Capítulo 11 - La amenaza de los rigots
Tal y como había concretado con Ribix, al saber que los rigots ya habían desembarcado, accioné todas mis habilidades y me marché aceleradamente hasta las afueras de la ciudad. Cuando me detuve, me relajé y asenté todos mis poderes. Estuve andando apresuradamente unos minutos por si habían rastreado mi presencia, hasta llegar a un solitario puente de piedra; me pareció un lugar perfecto para ocultarme.
Cuando me aproximé debajo del puente, pude percatarme de que al lado de la orilla del minúsculo río que pasaba por allí había un anciano con ropa desgastada tumbado en unos cartones; seguramente era un vagabundo de la zona. Al verme no tardó en levantarse y dialogar conmigo…
—Hola, chico, ¿estás buscando cobijo para pasar la noche?
—Bueno…, más o menos —respondí dudoso.
—Eh, chico, tranquilo, ¿a qué viene esta cara de pánico que llevas? ¿Es por ellos, verdad?
—¿Por ellos? —repetí
—Sí…, por los extraterrestres… ¿No te has fijado que hay una nave de otro mundo en el cielo de la ciudad? —dijo el anciano sarcásticamente.
—Sí, claro… —afirmé seriamente con la mirada perdida, mientras me sentaba en una piedra que estaba situada a su lado.
—Chico, te veo muy asustado, sosiégate un poco, no creo que hayan venido de tan lejos para hacernos daño —expresó sin que yo devolviera contestación, continuando con aires de seriedad—. ¿No dices nada? —añadió dejando pasar unos instantes de silencio, hasta volver a hablar—. Escucha, chico, la mayoría de gente ha abandonado la ciudad por temor a un ataque de ellos; yo, en cambio, como otros, he decidido quedarme. Si en este miserable mundo, todavía hay personas buenas, quiero creer que ellos, con lo evolucionados que están, tienen que ser pacíficos y buenos. Seres que nos pueden ayudar a enderezar estas sociedades, donde aún ocurren cosas horribles —razonó el anciano.
Me conmoví al escuchar esta forma de pensar que tenía el anciano, y algo dentro de mí me decía que era una buena persona. Pero si hubiera sabido la verdad, y lo maléficos y oscuros que eran los rigots, seguramente hubiera razonado de una forma distinta.
—Y si fueran una raza muy desarrollada, ¿pero su naturaleza fuera la maldad? —le planteé.
—Si fuera así, que Dios nos ampare —añadió.
Después de acabar la conversación, el anciano se quedó medio adormido. Pasados unos treinta minutos, mientras yo permanecía impotente sentado en la misma piedra, una voz se coló en nuestras mentes...
—Os hablo en nombre del gobierno de la civilización de los rigots. Soy el superior al mando de la flota que está establecida en el cielo de vuestra ciudad. Sabemos que en esta metrópoli está oculto un individuo altamente peligroso para todo el universo. Solicitamos que si alguien sabe de su localización, nos lo haga saber inmediatamente; o que él mismo tenga el valor de comparecer donde hemos descendido. De lo contrario, en un plazo de quince minutos terrestres, lanzaremos un primer ataque de aviso; y si seguidamente sigue sin aparecer, quince minutos más tarde, realizaremos un ataque para realizar la destrucción total de vuestro astro.
—¡¿Tú también has oído esta voz?! —preguntó el anciano mientras se despertaba estupefacto.
—Sí —afirmé.
Indiscutiblemente, los rigots habían enviado este mensaje a todas las mentes que se encontraban cerca de su nave. Inexorablemente se estaba precipitando lo inevitable, y tendría que enfrentarme a ellos para impedir la destrucción total de la Tierra.
—¡¿Qué vamos a hacer?! ¡Esto es el fin! Será mejor que nos marchemos de la ciudad… —dijo el anciano exaltado.
—Yo me quedo —contesté.
—¡Pero, chico! ¡¿Te has vuelto loco?! ¿No has oído lo que acaban de decir? ¡Nos van a atacar en cuestión de minutos! Vámonos… y ya encontraremos un lugar seguro donde escondernos —manifestó el anciano alterado.
En ese instante oímos otra voz, pero esta vez no eran los rigots…
—¡Marc! Soy Ribix, acércate a la orilla del río.
—¿Ribix? ¡¿Quién es Ribix?! ¡Muéstrate estés donde estés! Chico, desde que has llegado, no paro de oír voces de personas que no están aquí; esto es muy extraño… —dijo el anciano gritando, moviendo la cabeza en numerosas direcciones con cara de rareza.
—Cálmate, es un amigo mío —le informé para que se tranquilizara.
El mensaje que acabábamos de escuchar no era un mensaje extrasensorial y, tal como había expresado la voz, procedía del río. Durante unos segundos pensé que los urkianos ya habían llegado a la Tierra; me acerqué al río para comprobarlo, con el anciano curioseando detrás de mí.
Era impresionante, se podía observar la imagen de Ribix reflejada en el agua del río, envuelta por una débil luz azul.
—Hola, Marc, tranquilo, puedes comunicarte vocalmente conmigo, así no usas tu sistema extrasensorial, y evitamos que los rigots rastreen tu posición —reveló la imagen de Ribix.
—Ribix… es impresionante… puedo verte reflejado en el río —dije asombrado.
—Lo sé, me estoy comunicando contigo, proyectando mentalmente mi imagen en el agua, es una virtud que solo un selecto grupo de urkianos poseemos.
—Pensé que no sabíais hablar mi idioma… —añadí mientras el anciano atónito lo contemplaba.
—En el momento que accediste a ser nuestro aliado para proteger la Tierra, decidimos que unos cuantos de nosotros aprendieran a hablar los idiomas que más utilizáis en tu planeta —desveló Ribix.
—Entiendo… Ribix, la situación empieza a ser critica, y yo no sé cómo tengo que actuar —dije acongojado.
—Cálmate, Marc. También hemos recibido el mensaje, con la amenaza que os han lanzado hace unos minutos. Nada más detectarlo, te hemos localizado, y por fortuna estabas cerca de un lugar con agua; haciéndome posible comunicarme contigo de esta forma —dijo Ribix, mientras el anciano seguía atónito admirándolo.
—Ribix, tendré que ir a enfrentarme con ellos —pronuncié con rasgos de inquietud.
—No, Marc, te lo prohíbo, tienes muy pocas probabilidades de salir victorioso —objetó Ribix.
—Pero si no lo hago, van a arrasar la Tierra —dije sollozando—. Este planeta y todos los seres que viven en él son más importantes que una sola vida como la mía —añadí.
—Piensa fríamente, ellos únicamente te quieren a ti, esa amenaza que han hecho no la van a llevar a cabo, te lo aseguro yo. Como mucho puede que ataquen alguna zona de la ciudad para provocarte y tentarte a que vayas, pero tienes que aguantar.
—Ribix, no puedo permitir que asesinen a personas inocentes por mi culpa —dije medio lloroso.
—Te entiendo, Marc, nosotros también estamos muy afligidos por esto tan terrible que está sucediendo. Pero no vayas a enfrentarte a ellos, piensa que estamos hablando de los rigots, es una de las especies más poderosas del universo, y tú, al igual que tus poderes, eres novel en estas situaciones. Además, tú puedes ser alguien muy importante para defender tu planeta en ocasiones futuras…
En ese instante, una extraordinaria explosión sacudió una extensa zona de las afueras de la ciudad, propinando el impacto de una fuerte ráfaga de viento en nuestros cuerpos.
—Lo siento, Ribix, tengo que irme —dije con signos de gravedad.
—¡No, Marc! ¡No hagas ninguna tontería! ¡Dentro de poco ya estaremos aquí! —exclamó Ribix mientras me separaba de la orilla del río.
—Espera, chico… ¿Te llamas Marc? —preguntó el anciano.
—Sí —afirmé.
—Marc, ¿te acuerdas de que antes te he dicho… que quería creer que esta civilización era pacífica y buena? —expresó el anciano.
—Sí.
—Me he equivocado, ¿verdad? Estos seres que han venido son de una raza maligna… Pero sí que existe una civilización buena y pacífica, y tú junto con ese tal Ribix formáis parte de ella —expuso el anciano, mientras yo estaba de espaldas a él.
—Así es —confirmé.
—¿Pero cuál es tu papel en todo esto? —preguntó.
—Proteger la Tierra.
—¿Así que tú eres el protector de nuestro planeta?
—Exacto.
—Dependemos todos de ti…
—Lo sé… —añadí mientras activaba todos mis poderes, y salía propulsado asaltando los cielos de Washington D. C.
—¡Mucho coraje y suerte, Marc! ¡Todo el planeta está contigo! —gritó el anciano dirigiendo su mirada al cielo.
Mientras sobrevolaba la ciudad, ojeaba los destrozos que habían causado los rigots. Era increíble que con un único ataque hubieran arrasado parte de la ciudad, y una amplia zona de las afueras. Entre tanto los urkianos no se hicieron esperar para darme su apoyo…
—Hola, Marc, soy Ribix de nuevo, a pesar de que no estamos de acuerdo con tu decisión de enfrentarte a ellos, te respetamos y te comprendemos. Tienes nuestro apoyo para todo lo que necesites, cualquier ayuda que te podamos proporcionar nos lo haces saber. Recuerda todo lo que te expliqué sobre sus poderes; nosotros llegaremos dentro de una hora —manifestó extrasensorialmente.
—Gracias por vuestra comprensión —agradecí.
—De nada, pero si te ves en apuros, prométeme que te marcharás a ocultarte otra vez hasta que lleguemos.
—De acuerdo, así lo haré —confirmé.
—Mucha suerte, Marc.