Capítulo 7
Sin pensarlo dos veces y sin reparar en la
hora inmediatamente quiso llamar a Minerva, pero sabía cuántas
horas de diferencia había entre L. A. y Miami así que era obvio que
estarían dormidos y se levantarían hasta tarde.
—Dejaré pasar unas horas más —se dijo
programando su alarma—. No quiero despertar a los tórtolos que
seguramente cayeron rendidos por la excitante noche, mejor llamo
después. Conociendo a Minerva va a querer llamar inmediatamente a
Ari y la otra, con seguridad va a dormirse por el medicamento que
está tomando, mejor que descanse un poco más.
Con ese pensamiento controló la ansiedad de
llamar a Minerva e iba a esperar la hora indicada que su alarma le
daría. Ella trató de dormir un poco más y lo hizo también debido al
malestar, pero siempre teniendo presente el suceso con su gemela
por lo que no descansaba muy bien.
*****
Ethan poco había descansado en su hotel de
Los Ángeles esa noche y madrugada. Desde que había conocido a
Aurora una extraña inquietud le iba en aumento. Como hombre había
conocido mujeres, muchas y de todo tipo haciendo que nada le
extrañara ni fuera novedoso para él, a pesar de ser ya un hombre
maduro los compromisos con alguna no los consideraba ni de broma.
El sexo casual para él era simplemente eso, “sexo casual” quitarse
la calentura del momento cuando estaba demasiado ansioso o
estresado era lo de menos, mujeres las tenía dispuestas para el
momento de placer más ardiente pero en el fondo sabía que nunca
habían sido intensos. Podía disfrutar la sesión con una o dos o
tres o en una orgía completa, como cualquier voyerista se excitaba
verlas entre ellas dándose placer y disfrutar de cuanto juguete
sexual tuvieran disponible pero eso sí, él era demasiado orgulloso
para entregarse por completo a proporcionarles placer a ellas. Se
deleitaba en tocarlas y disfrutarlas a su modo pero nunca había
practicado el sexo oral con ninguna por más que ellas rogasen ese
placer. Era un hombre bastante delicado y egoísta y muchas veces,
sólo al observarlas terminaba masturbándose él solo y al alcanzar
el orgasmo era suficiente, ya había tenido un incentivo y para él
la sesión estaba terminada, cosa que a las mujeres obviamente
decepcionaba. Ethan pagaba porque le hicieran sexo oral a él pero
él no lo hacía, se limitaba a disfrutar la sensación y si sus manos
iban más allá, era solamente para tocarlas y penetrarlas de esa
manera, era lo único que él ofrecía. Tampoco besaba en la boca,
permitía que lo acariciaran y que besaran su cuello pero jamás su
boca, el dominante era él y en el fondo reconocía que le repugnaba
tener un trato extremadamente cerca con ese tipo de mujeres, pero
cuando deseaba ser salvaje lo era. Le gustaba tener a la mujer de
espaldas a él, apoyada en sus manos y rodillas, abierta y con la
disponibilidad de soportar todo lo que a él se le ocurriera hacer.
Se deleitaba un momento en observarla, debía estar completamente
depilada y mientras cavilaba por “donde” penetrarla y la tocaba
para constatar su grado de humedad y excitación, él se colocaba el
preservativo. Volvía a tocarla introduciendo sus largos dedos hasta
el fondo donde comenzaba a estimular el camino por el cual iba a
abrirse paso, eso le servía para acariciarse él masturbándose al
mismo tiempo, escuchar los gemidos de la que estaba en turno lo
complacía porque sabía que estaba haciéndolo bien. Una vez sabiendo
que iba a disfrutar la sesión, la embestía penetrándola con fuerza
a la vez que se sujetaba del cabello de la mujer, ese era otro
asunto en su lista de exigencias, las mujeres que deseaban estar
con él debían tener el cabello largo, no le importaba si era negro,
café o rubio, su deseo era que fuera una larga cabellera para
aferrarse de ella al momento del embiste. Mientras con una mano la
sujetaba de la cadera, con la otra se sujetaba del cabello y así
encontraba el equilibro para impulsarse en cada arremetida. Lo
hacía con fuerza y sin delicadeza, placer y dolor juntos lo
excitaba más e iba directo al grano, según su grado de excitación
así mismo duraba la sesión. Cada mujer que debía pasar un rato con
Ethan Anderson sabía a qué atenerse y rogar porque al menos,
lograra sentir el placer que él les ofrecía si les permitía tener
antes que él la llegada al clímax porque para ellas, la dominación
y penetración fuera vaginal o anal por parte de él era la única
“gloria” que iban a disfrutar. Él nunca permitía que alguna se
quedara con él en su cama, una vez terminado el acto ella debía
irse, Ethan jamás había amanecido con alguna, él no hacía el amor
ni esperaba el amanecer abrazando a su pareja de turno, el romance
para él no tenía ninguna cabida, utilizaba a las mujeres nada más
como un mero objeto de placer. Ninguna mujer que había estado con
Ethan iba a decir que tuvo una noche de amor, él no sabía lo que
era eso. Unas horas de sexo era lo único que podía ofrecer.
Como empresario Ethan era muy respetado,
sagaz y extremadamente frío y calculador cuando de negocios e
intereses personales se trataba y como cualquier experto jugador,
sabía cómo mover sus piezas en un tablero de ajedrez en el que sólo
él pudiera ganar, por eso se movía con cautela como cabeza de su
compañía y nada le era desconocido u oculto. Sabía que su empresa
era un blanco que podía estar en la mira, no sólo de algunos
“mafiosos encubiertos” que buscaban una red de espionaje confiable
que les hiciera su trabajo alrededor del mundo más fácil sin
importar lo que pagaran fuera de manera legal o en soborno, sino
que el mismo FBI podía meter las narices y desbaratarle su esfuerzo
de años en minutos si le comprobaban o implicaban en algo e
imaginar tener tras él a agentes hasta de la misma CIA no estaba en
sus planes y debido a eso prefería cuidarse y hacer negocios con
precaución, habiendo él investigado de ante mano a sus “posibles”
clientes primero.
Ethan sabía cómo cuidarse las espaldas
porque su prestigio era primero, pero ante todo era un hombre como
cualquier otro y como todo hombre, tenía también sus
debilidades.
El haber conocido a Aurora le ocupaba todos
sus pensamientos mientras estaba de pie a la ventana de su suite a
las tres de la mañana. Bebía una copa de brandy y mientras
observaba las luces de la ciudad no dejaba de pensar en ella, le
había parecido especial y más cuando sintió su piel al estrecharle
la mano, si lo seguía permitiendo iba a calarle bastante más
profundo por lo que tenía que controlarse. Intuía que era una mujer
diferente y siendo micro empresaria hacía que le diera toda su
atención. Le había parecido no sólo joven y hermosa sino bastante
profesional en su desempeño cosa que admiró, esa seriedad y
responsabilidad sumado a su manera de hablar le había gustado mucho
y aunque se sentía extrañamente atraído hacia ella, sabía que no
podía tratarla como a las tantas que estaba acostumbrado. Ella no
merecía eso, era mucho más.
—Eres desconcertante Aurora —se dijo
mientras saboreaba su brandy—. Definitivamente me has quitado el
sueño, quiero conocerte un poco más aunque eso implique algunas
cosas.
Era capaz de ofrecerle lo que quisiera, nada
lo limitaba y si de complacer se trataba, él… podía ceder en
algunas cosas. Quería saber hasta dónde podía llegar a haber un
trato profesional y donde podía comenzar uno personal, curvó los
labios alzando una ceja.
—Una noche Aurora Warren —insistió hablando
solo mientras saboreaba su bebida—. A ti te cedería una noche
completa con todo lo que implique.
No era dado al afecto en ningún sentido pero
por ella… se arriesgaría a descubrir si tenía ese lado, aunque
sabía que después de eso no volvería a ser el mismo.
—Tenerte en mis brazos y sentir tus labios
será una experiencia única y excitante, pero será mejor que deje de
pensar en ti si no quiero terminar masturbándome —concluyó.
Terminó de beber y dejando la copa a un lado
volvió a la cama, meditó lo que había dicho, sí y no se retractaba.
Quería tenerla en sus brazos y probar el sabor de sus perfectos
labios sabiendo con seguridad que podía volverse adicto, así que
debía pensar la manera en cómo acercarse a la chica sin que ella
levantara una barrera porque eso podía encapricharlo más.
*****
Al sonar la alarma Aurora despertó y
adormitada marcó el móvil de su hermana mayor.
—Hola Aurora —le contestó Minerva cuando se
peinaba frente al espejo usando todavía junto con Rick el albornoz
del baño.
—Hola Mina, buenos días y disculpa que te
moleste en tu luna de miel.
—No, para nada, no molestas, hace poco Rick
y yo despertamos, nos preparamos para desayunar, pedimos servicio a
la habitación pero te escucho rara, ¿sigues mal de salud?
—Sí, se me desarrolló la condenada gripa que
no soporto.
—Ay que mal, si tú eres la más fuerte de
todas, pero ¿por qué llamas a esta hora tan temprano allá? Todavía
no debe de amanecer, ¿te sientes muy mal?
—Ya sabes que por eso mismo cuando me da un
resfriado, me da y he caído con ella bastante fuerte pero te llamo
por otro asunto que no puede esperar y decidí hacerlo ahorita que
sabía que ya estabas despierta.
—¿Qué pasa? Me asustas.
—Tómalo con calma, se trata de
Ariadna.
—¿Le pasó algo? —se asustó.
—Tranquila, tuvo un percance en Francia,
anoche ella tenía un evento en un museo y… intentaron
abusarla.
—¡¿Qué?!
—¿Qué sucede cariño? —Rick le preguntó a
Minerva al notarla nerviosa.
—Intentaron violar a Ariadna anoche en un
museo en Francia —le contestó sintiendo el corazón en el
pecho.
—¿Cómo? —Rick no podía creerlo y se acercó a
ella.
—Sí, fue por eso mi desesperación por
ustedes ayer —continuó Aurora al teléfono—. Yo presentí algo y era
lo que le estaba pasando, ella me llamó poco antes de las dos de la
mañana y me contó todo, está muy mal.
—¿Pero está bien? ¿No le pasó nada? Quiero
decir…
—No, gracias a Dios el cerdo degenerado no
logró lo que quería pero ella está alterada por eso, fue una
experiencia horrible.
—Es traumática, voy a llamarla, quiero
hablar con ella.
—Será de apoyo por eso te llamé, lo
necesita, está con un golpe en la rodilla debido a lo mismo y le
dijeron que debía hacer el menor esfuerzo posible en la clínica
donde la atendieron.
—Entonces la llamaré después, seguramente
esté dormida dada la hora vespertina allá y esté descansando.
Gracias por avisarme.
—De nada y salúdame a Rick.
—Lo haré, descansa para que te recuperes,
seguimos en contacto.
—Me cuidaré, besos, adiós.
—Igual, besos, bye.
Las hermanas colgaron y Aurora volvió a
acostarse. No sé sentía bien, miró la hora y decidió mejor tomarse
otra pastilla y volver a dormirse. Llamaría a la agencia por la
mañana para avisar que no llegaría, realmente no había descansado y
necesitaba hacerlo.
Finalmente había amanecido una cálida mañana
en Ontario y el sol comenzaba a calentar más ese nuevo día en la
ciudad.
“Corporación
Anderson” tecleó Aurora en su portátil cuando preparaba
una elaborada agenda para llevar a la perfección el evento al que
le daría su prioridad. Se había detenido a estudiar los documentos
que el empresario le había dado y observó su tarjeta de
presentación; “Ethan Anderson,
CEO” decía la tarjeta algo que le
pareció impresionante y de mucho peso, igualmente el hombre
infundía respeto y presencia no podía negarlo. Los colores de la
misma era blanco, negro, plateado y unas líneas finas de azul
cobalto en la parte izquierda y superior que se encontraban
cruzándose en dicha esquina, por lo que decidió que esos colores
serían el concepto de la decoración del evento. Esa mañana no había
amanecido muy bien y al haberse reportado en la agencia, iba a
trabajar desde su casa para seguir reposando el resfriado que
tenía. Bebía una humeante taza de cargado té de limón mientras
notaba que su arsenal de Kleenex ya comenzaba a menguar debido al
lagrimeo, los estornudos y lo opuesto a una congestión nasal cuyo
mentol la hacía sonarse la nariz cada cinco minutos porque no podía
parar la secreción, haciendo que ya no soportara el ardor en su
piel, tenía la nariz bastante roja.
—Odio enfermarme —refunfuñaba mientras
escribía—. No soporto estar así, menuda responsabilidad tengo
encima.
Se encontraba sola en el desayunador de la
cocina después de haber intentado comer algo, agradecía estar sola
y no contagiar a Diana —a quien brevemente le había comentado el
percance de Ariadna cuando ésta la visitó en su habitación antes de
irse a la universidad — como también agradecía saber bien a sus
hermanas aunque seguía inquieta por el asunto con su gemela.
Revisaba con detenimiento el email que le había mandado Rebecca
sobre los hoteles y centros de convención, estaba encantada con
algunas instalaciones y de inmediato la llamó a la agencia.
—Hola amiga. ¿Cómo sigues de tu malestar?
—le preguntó la mujer cuando revisaba unos documentos.
—Hola Rebecca, con respecto a mi gripa estoy
mal, creo más tarde iré a la clínica de la Dra. Cuéllar a
inyectarme algo fuerte, no puedo estar así pero con respecto a tu
email estoy encantada, creo que me voy a decidir por uno de los
centros de convención que está en las afueras de la metrópolis. Me
encanta la vista que tiene, el área de la piscina es preciosa, sin
duda aquí podremos hacer maravillas, ¿no crees?
—Sabía que te encantaría, a mí también me
gustó el lugar, el evento al aire libre y en una noche cálida será
memorable.
—Hazme un favor, la junta que no pude tener
ayer convócala tú si es posible antes de la hora del almuerzo.
Indícales a todos el evento que tenemos en puerta y que se preparen
para viajar. Dale a todos, los pormenores del evento y que cada
quien tome nota y haga lo suyo. Nos reuniremos todos los
involucrados en la agencia a la cinco de la tarde de mañana para
salir rumbo a Los Ángeles, ahora mismo llamaré al resort para
reservar, todos nos quedaremos allí, el lugar me encantó. Dile a
Margy que lleve las cuentas exactas de la caja chica para nuestra
alimentación y el combustible de Pancho y también por el pago del
mini bus. ¿Ya lo tienes listo?
—Listo amiga, ya está reservado, tiene
capacidad para doce personas, asientos pullman muy cómodos, aire
acondicionado y hasta televisor incluido.
—Bien, tendremos que ver por el gasto del
chofer también.
—¿Fuiste al banco?
—No, no tuve tiempo, lo haré cuando salga de
la clínica, no te preocupes, dile a Margy que esté pendiente de
llamar después de las tres de la tarde para ver si ya está liberado
el depósito.
—Encontré una agencia algo “selecta” en el
mero centro de Los Ángeles. —Rebecca chequeaba la página web—.
Tienen todo de lujo pero como no hay que escatimar entonces no
habrá problemas,
me gustan mucho las fotografías que veo
sobre las decoraciones de salones, la mantelería y cristalería, se
ve que son finísimos. Debe de ser de esas agencia que sólo
Hollywood contraría, te mando el enlace por email para que lo veas,
tratamos con ellos en todo sin problemas porque la comida buffet
que tienen se ve deliciosa.
—Si con ellos encontramos todo y de la
calidad que exige el señor Anderson pues que no nos asuste el
costo, gracias amiga, espero el email.
—Un placer y tranquila, no te estreses que
para todo hay tiempo, yo me reúno con todos antes del almuerzo y
luego te mando el informe.
—Ok, gracias.
Las mujeres colgaron y después de volver a
estornudar, Aurora volvió a su lista de prioridades en relación al
evento tomando nota en su libreta.
—Muy bien, me alegra saber que estamos
avanzando —se decía algo satisfecha—. Ya tenemos el autobús, ya
tenemos el resort, ya casi la agencia que nos va a proveer todo,
gracias a Dios todo está tomando forma. Espero que este hombre esté
complacido con el resultado.
Se comunicó personalmente con el resort en
mención para reservar todo y luego lo hizo con la agencia que le
había dicho Rebecca al caerle el email. Al tener respuestas
positivas de ambas partes se sintió más aliviada y hasta hambre le
dio porque tenían todo lo que Aurora había pedido; sillas y mesas
de metal negros, manteles de lino blanco y seda plateada,
candelabros de cristal y servilletas del mismo lino en el azul
cobalto que deseaba. Feliz terminó con esa parte y sólo faltaba la
decoración, el menú y la ambientación, se encaminó a la cocina para
ver qué comer, miraba las sopas instantáneas de tallarines y su
adorado “Macaroni & Cheese” y saboreándose se decidió por este
último. Puso a hervir el agua para la pasta y en ese momento una
llamada le cayó, era Rebecca otra vez.
—Ay Dios por favor, que no me diga que algo
se canceló —evitó fruncir el ceño mientras rogaba y atendió de
inmediato—. Dime.
—Aurora se me olvidó mencionarte algo.
—¿Qué cosa?
—Vinieron a dejarte unas flores.
—¿Cómo? —estornudó al oír eso.
—Salud.
—Gracias.
—Pues sí, es un colorido ramo de rosas,
orquídeas, girasoles y aves del paraíso, está divino.
—¿Y sabes quién lo envía?
—Ay cómo crees, soy curiosa pero no tanto,
la tarjeta está sellada así que como no pudiste venir los envié a
tu casa.
—¿Qué? —volvió a estornudar.
—Salud.
—Becca las hubieras dejado en la agencia, no
es necesario que vengan.
—Ay como eres, ¿ahora me vas a decir que
eres alérgica a alguna de las flores? No verdad, pues no inventes
excusas y te aguantas, recíbelas y luego me cuentas de quien
son.
—Está bien gracias, espero que lleguen antes
de que salga, sólo comeré algo y me iré a la clínica, necesito un
milagro para que este malestar se me quite.
—Pues espero que las flores ayuden
—sonrió.
—Lo dudo pero da igual, gracias por
avisarme, adiós.
—De nada, bye.
Aurora evitó rodar los ojos conociendo ese
tono de voz en su amiga que la instaba a abrirse al amor de nuevo,
sacudió la cabeza y notando que el agua ya estaba hirviendo dejó ir
el contenido de su caja de mini macarrones para que se cocieran,
sacó la mantequilla y la leche del refrigerador y en ese momento
sonó el timbre, sabían que eran las dichosas flores. Bajó un poco
el fuego de la estufa y rápidamente caminó a la sala.
—¿Quién será el gracioso? —se preguntaba con
seriedad dirigiéndose al intercomunicador.
