la abrazó para que no continuara dándole manotazos. Luego se besaron y, como siempre que lo hacían, perdieron la noción del tiempo.
La inauguración estaba siendo un auténtico éxito. Toda la prensa que habían convocado apareció y no faltó ninguno de los comensales especiales que invitaron.
El lugar había quedado como soñaban. Estaba a reventar de gente y las críticas de la comida que esa noche sirvieron fueron muy buenas. Por supuesto, no faltó el momento clásico del corte de cintas que daba por inaugurado el lugar, pero lo cierto era que más que una inauguración aquel evento parecía una gran avant premiere al estilo Hollywood, o un teaser de la televisión, con personalidades del espectáculo y del mundo de la moda y mucha prensa haciendo fotografías a cada uno que llegaba.
También los acompañaron Olivia, Noah, Baddie, Edmond y Curt.
En determinado momento, un medio de prensa de los más indiscretos le pidió unas fotos a Brian junto a Alexa. Y luego les hizo también algunas preguntas.
—¿Para cuándo el primer hijo de la pareja? Nos sorprendió mucho primero que os hubierais casado de un día para otro, y luego, cuando te vimos embarazada, nos sorprendimos más. Os habéis empeñado en mantener todo fuera de nuestro alcance, ¿eh? Tú siempre has sido muy mediático, Brian, pero de un tiempo a esta parte tu vida se ha convertido en un gran enigma.
Ellos sabían que tarde o temprano quedarían expuestos y deberían contarlo todo. Habría, por supuesto, quienes los entenderían; otros, los condenarían; y también aquellos a quienes no les importaría. Pero lo único cierto era que ellos se amaban y querían a Aaron y también al bebé que estaba por nacer. Fuera cual fuese el motivo por el que iba a venir al mundo, era una vida dentro de la barriga de Alexa y ellos lo esperaban con doble ilusión.
El periodista, después de escuchar las explicaciones, quedó verdaderamente asombrado.
—¿Y por qué motivo nadie sabía esto?
—Primero, porque si bien yo estoy acostumbrado a salir en los medios, no veo la necesidad de exponer a mi familia. Luego, porque la enfermedad de mi hijo no es una novela. Es la vida misma y pertenece a nuestra intimidad. Sin embargo, era obvio que tarde o temprano esto saldría a la luz. Así que déjame aprovechar para pedir que mucha más gente done su médula, en especial las personas jóvenes, ya que a pesar de que en el mundo son muchos los que lo hacen, las posibilidades de conseguir un donante compatible no emparentado son pocas. Como fue en el caso de mi hijo, en que no lo hallábamos.