22
«Al universo no le gustan los secretos.
Conspira para revelar la verdad, para llevarte hasta ella.»
LISA UNGER
Ya habían pasado el puente levadizo de Puerto Everglades y se habían abocado en los canales de Fort Lauderdale, donde lentamente Neptuno iba haciendo su ingreso en Las Olas en busca de su atracadero.
—Necesitaré de tu ayuda —le pidió Brian mientras colocaba el bote de costado junto a la zona de amarre—. ¿Puedes lanzar las defensas de estribor? Más tarde, yo me encargaré de las de babor.
—Oh, claro que sí.
En cuanto Alexa se asomó por el pasillo lateral, vio a su amiga Olivia, que ya se había percatado de que ellos estaban arribando a la mansión y se acercaba junto a Noah a recibirlos.
—¡Alexita! —gritó esta entusiasmada—. Qué ganas tenía de verte, amiga. Por fin llegáis.
—Olivia, Noah, ya estáis aquí. Qué alegría veros.
—Veo que mi hermanito ya te ha enseñado su gran pasión.
—Hemos dado un paseo precioso.
—La próxima vez, a ver si nos invitáis —acotó Noah, que estaba ayudando a Olivia para que subiera al bote.
Las amigas se abalanzaron a abrazarse.
—Te estropearé la ropa. Debo de tener restos de crema solar.
—Qué importa. Ven aquí —le dijo Olivia mientras la estrechaba en un fuerte abrazo.
Mientras se abrazaban felices, Alexa le dijo muy en secreto:
—Volvemos a estar juntos. No lo creerás, pero Brian parece otra persona.
—Ya lo veo. Estoy muy feliz por verte sonreír nuevamente. No esperaba encontrarte aquí. ¿Por qué no me habías dicho nada?
—Uff, hay mucho que contarte, pero ya nos daremos tiempo para cotillear.
—Hola, Noah. Qué morenos estáis.
—Ha sido un mes fantástico. Ya os contaremos.
Entraron en la cabina inferior, donde Brian estaba apagándolo todo y se saludaron acaloradamente.
—Brian, qué bonito y renovado está tu bote.
—¿Has visto? Papá se ha encargado de las remodelaciones. Me ha sorprendido.
—Humm, cuando la limosna es grande... hasta el santo desconfía.
—Piensas igual que yo. Creo que nuestro padre se trae algo entre manos. También me ha sabido a soborno.
—Tal vez lo había preparado esperando que lo usaras con la huerfanita. Estoy segura de que, de haber sabido que lo usarías conmigo, lo hubiera llenado de estiércol.
—¿Te refieres a Becca? —preguntó Olivia, y Noah miró a Brian con disimulo, mientras se pasaba la mano por la nuca y recordaba la conversación que habían mantenido en la boda.
—Mejor que cambiemos de tema —dijo el más pequeño de los Moore.
—¿Presiento que me estoy perdiendo algo?
—Presientes bien, Oli. Mejor que esa no se me cruce hoy, porque no quisiera tener que arruinarle la fiesta a tu madre.
—¿Qué te ha hecho Becca? Si es un amor de persona.
—Ah, veo que a ti también te tiene engatusada. Sin embargo, déjame informarte que la cara de angelito ya se ha puesto su traje de maléfica, y a ti —le golpeó el pecho con el revés de la mano a Brian—, más te vale comportarte.
—¿Qué has hecho ahora? —preguntó Noah asustado.
—No, si yo no he hecho nada. —Alexa cogió a Brian del mentón y le plantó un beso en los labios.
—Pero, por si acaso, estás advertido.
—Ya te he dicho que no tendrás quejas por nada. Soy otro Brian totalmente entregado a ti —dijo mientras le mordía los labios—. Dejadme cerrarlo todo y bajemos del bote.
—Esperad —manifestó Olivia deteniendo a su hermano—. Tenemos algo que contaros y queremos que seáis los primeros en enteraros.
—Oh, Oli, no me digas que es lo que me estoy imaginando...
—Pues tu loca cabeza, amiga, puede imaginar miles de barbaridades, pero presiento que sí, que es lo que te imaginas.
Alexa le tocó la barriga a Olivia y se tapó la boca mientras contenía las lágrimas.
—¿Voy a ser tío? —le preguntó Brian a Noah. Este asintió con la cabeza y esbozó una sonrisa que dejaba escapar con sinceridad toda la alegría que estaba sintiendo.
—¿Qué, no me vas a felicitar?
Se abrazaron con gran ímpetu y se palmearon con fuerza la espalda.
—Mierda, Noah. No has perdido el tiempo. Has usado muy bien tu lápiz para escribir la cartita a París.
—Bueno, no es que lo haya usado para escribir una carta. Si quieres te lo explico con todo lujo de detalles —le dijo mientras se mofaba de él.
—No quiero saber nada. Mi hermana es un ser asexual y estoy seguro de que la concepción fue por obra y gracia del Espíritu Santo. ¿Verdad, hermanita, que tú no haces esas cosas? Dame un beso. Ven.
—Dios, estoy hecha una floja. Se supone que la sensible por estar embarazada tienes que ser tú. Nunca creí que me emocionaría tanto saber que serás mamá. He deseado tanto tu felicidad, Oli. No te imaginas cuánto me alegra saber que la has conseguido —habló Alexa muy sinceramente.
—Gracias por estar siempre a mi lado, en los buenos y en los malos momentos. —Engancharon los meñiques.
—Pues a partir de ahora siempre será en los buenos, porque mi caramelito —le dio un beso a Noah en el carrillo— siempre te regalará buenos momentos. Creo que tendré que cambiarte el apodo. Tal vez sea más adecuado que te empiece a llamar papi.
—¡Humm, qué compromiso! Será mejor que me vaya mandando a hacer unos calzoncillos de metal, que sé que tienes una muy buena patada.
Los cuatro se rieron.
—Ahora creo que no es justo. Yo estoy advertido de todo, pero tengo que soportar que le andes tirando flores a este.
—No te hagas el celoso, Brian Moore, que sabes muy bien que lo mío con Noah es una simple broma. La advertencia está clara y que no se te olvide.
Noah le dio palmadas en la espalda.
—Creo que mejor pediré presupuesto por la fabricación de dos calzoncillos. Sabes que soy un amigo muy solidario.
Bajaron del bote muertos de risa.
—Vamos a contarles a papá y mamá lo del bebé, aunque no espero que se emocionen demasiado —acotó Olivia. Nadie se atrevió a desmentirla. Sin embargo, tampoco lo aseveraron. Claro que todos sabían que los Moore eran bastante desapegados y era muy probable que ella tuviera razón.
Dejando con disimulo que las mujeres fueran por delante y se separaran lo suficiente de ellos, Olivia y Alexa se pusieron a cuchichear aprovechando la distancia.
—¿Qué ha pasado con Becca?
—Luego te cuento, Oli. Pero le anda tirando los trastos a Brian y tus padres están más que apoyándola.
Mientras tanto, los hombres también murmuraban:
—Por lo visto Rebecca no le cae nada bien a Alexa.
—Tenías razón. Parece que aún le gusto. No quiero tener problemas con Alexa ahora que la he recuperado. Hablaré con ella. Hoy ha estado fuera de lugar y no sé con qué fin.
—¿No sabes con qué fin? Quiere repetición. Te quiere entre sus piernas. Eso es obvio.
—No estoy interesado. Se lo dejaré bien claro.
Ya estaban acicalados para salir hacia la fiesta.
—Ya estoy lista. Voy a salir —avisó Alexa desde el vestidor.
—Estoy muy intrigado. Has creado un buen misterio en torno a tu vestido.
—Espero no defraudarte.
—Estoy seguro de que no.
Alexa salió y se quedó boquiabierta al ver a Brian.
—Estás... guapísimo.
Él estaba de pie junto a la mesilla de noche ajustando el broche de su reloj de pulsera.
Un disparo de acogimiento se le atesoró como un relámpago, pues ese condenado hombre era un maldito paradigma de la raza humana. Alexa lo observó: su cuerpo, su cara, eran una perfecta combinación. Tenía estilo y sabía llevar muy bien el esmoquin, que lucía magnífico y soberbiamente elegante enfundado en una chaqueta blanca que combinaba con un pantalón y un chaleco negros.
Los ojos de Brian contenían un brillo pícaro y deslumbrante, y sus labios se curvaron en una sonrisa casi irreprimible que provocó en ella que su corazón casi dejase de latir. Le hizo un guiño, y la recorrió con la mirada al tiempo que un calor anhelante palpitó también dentro de él.
Alexa había elegido ponerse un vestido muy estrecho en color oro muy brillante, con cierta reminiscencia oriental; en la espalda, un escote rotundo resaltaba su poderoso derrière.
Ella giró distraída y le enseñó sus favorecidas curvas a la espera de que Brian emitiera una opinión.
—¿Y?
—Un poco profundo el escote.
—No me pareció tan profundo cuando lo compré. ¿No lo crees apropiado para el cumpleaños de tu madre? —Alexa abrió mucho los ojos y puso un sentido gesto de decepción.
—A decir verdad, no. Porque me gusta demasiado lo que deja ver, y eso significa que no seré el único que pensará lo mismo.
—Eres un tonto. Creí que no te gustaba.
—Vuelve a girar.
Inmediatamente ella le hizo caso, y levantó un poco los bajos del vestido para que también pudiera apreciar las sandalias Charlotte Olympia que llevaba en sus pies.
Brian la estudió mientras se sostenía el mentón con la mano. Luego se acercó y le dijo al oído:
—Te tengo ya unas ganas... esas malditas sandalias han despertado todos los ratones de mi cabeza; además, quiero marcarte para que nadie se atreva a mirarte más de lo que debe. Quiero que huelas a mí y que en el rostro se te note que estás recién follada.
—Pon a dormir nuevamente a tus ratones y vayamos a la fiesta, o tu madre me crucificará si llegas tarde. —Le acarició el bulto sobre el pantalón—. Deja de mear a mi alrededor. Te aseguro que no es necesario.
Entraron en el Marriott Harbor Beach Resort & Spa. Brian la llevaba muy pegada a él y con su mano la asía fuertemente a la cintura, para que no le quedaran dudas a nadie de que ella era suya. Una persona que estaba en la entrada los recibió muy amablemente y Brian se encargó de anunciarse. En seguida les indicó hacia dónde debían dirigirse, por lo que no les costó trabajo encontrar el hall de entrada del salón Océano, donde se llevaría a cabo la celebración.
Las familias más distinguidas del Fort Lauderdale estaban invitadas. El lugar ya estaba a rebosar de gente cuando ellos llegaron. Noah y Olivia también se les habían adelantado. Se personaron en el elegantísimo salón y, de pie en la entrada, echaron un vistazo general. Con la actitud decidida de quien está acostumbrado a meterse el mundo en el bolsillo, Brian tomó de la mano a Alexa y la invitó a que lo siguiera.
—Ven. Te invito a que afrontemos juntos las consecuencias, —bromeó con cierto sarcasmo.
En el camino, un grupo de jóvenes salieron a su encuentro.
—Brian, ¡qué alegría verte, hombre! Te vi esta mañana cuando pasaste por casa con tu bote.
—¿Cómo estás, Harold? —Se estrecharon la mano con fuerza.
—Muy bien. ¿No nos presentas a tu amiga?
—Mi novia. Alexa Smith. —Asombrado, comprendió de pronto cuál era su talón de Aquiles. Esa necesidad de marcarla como suya cada vez se hacía más evidente.
Alexa estiró su mano, pero el amigo de Brian se acercó a darle un beso. Brian se fastidió por que él no comprendiera que ella no era una más.
—Encantada.
—Harold Coleman, para servirte.
—Él es Frank Powell y él, Russell Owen.
—Hola, Alexa. Un placer conocerte —dijo Frank mostrándose muy cortés.
—Compañeros de instituto y de andanzas —se presentó indiscretamente Russell—. ¿Ahora a tus chicas las presentas como tus novias? —lo dijo en un tono cómplice, pero con el suficiente volumen para que todos escucharan.
Las tranquilas palabras sonaron como una condena, pero ella no iba a permitir que nadie sembrara dudas entre ellos.
«¿Qué les pasa a todos estos estirados? ¿Acaso han hecho un máster de cómo ser más groseros?»
—¿Qué ocurre, Russell? ¿Tan temprano y ya se te ha subido el champán? Quiero creer que es eso, porque no me gustaría tener que ponerte en tu sitio y arruinarle la fiesta a mi madre.
—No es necesario, Brian. Tu amigo solo estaba bromeando.
Alexa intentó serenar las aguas. Se sentía muy insegura rodeada de todos aquellos desconocidos que solamente eran unos insolentes con dinero. Intentó serenarse. No quería ni que Brian advirtiera su turbación ni darles el gusto a todos aquellos estirados de caer en el juego de ser su presa.
—Estás un poco susceptible. Tu amiga tiene razón. Solamente ha sido una broma.
—Te he dicho que no es mi amiga, que es mi novia.
—Disculpa, es que tú con novia... es extraño, nunca creí que te oiría decir eso. ¿Os conocisteis en un desfile? —quiso saber Harold.
—Es la mejor amiga de mi hermana y una experta en arte. Ahora, si nos disculpáis, nos vemos luego. —Apenas se alejaron unos pasos, Brian le habló al oído—: Lo siento. Son unos energúmenos. Yo antes era uno de ellos y ahora se creen con derecho a pasarse de la raya. Tiempo atrás me hubiera reído de sus bromas. Esta falta de respeto es culpa mía, ya que antes nunca consideré importante a nadie que estuviera a mi lado.
—Tratemos de disfrutar.
De pronto Alexa vio a Noah y a Olivia acompañados por Rebecca, así que no hizo ningún comentario y se quedó apartada, pero esta pareció sentir su presencia y levantó la vista. Una punzada de hostilidad fue inevitable en las dos mujeres al comprobar que ambas iban vestidas del mismo color.
—¡Maldición! ¿No podría haber elegido otro tono de vestido?
—¿Cómo? No te he oído.
Era evidente que Brian no había reparado en ella, así que no iba a darle el gusto de que lo hiciera. Alexa, con disimulo y sin ninguna culpa, alisó su atuendo y luego le pasó la mano por la solapa a Brian. «¡Que le den! —pensó— Al fin y al cabo, esta coincidencia guarda cierta relación con lo que ella ha intentado esta mañana conmigo. Por lo tanto, que ahora la incomodidad sea toda suya.»
—Te decía que tengo la boca seca.
En un instante, Brian tomó dos copas de champán de la bandeja que le ofreció un camarero y le alcanzó una a Alexa. De inmediato, unas cuantas personas se les acercaron a saludarlos. Brian la presentó a todos como su novia y Alexa estaba que no cabía en ella; por suerte, nadie más dijo nada inapropiado, aunque se notaba claramente que más de uno susurraba a sus espaldas e intentaba ocultar risitas, además de pasear su mirada por ella sin ningún disimulo. Esos ojos la juzgaban. Podía advertirlo.
Brian estaba enfrascado conversando con empresarios de la náutica, razón por la cual dejó de prestarle un poco de atención.
—Me ha contado Geraldine que es una cazafortunas, que no tiene clase y que es la empleada de Olivia.
Alexa escuchó claramente cómo cotilleaban a su espalda. La estaban despellejando y la madre de Brian era la culpable. No le extrañaba. Cerró los ojos buscando estabilidad emocional para no montar un escándalo.
—¿Cómo se ha atrevido a traerla? Aunque de Brian no me extraña nada. Hace tiempo que mancilla el honor de su apellido.
Presa de una ira insoslayable, se dio la vuelta; sin embargo, las chismosas mujeres habían desaparecido de su campo visual y le resultaba imposible individualizarlas. Intentó tranquilizarse. Observó a su alrededor y vio cómo varias mujeres se acercaban a saludar a Olivia y a Rebecca y miraban en dirección a ellos. Noah en aquel momento se aproximó y le dijo al oído:
—Veo que no soy el único incómodo en este gran circo.
Ella quiso reprimir la risa, pero no lo logró demasiado, por lo que Brian y aquellos hombres dejaron de conversar y les prestaron atención.
—Con permiso, Brian. Ahora te la devuelvo. —Este asintió con la cabeza y ambos partieron hacia la terraza con vistas al océano, donde dieron rienda suelta a las risas.
—¡Por Dios! Qué gente tan falsa.
—Gracias, Noah, por salvarme y sacarme de allí.
—Definitivamente, tú y yo no encajamos con nuestros suegros —repuso él arqueando sus oscuras cejas.
—Cómo me gustaría vengarme de todos estos arrogantes que se creen con derecho a mirarme por encima del hombro.
El asintió con gravedad mientras esbozaba una sonrisa y Alexa murmuró una maldición por lo bajo, con la que provocó otro ataque de risa.
—Cuenta con este fiel servidor —repuso él siguiendo la broma y extendiendo su sonrisa de oreja a oreja mientras sus ojos brillaban de diversión.
—¿Quién es esa chica que ha venido con Brian? Qué raro que haya venido acompañado.
—Alexa. Es mi mejor amiga —explicó Olivia orgullosa—. Hacen buena pareja, ¿verdad, Josselin? Es su novia.
—Pero... no es de nuestro círculo. Pensé que tú y él vendríais juntos hoy —le dijo a Becca en claro tono de burla—. Geraldine le dio a entender a mi madre que habíais reanudado la relación. Hasta perdí todas las esperanzas de conseguir un buen revolcón con Brian cuando me enteré. Pero, por lo visto, Rebecca... nos han ganado la partida.
—Geraldine ha soñado con vernos juntos desde que llegué, pero he venido por negocios, Joss.
—Vamos, Becca. No es necesario que finjas con nosotras. He visto cómo lo has mirado cuando llegaron. Brian es inolvidable. Créeme que te comprendo.
—Yo puedo dar fe de lo que dice Joss. Inolvidable de punta a punta. —La joven de pelirroja cabellera que hasta el momento se había mantenido al margen hizo su afirmación con total rotundidad.
—No niego que Brian es muy guapo, pero todo lo que hubo entre él y yo ha quedado en el pasado.
—Becca, mientes muy mal, querida. No lo tomes a mal, pero no engañas a nadie con tus argumentos. —Ella frunció el ceño—. Te querías comer a la chica cuando la viste entrar. Y para colmo trae un vestido del mismo color que el tuyo; te ha hecho sombra con todas las de la ley.
Ambas mujeres se le rieron en la cara.
—Además, Becca —volvió a intervenir la pelirroja—, no me digas que no te gustaría repetir con Brian. Todas las que hemos estado con él, y me incluyo, daríamos nuestra reputación por volver a tenerlo. Brian es de esos tipos que jamás olvidas.
—Creo que sobro en esta conversación Disculpad, pero no me interesa conocer las proezas sexuales de mi hermano. Además, si me permitís un consejo, id olvidándoos de él porque Brian está ya fuera del mercado.
Un golpe en la nuca hubiera dolido menos que la comezón que le produjeron las palabras de Olivia a Rebecca.
«Supéralo, Becca. No tienes ninguna oportunidad. Él te superó hace mucho y no siente ni un ápice de atracción por ti.»
Quiso salir corriendo de aquella celebración pero se contuvo. No iba a dejar que ninguna de aquellas frívolas mujeres disfrutara de su knock out.
Olivia vio que Noah y Alexa habían salido hacia el exterior y fue en su búsqueda. Llegó sigilosamente y se escabulló, metiéndose entre medio de ambos y abrazándolos por la cintura.
—Oli, ¿te has cansado de charlar con tus viejas grandes amigas?
—Viejas, sí. Grandes, no; solo he tenido una gran amiga en la vida y esa has sido tú. Celosa. No cambias. —Le dio un beso en la mejilla.
—¿Celosa yo? ¿Por qué habría de estarlo? ¿Porque en vez de venir a estar conmigo te has quedado con la huerfanita?
—No seas mala. Se ha acercado justo en el momento en que habéis llegado y luego han venido las demás a saludarme. No podía hacerles el feo. ¿Por qué eres tan celosa?
—Le pateó el hígado a la buscona esa cuando me vio entrar.
—¿Solo a Becca? Déjame decirte que eres el centro de atención de la fiesta, y a ti que no te gusta.
Los tres se rieron.
—Pues no deberías preocuparte tanto por ella. Brian está contigo.
—¿Está conmigo, Noah?
—Dale un poco más de crédito a mi cuñado y amigo. Está portándose bien.
—¡Qué cobardicas habéis resultado los tres! —La voz de Brian los hizo darse la vuelta. Se aproximaba con una botella de champán en la mano y tres copas.
—Tú no has aguantado mucho más que nosotros, por lo visto —Se burló Olivia.
—Quiero hacer un brindis por mi sobrino o sobrina.
Noah cogió las copas mientras él las servía y acotó:
—Me parece fantástico.
—Brindamos por ti, hermanita. Tú no puedes beber.
Noah rápidamente se ocupó de conseguirle a su mujer una bebida sin alcohol.
Tras unos instantes, Olivia y Alexa se enfrascaron en un cuchicheo apenas a unos pasos de sus hombres.
—Hola, Alexa. ¿Qué pasa? Como estoy trabajando de camarero y tú estás de invitada, ¿no piensas saludarme?
—¿Perdona? No te conozco. Me parece que te has confundido.
Brian dejó de prestarle atención a Noah al ver que estaban hablando y se quedó expectante al intercambio.
—Entiendo. No estás sola y por eso quieres disimular. Confieso que me costó reconocerte. Vestida de esta forma casi pareces uno de ellos. ¿Cómo está Baddie? Seguro que mucho mejor. Si no, no estarías aquí.
—Te he dicho que no te conozco, pero Baddie está bien —contestó algo confundida.
—Bueno, si quieres lo dejamos así. Al parecer aquí no te conviene conocerme, aunque en Atlantic City me conocías muy bien.
—¿Pasa algo?
—No, nada —dijo Alexa a Brian, que se acababa de acercar.
—Te llamo al móvil, Alexa. Perdón por la interrupción. De haber sabido que te ocasionaría algún problema, no me hubiera acercado. Que se repita pronto la salida y... por favor, dale saludos a Baddie de mi parte.
—¿De qué lo conoces?
—No lo conozco.
—Te pregunta por Baddie, te invita a salir nuevamente. ¿Crees que soy tonto?
—Te digo que no lo conozco, Brian. Debe de haberse confundido.
Brian la cogió por un brazo para alejarla de su hermana.
—No seas tonto, Brian —lo regañó Olivia.
—Tú no te metas.
—Me meto todo lo que me da la gana si te vas a comportar como un hombre de las cavernas.
—Olivia, cariño. Ven conmigo. —Noah se la llevó a regañadientes.
—No me fastidies, Alexa. Ese tipo ha dicho que estuvo contigo en Atlantic City. Estás faltando al respeto a mi inteligencia.
—Perdón. —Alexa puso los brazos en jarras—. Si quieres creerme, bien, y si no, es tu problema. Te he dicho que no lo conozco de nada. Además, no me vengas a exigir ninguna clase de respeto, cuando has sido el primero en faltarlo. Y para que te enteres, no tienes por qué exigirlo. Yo misma me respeto. No soy una cualquiera que se revuelca con quien se le cruza.
—Ya veremos si no lo conoces.
—¿Adónde vas? —Lo cogió por un brazo.
—A buscar a ese tipo.
—Brian, no montes un escándalo. Te he dicho que no lo conozco. Deja de exponerme de esta forma.
—Suéltame.
—Vete a la mierda, Brian.
—¿Adónde vas, hombre?
—Déjame, Noah.
—Estás fuera de sí, ¿por qué no te calmas?
—Déjame buscar a ese infeliz y que me repita a la cara que ha estado con Alexa.
—Las cosas en caliente nunca salen bien. ¿No es un poco ilógico que si vive en Atlantic City haya venido hasta aquí a trabajar? Pero bueno, no es improbable. Te ayudo a buscarlo pero si me prometes que refrenarás tu locura.
Lo buscaron por todas partes, pero el tipo había desaparecido.
—Es extraño. El jefe de camareros dijo no conocerlo y parece que se lo ha tragado la tierra. ¿Con qué fin habrá venido?
—No sé. Esto es una putada que nos ha arruinado la noche. ¡Mierda! Parece que no podemos estar tranquilos Alexa y yo.
Noah volvió la vista y se encontró con la de su suegra, que estaba junto a Rebecca; mientras hablaban, miraban con disimulo hacia donde ellos se encontraban. Con la vista buscó en la fiesta a su suegro, al parecer también pendiente de ellos, porque cuando lo miró levantó la copa para ofrecerle un brindis.
Noah se pasó la mano por la frente. Estaba estudiando sus actitudes y una corazonada se le instaló en el pecho. Se la guardó. No quería desatar un vendaval hasta no estar seguro.
—¿Adónde vas?
—Voy a buscar a Olivia. Tú deberías hacer lo mismo: ir al encuentro de Alexa y tratar de arreglar las cosas. A las mujeres les agrada ser escuchadas, Brian, y tú hoy no lo has hecho.
Noah dejó atrás a su amigo, pero no fue a buscar a Olivia como le había dicho. En cambio, fue en busca del jefe de camareros. Resuelto a desentrañar el entuerto, le enseñó su placa y le solicitó que necesitaba ver las cámaras de seguridad.
—Lléveme con quien me pueda autorizar.
Alexa, mientras tanto, estaba en el baño. Olivia había querido acompañarla pero ella se había negado a que lo hiciera, así que la había dejado un rato sola. La conocía bien y sabía que cuando se perturbaba era mejor aguardar a que se calmara en soledad, pues cualquier palabra podría hacer estallar su volcán interior.
—¿Qué te pasa? ¿Tengo un tercer ojo en la frente que me miras tanto?
—Hola, soy Joss. Has venido con Brian, ¿no? No he querido incomodarte. Disculpa.
—Hola. Discúlpame tú a mí. He sido una grosera. Mi nombre es Alexa.
—No te preocupes, Alexa. Es comprensible que estés a la defensiva; no debe de ser nada agradable saber que en esta fiesta más de la mitad de las mujeres hemos estado con tu chico.
«Vaya telita que se trae esta zorra. Así que tú también eres del club de los groseros. ¿¡Qué mierda hago yo aquí!? Sabía que no tendría que haber venido. Qué ganas de arrastrarla de los pelos y enseñarle buenos modales.»
—Me has dicho que te llamas Joss, ¿no?
—Sí.
—Pues... no sé por qué razón no te muelo a palos y te pongo en tu sitio, y de paso pagas los platos rotos de todo el enfado que tengo. Creo que es tu día de suerte. —Hizo ademán de irse—. Ah, sí. Soy todo eso que estás pensando, una ordinaria sin nada de clase, pero a Brian le gusta lo ordinario, y lo superficial le patea el hígado. Me ha contado que ninguna de vosotras jamás lo satisfizo en la cama. ¿Y sabes qué más? Que todas sois unas mojigatas que ni siquiera os sabéis mover. Ya sabes que Brian es muy exigente.
Antes de marcharse, se metió un dedo en la boca haciendo el gesto para vomitar.
Cuando salió del baño se encontró con Brian, que iba en su búsqueda. Olivia lo había enviado allí.
—Fuera de mi camino.
—¿Te puedes calmar?
—¿Que me calme? ¿Ahora me pides que me calme? Me has tratado como a una cualquiera. Les has dado el gusto a todos de pensar lo que ellos anhelan que pienses —habló con los dientes apretados. No quería que Joss los oyera discutiendo—. Y por si fuera poco, entro al baño y me encuentro con una de tus examantes. Me metes en este nido de víboras, ¿y te atreves a pedirme respeto?
Él la cogió por la nuca y le encajó un besazo para hacerla callar. En aquel momento Joss salía del baño y Alexa la vio por el rabillo del ojo.
—Me han entrado celos. Lo siento. Ponte en mi lugar. Tú hubieras actuado igual que yo. Estoy seguro de que ya habrías reemplazado mi pajarita por mis huevos; no me caben dudas de que en este momento los tendría en la garganta de la patada que me hubieras dado. Dices que no lo conoces y te creo. Dijimos que tenemos que confiar el uno en el otro, pero entiéndeme, por favor, el tipo parecía conocerte muy bien y ha nombrado a Baddie. Cuando ha dicho que habíais estado juntos me he cegado. Me ocuparé de averiguar quién es. Te lo prometo. El problema es que ha desaparecido.
Ella respiró profundo y lo cogió de las manos, que él mantenía aferradas a su rostro para que lo mirara.
—No lo conozco, Brian. No lo he visto en mi vida. A mí también me gustaría saber quién es. ¿Acaso no te das cuenta de que estoy demasiado ocupada siendo tuya como para fijarme en alguien más?
Él le acarició el rostro.
—¿Quieres que nos vayamos?
—Sí, por favor. Sé que es temprano, pero no encajo aquí.
—No te aflijas. Pediré una habitación aquí en el hotel. Así tampoco tendremos que volver a la casa de mis padres.
Se abrazaron, pero entonces Brian sintió la vibración de su teléfono en el bolsillo.
—Espérame. —Sacó el móvil y en la pantalla vio el nombre de Noah—. Está bien, voy para allá.
—¿Qué pasa?
—¿Me esperas un ratito? Busca a Oli y quédate con ella, que yo ya vuelvo y nos vamos.
—¿Qué pasa, Brian? No quiero que armes ningún escándalo.
—Chis, tranquila. —La serenó con un beso—. Noah quiere revisar las cámaras de seguridad pero no se lo permiten y me llama para que lo intente yo. Tal vez por ser el hijo de mi padre me dejen.
Ella asintió con la cabeza. Él le dio otro beso rápido en los labios y se marchó.
En el camino, Rebecca y su madre quisieron detenerlo.
—Lo siento. Ahora no puedo. Vuelvo enseguida.
Al llegar junto a Noah y el equipo encargado de la seguridad, dijo:
—Buenas noches. Soy Brian Moore y mis padres han contratado sus servicios en el hotel. No sé si saben quiénes somos los Moore, pero por si tienen dudas le informo de que somos los dueños de los Astilleros Mayer en Bradford, o sea, movemos Fort Lauderdale —informó muy calmadamente con una mano en el bolsillo del pantalón mientras ofrecía una mueca muy inmodesta.
—Encantado, señor Moore. ¿En qué puedo ayudarlo?
—Necesitamos ver las cámaras de seguridad.
—Pues, como comprenderá, se necesita autorización para eso. Nosotros garantizamos la privacidad de todos nuestros clientes.
—Y, según tengo entendido, también la seguridad. —Brian le puso una mano sobre el hombro—. Mis padres contrataron sus servicios para esta noche, y eso incluía que solo quienes eran sus invitados podían entrar en la fiesta de cumpleaños de mi madre; sin embargo, ha entrado un individuo al que no conocemos y ha estado molestando a mi prometida.
Brian miró a Noah y este no pudo disimular su pasmo ante la convincente exposición de su cuñado.
—Lo comprendo, señor Moore. Pero esta noche no hay nadie con la potestad suficiente para autorizar lo que pretende. Ya se lo he explicado a su cuñado. Para eso es necesario una orden policial.
—Parece que usted y yo no nos estamos entendiendo. —Brian sacó unos cuantos billetes y se los metió en el bolsillo de la chaqueta al encargado—. Reformularé la pregunta —le dijo al oído mientras lo tomaba de las solapas—: ¿podemos ver esas imágenes? No querrá que mis amigos, los que están aquí y los muchos que no han venido, se terminen enterando de que este es un sitio inseguro y acaben descartándolo como opción para sus eventos. Y si lo que necesita es un policía, mire qué casualidad, mi cuñado lo es, y no cualquiera: un condecorado detective del departamento de Nueva York.
—Lo comprendo, pero están poniendo en riesgo mi trabajo.
—Mi querido —Brian le limpió la solapa al encargado, mientras leía el nombre de su placa— Todd Palmer, sé muy bien cómo se maneja Fort Lauderdale. Le aseguro que lo que acabo de poner en su bolsillo no es poco. No hiera mi inteligencia y no se pase de listo. Puedo hacer que lo dejen sin trabajo. Resolvamos esto pronto y entre nosotros.
Salieron de la sala donde estaban las pantallas de las cámaras de seguridad. Brian había tenido que sobornar también al hombre que estaba a su cargo esa noche para que les permitiera verlas.
No sacaron nada revelador: al desconocido no se lo veía hablando con nadie. Primero, estuvo dando vueltas por la mesa de la comida. Allí cogió una bandeja y con ella salió al exterior, donde se lo pudo ver acercándose a Alexa. Cuando se alejó, dejó la bandeja sobre una mesa y su rastro se perdió en el baño de servicio. Minutos después, se lo vio saliendo y cambiado con ropa de calle para ir a coger un taxi y marcharse del lugar.
Noah guardó algunas imágenes en su teléfono y salieron de allí.
—Vaya poder de convicción el del apellido Moore. Más efectivo que mi propia placa.
—Lo efectivo fue el dinero que les metí en el bolsillo. Fort Lauderdale marcha a base de propinas. Solo quiero saber por qué el tipo hizo lo que hizo y quién lo mandó, porque es obvio que alguien lo envió.
—¿Rebecca?
—¿Tú crees? No la veo haciendo eso.
—Humm, podrías asombrarte de lo que es capaz una mujer desengañada. En mi trabajo he aprendido que nada puede resultar descabellado. La mente humana trabaja de una forma que te asombrarías.
»Además, sabes que si la descartamos a ella no quedan muchas más opciones...
—Lo sé... sé perfectamente a quiénes te refieres. No soy tonto. —Noah le apretó el hombro—. Necesito comprobarlo.
Su amigo asintió con la cabeza.
—Brian, me gustaría hablar contigo.
—La verdad es que no me apetece hacerlo. Dejemos las cosas como están, Rebecca.
—Quiero pedirte disculpas. —Noah se apartó para dejarlos solos—. Me he portado como una estúpida esta mañana. Es que me han superado los recuerdos. Deberías saber que, aunque han pasado casi ocho años, aún los llevo muy frescos en mi pecho.
—Tengo pareja, Becca, y soy muy feliz al lado de Alexa.
—Lo sé. Sé que no tengo posibilidades, y no sabes cuánto lo siento. Además, los años te han sentado muy bien, y... estás aún más guapo, lo que dificulta la tarea de enterrar los recuerdos.
»Cuando regresé a Estados Unidos pensé que estaban totalmente enterrados en el fondo de mi corazón, pero al verte todo se volvió extraño y me he dado cuenta de que no te he olvidado.
Él sacudió la cabeza negando.
—Siempre lamentaré haber sido tan cobarde. Nunca sabremos si podríamos haber funcionado juntos.
—Nuestro hijo o hija ahora tendría siete años.
—No tiene sentido esta conversación.
—Seamos amigos, por lo menos; por lo que tuvimos, por lo que pudo nacer fruto de nuestro amor; al menos, ahora comportémonos como adultos y hagamos bien las cosas, ya que antes no las hicimos. Si necesitas que me disculpe con Alexa, puedo hacerlo.
—Mejor no. Está bien así.
—¿Aún podré tener el reportaje para mi revista?
—Déjame ver cuándo estoy libre y te aviso.
—Gracias.
Minutos después, Brian fue por Alexa para marcharse.
—¿Adónde vas, Brian? Voy a cortar el pastel y luego tenemos que hacer las fotos familiares —lo abordó Geraldine.
—Puedes hacer todo eso sin mí, Geraldine. Ya me han visto, ya he cumplido con mi presencia. Invéntate algo.
—Solo un rato más. ¿Tanto sacrificio es cumplir con tu madre?
La miró para tratar de encontrar un ápice de verdad en el fondo de sus ojos, pero su mirada era de hielo, como siempre.
—¿Quieres una foto familiar? Bueno, aquí estoy con Alexa —levantó su mano, de la que iba cogido, y se la besó—. Ponte y que nos retraten. —Su madre se quedó mirándolo fijamente—. ¿Qué pasa? Querías una foto familiar. Te estoy dando la oportunidad de tenerla antes de que me vaya. —Las palabras irónicas contenían una ambigüedad que sonaba claramente a advertencia.
—Está bien. —Geraldine había aceptado el desafío, pero conociéndola, Brian sabía que no lo dejaría ahí—. Busquemos a tu padre y al resto de la familia.
Reunieron a todos, pero era obvio que Geraldine Mayer no iba a quedarse tranquila y a aceptar a Alexa de buen grado.
—Ven, cariño —le dijo a Rebecca—. Saquémonos unas fotos familiares.
Brian sonrió y presionó contra el refugio de su cuerpo a Alexa, absorbiendo su calor. Su perfume le dilató las ventanas de la nariz y ella se sintió protegida aunque expuesta; ansiaba que Brian, de una vez por todas, comprendiera que, por más que hiciera, nunca la iban a aceptar.
Los fotógrafos sacaron varias imágenes y fueron cambiando de posición. Brian evitó quedar junto a Rebecca. Finalmente, Geraldine consideró que era suficiente y los fotógrafos se detuvieron.
—Una foto más contigo, madre —solicitó Brian mientras la cogía por sorpresa.
—Oh, por supuesto, cariño.
Alexa quiso apartarse.
—Tú también. No te vayas. —La tiró de la mano, al tiempo que abrazaba a su madre por detrás y le hablaba al oído—. No te has dado cuenta. Te has sacado fotos con Olivia y Noah, y, sin embargo, no lo has hecho con nosotros. —La besó en el cuello y sus cejas se curvaron en un burlón desafío—. Sonríe y respira, Geraldine. Finge que estás feliz. Sé que sabes hacerlo muy bien.
Brian se situó entre medio de ambas y las cogió por la cintura. Le hizo un guiño a Alexa y posó para la foto muy feliz.