Capítulo 10
Cuando Alonso miró la respuesta de Aurora un
momento que tenía libre en el campus esa media mañana, se quedó
perplejo frente a su móvil. Estaba asombrado, algo decepcionado
pero muy en el fondo también algo extraño se movía dentro de él
haciendo que le aflorara una media sonrisa; la actitud de la chica
lo excitaba y atraía más en vez de alejarlo. La recordaba
perfectamente cuando la vio en el aeropuerto haciéndolo suspirar
con disimulo, se sintió muy atraído por ella, demasiado, era muy
diferente a Ariadna en todos los aspectos y era algo que lo
obsesionaba para desear conocerla más. Esa manera de ser tan seria,
directa y honesta y el hablar sin rodeos le gustaba en cierta
manera, sabía que era dominante y muy independiente, ¿lo sería
también en el amor? Sacudió la cabeza. En su mente tenía grabado
todos sus gestos de ese momento y al leer su email fue como si le
dijera las cosas personalmente, podía imaginarla sin problemas, no
la juzgaba porque sabía que también tenía razón, como hermana era
justificada su molestia pero él estaba empecinado en no hacerse a
un lado sino en todo lo contrario. Aurora le gustaba y mucho, sabía
que iba a ser una proeza lograr algo con ella, inclusive una
amistad dado a lo cortante que le pareció su email aunque al menos
le contestó y era algo que agradecía.
—Me gustas Aurora —se dijo para sí en voz
baja—. Lo que tu hermana me provocó no se compara a lo que tú me
haces.
Preparando su móvil procedió a enviarle un
mensaje a su hermana Silvia.
“Silvia necesito un
favor, ¿puedes averiguarme el teléfono de la casa de Aurora
Warren?”
Esperó un momento mientras se decidía a
seguir en la necedad de volver a escribir un email de respuesta o
no, el timbre de mensaje le sonó.
“Alonso eres el colmo,
¿para qué quieres su teléfono?”
El chico evitó rodar sus ojos, no estaba de
humor para lidiar con su hermana y menos por la mañana.
“No preguntes que yo sé
mi cuento, ¿me lo das sí o no?”
Sabía que Silvia iba a molestarse pero ya se
conocían y así se soportaban.
“¿Así vamos? Pues
quédate esperando”
Fue su respuesta, Alonso evitó gruñir y
prefirió llamarla.
—Qué —Silvia contestó.
—Silvia por favor no estoy de humor para
jugar, hazme el favor ¿sí?
—Alonso deja de meterte en camisa de once
varas o en su defecto deja de buscarle tres pies al gato, ¿sí? ¿No
te bastó con su hermana? ¿Quieres que te recuerde como estabas por
ella?
—Silvia, lo de Ariadna fue otra cosa y no
compares.
—Oh sí claro y ahora vas por la otra, eso no
te justifica necio.
—Necesito hablar con Aurora, tengo su email
y los teléfonos de la agencia pero quiero el privado de su casa y
sé que puedes conseguirlo.
—¿Y vas con la excusa de Lucas? A ella eso
no le importa y con justa razón por lo que le hizo a su hermana, no
cometas otro error.
—Silvia yo sé lo que hago, por favor, quiero
hablar personalmente con Aurora, me dijo que no va a comentarle
nada a Ariadna porque está muy bien en Europa pero quiero ver en
qué puedo ayudar. Si logro hablar personalmente con ella tal vez
consiga convencerla.
—¿Qué no entiendes? A ella eso le vale un
cacahuate, su molestia por Lucas no lo disimula, no vas a lograr
nada, lo detesta. Cuando me llevaban a la casa de los tíos el día
del cine, lo dijo, no tiene nada contra la familia pero si contra
el “estúpido” de Lucas como lo llamó delante de mí, dijo que lo
tenía atravesado.
—Y es natural, ¿no te parece?
—Alonso ya basta, ¿de parte de quien
estás?
—No se trata de eso Silvia, seamos
conscientes por Dios, ella actúa así defendiendo a su hermana con
toda la razón ¿y nosotros? Siendo justos ¿Quién es la víctima aquí?
¿Podemos apoyar a la familia pero sabiendo que Lucas tuvo la culpa
de todo por su mala cabeza? Son las consecuencias, él echó a
Ariadna de su vida por su inmadurez, la lastimó humillándola
delante de todos, para colmo se sigue sintiendo el señor del
condado al que nada le afecta y como irresponsable, se va a la
playa donde tiene una aventura con una chica que no conoce y su
“breve idilio” lo mete en tremendo lío porque ella aparece muerta y
es a él, a quien culpan. Nadie le dijo que tenía que ir Long Beach,
que no utilice su ruptura con Ariadna como excusa ni que una cosa
llevó a la otra porque nada lo justifica, cuando él y sólo él tuvo
la culpa al no comprenderla. Hay que reconocerlo Silvia, esto es un
asunto delicado que como familia nos enloda, estamos claros que
nada de lo que hagamos podrá ayudar a Lucas y en eso, no debemos
engañarnos pero hay que intentarlo por los tíos. Me preocupa la
salud de la tía Emma, Silvia por favor sólo la llamaré una vez, si
no consigo nada con Aurora no insistiré, no dudo que me crea igual
a él cosa que no me parece justo y que paguemos justos por
pecadores pero aprenderé mi lección, te lo prometo.
Silvia se quedó callada meditando un poco en
lo dicho por su hermano y sabía que tenía razón, una cosa era
solidarizarse por ser familia y otra muy distinta era “defender” un
caso perdido como lo era Lucas.
—Seguramente él sea un caso perdido en
muchos aspectos pero tú eres otra cosa y como mi hermano te quiero
mucho y lo sabes. —Silvia le hizo saber—. No quiero que te hieran
Alonso, es mejor estar al margen con las Warren, ¿sabes que el tío
Andrew fue a verla para nada? —confesó.
—¿Cómo?
—No lo comentes con nadie —la chica bajó la
voz—. Lo escuché sin querer, él llamó a papá y éste lo comentó con
mamá. No tenemos nada en contra de la hermanas Warren pero si nos
decepcionan, el tío creyó conseguir algo con Aurora pero su
respuesta fue una rotunda y fría negativa.
—¿Y qué esperaban Silvia? Lo que hizo el tío
fue un error, no las señalen, vuelvo a preguntarte, ¿ya se te
olvidó lo que Lucas le hizo a Ariadna en Cucamonga? Todos fuimos
testigos de la manera tan humillante en como la trató y eso, de lo
que fuimos testigos no digamos de lo que no sabemos cuándo se
encerraron en el despacho. Aurora sólo defiende a su hermana de la
misma manera en la que ustedes defienden al tío, ¿te pones en sus
zapatos? El problema es que ustedes comenzaron a traerla con ellas
desde que “creyeron” que yo estaba mal por haber puesto mis ojos en
Ariadna, ese fue mi error Silvia, mío y de nadie más, no tienen por
qué tomarlo tan en serio, además Aurora nada tiene que ver.
—Mira como las defiendes pero reconozco que
seguramente tienes razón en todo lo que dices porque estoy igual,
tú lloraste por Ariadna y no lo niegues y si Aurora viniera aquí
queriendo hablar contigo yo haría lo mismo, no le daría ningún dato
tuyo por lo que su hermana te hizo.
—Ariadna no me hizo nada, yo fui el
estúpido, entiendan eso por favor —el chico evitó exhalar.
—Está bien Alonso, porque eres mi hermanito
querido voy a darte lo que quieres para no darle más cuerda a este
tema, pero más te vale que luego no vayas a quejarte porque la
advertencia la tienes en las narices. Espera averiguo el número
privado de la casa de las Warren y luego te lo mando por
mensaje.
—¡Gracias hermanita! Por eso te adoro —le
lanzó un beso.
—Sinvergüenza, cuando te conviene me lo
dices —sonrió—. Espera mi mensaje en el transcurso de estas horas,
veré cómo le hago pero por favor Alonso…
—Ya lo sé, tranquila.
—No quiero que salgas herido otra vez.
—Tendré cuidado, solo quiero ver qué puedo
lograr con ella o al menos ganármela un poco y no tenga el concepto
que tiene de nosotros por culpa de Lucas.
—Suerte.
—Gracias, te quiero mucho, adiós.
—Igual, adiós.
Los hermanos colgaron y Alonso se sintió un
poco mejor, ahora tenía que servir de intermediario entre los
Farrell y las Warren porque al parecer el asunto ya se estaba
saliendo de control y yendo por otro rumbo. Si ambas familias
habían sido amigas, debían seguir siéndolo a pesar de las
diferencias de dos de sus miembros.
—Si tan sólo formaras parte de la familia el
asunto fuera otro —se dijo Alonso volviendo su vista al campus—. Si
tan sólo me aceptaras Aurora… te demostraría que soy la otra cara
de la moneda que crees.
En ese momento fue llamado por un amigo
porque ya debían entrar a una clase y guardando su móvil —así como
cogiendo algunos de sus libros— caminó para encontrarse con él y
volver a sus obligaciones de estudiante.
Esa mañana en Ontario Aurora se sentía mucho
mejor, no sólo por la salud que ya le volvía sino porque durante el
desayuno, Diana le comentó lo poco que había hablado con Ariadna al
saludarla, diciéndole que estaba en una tienda en Lyon porque iba a
tener otro evento por lo que dedujeron que estaba ya mejor. Aurora
respiró un poco más tranquila en ese aspecto, sabiendo a sus
hermanas bien era lo más importante y haciendo a un lado su
tranquilidad por su gemela notaba también algo extraña a Diana, un
brillo en sus ojos del que no se había percatado. Hablaba con un
entusiasmo diferente, sonreía de una manera que hacía sonrojar sus
mejillas, su mente por momentos parecía pensar en alguien que sin
querer, la hacía suspirar pero a la vez se frenaba como si su
sentir no fuera correcto. Aurora era muy suspicaz y conocía a sus
hermanas mejor que nadie y sabía que la actitud de Diana no era por
nada, algo pasaba y no se iba a quedar con las ganas de
saber.
—¿Te pasa algo Diana? —preguntó sin rodeos
bebiéndose el último sorbo de café.
—¿Algo como qué? —la otra bajó más la cabeza
disimulando, terminándose su tazón de cereal.
—No lo sé, tú dime, te noto extraña.
Aurora conocía muy bien a su hermana menor y
al menos, la época en la que pasaba en las nubes suspirando por su
Leonardo DiCaprio se había controlado un poco aunque no quedaba
atrás esa obsesión. Ese hombre era el amor de Diana y lo sería
hasta sus últimos días, pero también sabía que no era por el actor
que su hermana tenía la mente lejos.
—No pasa nada, siempre lo mismo.
—¿Y Harry?
—¿Harry?
—Sí, Harry, tu novio. ¿O acaso hay
otro?
—¡Aurora!
—Es que te veo extraña, tus ojos brillan,
tus mejillas se sonrojan, a veces te quedas pensativa.
¿Qué más ocupa tu mente? ¿Qué es lo que te
tiene ilusionada?
—Tranquila no se trata de él —se levantó a
dejar el plato sucio en el lavatrastos—. Al contrario, con él
disimulo para que no me note.
—¿Para que no te note lo que yo sí? —Aurora
elevó una ceja.
—Es que… —comenzó a vacilar—. Ha llegado un…
músico a la ciudad, un pianista invitado y para que lo voy a negar,
es guapísimo. A casi todas las compañeras que ya lo conocimos nos
tiene suspirando.
—Diana…
—Lo sé, sé que no está bien pero no puedo
evitarlo —se sentó un momento de nuevo en la barra—. Por favor
Aurora no lo comentes con nadie más, pero no puedo negar que me
atrae. Si tan sólo lo miraras, sus ojos, su boca, su porte, sus
manos —se detuvo un momento cerrando los ojos y saboreándose—. Lo
talentoso que es…
Diana hizo que Aurora abriera la boca al
notarla cuando lo describía, ni siquiera con Harry le había visto
esa expresión y era de temer porque parecía estar literalmente en
las nubes. Era posible que Diana ya no sintiera nada por su actual
novio, porque como hablaba del músico sólo lo podía hacer una mujer
enamorada.
—Diana cuidado —le sujetó la mano—. Ten
cuidado por favor, no olvides que tienes una relación, tal vez no
tan formal pero la tienes y no eres libre. No pongas tus ojos en un
imposible, este hombre sólo es un visitante que en cualquier
momento se va de regreso por donde vino y tú te quedas aquí. Aquí
donde tienes tu vida y un novio, por favor no sueñes imposibles y
pon los pies en la tierra, no quiero verte sufrir ni por uno ni por
otro.
Diana suspiró reflexionando en las palabras
de su hermana. Era mejor que no insistiera.
—Tienes razón Aurora —se puso de pie—. Debo
ser sensata y no caer en tontas ilusiones, él sólo es un visitante
como dices y que nos acompañará en un evento, por eso debemos
vernos en la academia. Prometo… no dar cabida a nada más.
—Es por tu bien querida. —Aurora se paró y
la abrazó—. No queremos verte sufrir, no queremos verte mal, no
queremos que por culpa de uno pierdas a otro pero sabes bien que
somos tus hermanas y te apoyamos. Sé precavida.
Aurora le dio un beso en la frente y Diana
intentando sonreír le correspondió con uno en la mejilla, salió de
la cocina para terminar de coger sus cosas e irse para la
universidad y Aurora haciendo lo mismo, se preparó para la jornada
matutina en la agencia.
Esa mañana Aurora la tenía full de
actividades con respecto al evento de Los Ángeles, tenía que
supervisar muchas cosas personalmente junto con su equipo, porque
esa tarde saldrían hacia la ciudad sin excusas y no se les podía
olvidar nada. Cargaba sobre sus brazos un tablero con papeles
sujetados porque así, iba tachando de su listado lo que ya le
parecía estar muy bien. Estaba satisfecha por lo que tenía para
comenzar, ya que eso no era nada en comparación a lo que harían en
Los Ángeles desde el momento en que llegaran.
Poco después de la una de la tarde y cuando
apenas se había comido un sándwich y un vaso de jugo en compañía de
su equipo con quienes ultimaba detalles, Amy llegó a buscarla al
patio trasero del local.
—Señorita Warren esa mujer está aquí otra
vez y quiere verla.
Aurora se detuvo un momento y miró a su
amiga.
—Atiéndela —le sugirió Rebecca.
—¿Viene impresionando otra vez? —preguntó a
su recepcionista.
—Igual o peor, no deja de presumir el lujo
que la rodea. Creo que hoy se viste de Armani.
Aurora evitó exhalar. No sabía qué era peor,
si la mujer con aires de grandeza que deseaba verla o el catálogo
de moda que le había resultado ser su recepcionista.
“Y justo ahora viene
cuando no puedo tener más compromisos estos días.”
—pensó.
—Está bien, la atenderé, pásala a mi oficina
—dijo sin remedio.
Amy asintió y dejó a las mujeres.
—Bueno será mejor que vaya y la conozca de
una vez —dijo Aurora levantándose de su silla.
—Suerte. —Rebecca la despidió de esa
manera.
Exhalando se encaminó hasta su oficina, si
esa mujer había regresado era porque realmente estaba interesada en
los servicios de la agencia y siendo así, Aurora no podía
desperdiciar la oportunidad de llegar a tener algún trato con ella
aunque rogaba porque no se tratara del fin de semana que ya lo
tenía muy ocupado. Irían al grano como siempre si de hacerle saber
lo que era la agencia se trataba y esperaba que no le llevara mucho
tiempo, ya que debía ir a la clínica a inyectarse otra vez.
Cuando entró a su oficina ya la mujer estaba
ahí esperándola.
—Perdón por la breve demora pero tengo un
viaje en puerta y tengo el tiempo medido —se disculpó la chica
cuando la vio—. Gracias por su preferencia a la agencia —se acercó
ofreciéndole la mano, la mujer se detuvo a observarla y dudando le
sujetó la mano para saludarla también—. ¿Y dígame en que puedo
servirle señora…? —Aurora esperaba que la mujer se
presentara.
Era un tanto fría, parecía no conocer la
cordialidad como tampoco parecía no querer presentarse. De
contextura fuerte pero de cuerpo torneado, piel blanca, cabello
rubio nórdico más blanco que amarillo, nariz y labios finos pero
también usaba unos delicados y finos lentes color café de alguna
marca famosa que le impedía ver a totalidad el color claro de sus
ojos.
—Siéntese por favor —la invitó respetando su
silencio—. De nuevo muchas gracias por la preferencia —volvió a
decir pero prefirió mantener la distancia por si las dudas
sentándose en otro sillón individual—. ¿Qué desea de la agencia,
¿algún evento en especial? ¿Boda, bautizo, graduación…?
La mujer no dejaba de verla elevando las
cejas mientras se sentaba en uno de los sillones, ella no iba por
ningún evento sino directo a su asunto y sin rodeos.
—¿Quién eres tú? —preguntó la mujer con
evidente orgullo mirando a la chica de pies a cabeza.
—¿Perdón? —Aurora la miró desconcertada
alzando ambas cejas.
—Me refiero a “cual” de las hermanas Warren
eres tú —la miraba con altivez.
—¿Y quién pregunta? —insistió Aurora con
desconfianza.
La mujer la miró achinando los ojos, estaba
perdiendo la paciencia.
—Dime primero quién eres tú y luego te diré
quién soy yo —contestó con fastidio torciendo la boca.
—Me llamo Aurora —contestó con reservas—.
Creí que al venir aquí lo sabía.
—¿Aurora? —Inquirió extrañada levantando una
ceja y mirándola por encima de sus lentes—. ¿Eres la gemela?
Aurora la miró asustada, no recordaba a esa
mujer como para que ella si la conociera pero prefirió controlarse,
total, las gemelas eran hijas famosas de Ontario así que no debía
de extrañarse aunque presentía que la mujer no era vecina de la
ciudad, se notaba “demasiado fina” y con un acento inglés
extraño.
—Sí soy gemela —contestó.
La mujer levantó más la cara demostrando su
orgullo y despotismo, tensó los labios y prefirió estudiar las
facciones de la chica. La frialdad con la que la mujer la miraba no
le hacía gracia a Aurora.
—Eres muy bonita, bastante, tienes mucho de
tu madre —le dijo evitando suspirar.
—¿Quién es usted? ¿De donde conoció a mi
madre? —Aurora tragó sin dejar de verla, comenzaba a asustarse, esa
mujer no estaba en la agencia por casualidad.
La mujer exhaló y prefirió ver la decoración
de la oficina, acomodándose en el sillón.
—¿Podrías ofrecerme algo de beber? —Exigió
más que pedir—. Ayer mismo llegué desde Rhode Island y aún tengo un
poco de malestar por el vértigo del viaje.
La mujer pasó su índice y medio juntos por
su sien para disimular el malestar que sentía, que más que físico
parecía emocional. Notaba como si llevara algún tipo de peso y
evitaba ver a la chica directamente.
—Sí claro, ¿quiere agua fría, jugo, café,
té…? —preguntó Aurora.
La chica debía ser cortés por ética laboral
y hacer a un lado la actitud orgullosa de la desconocida, pero lo
que poco le gustaba era la evasión de la mujer a sus preguntas
porque para haber viajado desde tan lejos y aún peor, visitarla a
pesar de su malestar era algo que definitivamente ponía a Aurora a
pensar.
—Agua fría, sólo agua, me duele un poco la
cabeza —contestó la mujer quitándose el sombrero.
Aurora se levantó a su oasis y cogiendo un
vaso de cristal pequeño lo llenó del agua fría al mismo tiempo que
la observaba sin poder evitarlo. Vestía un traje sastre de falda y
chaqueta muy fina, sin mencionar los zapatos, tuvo que reconocer
que Amy no se equivocaba ya que no era difícil deducir que usaba
ropa de algún diseñador profesional que seguramente estaba a su
disposición y que diseñaba exclusivamente para ella, ya que se
notaba que era una mujer muy adinerada. El sombrero a juego también
era fino y los tacones que usaba no se quedaban atrás, sin contar
el bolso que cargaba que no debió costar menos de mil dólares al
notar el logo de las “C” de cierta casa francesa. Aurora no era
obsesiva con las marcas pero si las conocía debido a su trabajo. La
mujer se quitó los lentes de cristal ahumado y exhaló, Aurora
observó que sus ojos eran celestes grisáceos a la vez, muy
claros.
Con la espalda recta y los tobillos cruzados
la mujer descansó en el sillón, parecía que estaba lista para una
audiencia con la misma reina de Inglaterra y tanta propiedad a
Aurora comenzaba a confundirla.
—¿Y dígame señora…? —Aurora le entregó el
vaso con agua junto con una servilleta de papel, seguía mirándola
esperando saber su nombre pero la mujer la miró de nuevo sin
contestarle mientras bebía a penas el agua que la chica le
ofreció—. ¿Que la trae a nuestra agencia? ¿Alguna
recomendación?
La mujer la miraba sin parpadear y Aurora
notaba como tensaba disimuladamente la mandíbula, daba la impresión
que estaba allí no por voluntad propia sino por alguna obligación y
pensar esas conclusiones poco le gustaba.
—No estoy aquí por ninguna recomendación —le
contestó—. No vine para contratar tus servicios.
—¿Entonces? —Aurora frunció el ceño y la
piel por alguna razón se le erizó.
—No me voy a andar con rodeos Aurora —la
mujer no dejaba de mirarla ni de vacilar al hablar, lo hacía con
seguridad y autoridad—. No soy ninguna posible clienta, mi nombre
es Raissa McQueen.
Aurora no entendía nada, ese nombre le era
totalmente desconocido.
—Disculpe señora McQueen pero no la conozco,
nunca había escuchado su nombre y ya que no va a solicitar nuestros
servicios menos entiendo su visita entonces. —Aurora se reclinó de
pie en su escritorio.
La mujer exhaló bajando la cabeza, no debía
extrañarle eso.
—Entiendo que no sepas quien soy, debería
saberlo.
—Disculpe señora McQueen, ¿podría dejarse de
rodeos? Sin faltarle el respeto le recuerdo que soy una persona
ocupada y tengo trabajo que atender.
Raissa miró en Aurora a alguien que
reconoció, su porte, su manera de hablar y el ser tan directa y
seria hizo que sus recuerdos revivieran.
—Tienes la belleza de tu madre y el
“encanto…” —enfatizó evitando sonar sarcástica—. De tu padre.
Aurora abrió los ojos y se paralizó al
escucharla, esa mujer que tenía en frente había conocido a sus
padres y eso la asustó.
—¿De dónde conoció a mis padres?
—Hace muchos años obviamente, ustedes
estaban muy pequeñitas.
—Con razón no la recuerdo, ¿usted fue amiga
de ellos?
—De hecho los conocí desde antes que ustedes
nacieran. No soy una simple desconocida Aurora Warren —tensó la
mandíbula cuando mencionó el apellido—. Soy la hermana mayor de
Diana.
Aurora tuvo que sujetarse del borde de su
escritorio al escuchar eso.
—¿Qué? —la miró sin parpadear.
—Soy tu tía —le soltó con firmeza.
