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—¿Su mujer? ¿Has dicho mujer? —preguntó Marco incrédulo—. ¿Estás diciendo que existen hork-bajir hembras?

<Supongo —respondí—. Como comprenderás, no disponíamos de mucho tiempo para entrar en detalles.>

Era por la tarde y nos encontrábamos en el granero de Cassie. Yo me había acomodado en los travesaños del techo, con la vista puesta en mis amigos, Jake, Cassie, Marco, Ax y Rachel, que ya había recuperado su forma humana.

Con Ax allí corríamos grave peligro. Si alguien viera su aspecto verdadero, adivinaría enseguida que el chico es de fuera. Imaginad que os topáis con alguien que tiene ojos giratorios en los extremos superiores de un par de antenas, cola de escorpión y cuerpo de centauro.

Pero no teníamos opción. Había que arriesgarse porque Ax sabe mucho más sobre la raza hork-bajir que todos nosotros juntos. Además, desde mi posición, y a través de la abertura del techo, divisaba la casa de Cassie a la perfección. Y mi oído agudo y mi excelente vista me avisaría de inmediato si alguien se acercara.

El granero de Cassie es, en realidad, la Clínica de Rehabilitación de la Fauna Salvaje. Siempre está llena de todo tipo de animales de la zona y hay jaulas de alambre apiladas por toda la sala.

Los padres de Cassie son veterinarios. La madre trabaja en Los Jardines, que es un enorme parque de atracciones en el que también hay un zoológico. El padre se ocupa de la clínica con ayuda de Cassie. En ella tratan animales salvajes heridos o enfermos. Por ejemplo, debajo de mí, aquel día, había toda una muestra de variedad de animales autóctonos: zarigüeyas, campañoles, conejos, mofetas, zorros, mapaches, etc. Algunos, sin duda, serían un bocado delicioso, pero respecto a ese tema, Cassie y yo hemos llegado a un acuerdo: no puedo comerme a sus pacientes.

Aparte de esos animales, también hay murciélagos y aves. De hecho, Cassie rescata palomas, cornejas e incluso arrendajos. Lo de las palomas, tiene un pase, pero detesto a las cornejas, los cuervos y los arrendajos. En el mundo de los pájaros son igual que la mafia, y muy listos. Trabajan en equipo y atacan a pacíficas aves rapaces como yo. En ocasiones, se organizan en grupos para robarme la presa. Y, de verdad, no hay cosa que me dé más rabia que seis o siete pajarracos de ésos buscándome las cosquillas. Pero, en fin, me estoy saliendo del tema.

—¿Cómo se distingue un hork-bajir macho de uno hembra? —preguntó Marco—. ¿Llevan maquillaje en las cuchillas de la muñeca? ¿O es por el color de las uñas de sus enormes pies?

—No nos dio tiempo a nada, ¿vale? —replicó Rachel poniendo los ojos en blanco—. A duras penas conseguimos conducir a uno de ellos a la cueva.

—¿Llorarán los hork-bajir hembras en las películas cursis como hacen aquí? —continuó Marco—. ¿Se pondrán sentimentales al ver a un bebé?

—¿Qué pasó con la hembra? —nos preguntó Jake a Rachel y a mí.

<No lo sabemos —contesté—. Cuando salimos de allí, seguía tirada en la zanja.>

—Todo este asunto me huele a chamusquina. Nos quieren tender una trampa —observó Marco—. Me muero por saber si a los hork-bajir hembras también les repugnan los gusanos y las serpientes.

<No creo. Me refiero a lo de la trampa.>

—Eso es lo que tú piensas de las chicas, ¿eh? —añadió Cassie alzando una ceja. Acto seguido, abrió uno de los cajones situado debajo de la fila inferior de jaulas, extrajo una serpiente y se la tiró a Marco.

—¡Ahhh! ¡Ahhhhhh! ¡Ahhhhhhhhhhh! ¡Quítame eso de encima! —gritó Marco.

Cassie retiró la inofensiva serpiente de jardín y la devolvió a su cajón mientras todos se reían, excepto Ax, que no siempre entiende el sentido del humor de los humanos. Incluso Marco se reía.

—Bueno, muy graciosa, Cassie, eso no se hace. Y ahora, ¿qué os parece si nos comportamos como adultos?

—Claro, Marco —contestó Rachel—. Vete y automáticamente nos convertiremos en un grupo de adultos.

—¿Y si nos centramos en el tema, por favor? —pidió Jake con una sonrisa, así que nadie le tomó en serio.

—¿Por qué querría escaparse un yeerk… aunque se encuentre dentro de la cabeza de un hork-bajir? —preguntó Marco—. Más pronto o más tarde tendrá que volver al estanque yeerk. No tiene ningún sentido.

—Marco, tú eres tonto —soltó Rachel exhalando un suspiro—. Pero ¿es qué no lo ves? No son controladores, no tienen ningún gusano instalado en la cabeza. De alguna forma, esos dos hork-bajir han conseguido deshacerse de sus yeerks, están libres.

—¿No es demasiada coincidencia que justo pasarais por allí en el momento oportuno? —preguntó Cassie pensativa.

<Sí —repliqué—, la verdad es que sí, sobre todo teniendo en cuenta que yo me dirigía a otro sitio.>

Aquello pareció suscitar el interés de Ax, que me observó con sus ojos móviles, al tiempo que miraba a Jake con los principales.

—¿Estás diciendo que…? —empezó Cassie, ladeando la cabeza, y con una mirada interrogativa.

—Escuchad —interrumpió Rachel—, hay que decidir qué vamos a hacer. Tenemos a un hork-bajir macho oculto en una cueva, y sabemos que los yeerks no se detendrán hasta encontrarlo. Además, por si no lo sabíais, un hork-bajir no es exactamente un Stephen Hawking.

—¿Quién? —preguntó Cassie.

<Un físico humano —respondió Ax—. He leído algunos de sus escritos. Es una persona muy inteligente pero se ha equivocado al afirmar según qué cosas. Por ejemplo, cuando habla de la estructura de los átomos en…>

—Por favor, ¿podemos continuar? —exclamó Jake alzando las manos en un gesto de desesperación.

—¿Os acordáis del Jake de antes? ¡Qué divertido era! —suspiró Marco—, y lo que ha madurado en poco tiempo.

—Yo nunca he sido divertido —replicó Jake con una sonrisa forzada.

—No mientas, tú nunca has sido inteligente y siempre has sido divertido —se burló Marco.

—La pregunta es: ¿qué vamos a hacer con el pobre hork-bajir que llora por su kalashi? —preguntó Rachel—. ¿Qué podemos hacer?

Todos miramos a Ax a la espera de que él nos diera la respuesta.

<Nunca he visto un hork-bajir libre —reconoció Ax—. Han sido esclavos de los yeerks durante mucho tiempo. Imagino que lograrían escapar mientras el yeerk se sumergía en el estanque. De ser así, quizá sean los únicos hork-bajir libres de toda la galaxia, los únicos miembros libres de su especie.>

—Imaginad… —susurró Cassie—. Imaginad por un momento que sois los únicos humanos libres en el planeta.

Aquello terminó con todas las bromas y digresiones. Incluso Marco parecía meditabundo. Si los yeerks ganaban, a los humanos les pasaría exactamente lo mismo que a los hork-bajir: acabarían convertidos en esclavos del imperio yeerk.

—¿Y bien? ¿Qué vamos a hacer con el único hork-bajir libre de la galaxia? —preguntó Marco.

<¿Qué quiere hacer el hork-bajir?>, nos preguntó Ax a Rachel y a mí.

Rachel y yo nos miramos inmutables.

<Vaya —dije—, no se nos ocurrió preguntárselo.>

—Entonces eso es lo primero que vamos a hacer —decidió Jake.

En eso estábamos todos de acuerdo. Cassie no parecía tenerlas todas consigo. Por la expresión de su cara se diría que no estaba muy convencida.

—Sí —farfulló entre dientes—, y después habrá que averiguar por qué Tobías se encontraba en un sitio en el que no quería estar.

Creo que, aparte de mí, nadie más oyó su comentario.

Mi amiga tenía razón. ¿Cómo era posible que yo apareciera de pronto en un lugar al que no tenía intención de ir?