Capítulo 12

A Jim le había parecido buena idea trabajar un poco en su ordenador portátil en una esquina del laboratorio, y la película no le molestaba, ya que no entendía italiano.

Pero no dejaba de incomodarle esa situación. Annie no había parecido interesada en echarse la siesta, y Nancy, aunque se esforzó por calmar a la niña y a los otros pequeños, estaba interesada en crear las condiciones apropiadas, no en satisfacer las necesidades de Annie.

Pero Jim tenía que recordar que Nancy acababa de llegar a la ciudad y era comprensible que intentara demostrar que valía. Había tenido su primera clase de psicología esa mañana, reemplazando a un profesor que, según se rumoreaba, se había escapado con una estudiante. Y por lo que decían había hecho un estupendo trabajo.

En ese momento estaba ocupada con su experimento. Y Jim pensaba que poco a poco se iría haciendo a la maternidad, siempre que Dex fuera razonable y no insistiera demasiado en la adopción.

Cuando se abrió la puerta, vio una mujer en un destello de luz. Al principio creyó que sería Nancy que había regresado del aseo, hasta que reconoció la figura bien formada de Dex.

Parecía dulce y familiar y un poco sola. Él deseo abrazarla.

El hombre detrás de ella sujetó la puerta abierta, iluminando la reunión entre madre e hija. A Jim se le puso un nudo en la garganta cuando Dex levantó a Annie por el aire y la pequeña se rió encantada.

Las dos dieron vueltas y entonces Dex la abrazó con fuerza. En el haz de luz, sus pelos se entremezclaron como una única cascada de color.

Un alboroto en la puerta llamó la atención de Jim. Nancy, al entrar, chocó con el hombre, a quien Jim reconoció como Hugh Bemling. Un puñado de papeles voló por el aire y los dos se inclinaron para recogerlos.

Jim se acercó a ayudar y luego sacó a todo el grupo al vestíbulo, donde pudo hacer las presentaciones sin molestar a los bebés que dormían.

Las dos mujeres se sonrieron con cautela.

Tu niña te echa de menos —dijo Nancy—. Esta mañana preguntó por ti.

¿En serio? —Dex miró a Annie en busca de confirmación.

Dijo «mamá» —le aseguró Jim.

Hugh pestañeó y se colocó bien las gafas. A Jim le pareció que estaba mirando fijamente a Nancy, pero quizá fuera simplemente el modo de mirar de un miope.

Me temo que no sé mucho sobre bebés —admitió Nancy—. Espero que me des una oportunidad con ella.

Dex echó una rápida mirada a Jim.

Es muy importante que ella tenga padre y madre. Yo pienso que la mejor solución es la adopción, a menos que estés muy, muy segura de que la quieres.

Aún no lo sé —confesó Nancy—. ¿Puedo tener más tiempo, por favor?

No era solo decisión de Dex decidir el futuro de Annie, pero Jim se controló y no lo dijo. Si ella podía aceptar a Nancy libremente como la nueva madre de Annie, sería lo mejor.

¿Seguro? ¿Y qué tal que él y Dex criaran juntos a Annie?

Pero Jim descartó la idea. Dex no era el tipo de mujer que se quedaba en un sitio. El necesitaba alguien más de confianza, alguien que mantuviera su vida en calma.

Había pasado por épocas en su vida más que caóticas, incluyendo cuando terminó el instituto y se había sentido furioso, inquieto y confuso. Y de nuevo cuando se licenció en el ejército se había enfrentado a la odiosa posibilidad de saltar de un trabajo poco satisfactorio a otro. Pero desde que Nancy le había animado a crear su empresa, todo había empezado a encajar. Y Jim deseaba que continuara así.

Nancy será una madre maravillosa —dijo Jim—. Créeme, Dex.

Ella tragó saliva antes de hablar.

Entonces me reservaré mi opinión.

Gracias —dijo Nancy—. ¿Puedo? —extendió los brazos hacia la pequeña, y tras una breve vacilación, Dex se la dio.

Tiene una piel preciosa —dijo de pronto Hugh a Nancy—. Me recuerda a la porcelana.

Qué bonito, gracias. Bueno, Será mejor que vuelva al trabajo —declaró con una vaga sonrisa, entrando en el laboratorio.

Dex le quitó el montón de papeles al profesor.

¿No tienes hora de despacho dentro de quince minutos?

¡Oh! —Hugh dejó de mirar a Nancy mientras se marchaba—. Gracias, Dex. Hasta mañana.

Jim se quedó en el vestíbulo, inexplicablemente contrario a marcharse.

¿Un café? —dijo, y temiendo que Dex pudiera rechazarlo, añadió—: ¿Y tarta?

¿En Key Lune? —preguntó, ya que era su lugar favorito cerca del campus.

Exactamente lo que había pensado.

Fueron en el coche de Jim y encontraron el restaurante prácticamente vacío a esa hora de la tarde. Pidieron café y tarta, de limón para él y de nueces para ella.

¿Puedo preguntarte algo sin que te enfades? —dijo Jim.

Eso depende de la pregunta —contestó Dex jugueteando con un salero.

¿Por qué estás tan empeñada en la adopción?

Porque Annie se merece…

Un padre y una madre abnegados, lo sé. Pero el domingo por la noche, te pedí que la criáramos juntos. Tú la adoras, y yo también. Así que me confundes.

No estoy en posición de aceptar tanta responsabilidad —dijo ella moviendo el salero continuamente.

Hay algo más —dijo Jim—. ¿Por qué no quieres ser madre?

No puedo explicarlo.

Llegó la camarera con su comida. Después de marcharse, Dex se quedó mirando fijamente su tarta. Debía estar muy disgustada si no comía.

Por favor —dijo Jim—. Necesito saberlo.

Ella respiró profundamente.

La idea de ser responsable de un bebé me aterroriza.

¿Por qué?

Las sombras oscurecieron el azul de sus ojos.

Cuando tenía once años, estaba cuidando a mi hermana de nueve, Brianna. Discutimos y ella dijo algunas cosas malvadas. Brianna siempre sabía cómo complacer a mis padres y yo no, y ella sabía cómo hacerme daño. Así que me enfurecí realmente. Entonces se marchó a jugar al bosque cerca de nuestra casa, y yo estaba tan rabiosa que no la seguí. Durante unos minutos, casi deseé que se hubiera perdido. Y entonces empecé a preocuparme.

¿Llamaste a tus padres?

No me atrevía. Siempre me estaban riñendo por lo egoísta y descuidada que era —suspiró—. Fui a buscar a Brianna, llamándola sin parar. Me pareció que pasaron horas sintiéndome angustiada, al pensar que en los pocos minutos que la había ignorado le hubiera sucedido algo terrible.

¿Y qué ocurrió?

La encontré medio sumergida en un riachuelo, con la ropa enganchada en un tronco —explicó Dex—. Apenas podía tener la cabeza fuera del agua. La saque y la lleve a casa. Por alguna razón, no les dijo a mis padres que fue mi culpa a pesar de que se enfrió y estuvo mala una semana. Después de eso ella y yo nos llevamos mejor.

¿Y temes que le ocurra algo a Annie si te ocupas de ella? Eso no tiene sentido.

Quizá no lo tenga de un modo racional —dijo Dex—, pero no dejo de pensar que si Annie dependiera de mí, quizá yo fuera descuidada durante unos minutos.

¿Y por eso no quieres ser madre? —preguntó Jim.

En parte sí. Al principio tenía miedo de no ser capaz de quererla y de demostrarle mi amor de un modo constructivo. Había pensado que yo sería muy dura y crítica, como se habían portado mis padres.

Pero no lo eres —le recordó Jim.

Incluso yo me he sorprendido —sonrió con timidez—. Cerca de Annie siento tanto amor que me abruma. Pero aún así, a veces soy descuidada.

¿Ha ocurrido algo aparte de la vez que estaba con Grace cuando nos fuimos en la bicicleta?

Solo cuando le estaba cambiando el pañal, crucé la habitación para ir a por algo y no lo pensé. Ella pudo haber caído del cambiador.

Nadie es perfecto —declaró Jim.

Es solo un ejemplo —dijo Dex—. Nunca me he visto como madre. No creo que tenga el instinto apropiado.

Yo creo que sí.

Annie necesita a alguien que sea madre por naturaleza. Alguien que nunca se impaciente ni se descuide. Eso es lo que me preocupa de Nancy.

Yo no permitiría que sucediera nada. Además, ella es una persona muy competente.

Dex mordió su tarta.

¿Y si Nancy decide que quiere un bebé propio? ¿O dos o tres? Entonces estaría distraída y posiblemente tendría lazos más fuertes con sus hijos biológicos. Sé que intentaría hacer lo mejor, pero una madre que desee adoptar no estaría atormentada entre sus propios hijos y Annie.

Nancy y yo lo solucionaremos —Jim se terminó el café—. Es una mujer estupenda. Si alguien puede triunfar, es ella.

Dex dejó de comer como si de repente hubiera perdido el apetito.

Quizás —dijo—. ¿Podemos marcharnos ya?

Volvieron al campus sin decir más palabra.

 

 

Al día siguiente, dos pajaritos se estaban persiguiendo alrededor de unos arbustos cuando Dex salió de su apartamento. Al otro lado de la calle, la señora Zimpelman estaba plantando margaritas.

Sonrió y saludó a Dex, y entonces se puso rápidamente el teléfono móvil en la oreja. Las cotillas de la ciudad estaban informando de los sucesos del día, incluyendo las entradas y salidas de Dex de su apartamento.

Dex cruzó la calle andando con su bicicleta.

Disculpe.

Con expresión sobresaltada, la señora Zimpelman colgó.

¿Ocurre algo?

Me preguntaba… ¿No se cansa de espiar a la gente? Debe ser muy aburrido.

¡Oh, no! —la mujer se quitó un poco de barro de sus pantalones—. ¡Mi amiga Sadie sorprendió a un profesor teniendo una aventura con la mujer de un decano! Y no creerías lo que hacen algunos adolescentes cuando sus padres no están en casa.

Lo creería —le aseguró Dex.

Es mejor que un culebrón —le confió su vecina—. Solo lamento no haber tenido nada jugoso con lo que contribuir. ¡No como ese profesor de psicología que se escapó con esa alumna! Eso ocurrió en la manzana de mi amiga Mariah.

Intentaré montarme una historia emocionante —se rió Dex, marchándose en su bicicleta.

Y realmente le alegraba que la señora Zimpelman no hubiera estaba cumpliendo con sus obligaciones tras la fiesta de navidad de la facultad, cuando Jim fue a su apartamento.

Jim. No podía dejar de recordar su discusión del día anterior. Le dolió cuando defendió con tanto énfasis a Nancy.

La había descrito como una persona estupenda que podía triunfar en cualquier cosa. Le dolió darse cuenta de que era simplemente un hombre enamorado, hablando de la mujer con la que se iba a casar.

Al llegar al campus, Dex se encontró con el consejero del campus. Le alegró olvidarse de sus problemas personales y charlar de algo impersonal. Le contó que la noche anterior había organizado sus notas y estaba dispuesta a empezar su tesis.

Y en cuanto la terminara, podría abandonar Clair de Lune. Y a Jim. Pero seguía sin estar segura de qué hacer respecto a Annie.

Dex pedaleaba en dirección al edificio de administración cuando un papel agitándose en el aire llamó su atención. La mano que lo movía era de Cora. Dex se detuvo.

¡Espera! —dijo la estudiante corriendo hacia ella—. ¡Mira esto! ¡Tengo un notable algo en mi examen de Humanidades!

No sabía que tuvieras un examen de Humanidades —dijo Dex culpable, ya que solo había ayudado a Cora en Historia.

Tus comentarios me ayudaron mucho. ¡Y esta vez lo he hecho sola!

Dex la abrazó.

Estoy orgullosa de ti.

Ojalá se lo pudiera contar a Kip.

Puedes contárselo.

No estaría bien —Cora levantó la mano—. No insistas.

Pero solo porque Jim y yo…

Tengo que ser fiel a mi equipo —declaró Cora.

Es tu vida, pero creo que eres una boba —replicó Dex de buen humor—. Felicidades por la nota.

Y dejando a Cora sonriendo y confusa, se marchó.

En el edificio de administración, Fitz le dio un montón de repartos.

Nada para el departamento de psicología. Se lo di a otro repartidor.

¡No hay razón por la que no pueda ir allí! —declaró Dex, admirando la lealtad, aunque pensando que sus amigos se estaban pasando.

Estoy de tu lado —gruñó el hombre retirándose a su guarida.

Ella completó su ronda en media hora. La última entrega fue al centro de fertilidad, donde había muchas flores negras que le recordaron que los empleados estaban de luto por la doctora Saldivar.

¿Realmente había pasado menos de una semana desde que murió? Le parecía por lo menos un mes.

Lashawna Gregory entró en el vestíbulo cuando Dex estaba a punto de marcharse. Se saludaron.

No quiero ser cotilla —Lashawna miró alrededor para asegurarse de que nadie les oía—. Pero tengo entendido que la doctora Saldivar dio a luz con uno de tus óvulos. Siempre pensé que aquel pelo me parecía familiar.

¿Conoces a Annie? —preguntó Dex.

Solía cuidarla cuando su niñera tenía el día libre —Lashawna sonrió—. ¡Una preciosidad! Su primera niñera era estupenda, pero yo no podía soportar a esa Smithers. ¡Estaba avinagrada!

Annie posiblemente esté en el edificio de psicología —le dijo Dex—. ¿Quieres decirle hola?

¡No puedo creerlo!

De camino, Dex le contó a Lashawna un resumen de lo sucedido los días anteriores.

Y Jim quiere que se la ceda a Nancy. Me gustaría que me dieras tu opinión de ella.

Será un placer —dijo su amiga.

Encontraron el laboratorio a oscuras y La dolce vita en el monitor. Esa vez, incluso Annie estaba dormida.

Nancy, que estaba al otro lado de la habitación, las saludó.

Debe ser por el lenguaje tan melodioso —les dijo—. Es mejor que una pastilla para dormir.

Dex presentó a las dos mujeres y explicó que Lashawna solía cuidar a Annie.

He conocido a Ayoka desde el principio —explicó.

¿La viste recién nacida? —preguntó Dex con envidia.

Incluso antes de eso. Desde que era un huevo. La doctora Saldivar me dejó ver el tubo de fertilización.

Dex se alegró de no haber estado presente. Si hubiera querido tener un bebé con Jim, había formas mucho más placenteras de hacerlo.

¿Trabajas en el centro de fertilización? —le preguntó Nancy.

Lashawna asintió.

Soy licenciada. Por supuesto, todos agradecemos las contribuciones del señor Bonderoff. No sé dónde estaríamos sin su generosidad.

¿Jim da dinero al centro? —preguntó Nancy—. Debe pensar que yo quiero… —se calló a media frase.

¿El qué? —preguntó Dex.

Nancy frunció el ceño.

Hace unos años, me operaron por un problema médico y me dijeron que quedaría estéril. Pero no sé cómo lo puede saber Jim.

Hay muchos avances hoy en día —dijo Lashawna—. Lo que esté mal, puede ser reversible. Y por supuesto, hay procedimientos para donar óvulos de ser necesario.

Nancy se estremeció.

Eso suena como una intrusión. No creo que pudiera pasar por ello.

A Dex no se le habría ocurrido pensar que Nancy no pudiera tener hijos.

¿Quieres decir que Annie será la única hija que podréis tener Jim y tú?

A mí no me preocupa —aseguró Nancy—. Acabé algo harta de cuidar a mis hermanos, así que no pensaba tener hijos. Pero no quiero privar a Jim de la experiencia de ser padre. Y cuando me habló de Annie, me pareció la solución perfecta.

Nancy debía estar suavizando su decepción porque no quería que nadie sintiera lástima por ella. A Dex le ardían las mejillas. Había sido egoísta y pendenciera, mientras que Nancy era considerada y discreta. No le extrañaba que Jim estuviera enamorado de ella.

Quiero que mi hija tenga cariño —dijo Dex—. Y tú se lo darás, ¿verdad?

Por supuesto —le aseguró Nancy.

Y para mí será un placer remitirte a los mejores médicos si decides que quieres quedarte embarazada —dijo Lashawna—. Pero ahora mismo tengo clase. Ha sido un placer conocerla.

Muchas gracias —dijo Nancy.

Dex lamentó que se hubiera marchado su amiga, ya que no sabía qué decir a la novia de Jim.

Firmaré lo que haga falta. Se lo dirás a Jim, ¿verdad?

Díselo tú misma —la mujer señaló la puerta del laboratorio por la que en ese momento estaba entrando Jim.

No puedo —declaró Dex con un nudo en la garganta.

Dex, me alegra verte —Jim se acercó a ellas—. Espero que os hagáis amigas.

¿Por qué no me lo dijiste? —preguntó Dex.

¿Decirte qué?

¡Que Nancy no puede tener hijos! —declaró con voz temblorosa de dolor—. De haberlo sabido, no habría sido tan cabezota.

No es culpa de nadie —intervino Nancy—. Nadie te culpa, Dex. No tenías que tomar ninguna decisión apresurada.

¡Pero claro que quiero que cuides a la única hija que podrías tener! Hablé con mi consejero esta mañana y podré terminar mi tesis este verano y marcharme. Así que tendréis a Annie para vosotros. De todas formas, ya me había llegado el momento de madurar.

El torrente de palabras se detuvo. Antes de hacer algo vergonzoso como ponerse a llorar, Dex se fue corriendo.

Jim se quedó de pie, atónito. Él no conocía los problemas de Nancy. Y estaba desesperado pensando que Dex saliera de su vida.

Pero tampoco podía abandonar a su vieja amiga, y menos cuando obviamente ella le necesitaba tanto. Incluso aunque eso significara perder a la mujer a la que amaba.

Y con angustiosa seguridad, supo que amaba a Dex. Se había estado mintiendo. No estaba medio enamorado, sino cien por cien.

Debí habértelo contado —dijo Nancy—. Lo siento.

No habría supuesto ninguna diferencia —le aseguró Jim—. Si tienes un problema, nos enfrentaremos juntos.

Tenía miedo de defraudarte, porque no tengo la intención de someterme a tratamientos de infertilidad.

Nancy parecía tan abatida que Jim la abrazó y apoyó la mejilla contra su pelo rubio. Era sedoso y frío.

Ésa era la mujer con la que pasaría el resto de su vida. Las cosas habían sucedido tan deprisa los días anteriores, que no se había detenido a analizarlo.

Nancy y él irían juntos al altar. Ella viviría en su casa y sería la madre de Annie.

Y él no volvería a ver a Dex de nuevo excepto de vez en cuando pasando en su bicicleta. Y en poco tiempo, ni eso.

La había perdido.