DOS
Mensaje de Marga
De: Margarita Morales Balsera «margamoba@gmail.com».
Fecha: 27/06/2014 21.15
Para: María Mut Abreu «mmut@ub.edu».
Hola, María, te pido perdón una vez más si te molesto. Pero ya me vas conociendo y sabes que para algunas cosas soy muy machacona.
Esta misma tarde, al terminar la clase de psicología, me quedé con las ganas de hacerte un montón de preguntas… ¿Por qué no las hice? Pues, sencillamente, porque no quiero resultar pesada. Ya te dije el año pasado que el módulo que impartes en el curso de mediación me ha servido mucho en mi trabajo. Bueno, todo el curso ha sido muy interesante, muy útil, muy adecuado… Pero el módulo de psicosociología y, sobre todo, lo que se refiere al trabajo con las emociones me parece fundamental, sobre todo en la mediación en conflictos familiares.
Gracias, María, de verdad; no es por hacerte la pelota.
En fin, resumiré mis preguntas para no hacerte perder más tiempo:
1. Explicabas hoy, si entendí bien, que llamamos «éxito parcial» en la mediación a aquellas soluciones en que alcanzamos solamente éxitos parciales entre los litigantes. Como, por ejemplo, acuerdos en la custodia, en el régimen de visitas o en algún punto económico; y consideramos «éxito completo» al acuerdo en aquellos casos en que, como resultado de la intervención del mediador, se consigue aunar las voluntades de ambos litigantes en casi todos o todos los puntos en los que estaban enfrentados; es decir, se logra un documento firmado por los dos en el que están plenamente conformes y deciden no volver a litigar ni enfrentarse.
Y pregunto yo: ¿podría darse lo que se llamaría el «éxito absoluto» o «total»? O sea, la reconciliación plena, la paz, la vuelta a la normalidad, el retorno a lo más parecido a la vida de antes de surgir el conflicto…
2. También hablabas en tu clase de lo que llamabas «la necesidad de motivación». Y planteabas que el principal problema que surge en los intentos de mediación es el de seleccionar los casos en que se puede aplicar esta técnica de solución de conflictos familiares. Porque hay parejas que hacen del conflicto su modo de relación; es decir, se instalan en él, como en un estado morboso de odio y reproche, en cuyo caso, las partes no se encuentran motivadas o no confían en el mediador.
Y te pregunto: ¿y si es el mediador quien se encuentra tan motivado que decide insistir? ¿Y si el abogado ve tan clara la situación que opta por intentarlo más de una vez? Por supuesto, sin forzar a las partes. Quiero decir, con cautela, con amabilidad, con comprensión…
Bueno, María, perdona tanta molestia. Y por favor, compréndeme; me parece tan apasionante todo esto de la mediación que ha llegado a convertirse en algo muy importante, cada vez más importante, en mi trabajo de abogada. Lo siento como una vocación personal. Por eso, quiero aprender todo lo que pueda.
Gracias y saludos, Marga.
De: María Mut Abreu «mmut@ub.edu».
Fecha: 27/06/2014 21.50
Para: Margarita Morales Balsera «margamoba@gmail.com».
Hola, las respuestas a tus preguntas, por orden:
1. Comprendo que tú, como mediadora, quieras lograr eso que llamas «éxito absoluto», es decir, la solución total del problema y que la familia vuelva a ser lo que debió ser, sin el conflicto ni la separación ni el divorcio. Eso, Marga, sería ideal. Pero yo me veo en la obligación de decirte que en la mediación se debe ser, sobre todo, realista. El mediador no es una especie de mago con «superpoderes»… Ja, ja, ja… El mediador es un profesional con los pies en la tierra, responsable, racional y templado. Sobre todo, el abogado mediador debe buscar la eficacia del método, más que un idealismo o una utopía. ¿Comprendes lo que quiero decir?
2. La respuesta a tu segunda pregunta va en la misma línea que la anterior. En efecto, el principal problema en los intentos de mediación es la escasa motivación o la falta total de esa motivación en los litigantes. En mi clase de hoy os decía que hay parejas que hacen del enfrentamiento su modo de relación. Cuando surge el odio, se recrean en el conflicto, como si lo necesitaran para descargar sus sentimientos. Por tanto, deben elegirse preferentemente aquellos casos en que se puede esperar la aceptación del método.
Para resumir, te diré, Marga, que el mediador debe ser consecuente con estas condiciones y no empeñarse, a toda costa, en tratar de llevar adelante el proceso de mediación, contra viento y marea, quemándose él y, tal vez, llegando a empeorar las cosas. Creo que lo comprendes, ¿verdad?
Saludos y gracias por tu interés. María Mut.
* * *
Marga acaba de leer la respuesta de la profesora en la tablet. Está sentada en la pequeña terraza de su habitación en el hotel. Detrás de ella, los altos edificios de Madrid quedan iluminados por el último sol de la tarde. Por todas partes bajan palomas volando en picado, llevando en sus alas el polvo de la ciudad. Hace algo de calor, pero sopla una suave brisa de principios de verano.
Ella está pensativa, mirando las palabras que parecen bailar en el fondo luminoso del dispositivo. Por un momento, parece que va a dar por terminada la comunicación, pero enseguida sus finos dedos vuelven a golpear sutilmente la pantalla.
De: Margarita Morales Balsera «margamoba@gmail.com».
Fecha: 27/06/2014 22.10
Para: María Mut Abreu «mmut@ub.edu».
Perdón, María, una cosa más; la última, de verdad.
¿Podrías dedicarme un rato mañana sábado al finalizar la clase? Si no vas a volver enseguida a Barcelona, me gustaría invitarte a cenar o aunque sea solo a tomar algo. ¿Podrás? Es muy importante para mí.
No te molestaré más. Siempre agradecida a ti, Marga.
De: María Mut Abreu «mmut@ub.edu».
Fecha: 27/06/2014 22.20
Para: Margarita Morales Balsera «margamoba@gmail.com».
Claro que sí, Marga. Mañana a las ocho horas, después de la última clase, nos vamos a tomar algo juntas.
Gracias a ti por tu interés. María Mut.