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     El día que Sebastián regresó, lo primero que hizo después de salir del aeropuerto, fue tomar un taxi y visitarnos.
Aquél era un gesto increíble, siempre poniéndonos antes que otra cosa.

¡Migo! — gritó Nicol al verlo cruzar la puerta.
Había veces en que seguía llamándolo de esa manera. Sobre todo cuando estaba emocionada.
Sebastián la cargó.
— Te extrañé, hermosa.
— Nosotros también — me miró — ¿Verdad , mami?
Sonreí.
— Mucho.
Me acerqué a él y le di un beso.
— Que bueno que llegaste bien — miré a su alrededor — ¿Y tu equipaje?
— Mi hermana se lo llevó.
Le di otro beso.
— Es increíble que primero vinieras aquí.
— Ya quería verlas — bajó a Nicole — ¿Puedo tomar un baño?
— Si, claro. Yo calentaré la comida por lo mientras.
— Bueno.
Subió a la habitación.
Después de un rato bajó y pasamos a la mesa junto con Sara pues estaba en casa.
— Hola, Sara ¿Cómo estás?
— Bien ¿Y tú? ¿Qué tal el viaje?
Se llevaban bien.
— Cansado pero bien.
— Que bueno que ya volviste, ya te extrañábamos todas.
Reí.
— ¿También Diana?
Sara comenzó a reír y yo le pegué en el hombro. Sara sabía que me encelaba un poco de Diana pues se había convertido en una buena amiga.
— Por cierto, feliz cumpleaños — dijo Sara.
— Gracias.
— El día de mi cumpleaños vino mi abuela — dijo Nicole.
— ¿Ah, si? ¿Y qué tal?
— Me trajo un regalo pero fue el mismo castillo que tú me compraste antes.
— Bueno, tendremos piezas de repuesto o podríamos desarmar el otro y hacer un castillo enorme.
Nicole sonrió intensamente.
— ¡Si!
— Bueno, el fin de semana lo armamos.
— Si.
Siguió comiendo.
— ¿Cómo te fue con la señora?— me preguntó.
— Como era de esperarse, dijo  que no debería meter hombres.
— ¿Hombres?
— Está loca, asegura que esto es un hotel.
Reímos.
— No hagas caso— dijo al tomar mi mano.
— Luego Nicole le dijo queMigo le había regalado uno igual.
—¿Y luego?
— Tuve que mentir y decirle que a Robert le decíaMigo. No me imagino qué hubiera pasado si Nicole me desmiente.
— Trata de sobrellevar las cosas.
— Eso he tratado , siempre.
— No hagas caso, déjalo pasar.

Seguimos comiendo y al terminar, Sara siguió con su trabajo y yo bañé a Nicole. Cuando Sara se fue a casa , Sebastián jugó un rato con Nicky y después ésta se durmió.
— ¿Estás muy casado?— le pregunté.
— Un poco ¿Por qué?
— Quería darte parte de tu regalo…
Sonrió y me tomó de la cintura.
— Regalo o lo que sea, vamos a subir a la habitación y te voy a hacer mía.
Sonreí.
— Andando entonces.
Lo tomé de la mano y subimos a la habitación.
Apenas entramos y le puso el seguro a la puerta, Sebastián me acorraló contra la pared y me besó con desenfreno. Lo jalé para llevarlo a la cama e hice que se acostara.
— Desnúdate, anda — le dije.
— Desnúdame.
— No — sonreí — tengo que prepararme.
— ¿Prepararte?
— Desvístete y acuéstate sobre la cama.
Me metí al baño y me puse un falda negra de colegiala, una blusa casi transparente, zapatillas, calcetas blancas y largas y me hice dos coletas en el cabello.
Cuando salí me miró y se mordió el labio.
— No te tocó conocerme cuando era maestra pero si como estudiante.
Se levantó de la cama y me tomó por la cadera. Me cargó y yo me abracé a su cuerpo con las piernas.
Comenzó a besarme.
— Te ves increíble.
— ¿Te gusta?
— Me encanta — besó mi cuello — híncate, vamos.
Hice lo que me pidió y de inmediato me llevé su sexo a la boca. Extrañaba su sabor. Con ambas manos, jaló mis coletas y me jaló hacia él con fuerza, provocando que sintiera ahogarme.
— Ven, levántate.
Me puse de pie e hizo que me hincara sobre la cama, sin más, entró en mí.
Sentirlo sin el preservativo era otra cosa,  me encantaba. Podía sentir su piel rozar en mi interior, sentir su humedad mezclada con la mía.
Sin duda alguna, todo el ejercicio que hacía traía muy buenas recompensas, exquisitas diría yo, pues parecía que el cansancio, a pesar de llegar al clímax un par de veces, no pasaba por su cuerpo.
Era un amante increíble, sus movimientos, su manera de llevar las rienda, todo era fantástico.
Despertaba en mí sensaciones olvidadas y muchas de ellas  nuevas. Me gustaba que me dominara, que me hiciera suya y a su vez, me gustaba que me dejara llevar las riendas cuando yo lo deseaba.
Terminamos agotados y sudando sobre la cama a altas horas de la madrugada.

— Debemos dormir, es tarde — dijo.
— Mañana no querré despertarme.
Sonrió.
—Tampoco yo.
— Feliz cumpleaños — le dije con una sonrisa.
— Eres un amor.
La palabra de cuatro letras, me ponía nerviosa.
— Te extrañé.
— Yo más — acarició mi mejilla — Quería decirte algo.
— Dime.
— Mi mamá me organizó una comida para el sábado y quiero que vayas conmigo.
Estoy segura que mi mirada cambió.
— Pero…
— No te preocupes, te presentaré como una amiga.
— Sebas…
— Por favor— suspiró — No veo mucho a mis padres y me gustaría que fueras.
Aquello era mucha presión.
— Pero Nicole…
— Que venga con nosotros, es una reunión familiar.
No iba a poder negarme.
— Sebas, es que…
Su mirada cambió.
— No te preocupes, si no quieres no pasa nada.
Odiaba ser una maldita con él.
— De acuerdo, vamos.
— No, no es obligatorio.
— Quiero acompañarte, enserio, sólo me gustaría que… — suspiré — ¿Será mucha gente?
— Mis papás, mi hermana y algunas tías.
Vaya, eso era mucha gente.
— Bueno, está bien.
— ¿Segura?
— Si, enserio— sonreí — será divertido.
— Bueno, le diré a mi mamá que llevaré una amiga.
— Gracias.


Asistir a aquella reunión me ponía nerviosa. Nunca había tenido buenas experiencias con las madres de los tipos que llegaba a salir y realmente, no quería que se repitiera de nuevo.  Sin embargo, Sebastián era un amor, no podía negarme.
Me daba miedo saber que con aquella reunión, la relación o lo que sea que tuviéramos,  se volvía cada vez más serio.
Nicole estaba emocionada, desde el momento en que le dije que iríamos a una reunión por el cumpleaños de Sebas no paró de esperar el día.
Al siguiente día Sebastián iría a trabajar y estaría en casa descansando un poco, no lo culpaba, todos descansábamos mucho mejor estando en nuestras casas.
El sábado por la mañana, después de todas nuestras actividades nos comenzamos a arreglar.
Quería usar un vestido bonito, casual y elegante al mismo tiempo. No quería llevar mucho maquillaje pero tampoco iba a no cubrir las pecas que tenía en el rostro, las odiaba.
Nicole quiso usar un vestido de princesa , dijo que quería verse bonita, incluso se dejó peinar y eso era algo increíble. 
Sebastián nos recogió puntuales, se veía increíblemente guapo con su traje y los lentes negros. Nunca un hombre con la cabeza casi rapada , me había parecido tan sexy.

— Que guapo…
Me dio un beso.
— Luces hermosa.
— Me bañé, no todos los días conozco a la mamá de un hombre tan sensual.
Sonrió.
Nicole bajó y corrió a abrazarlo.
— Una hermosa princesa… — la cargó — es un vestido muy bonito.
Sonrió.
— ¿Vamos a ir con tu mamá?
— Si ¿Te gusta la idea?
Asintió.
— Compré una botella de vino para llevarla — le dije.
— No te hubieras molestado.
— Me da vergüenza llegar con las manos vacías — sonreí— Voy por ella. No tardo.
Salí con la botella en manos. Nicole ya estaba sentada en la parte de atrás con el cinturón ajustado.
Sebas me abrió la puerta y cargué la botella, mientras ponía nuestros abrigos en el asiento de atrás.
Codujo para salir de la ciudad.
— ¿Puedo poner música? —pregunté.
— Claro , muévele ahí— dijo señalando el radio.
Sebastián escuchaba música  diferente a la mía, así que decidí poner la radio para que Nicole no se aburriera.
Después de algunas canciones que Nicole cantó a todo pulmón y nos hizo reír bastante,  comenzó a sonar una canción más tranquila.

¨ Sé que puedo hacerte muy feliz
sé de tu miedo,
pero ven aquí.
Dame tu mano así,
cierra los ojos y
siente que puedes confiar en mí.
Quiero una vida nueva contigo.
Quiero volver a aprender,
a besar , a confiar , acariciarte

como la primera vez… ¨

Sebastián tomó mi mano.
Lo miré pues mientras escuchaba mi mirada se perdió.
Me sonrió y subió el volumen.
Tal vez no era fan de Río Roma pero sé bien que no se perdió una sola palabra.
Aquella canción decía muchas cosas que Sebastián sentía, sin embargo, no las decía pues no quería presionarme.
No dijo nada al respecto, no era necesario.

Después de conducir por casi dos horas, llegamos a una unidad habitacional bastante bonita y tranquila pues el paso de los autos era poco.
El guardia en la entrada preguntó sobre el motivo de nuestra visita, después nos pidió que dejáramos una identificación.

— Mucha seguridad— le dije.
— Viven muchos militares. No debería entrar cualquier persona pues ellos esperan que su familia esté a salvo mientras hacen cosas por el país.
— ¿Tu papá es militar?
— Lo era, está retirado — me miró — ¿No lo sabías?
— Creo que tenemos problemas de comunicación con respecto a nuestro origen.
— No me importa ni tu pasado ni tu origen — me miró — me importa lo que pasa ahorita.
Bastante directo.
Detuvo el auto al frente de una bonita casa de dos plantas.
Se bajó del auto y me ayudó a bajar, después a Nicole y caminamos hacia la puerta. Tocó el timbre y no tardaron en abrirnos.
— ¡Sebas! — dijo una mujer mayor con mucha emoción.
Lo abrazó y besó su mejilla.
— ¿Cómo estás , mamá?
— Bien, cariño.
— ¿Tú eres su mamá?— preguntó Nicole a quien yo tenía agarrada.
— Si — dijo sonriendo — ¿Tú quién eres , hermosa?
Sebastián sonrió y cargó a Nicole.
— Me llamo Nicole.
— Un nombre muy bonito para una niña muy bonita.
Nicole sonrió.
— Mira , mamá— me miró — Ella es Dinna.
— Mucho gusto — dije al besar su mejilla.
— Gabriela Villanueva — dijo sonriendo — Un placer.
— El placer es mío.
— Y ella es Nicole, es la hija de Dinna — dijo Sebas.
—  Una preciosidad — acarició su mejilla — pero pasen, no se queden ahí.
— Gracias — entramos — Trajimos una botella de vino — dije.
— No se hubieran molestado pero gracias.
Caminamos hacia la estancia, ahí ya estaban algunas mujeres.
— Buenas tardes — dijimos al entrar.
— Buenas tardes— respondieron a coro.
— Tías, les presento a Dinna y a Nicole.
Las mujeres saludaron y yo sentí nervios al volvernos el centro de atención.
— Tomen asiento — dijo la madre de Sebastián.
— ¿Y papá?
— Está arriba, ya no debe tardar en bajar — escuchamos un par de pasos —  Ahí viene. 
Sebastián cargó a Nicole y tomó mi mano.
Caminamos hacia las escaleras.
Un hombre alto de la misma complexión que Sebastián bajaba por las escaleras. Su cabello era casi blanco pero tenía una bonita sonrisa también.
— Llegaste a buena hora — le dijo al estar frente a nosotros.
Sebastián lo abrazó a pesar de llevar a Nicol en brazos.
— Si, nos apresuramos.
— ¿Quién es esta belleza? — preguntó dirigiéndose a Nicole.
— Me llamo Nicky ¿Tú quien eres?
— Yo soy Andrés, señorita — estrechó su mano — mucho gusto.
Nicole se acercó y le dio un beso en la mejilla.
— Mira , papá. Ella es Dinna…
— Señorita Marshall, un verdadero placer — dijo al besar mi mano.
Vaya, ahora sabía de quién había sacado lo caballeroso Sebastián.
— Un placer , señor.
— ¿La conoces? — preguntó Sebastián confundido.
— ¿Cómo no conocerla? — me sonrió — ¿Quién no conoce a la dueña del mejor equipo?
Reí.
— Ya sé a quien me llevaré el próximo partido — dije para romper la formalidad.
— ¿Cómo es que no sabía que esta hermosa mujer, vendría  a mi casa?
Sonreí.
— No sabía que la conocías.
— Es que a su hijo no le gusta el futbol— interrumpí.
— Siempre ha sido así, no sé qué hice mal.
Reímos.
— Prefiero los deportes para hombres.
Le pegué en el hombro.
— No seas grosero.
Sebastián abrazó a su papá de nuevo.
— Pasen, por favor. Tomen asiento.
Nos acompañó a la estancia y tomamos asiento en un sillón para tres persona.
De mi bolso saqué la tableta electrónica y se le entregué a Nicole para que pudiera jugar y no aburrirse.
— Tu hijo trajo un vino— dijo Gabriela.
— De hecho Dinna lo escogió. Si sabe mal, ya saben de quien es la culpa.
Reímos.
Andrés me miró.
— ¿Cómo es que la dueña de un equipo, puede tener trato con un hombre al que no le gusta el futbol?
— Me pregunto lo mismo — miré a Sebastián — le ayuda ser bonito.
— Debe ser eso.
— ¿Entonces usted le va aLa Sagra?
— Por supuesto — dijo sonriendo — ¿Qué hay otro?
— Acaba de convertirse en mi persona favorita.
Reímos.
— Espero ya tenerle más confianza por la noche, así podré pedirle el autógrafo de Johan Cissé.
Reí.
— Por supuesto, es un gran amigo mío y le prometo que le traeré su playera autografiada—miré a Sebastián — Estará encantado.
Sebastián me miraba serio.
— No olvidaré esa promesa — dijo el hombre sonriendo.
— ¿Y mi hermana?— preguntó Sebas para cambiar el tema. Johan no le agradaba ni siquiera un poco.
— Llamó y dijo que ya venía de camino. Venía con Valeria y su hija.
— Tiene mucho que no veo a Valeria, va a ser bueno verla.
Tocaron el timbre y su padre se disculpó para abrir la puerta.
Sus tías platicaban entre ellas.
— Traicionado por tu padre — dije con burla.
Me mostró la lengua.
— Graciosa.
Lo abracé.
— Tendré que verlo. No puedo faltar a mi promesa.
— Ni lo pienses, ese tipo no va a acercarse a ti.
Reí.
Una pareja entró, nos saludó, después Andrés y un señor se sentaron cercanos a nosotros y comenzaron a platicar entre ellos.
Seguimos platicando y después fuimos participes de una platica con sus tías. Me sentía cómoda, su familia seguía con sus cosas sin interrogarme y eso era fantástico.
Mas tarde se escuchó un claxon.
— Debe ser tu hermana — dijo la madre de Sebastián.
— Le ayudaré— tomó mi mano e hizo que me levantara —  Vamos, quiero que la conozcas.
— Si — Nicole estaba bastante entretenida—  Voy a fuera, eh — le dije.
— Si , mamá — miró al padre de Sebastián — Yo me espero aquí con él.
— Claro que si, yo te cuido — respondió Andrés y yo le sonreí.
Afuera, la chica del cabello negro bajaba del auto y caminaba sonriente hacia nosotros. Abrazó a Sebastián y algo se dijeron.
— Mira, ella es Dinna — le dijo Sebastián.
Estreché su mano.
— Mucho gusto —  dijo —  Me alegra conocerte al fin.
— A mí también — sonreí.
— Ella es la que casi me golpea por tu culpa — dijo Sebastián.
Le pegué en el hombro.
— No le hagas caso, la verdad es que mi hermano es feito y nadie lo había celado antes—me guiñó — por eso se emociona de contarlo.
— Debe ser eso — reí — No, que pena.
— Descuida — dijo sonriendo.
Una chica que bajó del auto también, se acercó a nosotros con una niña en brazos.
— Mira, ella es  mi mejor amiga Valeria y su hija Simone.
Estreché su mano.
— Un gusto, Dinna Marshall.
— El gusto es mío— respondió.
— Valeria, que milagro— dijo Sebastián.
Se abrazaron.
— Tú que no te dejas ver.
— Mira, Cesar andaba tras los huesitos de ella.
Rió.
— ¿Enserio?— pregunté.
— Al que no habla, Dios no lo escucha — dijo sonriendo — Yo creo pensó que era adivina — dijo la chica.
Reímos.
— ¿Y Nicole? — preguntó Regina — Muero por conocer a esa niña.
— Está adentro con mi papá— respondió Sebas.
— Sebastián habla todo el tiempo de ella.
Sonreí enternecida.
— Es un amor — me abrazó — lo quiero mucho — dije.
Un auto se detuvo y la mirada de Regina cambió al ver a la mujer que descendía de él. Aquella mujer rodeó el auto y le abrió la puerta a otra una mujer mayor, supuse era su madre.
La mujer la tomó del brazo a la más joven y caminaron hacia nosotros.
— Sebastián — lo abrazó — ¿Cómo estás?
— Muy bien ¿Y tú?
— También — nos sonrió.
Sebastián se acercó a saludar a la mujer mayor.
— Sebas ¿Y tu madre?— le preguntó la misma.
— Adentro.
— Iré con ella — nos sonrió — con su permiso.
— Propio.
La mujer caminó hacia la casa y la más joven se acercó a saludar a Regina con un beso en la mejilla.
— ¿Cómo estás? — le preguntó.
— Bien, gracias — respondió Regina. Al parecer no le agradaba mucho.
La chica se acercó a Valeria.
— Hola, Valeria— besó su mejilla — ¿Cómo estás?
— Bien ¿Y tú?
— También , gracias.
Se acercó a mí y me sonrió.
— Hola.
— Perdón, ella es Dinna — dijo Sebastián al tomar mi mano.
La chica besó mi mejilla.
— Michelle, mucho gusto.
— El gusto es mío — dije.
— Tenía mucho que no te veía — le dijo a Sebastián.
— El trabajo no me deja venir.
— Bueno pero hoy tenías que hacerlo, es tu cumpleaños.
— Si — dijo sonriendo — No sabía que vendrías.
— No todos los días es tu cumpleaños — dijo sonriendo.
A esa chica le gustaba Sebastián, no había duda.
— Gracias.
Nicole salió de la casa junto con Andrés y al verme corrió.
Sebastián la cargó.
— Mamá, Andrés me dio un dulce — miró a la pequeña — Hola ¿Quieres jugar conmigo?
La pequeña Simone asintió y su madre la bajó al igual que Sebastián a Nicole y volvieron a la casa corriendo. Ya no se aburriría.
La chica parecía no entender nada.
— Entren, no se queden ahí — dijo el padre de Sebastián.
Entre todos cargamos las cosas que Regina traía y entramos a la casa.
Después de los saludos y una platica grupal, la madre de Sebastián y Miranda caminaron hacia la cocina.
— Iré a ver a que le ayudo a tu mamá — le dije a Sebastián.
— Si ¿Quieres que te acompañe?
— No, mejor ve a ver a Nicole. No quiero saber que está haciendo travesuras.
— Ya voy.
Se levantó y caminó hacia la parte trasera de la casa y yo hacia la cocina.

— ¿Para qué vino? — preguntaba  Regina con desagrado.
Entré.
—¿Puedo ayudarles  en algo?
— Pasa, Dinna — dijo Regina.
— No seas grosera, Regina. Michelle nunca te ha hecho nada.
— Y que no se atreva.
Sonreí.
— Disculpa a Regina, Dinna . Pero cuando alguien no le cae bien…
— Es que siempre con su carita de mustia al hablarle a Sebas — dijo Regina.
— Se nota que le encanta tu hermano.
— ¿Lo ves?— le dijo Regina a su mamá — No soy la única que lo nota.
— Nunca le ha dicho nada a Sebastián, además, conoces a tu hermano.
—Bueno, eso si — dijo Regina. Me miró — No te conozco mucho pero me agradas. Mi hermano se ve mucho más feliz.
Sonreí.
— Si, se le nota en la mirada — dijo su madre — Usted, señorita. Lo hace muy feliz y no se diga la pequeña Nicky.
— Él nos hace muy felices a nosotras.
— Si, Nicky ya se encargó de contarnos que se la viven jugando.
Asentí.
Ayudé a poner la mesa , mientras Regina y Gabriela servían la comida sobre los platos. Minutos después, llamamos a todos a la mesa. Nicole se sentó en medio de Sebastián y de mí. A un costado de nosotros se sentó Regina , su amiga y su hija, seguida de algunas mujeres. La pareja que llegó después de nosotros se sentó junto a Michelle y su madre, quienes estaban enfrente de nosotros. Andrés y Gabriela se sentaron en las orillas de la mesa pues eran los anfitriones.
Después de una agradable comida y muchas miradas por parte de Michelle hacia Sebastián comenzaron a preguntarle a Sebastián sobre su trabajo pues era su cumpleaños y era el centro de atención.

— Pues si es peligro pero me encanta — dijo Sebastián.
— No podemos negar que es muy valiente de tu parte — le dijo Michelle.
— Gracias— respondió Sebastián.
— Pero debajo de ese tipo rudo con cara de perro — dijo Regina.
— Regina, esa boca.
Reímos.
— Es de cariño, mamá — sonrió — decía que debajo de eso, hay un enorme oso de felpa— me miró— ¿Verdad Dinna?
Reí.
— Si , eso es verdad. El favorito de Nicole.
Sebastián tomó mi mano.
La chica parecía incómoda.
— ¿Cuántos años tiene?— preguntó Gabriela.
— Cinco.
— ¿Ya vas a la escuela?— le preguntó a Nicole.
— Si — respondió Nicole —  Yo no tengo papá pero Sebas va conmigo a el festival del día del padre ¿Verdad ,Migo?
Sebastián sonrió.
— Si, el festival pasado, les ganamos a todos— dijo orgulloso.
Nicole asintió.
Migo, corre rápido.
El festival pasado, Nicole no había querido asistir pues las otras niñas le había dicho que como ella no tenía papá, no tenía porque ir al festival.
Nicole había vuelto llorando a casa y nos platicó, entonces Sebastián se ofreció a acompañarla y éste aceptó gustosa.
Nicole sabía bien que Sebastián no era su papá pues sabía que el hombre de las fotos era Nick y era su padre, sin embargo, Sebastián era lo más cercano a una figura paterna.
La platica siguió por horas, la verdad me sentí muy bien pues su familia era muy agradable.
Mas tarde Regina sacó un pastel y después de cantarle el ¨ feliz cumpleaños ¨ a Sebastián, les dimos algunos regalos.
Michelle también le dio un regalo, no había duda, esa chica estaba fascinada con él.
Por la noche nos despedimos y prometimos volver pronto, la había pasado muy bien y no me iba a ser difícil cumplir con mi promesa.
Nicole se había quedado dormida así que volvimos sin música.

— ¿La pasaste bien?— me preguntó Sebas al tomar mi mano.
Conducía.
— Muy bien. Tu familia es muy agradable.
— Les agradaste mucho.
— Tu hermana es fantástica.
— Tenía ganas de conocerte.
— Yo también — acaricié su mano — No le agrada Michelle.
— Nunca le ha agradado. Dice que quiere conmigo y que es una falsa.
— Lo de falsa , no sé. Pero de que le gustas, le gustas.
Rió.
— Claro que no.
— Por favor, es obvio.  No finjas que no lo sabes.
Me miró.
— Jamás me ha dicho nada. Además, es muy joven.
— ¿Cuántos años tiene?
— No sé, es casi de la edad de mi hermana… treinta o treinta y dos por mucho.
Hice una mueca.
— A los hombres de tu edad, les gustan las chicas jóvenes.
Sonrió.
— Si , me gustas tú.
Me guiñó y miró al frente.