Capítulo 7 - En un remoto lugar del universo

Mientras regresaba a Barcelona, desconocía que en un misterioso planeta de una galaxia muy alejada, tenía lugar un suceso que podía alterar mi vida y la de todos los habitantes de este planeta…

En un remoto lugar del universo, se hallaba un maltratado y oscuro astro, conocido como el planeta gris, en el cual se hospedaba la malvada civilización de los rigots. Entre gases tóxicos y una densa niebla negra, se descubría una sombría metrópoli repleta de edificios cónicos de color gris, e impregnados con una débil luz violeta. En la superficie de esta desértica urbe sin calles, se podía sentir una frialdad escalofriante, ya que las edificaciones carecían de puertas y ventanales. Eso era debido a que sus habitantes circulaban por debajo de la corteza de la ciudad, a través de unos sofisticados conductos que les permitían desplazarse en cuestión de segundos, a cualquier edificación de esta extensa urbe. En la superficie, justo en el centro de la ciudad, destacaba una kilométrica cúpula de color negro, que de vez en cuando se abría, saliendo y entrando en ella algunas naves espaciales. Exactamente al lado, entre la neblina, sobresalía imponente un mastodóntico edificio cilíndrico de acero oxidado, donde se ubicaba el gobierno de los rigots. En la punta cilíndrica de este edificio, ocupando casi toda la superficie, estaba esculpido un curioso símbolo ovalado, en cuyo interior, había un triángulo que estaba formado por tres ángulos, rodeado con múltiples líneas curvadas, de color violeta.

En lo más alto del edificio, debajo de este emblema, había un espacioso habitáculo; iluminado con la misma luz violeta que había en la metrópoli, y con las paredes plateadas y el suelo rojo. En el centro se encontraba una majestuosa poltrona, hecha con uno de los minerales más nobles y poderosos de todo el universo, era de color carmesí, y todos los bordes acababan con unas innumerables púas; detrás de ella se podía apreciar un amplio panel holográfico. Allí vivía el mandamás de la civilización e instigador de la guerra milenaria contra los urkianos. Era conocido como Grishko, célebre por su maldad en todas las galaxias, e infame como uno de los seres más temibles y poderosos del universo. Aunque no había muchos seres que habían logrado verle, las leyendas decían que de la terrorífica maldad que desprendía, solo con fijar la mirada en su rostro se te estremecía el alma de tal forma que se rompía en mil pedazos. Añadían también que todos los seres que en el pasado se habían atrevido a retarle, habían hallado la más terrible de las muertes. Grishko era un ser con una edad milenaria; no obstante, en el último siglo, siempre había evitado tener que salir a la acción en cualquier lucha, dedicándose, únicamente, a dirigir las ofensivas de su civilización para invadir planetas y exterminar a los urkianos. Decían que esto era debido al enorme temor que le infundía la civilización urkiana, por los poderes y habilidades que poseía dicha raza; sin embargo, él siempre lo negaba.

Físicamente, los rigots eran muy diferentes a los humanos. Pequeña estatura del cuerpo, como mucho un metro y medio; la piel pálida de color gris; sin pelo alguno. Curiosamente, sus cuerpos eran enclenques, destacando en ellos una enorme cabeza, en la cual no se podía apreciar ninguna oreja. Casi la mitad de su cara estaba ocupada por sus enormes ojos negros, debajo una minúscula nariz, seguido de una pequeña boca con puntiagudos dientes afilados; parecidos a los de una piraña. Sus brazos les sobrepasaban un poco más de la cintura, poseyendo en ellos unas manos de cuatro larguiruchos dedos huesudos, con unas afiladas uñas negras, que según a su antojo podían sobresalirles más o menos. En los pies también poseían cuatro dedos, pero eran cortos y gruesos, con unas uñas parecidas a las de las manos, aunque un poco más voluminosas.

Grishko estaba sentado en su majestuosa poltrona erizada y acarminada. Llevaba un vestido ceñido negro, donde en el pecho lucía de color dorado el mismo enigmático símbolo que había en el tejado del edificio. Tenía la particularidad de que su rostro estaba consumido, marcándose en él prácticamente todos los huesos de su cráneo; eso hacía que aún tuviera una apariencia más siniestra, y se pudiera distinguir fácilmente con otro ser de su especie. Lleno de ira y de odio, y obsesionado con exterminar a la raza urkiana, se levantó para analizar el panel holográfico que tenía detrás de él, donde se podían distinguir lo que parecían múltiples mapas de varias galaxias. Posteriormente entró uno de sus apoderados de confianza, y le comunicó que tenía visita…

—Honorable Grishko, ha venido el informador —notificó el apoderado respetuosamente, mientras bajaba la cabeza.

—Dile que entre —ordenó Grishko con su mirada penetrante y maléfica.

Enseguida, una tenebrosa puerta triangular y negra que estaba situada en la pared de enfrente se abrió, introduciéndose en el techo, y entró el informador…

—Honorable Grishko, tengo una filtración de una información de los urkianos que le puede interesar —comunicó el informador, postrándose ante él.

—Habla —añadió Grishko, mientras se giraba dándole la espalda al informador.

—Nuestro infiltrado nos ha informado de que los urkianos estuvieron en un pequeño planeta de la Vía Láctea, llamado la Tierra, donde se encuentra una civilización poco evolucionada y débil —reveló el informador.

—¿Este planeta está dentro de nuestra zona de interés? —preguntó Grishko.

—Hace tiempo investigamos este planeta, y deliberamos que estaba alejado de nuestros puntos de interés —respondió el informador.

—¿Qué razonamiento nos llevó a tomar esa decisión? —cuestionó Grishko.

—Aunque las características de este planeta son idóneas para albergar prácticamente cualquier tipo de vida, rechazamos la posibilidad de invadirlo, porque está ubicado en una zona de la galaxia poco poblada, y por sus pequeñas dimensiones —respondió el informador.

—Las cosas cambian… solo el significativo hecho de que este astro haya sido custodiado por los urkianos, hace que también sea de nuestro interés —dijo Grishko—. Imagino que su visita a este insignificante planeta será debido a su ridícula cruzada para realizar tratados de paz con civilizaciones desconocidas —razonó mientras dirigía su temible mirada al informador.

—Mi honorable señor, por lo que sabemos de nuestro infiltrado, los urkianos, al igual que nosotros, hace tiempo investigaron esta civilización y llegaron a la conclusión de que estaba muy poco evolucionada. Descartaron así cualquier opción de realizar algún tratado de paz con sus gobiernos —dijo el informador.

—¿Entonces? ¿A qué se debe esta inesperada visita de los urkianos? —preguntó Grishko.

—Según nuestras informaciones, reclutaron a un ser de ese planeta, aplicándole uno de sus famosos tratamientos genéticos, para aumentar sus habilidades —reveló el informador.

—Entiendo… Lo deben haber hecho para proteger ese insignificante astro, debido a nuestras incursiones cercanas a esa zona; seguramente temían que también lo invadiéramos —agregó Grishko.

Posteriormente Grishko se quedó con cara pensativa unos segundos, se elevó un palmo del suelo, y empezó a circular flotando lentamente por el habitáculo mientras razonaba.

—Ahora jugamos con ventaja... Ellos no saben que poseemos esta información, y es una buena oportunidad para poner a prueba a nuestro infiltrado. Aunque no sabemos si habrán aumentado mucho los poderes de ese individuo, antes de que se acostumbre a sus nuevas habilidades, vamos a hacerle una visita para matarlo, y arrasar su planeta —dijo Grishko con una temible expresión.

—Lo que usted ordene, mi honorable señor —ratificó el informador bajando la cabeza respetuosamente.

—Ironías del destino… los urkianos intentando proteger este ridículo planeta, que no era de nuestro interés, y han logrado lo contrario —razonó Grishko—. Ahora necesito la información necesaria, para saber cuáles son las habilidades y características de esta raza, y el lugar donde se halla el gobierno más importante de esta insignificante civilización —añadió.

—Mi honorable señor, me imaginaba que usted nos pediría esta información, y me he tomado la libertad de documentarme. En primer lugar, son unos seres de una inteligencia media-baja, están mentalmente poco desarrollados, físicamente son muy débiles y no disponen de ninguna habilidad que sea muy poderosa. Están divididos por regiones y países, habiendo un gobierno principal en cada país —relató el informador.

—Por lo que dices, enviando solamente una nave, habrá más que suficiente para matar al aliado de los urkianos y destruir su planeta —dijo Grishko—. Advierte a nuestro infiltrado de nuestras intenciones, resáltale que nuestra prioridad es que haga todo lo que esté en su mano para que los urkianos no se percaten de nuestra visita al planeta Tierra. Quiero que cuando lo averigüen, ya sea demasiado tarde, y encuentren a su aliado sin vida —deliberó.

—Sus órdenes serán complacidas, mi honorable señor.

—Vete a informar a un allegado de nivel tres, y explícale todos los detalles de esta situación. Que empiece a planificar y preparar el operativo idóneo para realizar la invasión y matar el amigo de los urkianos. Te puedes retirar, estate atento a las nuevas órdenes —resaltó Grishko.