Día 8
LA FERIA
Este año no iré a la Feria del Libro de Lisboa. Que no es como la de Frankfurt, o la de Guadalajara, en México, ni siquiera como la de Madrid, pero es la nuestra y está en un lugar bonito, donde antes había una colina y ahora menos, porque la furia urbanística ha reducido los relieves, pero aun así se ve el río al fondo, y hay una bella imagen de la ciudad pombalina, la que iba a ser moderna y racional y lo fue, basta pasear por ella para ver que la razón estuvo presente cuando se diseñó, aunque luego vinieran otros que prefirieron el obscurantismo a las luces y casi la finiquitaran.
Me dicen que hace buen tiempo y que la Feria este año está más animada, como si por esos mundos no se labraran cosas terribles, crisis, pobreza, depresión. Dicen que en épocas de crisis se lee más, y parece que los contables revalidan esta afirmación. A mí me gusta pensar que en épocas de crisis la gente quiere saber por qué llegamos a esto y se acercan a los libros como si éstos fuesen fuentes de agua fresca y los lectores personas sedientas.
Me gusta la Feria del Libro. Me gusta estar horas sentado firmando ejemplares de amigos que llegan con un recado, por lo general discreto. Me gusta levantar los ojos y ver a las personas circulando entre las casetas, tal vez buscando al ser humano que los libros llevan dentro. Me gusta el calor de la primera parte de la tarde y la frescura que vendrá después, siento que cierto lirismo me recorre el cuerpo, a mí que no soy lírico, sino sentimental. Y pienso que los libros son buenos para la salud, y también para el espíritu, y que nos permiten ser poetas o ser científicos, y entender de estrellas o encontrarlas en el interior de la voluntad de ciertos personajes, esos que a veces, algunas tardes, se escapan de las páginas y se pasean entre los humanos, tal vez más humanos que ellos.
Siento mucho no poder estar este año en Lisboa, en la Feria del Libro.