Capítulo 1 - Las noches veraniegas de mi infancia

Recuerdo las noches veraniegas de mi infancia, cuando iba a pasar unos días con mi abuelo Tom. Algunos atardeceres, cuando caía la noche, observábamos juntos el firmamento. Quedó grabado en mi memoria la última vez que lo hicimos, antes de su desaparición…

Parece que todavía pueda oler el aroma de chocolate caliente que cada noche preparaba mi abuela en la cocina, antes de irme a la cama. Mientras me llegaba esta suculenta fragancia, yo estaba jugando en el comedor; en ese momento mi abuelo me llamó:

—¡Marc! Ven al balcón conmigo, a admirar la grandeza del universo y sus hermosas estrellas.

—¡Vale, abuelo! —dije mientras me dirigía al balcón—. Guau… son muy bonitas, abuelo Tom —añadí.

—Sí que lo son.

—Y hay muchas…

—Pero aún hay muchas más, lo que sucede es que no las vemos porque están muy lejos. Nunca podrás imaginar lo grande que llega a ser nuestro maravilloso universo —explicó mi abuelo.

—¡Mira, abuelo! ¡Una estrella de color verde que se mueve!

—Eso no es ninguna estrella, Marc.

—¿Y qué es?

—Algún día lo sabrás…

Desde entonces, nunca me había parado a pensar qué hay más allá de las estrellas, simplemente las observaba y pensaba: «El universo es la cosa más impresionante y bella que un ser humano puede observar».