1
Otra
mañana.
El despertador sonó a las seis de la
mañana, como todas las mañanas, tenía mucha
flojera.
Le había prometido a Sebastián que
entrenaría por las mañanas y aunque yo no podía ir a un gimnasio
como él, adapté una de las habitaciones cercanas al jardín para
poder meter algunos aparatos de ejercicio. Para eso tuve que
deshacerme de un par de cosas y vaya que me agotó todo
eso.
Me levanté de la cama y después
de lavarme los dientes, el rostro y cambiarme de ropa, revisé que
Nicole siguiera dormida y salí hacia el
jardín.
Me subí a la caminadora y al igual que
la cinta, mi mente comenzó a andar.
El cumpleaños de Nicky se acercaba y
había pedido celebrarlo en el colegio con sus amiguitos. Tenía que
comprar un pastel, dulces y pedirle a Lidia que cocinara algo que
pudiesen comer esos pequeños.
Sebastián había comprado pases para la
feria el fin de semana, ahí íbamos a festejar a Nicole. Cada vez la
consentía más.
Cuando terminé de correr fui a
despertar a Nicole pues después de llevarla al colegio, tenía que
entrevistar a algunas chicas pues necesitaba una
asistente.
Yo no estaba muy convencida pero
Sebastián lo sugirió, se lo comenté a Robert y Miranda y apoyaron
que era una buena opción. Eso iba a ayudarme mucho pues ella se
encargaría de filtrar las cosas menos importantes y programar mis
citas para que coincidieran con las horas de colegio de Nicole, así
yo no tendrías que dar explicaciones sobre los
horarios.
Como todas las mañana, Nicole no
quería ir a la escuela y como siempre me costó mucho trabajo hacer
que se metiera a la regadera conmigo.
Me había costado trabajo adaptarme
pero todo marchaba mejor. Al salir de bañarnos vestía a Nicole y
después, cuando ya estaba lista, me vestía yo mientras ella veía
las caricaturas matutinas. Desayunábamos algo ligero pues ni a ella
ni a mí nos daba hambre temprano. Preparaba un lonche para ambas
pues a medio día comíamos algo, todo esto a insistencia de Sebas
pues mis hábitos alimenticios nunca habían sido
buenos.
Salíamos de casa con algo de prisa,
siempre por alguna razón se nos hacía un poco
tarde.
Dejé a Nicole en el colegio y conduje
hacia un restaurante cercano, ahí me había quedado de ver con
algunas chicas.
La primera chica fue de mi agrado pero
era demasiado joven y lenta, me lo había advertido, no trabajaba
bajo presión, así que la descarté.
Fui descartándolas conforme
hablábamos, después conocí a Sara una chica de veintisiete años que
hablaba ingles y vivía cerca de mi casa, eso era bastante bueno. La
entrevisté y fue realmente cómodo, era como si hablara con una
amiga de años, así que sin más, la
contraté.
De nuevo desperté
antes de que el despertador sonara, mi reloj biológico era
así.
Me di una ducha
rápida y tomé un batido cargado de proteínas para después salir a
correr.
Había un parque
cercano a mi casa, ahí daba tres vueltas antes de trotar hacia el
gimnasio.
Ese lugar podía
ser tan relajante como fastidioso. De entre las cinco y las siete
mas treinta asistíamos los hombres que trabajábamos , muchos de
ellos llegaban en sus autos deportivos ( pues era un gimnasio
costoso) para hacer bicicleta de piso, era irónico
.
A esa hora
asistían también muchas chicas hermosas y de cuerpos increíbles,
varias de ellas sólo iban de cacería.
.
Claro que me
llamaban la atención aquellas mujeres, eran del tipo de mujer que
te hace voltear al pasar a tu lado, sin embargo, no podían aportar
nada más. Muchas de ellas eran chicas huecas, chicas en busca de un
marido rico. No tenían tema de conversación , vaya, servían para
presumir y nada más.
Había veces que
cuando no podía asistir temprano iba en el horario de la noche, ahí
era diferente. Las mujeres que asistían eran igual de guapas, tal
vez no tenían un cuerpo tan increíble pero la mayoría, eran mujeres
que trabajaban o estudiaban por la mañana y solo les quedaba la
noche para entrenar. Sus platicas eran diferentes, sus actitudes
otras y no iban ahí a ligar. Ese tipo de mujeres asustaba a los
hombres, incluyéndome, mujeres independientes y claro, a veces los
hombres somos tan imbéciles que preferimos ir por lo fácil, después
entendemos lo que realmente vale pero a veces es
tarde.
Después de
entrenar volvía a casa caminando de nuevo y me metía a bañar pues
tomar una ducha en el gimnasio me daba un poco de asco, además, no
tenía necesidad de ver desnudos al resto de los
asistentes.
Mi hermana seguía
viviendo conmigo, cuando yo volvía ella iba despertando o en
ocasiones raras, se estaba
arreglando.
Nos turnábamos
para preparar el desayuno , aunque debo confesar que mi hermana no
era muy buena en ello, además, sus desayunos no eran muy saludables
que digamos.
— ¿Sabías que de
todos modos vas a morir? — dijo Regina — no entendiendo esa locura
tuya de despertarte a las cinco de la
mañana.
— Vamos — me
acerqué — Toca, toca y dime si ha valido la pena — le dije
levantándome la camisa al acercarme a
ella.
Rió.
— Yo no debo
decidir eso — me miró — pero supongo la mujer con la que sales
si.
— Preferiría
dejar el tema lejos de ti.
— ¿Por
qué?
— Porque le
contarás a mamá y la veré planeando mi
boda.
Reímos.
— No tiene nada
de malo que mi mamá se preocupe por ti. No quiere que estés solo
toda la vida.
— No estoy solo —
sonreí — tengo a mi adorada hermana viviendo
conmigo.
— Por cierto ,
necesitamos hacer el súper.
— Iré saliendo de
trabajar ¿Quieres algo?
— Te mando mi
lista por mensaje.
— Eso si— la
señalé — nada de toallas femeninas a mi
elección.
Rió.
— Vamos, el
conocimiento no estorba.
— Digamos que no
es muy normal acercarse a una mujer y pedirle su opinión al
respecto.
— Un hombre que
compra toallas femeninas a su hermana es muy
sexy.
Le aventé una
servilleta.
— No, no lo es —
me levanté — Me voy a cambiar.
— Bueno, te veo
allá.
— Con
cuidado.
Mientras me
cambiaba le redacté un texto a Dinna deseándole un bonito día, me
respondió a los pocos minutos deseándome lo mismo y mandándome
muchos besos.
Salí de ahí a
buena hora y subí a mi auto. Puse el radio en la estación donde
daban las noticias y conduje hacia el
trabajo.
Tenía que revisar
mis reportes antes de entregarlos pues quería solicitar el puesto
que Gerardo tenía, lo habían ascendido y su puesto quedaría
libre.
Pasé gran parte
de la mañana ahí, ansiaba la hora de la
comida.
— ¿Puedo pasar?—
preguntó Cesar desde la entrada.
—
Adelante.
— ¿Qué
haces?
— Revisando mis
reportes, voy a pedir el puesto.
— Vaya ganas de
trabajar más y ganar lo mismo.
Reímos.
— No te vi al
llegar.
— Estaba
con Fátima platicando.
— ¿ Qué te traes
con Fátima?
— Nada, no seas
idiota.
— Bueno, Fátima
tiene fama de… — alcé los hombros — yo
creí.
— Pues
no…
De pronto se
empezaron a escuchar gritos.
Cesar y yo
salimos de ahí con prisa. Un hombre , al parecer ebrio, gritaba y
exigía ver a Regina. Fue entonces que me
acerqué.
— ¡Ey! — le
grité— ¿Qué sucede?
— ¡Quiero ver a
Regina Alcántara!
— Ella no está
aquí — lo miré. Quería saber si no tenía armas — ¿Qué
quieres?
— ¿Tú
qué?
— Vete de aquí,
Regina no está.
— ¿Qué? ¿Tú eres
el imbécil por quien vino hasta acá? — Se acercó a mí amenazante—
Dímelo.
— Ya te dije que
Regina no está.
Comenzó a
reír.
— Entonces eres
tú… — me miró de cabeza a pies — ¿Te doy un consejo? — se acercó—
Cuando la amarras, grita igual a una
puta.
Sin más le solté
un golpe con el puño cerrado y después lo aventé, por lo que se fue
al piso. Me fui sobre él y comencé a golpearlo en repetidas
ocasiones mientras Cesar me jalaba y me gritaba que me
detuviera.
Si había algo que
no soportaba, era a los imbéciles que hablaban mal de una mujer y
claramente, si se trataba de mi hermana era
peor.
Entre Cesar y
tres personas más, jalándome, lograron que le quitara las manos de
encima. Me giré para verlo. Estaba sumamente golpeado y sangraba
mucho.
— ¿Qué diablos te
pasa? — gritó Gerardo— Levántenlo y llévenlo al medico — les dijo a
varios que miraban el espectáculo.
Le di la espalda,
necesitaba calmarme.
— ¡Sebastián, te
estoy hablando!
—
¿Qué?
— ¿Te das cuenta
lo que acabas de hacer?
Asentí.
— Si— no
quería mirarlo.
— Si a ese
hombre le pasa algo, tú vas a pagar las
consecuencias.
— Me da igual —
lo miré — ¿De acuerdo?
— ¿Crees que
puedes hacer lo que quieras?
Me acerqué a él y
puse mi dedo índice sobre su pecho.
— Si a ti te
gusta que hablen de tu hermana, a mí
no.
— Esto va a ir a
tu reporte.
— ¡Que vaya a
donde sea!— le di la espalda — No me
importa.
— Estás
suspendido indefinidamente.
Me giré para
verlo.
—
¿Qué?
— Lo que
escuchaste, toma tus cosas y vete a
casa.
Iba a replicar
pero eso sólo empeoraría las cosas.
Regresé por mi
chamarra y salí de ahí ante la mirada de
todos.
Años atrás,
cuando mi esposa e hija murieron, había sido muy agresivo,
todo el tiempo estaba metido en líos, peleas de bar, líos de
faldas, todo. Necesitaba provocar a alguien y sacar mi enojo contra
esa persona.
Mi madre sufrió
bastante esa época, decía que se la vivía rezando para que algún
tipo no sacara un arma y me disparará. Podía ver la angustia en su
mirada y traté de calmarme, sobre todo para poder entrar a la
agencia.
— ¡Sebastián!— me
nombró Cesar que venía detrás de mí —
¡Sebas!
Me detuvo y lo
miré.
— ¿Qué
quieres?
— ¿A dónde
irás?
— A
casa.
—
¿Seguro?
— ¿A dónde más
podría ir?
— No vayas a
cometer una tontería.
— ¿Te refieres a
buscar al imbécil ese?
—
Exactamente.
Moví la cabeza en
forma de rechazo.
— Descuida,
bastante tengo ya — le di un golpe ligero en el hombro — gracias
por preocuparte, viejo.
— Ve a casa,
después veremos cómo te sacamos de
esta.
Sonreí y le di la
espalda para seguir caminando hacia mi
auto.
Al tomar asiento
me miré sobre el espejo, cuando estaba molesto fruncía el ceño y
parecía quedarse así horas.
Mi móvil vibró y
lo saqué de mi bolsillo para verlo, era un mensaje de
Dinna.
Miré la hora y
decidí llamarla.
Uno, dos
tonos…
—
¿Si?
Me encantaba su
voz.
— ¿Qué haces?
¿Cómo estás?
— Bien — casi
pude mirarla sonreír — Voy saliendo del banco— se escuchaban ruidos
de autos — ¿Qué crees?
—
¿Qué?
— Ya tengo
asistente.
Sonreí.
— Que bueno, eso
me alegra. Vas a poder estar más
tranquila.
— Realmente eso
espero — se escuchó la puerta de su auto cerrarse — ¿Tú qué
haces?
— Voy saliendo
¿Ya comiste?
— No, esperaré a
que Nicole salga.
— ¿Quieres que te
acompañe?
— ¿No tienes
trabajo?
— Digamos que…
Puedo pasar por ti en quince
minutos.
La escuché
sonreír.
— Bueno, entonces
te veo en mi casa.
— Maneja con
cuidado.
Colgué.
Realmente ella
era la única persona que me haría
calmarme.
Al llegar a su
casa ella estaba estacionando su auto. Cuando bajó del auto la miré
detenidamente, me encantaba.
Se acercó y me
dio un beso.
— ¿Cómo estás?—
me preguntó.
— Bien— sonreí —
¿Entonces? ¿Ya tienes asistente?
— Si, es una
chica muy inteligente, después te la
presento.
— No — sonreí con
burla — luego te pones celosa y me
gritas.
— Ya, no sigas —
me dio un beso — mejor vayamos por Nicole y después me invitas a
comer.
—De acuerdo,
sube.
Le abrí la puerta
y tomó asiento. Rodeé el auto e hice lo
propio.
Avanzamos varias
calles cuando entró una llamada a mi celular, el cual estaba
sincronizado con el auto.
Sobre la pantalla
del auto aparecía el nombre de ¨ Regina
¨.
La mirada de
Dinna cambió un poco, estaba celosa.
— Atiende… — me
dijo con aquél tono de voz que demostraba estaba
molesta.
Sonreí y tomé la
llamada.
— ¿Qué sucede? —
dije a través del altavoz del auto.
— Eso mismo
quiero saber yo — dijo molesta.
Dinna me miró
confundida.
—
Tranquila.
— ¡ Dios!
Vuelvo de comer y todos me dicen que te volviste
loco.
— No fue para
tanto.
— ¿Acaso viste
cómo lo dejaste?
— Vamos por
partes, ni siquiera sé quién era ese
imbécil.
— Era… — un
silencio se formó — No importa.
— No, si
importa.
Dinna no me
quitaba la mirada de encima.
— Mejor
platicamos en la noche ¿Vas a llegar a
dormir?
Sonreí al ver la
expresión de Dinna.
— Casi haces que
me asesinen — dije riendo.
— ¿Qué?— preguntó
Regina.
— Vengo en el
auto con alguien y como respondí por el altavoz, me miró raro. Ella
sabe que no vivo con nadie.
Regina comenzó a
reír.
—¿ No sabe que
soy tu hermana?
Dinna me miró y
me pegó en el hombro.
— Ahora lo
sabe.
Reímos.
— Bueno, te dejo
para que sigas con tus cosas. Voy a tratar de arreglar
esto.
—Eres la jefa, no
será difícil.
— Gerardo está en
tu contra.
— ¡Que se
joda!
Dinna comenzó a
reír.
— ¿Vas a
llegar?
— Aún no lo
decido — dije mirando a Dinna.
— Pobre de mi
madre, vaya decepción que se llevaría al saber que sus hijos no
conviven como ella piensa.
Sonreí.
— Si, una
decepción similar a la que casi se lleva el
lunes.
—
¿Llamó?
— Si y cuando
quiso hablar contigo, le dije que seguías
dormida.
— Eres el
mejor.
— Ya hablaremos
tú y yo.
— Vamos, no eres
el único que puede no llegar a
dormir.
— Ya hablaremos
de eso también.
Rió.
— Bueno, cuídate.
Te quiero.
— Yo también,
adiós.
Colgué.
Dinna me
miraba.
— Eres un
feo.
— ¿Por
qué?
— Pudiste decirme
que la famosa Regina, es tu hermana.
Sonreí.
— Jamás me
preguntaste — la miré — podrías haberme dicho ¿Quién es ? Entonces
yo te hubiera dicho que mi hermana y que está viviendo conmigo—
tomé su mano — que el mensaje que me mandó fue por
eso.
Dinna bajó la
mirada.
— Lo
siento.
Sonreí.
—
No.
Me pegó en el
hombro.
— Pudimos
evitarnos muchas cosas si me hubieras dicho que era tu hermana en
ese momento.
— ¿A qué hora? —
alcé la voz — Gritabas como loca y me
pegabas.
Reímos.
— Bueno, ya — me
miró — ¿Cómo que agarraste a alguien a
golpes?
Hice una
mueca.
— Un imbécil se
apareció por la agencia gritando estupideces — moví la cabeza en
forma de rechazo — quería ver a mi hermana — me detuve ante la luz
roja y miré a Dinna — cuando me acerqué me dijo que si yo era
el que andaba con ella y me dijo varias cosas bastantes
desagradables y tuve que golpearlo.
— Te
suspendieron.
— Si, ya lo
sé.
— Se supone que
deberías…
— Ya lo sé pero…
— la luz verde apareció y arranqué — Jamás he permitido que
nadie le diga nada a mi hermana o mi madre — la miré — Tampoco
permitiría que te faltaran el respeto a ti o a
Nicole.
Sonrió.
— Eres un amor
pero debes pensar antes de actuar.
— No lo hice , ni
modo — suspiré — ahora estoy suspendido y tendrás que
soportarme un tiempo.
Sonrió.
— Pues ya que —
me mostró la lengua — Gerardo no va a dejar de
molestarte.
— Mi hermana es
jefa de los dos así que se joda — me miró — Deja de preocuparte por
él.
Comenzó a
reír.
— No me preocupo
por él pero…
— Pero
nada — la señalé — no lo conoces, es un imbécil. Ya lo traigo
desde cuando.
— A mí me cae
bien.
La
miré.
— ¿Qué
tanto?
Sonrió.
— Es buena onda
conmigo pero nada más.
— Si, súper buena
onda — la miré — tanto que anduvo diciendo que tú y
él…
— No seas
mentiroso.
— Pregúntale a
Cesar.
Dinna hizo una
mueca.
— Eso no me
agrada — me miró — Nada pasó entre nosotros — tomó mi mano — lo
juro.
— Nunca te he
cuestionado ni te voy a prohibir nada — acaricié la suya — sólo
quiero que te des cuenta que se hace el
lindo.
Dinna me dio un
beso en la mejilla.
— Bueno, ya —
recargó su cabeza sobre mi hombro — Vayamos por Nicole y a comer,
después prometo que haré algo para que se te pase la tensión — dijo
con ese tono lleno de coquetería que me
encantaba.
— Eso suena
bastante bien.
Fuimos por Nicole
al colegio y fuimos a comer.
Por la noche
cuando Nicole se durmió, Dinna y yo la pasamos muy, muy
bien.
Era la
mejor.