21

Levanté el vuelo.

Aunque había estado sin alas tan sólo unos minutos, me notaba raro. Sé que los otros están acostumbrados a cambiar de cuerpo continuamente, pero ése no era mi caso.

Escudriñé la zona con mis ojos de ratonero. No había rastro de helicópteros, no obstante, allá abajo se agitaban las copas de unos árboles por el avance de unas bestias enormes. Taxxonitas y hork-bajir, ¿quién si no?

Recorrí con la vista la tropa de búsqueda yeerk hasta llegar a la retaguardia, constituida por controladores humanos, exhaustos por la subida. Les precedían los guerreros hork-bajir, más fuertes y rápidos que los humanos, obligados por sus sargentos a retroceder constantemente para no dejar atrás a los humanos. A la cabeza, y separados un poco del resto, los taxxonitas continuaban imparables.

Yo volaba a toda velocidad, sin descanso. Entonces localicé a los helicópteros, muy cerca del suelo y dispuestos en línea. Si no me equivocaba, habían sobrepasado el lugar por donde debían de encontrarse mis amigos.

Un escalofrío me recorrió el cuerpo. Esta vez no hacía falta que el Ellimista predijera lo que iba a suceder. Mis propios instintos de depredador lo percibieron. Mis amigos eran la presa que los yeerks cazarían con métodos ya de sobra conocidos por todos nosotros.

Me separaban de los helicópteros uno o dos kilómetros, por lo que no los oía, aunque la lluvia repentina de rayos rojos refulgía en el cielo. Uno tras otro, los helicópteros dispararon rayos dragón contra árboles secos y maleza todavía más seca.

¡Oh, no! ¡Estaban provocando un incendio!

Una pared de humo avanzó por los árboles y, en cuestión de minutos, alcanzó más de un kilómetro de longitud. El objetivo era bloquear el paso a mis amigos y obligarlos a retroceder, con el fin de que se enfrentaran a los guerreros taxxonitas y hork-bajir, que los aguardaban impacientes.

En medio de todo aquello, divisé una forma de color marrón pálido sacudiendo las alas en un intento desesperado por escapar de las llamas. Un destello rojo y el pájaro ardió en llamas.

¿Y si se trataba de alguno de mis amigos transformados?

<¿Qué se supone que debo hacer? —grité al Ellimista—. ¡Esto es imposible! ¡No puedo detener a esos helicópteros! ¿Vas a quedarte ahí sin hacer nada?>

No obtuve respuesta. Era de esperar. Como había dicho Ax, el Ellimista juega con las personas. A él no le conmovían mis súplicas.

Descendí por debajo de las copas de los árboles. No deseaba caer fulminado por uno de aquellos rayos dragón. Abajo, el viento no era tan fuerte, aunque lo peor, con diferencia, era esquivar las ramas.

Entonces, vislumbré por segundos la sombra de un ciervo de color azul pálido y cola de escorpión.

<¡Ax! ¡Ax, soy yo Tobías!>

<Hola, Tobías>, saludó Ax como si tal cosa.

<¿Dónde está todo el mundo?>

<No andan lejos. Al parecer hemos caído en una trampa.>

<Ni que lo digas —repliqué. Después emití un mensaje por telepatía para que lo oyeran todos los demás—: Agachad la cabeza. No echéis a volar. Los yeerks están disparando a todo lo que asome por encima de los árboles.>

Me dirigí hacia un tronco podrido que había allí. Estaba tan cansado que a punto estuve de fallar mi objetivo y estrellarme.

De pronto, un oso del tamaño de una mini camioneta me salió al paso y avanzó hacia mí.

<Rachel, de verdad espero que seas tú porque por hoy ya he tenido bastante.>

<Soy yo, Tobías. Tranquilo. Descansa. Hemos calculado que en cinco minutos nos habrán acorralado por completo.>

Entonces aparecieron los dos hork-bajir, acompañados por Jake transformado en tigre. Cassie y Marco venían corriendo, huyendo de los disparos de los helicópteros. El pelaje gris y grueso de Cassie estaba chamuscado. Enseguida percibí el desagradable olor a pelo quemado.

<¡Oh, no! ¡Crece el número de helicópteros! —informó Marco—. ¡Hey, Tobías! ¡Has vuelto! Pensé que habías encontrado un escondite seguro.>

Decidí hacer caso omiso. Estaba demasiado cansado para molestarme en discutir con Marco.

<Jake, no hay forma de bordear esa pared de fuego>, le advirtió Cassie a duras penas.

—¡Yeerks no! —gritó Jara Hamee con valentía—. ¡Jara Hamee y Ket Halpak libres!

<¡Tendremos que luchar! —sentenció Rachel—. Voto por atacar a los taxxonitas y, cuando hayamos acabado con ellos, hacer lo mismo con los hork-bajir. Utilizando el factor sorpresa y…>

Enmudeció de repente. Ni ella misma se creía lo que estaba diciendo.

<No se detendrán hasta matar a Jara y Ket —concluyó Jake sin rodeos—. Los yeerks no se rinden. No van a consentir de ninguna manera que los hork-bajir escapen.>

<Supongo que causarían mal ejemplo —observó Marco muy serio—. Si dos de ellos consiguieran escapar, ¿quién sabe qué podría ocurrir entonces? Tal vez hubiera más intentos. Los yeerks no permitirán que los hork-bajir mantengan la más mínima esperanza. Les quieren demostrar que no hay salida.>

<Marco tiene razón —corroboró Cassie—. Fijaos en los riesgos que están corriendo. Os dais cuenta, ¡han provocado un incendio! Y han inundado el bosque de taxxonitas y hork-bajir ¡Se han vuelto locos!>

—¡Jara Hamee y Ket Halpak libres! —repitió Jara Hamee como si tratara de convencerse a sí mismo.

<¡Un momento! —exclamé—. ¡Un momento! ¡Tú lo has dicho, Jake! ¡Tú lo has dicho…, no pararán hasta que Jara y Ket estén muertos!>

<Sí, ¿y? —me preguntó Jake y automáticamente me adivinó el pensamiento—. ¡Hey! ¡Rachel ya se ha transformado en Jara! ¿Estás pensando lo mismo que yo?>

<Sí —respondí—, eso creo. Desde lo alto he visto un barranco muy profundo. Creo que todavía podemos llegar a tiempo. ¡Sería perfecto! Necesitamos que Marco se convierta en gorila.>

<¿Ah, sí? Pues ahora sí que no te sigo, amigo —dijo Jake—. Pero en fin, si tú lo dices, así se hará. Muy bien, Marco en gorila. ¿Qué más?>

<Otro que adquiera a Ket y se transforme en ella>, añadí.

<Yo lo haré>, se presentó Jake sin vacilar.

<No, Jake. Esta vez me toca a mí>, anuncié.

Se hizo un silencio sepulcral y fui blanco de miradas. Debieron creer que me había vuelto loco.

<¿Tú? —preguntó Rachel—. ¿Tú lo harás?>

<Sí, me transformaré en Ket. Sí, voy a transformarme en hork-bajir.>

<¿El Ellimista? —preguntó Rachel cayendo en la cuenta—. ¿Eso fue lo que has conseguido de él? Pensaba que te devolvería tu forma humana>, añadió indignada y furiosa.

<Ellimistas —intervino Ax prácticamente vomitando la palabra—. No te puedes fiar de ellos.>

<Oh, no —susurró Cassie—. ¿Eso es todo? ¿Te ha devuelto el poder de la metamorfosis pero no…?>

<No —contesté intentando mantener el tipo—. Vuelvo a ser un miembro normal del grupo porque puedo transformarme, pero supongo que… en fin, al parecer seguiré siendo un ratonero y conservaré mis alas.>