4
El día que Sebastián regresó, lo primero que hizo después
de salir del aeropuerto, fue tomar un taxi y
visitarnos.
Aquél era un gesto increíble, siempre
poniéndonos antes que otra cosa.
— ¡Migo! —
gritó Nicol al verlo cruzar la puerta.
Había veces en que seguía llamándolo
de esa manera. Sobre todo cuando estaba
emocionada.
Sebastián la
cargó.
— Te extrañé,
hermosa.
— Nosotros también — me miró — ¿Verdad
, mami?
Sonreí.
— Mucho.
Me acerqué a él y le di un
beso.
— Que bueno que llegaste bien — miré a
su alrededor — ¿Y tu equipaje?
— Mi hermana se lo
llevó.
Le di otro
beso.
— Es increíble que primero vinieras
aquí.
— Ya quería verlas — bajó a Nicole —
¿Puedo tomar un baño?
— Si, claro. Yo calentaré la comida
por lo mientras.
— Bueno.
Subió a la
habitación.
Después de un rato bajó y pasamos a la
mesa junto con Sara pues estaba en casa.
— Hola, Sara ¿Cómo
estás?
— Bien ¿Y tú? ¿Qué tal el
viaje?
Se llevaban
bien.
— Cansado pero
bien.
— Que bueno que ya volviste, ya te
extrañábamos todas.
Reí.
— ¿También
Diana?
Sara comenzó a reír y yo le pegué en
el hombro. Sara sabía que me encelaba un poco de Diana pues se
había convertido en una buena amiga.
— Por cierto, feliz cumpleaños — dijo
Sara.
— Gracias.
— El día de mi cumpleaños vino mi
abuela — dijo Nicole.
— ¿Ah, si? ¿Y qué
tal?
— Me trajo un regalo pero fue el mismo
castillo que tú me compraste antes.
— Bueno, tendremos piezas de repuesto
o podríamos desarmar el otro y hacer un castillo
enorme.
Nicole sonrió
intensamente.
— ¡Si!
— Bueno, el fin de semana lo
armamos.
— Si.
Siguió
comiendo.
— ¿Cómo te fue con la señora?— me
preguntó.
— Como era de esperarse, dijo
que no debería meter hombres.
— ¿Hombres?
— Está loca, asegura que esto es un
hotel.
Reímos.
— No hagas caso— dijo al tomar mi
mano.
— Luego Nicole le dijo
queMigo
le había regalado uno
igual.
—¿Y luego?
— Tuve que mentir y decirle que a
Robert le decíaMigo. No me
imagino qué hubiera pasado si Nicole me
desmiente.
— Trata de sobrellevar las
cosas.
— Eso he tratado ,
siempre.
— No hagas caso, déjalo
pasar.
Seguimos comiendo y al terminar, Sara
siguió con su trabajo y yo bañé a Nicole. Cuando Sara se fue a casa
, Sebastián jugó un rato con Nicky y después ésta se
durmió.
— ¿Estás muy casado?— le
pregunté.
— Un poco ¿Por
qué?
— Quería darte parte de tu
regalo…
Sonrió y me tomó de la
cintura.
— Regalo o lo que sea, vamos a subir a
la habitación y te voy a hacer mía.
Sonreí.
— Andando
entonces.
Lo tomé de la mano y subimos a la
habitación.
Apenas entramos y le puso el seguro a
la puerta, Sebastián me acorraló contra la pared y me besó con
desenfreno. Lo jalé para llevarlo a la cama e hice que se
acostara.
— Desnúdate, anda — le
dije.
— Desnúdame.
— No — sonreí — tengo que
prepararme.
— ¿Prepararte?
— Desvístete y acuéstate sobre la
cama.
Me metí al baño y me puse un falda
negra de colegiala, una blusa casi transparente, zapatillas,
calcetas blancas y largas y me hice dos coletas en el
cabello.
Cuando salí me miró y se mordió el
labio.
— No te tocó conocerme cuando era
maestra pero si como estudiante.
Se levantó de la cama y me tomó por la
cadera. Me cargó y yo me abracé a su cuerpo con las
piernas.
Comenzó a
besarme.
— Te ves
increíble.
— ¿Te gusta?
— Me encanta — besó mi cuello —
híncate, vamos.
Hice lo que me pidió y de inmediato me
llevé su sexo a la boca. Extrañaba su sabor. Con ambas manos, jaló
mis coletas y me jaló hacia él con fuerza, provocando que sintiera
ahogarme.
— Ven,
levántate.
Me puse de pie e hizo que me hincara
sobre la cama, sin más, entró en mí.
Sentirlo sin el preservativo era otra
cosa, me encantaba. Podía sentir su piel rozar en mi
interior, sentir su humedad mezclada con la
mía.
Sin duda alguna, todo el ejercicio que
hacía traía muy buenas recompensas, exquisitas diría yo, pues
parecía que el cansancio, a pesar de llegar al clímax un par de
veces, no pasaba por su cuerpo.
Era un amante increíble, sus
movimientos, su manera de llevar las rienda, todo era
fantástico.
Despertaba en mí sensaciones olvidadas
y muchas de ellas nuevas. Me gustaba que me dominara, que me
hiciera suya y a su vez, me gustaba que me dejara llevar las
riendas cuando yo lo deseaba.
Terminamos agotados y sudando sobre la
cama a altas horas de la madrugada.
— Debemos dormir, es tarde —
dijo.
— Mañana no querré
despertarme.
Sonrió.
—Tampoco yo.
— Feliz cumpleaños — le dije con una
sonrisa.
— Eres un
amor.
La palabra de cuatro letras, me ponía
nerviosa.
— Te extrañé.
— Yo más — acarició mi mejilla —
Quería decirte algo.
— Dime.
— Mi mamá me organizó una comida para
el sábado y quiero que vayas conmigo.
Estoy segura que mi mirada
cambió.
— Pero…
— No te preocupes, te presentaré como
una amiga.
— Sebas…
— Por favor— suspiró — No veo mucho a
mis padres y me gustaría que fueras.
Aquello era mucha
presión.
— Pero Nicole…
— Que venga con nosotros, es una
reunión familiar.
No iba a poder
negarme.
— Sebas, es
que…
Su mirada
cambió.
— No te preocupes, si no quieres no
pasa nada.
Odiaba ser una maldita con
él.
— De acuerdo,
vamos.
— No, no es
obligatorio.
— Quiero acompañarte, enserio, sólo me
gustaría que… — suspiré — ¿Será mucha
gente?
— Mis papás, mi hermana y algunas
tías.
Vaya, eso era mucha
gente.
— Bueno, está
bien.
— ¿Segura?
— Si, enserio— sonreí — será
divertido.
— Bueno, le diré a mi mamá que llevaré
una amiga.
— Gracias.
Asistir a aquella reunión me ponía
nerviosa. Nunca había tenido buenas experiencias con las madres de
los tipos que llegaba a salir y realmente, no quería que se
repitiera de nuevo. Sin embargo, Sebastián era un amor, no
podía negarme.
Me daba miedo saber que con aquella
reunión, la relación o lo que sea que tuviéramos, se volvía
cada vez más serio.
Nicole estaba emocionada, desde el
momento en que le dije que iríamos a una reunión por el cumpleaños
de Sebas no paró de esperar el día.
Al siguiente día Sebastián iría a
trabajar y estaría en casa descansando un poco, no lo culpaba,
todos descansábamos mucho mejor estando en nuestras
casas.
El sábado por la mañana, después de
todas nuestras actividades nos comenzamos a
arreglar.
Quería usar un vestido bonito, casual
y elegante al mismo tiempo. No quería llevar mucho maquillaje pero
tampoco iba a no cubrir las pecas que tenía en el rostro, las
odiaba.
Nicole quiso usar un vestido de
princesa , dijo que quería verse bonita, incluso se dejó peinar y
eso era algo increíble.
Sebastián nos recogió puntuales, se
veía increíblemente guapo con su traje y los lentes negros. Nunca
un hombre con la cabeza casi rapada , me había parecido tan
sexy.
— Que guapo…
Me dio un
beso.
— Luces
hermosa.
— Me bañé, no todos los días conozco a
la mamá de un hombre tan sensual.
Sonrió.
Nicole bajó y corrió a
abrazarlo.
— Una hermosa princesa… — la cargó —
es un vestido muy bonito.
Sonrió.
— ¿Vamos a ir con tu
mamá?
— Si ¿Te gusta la
idea?
Asintió.
— Compré una botella de vino para
llevarla — le dije.
— No te hubieras
molestado.
— Me da vergüenza llegar con las manos
vacías — sonreí— Voy por ella. No tardo.
Salí con la botella en manos. Nicole
ya estaba sentada en la parte de atrás con el cinturón
ajustado.
Sebas me abrió la puerta y cargué la
botella, mientras ponía nuestros abrigos en el asiento de
atrás.
Codujo para salir de la
ciudad.
— ¿Puedo poner música?
—pregunté.
— Claro , muévele ahí— dijo señalando
el radio.
Sebastián escuchaba música
diferente a la mía, así que decidí poner la radio para que Nicole
no se aburriera.
Después de algunas canciones que
Nicole cantó a todo pulmón y nos hizo reír bastante, comenzó
a sonar una canción más tranquila.
¨ Sé que puedo hacerte muy
feliz
sé de tu
miedo,
pero ven aquí.
Dame tu mano
así,
cierra los ojos
y
siente que puedes confiar en
mí.
Quiero una vida nueva
contigo.
Quiero volver a
aprender,
a besar , a confiar ,
acariciarte
como la primera vez…
¨
Sebastián tomó mi
mano.
Lo miré pues mientras escuchaba mi
mirada se perdió.
Me sonrió y subió el
volumen.
Tal vez no era fan de Río Roma pero sé
bien que no se perdió una sola palabra.
Aquella canción decía muchas cosas que
Sebastián sentía, sin embargo, no las decía pues no quería
presionarme.
No dijo nada al respecto, no era
necesario.
Después de conducir por casi dos
horas, llegamos a una unidad habitacional bastante bonita y
tranquila pues el paso de los autos era
poco.
El guardia en la entrada preguntó
sobre el motivo de nuestra visita, después nos pidió que dejáramos
una identificación.
— Mucha seguridad— le
dije.
— Viven muchos militares. No debería
entrar cualquier persona pues ellos esperan que su familia esté a
salvo mientras hacen cosas por el país.
— ¿Tu papá es
militar?
— Lo era, está retirado — me miró —
¿No lo sabías?
— Creo que tenemos problemas de
comunicación con respecto a nuestro origen.
— No me importa ni tu pasado ni tu
origen — me miró — me importa lo que pasa
ahorita.
Bastante
directo.
Detuvo el auto al frente de una bonita
casa de dos plantas.
Se bajó del auto y me ayudó a bajar,
después a Nicole y caminamos hacia la puerta. Tocó el timbre y no
tardaron en abrirnos.
— ¡Sebas! — dijo una mujer mayor con
mucha emoción.
Lo abrazó y besó su
mejilla.
— ¿Cómo estás ,
mamá?
— Bien,
cariño.
— ¿Tú eres su mamá?— preguntó Nicole a
quien yo tenía agarrada.
— Si — dijo sonriendo — ¿Tú quién eres
, hermosa?
Sebastián sonrió y cargó a
Nicole.
— Me llamo
Nicole.
— Un nombre muy bonito para una niña
muy bonita.
Nicole sonrió.
— Mira , mamá— me miró — Ella es
Dinna.
— Mucho gusto — dije al besar su
mejilla.
— Gabriela Villanueva — dijo sonriendo
— Un placer.
— El placer es
mío.
— Y ella es Nicole, es la hija de
Dinna — dijo Sebas.
— Una preciosidad — acarició su
mejilla — pero pasen, no se queden ahí.
— Gracias — entramos — Trajimos
una botella de vino — dije.
— No se hubieran molestado pero
gracias.
Caminamos hacia la estancia, ahí ya
estaban algunas mujeres.
— Buenas tardes — dijimos al
entrar.
— Buenas tardes— respondieron a
coro.
— Tías, les presento a Dinna y a
Nicole.
Las mujeres saludaron y yo sentí
nervios al volvernos el centro de atención.
— Tomen asiento — dijo la madre de
Sebastián.
— ¿Y papá?
— Está arriba, ya no debe tardar en
bajar — escuchamos un par de pasos — Ahí
viene.
Sebastián cargó a Nicole y tomó mi
mano.
Caminamos hacia las
escaleras.
Un hombre alto de la misma complexión
que Sebastián bajaba por las escaleras. Su cabello era casi blanco
pero tenía una bonita sonrisa también.
— Llegaste a buena hora — le dijo al
estar frente a nosotros.
Sebastián lo abrazó a pesar de llevar
a Nicol en brazos.
— Si, nos
apresuramos.
— ¿Quién es esta belleza? — preguntó
dirigiéndose a Nicole.
— Me llamo Nicky ¿Tú quien
eres?
— Yo soy Andrés, señorita — estrechó
su mano — mucho gusto.
Nicole se acercó y le dio un beso en
la mejilla.
— Mira , papá. Ella es
Dinna…
— Señorita Marshall, un verdadero
placer — dijo al besar mi mano.
Vaya, ahora sabía de quién había
sacado lo caballeroso Sebastián.
— Un placer ,
señor.
— ¿La conoces? — preguntó Sebastián
confundido.
— ¿Cómo no conocerla? — me sonrió —
¿Quién no conoce a la dueña del mejor
equipo?
Reí.
— Ya sé a quien me llevaré el próximo
partido — dije para romper la formalidad.
— ¿Cómo es que no sabía que esta
hermosa mujer, vendría a mi casa?
Sonreí.
— No sabía que la
conocías.
— Es que a su hijo no le gusta el
futbol— interrumpí.
— Siempre ha sido así, no sé qué hice
mal.
Reímos.
— Prefiero los deportes para
hombres.
Le pegué en el
hombro.
— No seas
grosero.
Sebastián abrazó a su papá de
nuevo.
— Pasen, por favor. Tomen
asiento.
Nos acompañó a la estancia y tomamos
asiento en un sillón para tres persona.
De mi bolso saqué la tableta
electrónica y se le entregué a Nicole para que pudiera jugar y no
aburrirse.
— Tu hijo trajo un vino— dijo
Gabriela.
— De hecho Dinna lo escogió. Si sabe
mal, ya saben de quien es la culpa.
Reímos.
Andrés me
miró.
— ¿Cómo es que la dueña de un equipo,
puede tener trato con un hombre al que no le gusta el
futbol?
— Me pregunto lo mismo — miré a
Sebastián — le ayuda ser bonito.
— Debe ser
eso.
— ¿Entonces usted le va
aLa
Sagra?
— Por supuesto — dijo sonriendo — ¿Qué
hay otro?
— Acaba de convertirse en mi persona
favorita.
Reímos.
— Espero ya tenerle más confianza por
la noche, así podré pedirle el autógrafo de Johan
Cissé.
Reí.
— Por supuesto, es un gran amigo mío y
le prometo que le traeré su playera autografiada—miré a Sebastián —
Estará encantado.
Sebastián me miraba
serio.
— No olvidaré esa promesa — dijo el
hombre sonriendo.
— ¿Y mi hermana?— preguntó Sebas para
cambiar el tema. Johan no le agradaba ni siquiera un
poco.
— Llamó y dijo que ya venía de camino.
Venía con Valeria y su hija.
— Tiene mucho que no veo a Valeria, va
a ser bueno verla.
Tocaron el timbre y su padre se
disculpó para abrir la puerta.
Sus tías platicaban entre
ellas.
— Traicionado por tu padre — dije con
burla.
Me mostró la
lengua.
— Graciosa.
Lo abracé.
— Tendré que verlo. No puedo faltar a
mi promesa.
— Ni lo pienses, ese tipo no va a
acercarse a ti.
Reí.
Una pareja entró, nos saludó, después
Andrés y un señor se sentaron cercanos a nosotros y comenzaron a
platicar entre ellos.
Seguimos platicando y después fuimos
participes de una platica con sus tías. Me sentía cómoda, su
familia seguía con sus cosas sin interrogarme y eso era
fantástico.
Mas tarde se escuchó un
claxon.
— Debe ser tu hermana — dijo la madre
de Sebastián.
— Le ayudaré— tomó mi mano e hizo que
me levantara — Vamos, quiero que la
conozcas.
— Si — Nicole estaba bastante
entretenida— Voy a fuera, eh — le
dije.
— Si , mamá — miró al padre de
Sebastián — Yo me espero aquí con él.
— Claro que si, yo te cuido —
respondió Andrés y yo le sonreí.
Afuera, la chica del cabello negro
bajaba del auto y caminaba sonriente hacia nosotros. Abrazó a
Sebastián y algo se dijeron.
— Mira, ella es Dinna — le dijo
Sebastián.
Estreché su
mano.
— Mucho gusto — dijo — Me
alegra conocerte al fin.
— A mí también —
sonreí.
— Ella es la que casi me golpea por tu
culpa — dijo Sebastián.
Le pegué en el
hombro.
— No le hagas caso, la verdad es que
mi hermano es feito y nadie lo había celado antes—me guiñó — por
eso se emociona de contarlo.
— Debe ser eso — reí — No, que
pena.
— Descuida — dijo
sonriendo.
Una chica que bajó del auto también,
se acercó a nosotros con una niña en
brazos.
— Mira, ella es mi mejor amiga
Valeria y su hija Simone.
Estreché su
mano.
— Un gusto, Dinna
Marshall.
— El gusto es mío—
respondió.
— Valeria, que milagro— dijo
Sebastián.
Se abrazaron.
— Tú que no te dejas
ver.
— Mira, Cesar andaba tras los huesitos
de ella.
Rió.
— ¿Enserio?—
pregunté.
— Al que no habla, Dios no lo escucha
— dijo sonriendo — Yo creo pensó que era adivina — dijo la
chica.
Reímos.
— ¿Y Nicole? — preguntó Regina — Muero
por conocer a esa niña.
— Está adentro con mi papá— respondió
Sebas.
— Sebastián habla todo el tiempo de
ella.
Sonreí
enternecida.
— Es un amor — me abrazó — lo quiero
mucho — dije.
Un auto se detuvo y la mirada de
Regina cambió al ver a la mujer que descendía de él. Aquella mujer
rodeó el auto y le abrió la puerta a otra una mujer mayor, supuse
era su madre.
La mujer la tomó del brazo a la más
joven y caminaron hacia nosotros.
— Sebastián — lo abrazó — ¿Cómo
estás?
— Muy bien ¿Y
tú?
— También — nos
sonrió.
Sebastián se acercó a saludar a la
mujer mayor.
— Sebas ¿Y tu madre?— le preguntó la
misma.
— Adentro.
— Iré con ella — nos sonrió — con su
permiso.
— Propio.
La mujer caminó hacia la casa y la más
joven se acercó a saludar a Regina con un beso en la
mejilla.
— ¿Cómo estás? — le
preguntó.
— Bien, gracias — respondió Regina. Al
parecer no le agradaba mucho.
La chica se acercó a
Valeria.
— Hola, Valeria— besó su mejilla —
¿Cómo estás?
— Bien ¿Y tú?
— También ,
gracias.
Se acercó a mí y me
sonrió.
— Hola.
— Perdón, ella es Dinna — dijo
Sebastián al tomar mi mano.
La chica besó mi
mejilla.
— Michelle, mucho
gusto.
— El gusto es mío —
dije.
— Tenía mucho que no te veía — le dijo
a Sebastián.
— El trabajo no me deja
venir.
— Bueno pero hoy tenías que hacerlo,
es tu cumpleaños.
— Si — dijo sonriendo — No sabía que
vendrías.
— No todos los días es tu cumpleaños —
dijo sonriendo.
A esa chica le gustaba Sebastián, no
había duda.
— Gracias.
Nicole salió de la casa junto con
Andrés y al verme corrió.
Sebastián la
cargó.
— Mamá, Andrés me dio un dulce — miró
a la pequeña — Hola ¿Quieres jugar conmigo?
La pequeña Simone asintió y su madre
la bajó al igual que Sebastián a Nicole y volvieron a la casa
corriendo. Ya no se aburriría.
La chica parecía no entender
nada.
— Entren, no se queden ahí — dijo el
padre de Sebastián.
Entre todos cargamos las cosas que
Regina traía y entramos a la casa.
Después de los saludos y una platica
grupal, la madre de Sebastián y Miranda caminaron hacia la
cocina.
— Iré a ver a que le ayudo a tu mamá —
le dije a Sebastián.
— Si ¿Quieres que te
acompañe?
— No, mejor ve a ver a Nicole. No
quiero saber que está haciendo travesuras.
— Ya voy.
Se levantó y caminó hacia la parte
trasera de la casa y yo hacia la cocina.
— ¿Para qué vino? — preguntaba
Regina con desagrado.
Entré.
—¿Puedo ayudarles en
algo?
— Pasa, Dinna — dijo
Regina.
— No seas grosera, Regina. Michelle
nunca te ha hecho nada.
— Y que no se
atreva.
Sonreí.
— Disculpa a Regina, Dinna . Pero
cuando alguien no le cae bien…
— Es que siempre con su carita de
mustia al hablarle a Sebas — dijo Regina.
— Se nota que le encanta tu
hermano.
— ¿Lo ves?— le dijo Regina a su mamá —
No soy la única que lo nota.
— Nunca le ha dicho nada a Sebastián,
además, conoces a tu hermano.
—Bueno, eso si — dijo Regina. Me miró
— No te conozco mucho pero me agradas. Mi hermano se ve mucho más
feliz.
Sonreí.
— Si, se le nota en la mirada — dijo
su madre — Usted, señorita. Lo hace muy feliz y no se diga la
pequeña Nicky.
— Él nos hace muy felices a
nosotras.
— Si, Nicky ya se encargó de contarnos
que se la viven jugando.
Asentí.
Ayudé a poner la mesa , mientras
Regina y Gabriela servían la comida sobre los platos. Minutos
después, llamamos a todos a la mesa. Nicole se sentó en medio de
Sebastián y de mí. A un costado de nosotros se sentó Regina , su
amiga y su hija, seguida de algunas mujeres. La pareja que llegó
después de nosotros se sentó junto a Michelle y su madre, quienes
estaban enfrente de nosotros. Andrés y Gabriela se sentaron en las
orillas de la mesa pues eran los
anfitriones.
Después de una agradable comida y
muchas miradas por parte de Michelle hacia Sebastián comenzaron a
preguntarle a Sebastián sobre su trabajo pues era su cumpleaños y
era el centro de atención.
— Pues si es peligro pero me encanta —
dijo Sebastián.
— No podemos negar que es muy valiente
de tu parte — le dijo Michelle.
— Gracias— respondió
Sebastián.
— Pero debajo de ese tipo rudo con
cara de perro — dijo Regina.
— Regina, esa
boca.
Reímos.
— Es de cariño, mamá — sonrió — decía
que debajo de eso, hay un enorme oso de felpa— me miró— ¿Verdad
Dinna?
Reí.
— Si , eso es verdad. El favorito de
Nicole.
Sebastián tomó mi
mano.
La chica parecía
incómoda.
— ¿Cuántos años tiene?— preguntó
Gabriela.
— Cinco.
— ¿Ya vas a la escuela?— le preguntó a
Nicole.
— Si — respondió Nicole — Yo no
tengo papá pero Sebas va conmigo a el festival del día del padre
¿Verdad ,Migo?
Sebastián
sonrió.
— Si, el festival pasado, les ganamos
a todos— dijo orgulloso.
Nicole
asintió.
—Migo, corre
rápido.
El festival pasado, Nicole no había
querido asistir pues las otras niñas le había dicho que como ella
no tenía papá, no tenía porque ir al
festival.
Nicole había vuelto llorando a casa y
nos platicó, entonces Sebastián se ofreció a acompañarla y éste
aceptó gustosa.
Nicole sabía bien que Sebastián no era
su papá pues sabía que el hombre de las fotos era Nick y era su
padre, sin embargo, Sebastián era lo más cercano a una figura
paterna.
La platica siguió por horas, la verdad
me sentí muy bien pues su familia era muy
agradable.
Mas tarde Regina sacó un pastel y
después de cantarle el ¨ feliz cumpleaños ¨ a Sebastián, les dimos
algunos regalos.
Michelle también le dio un regalo, no
había duda, esa chica estaba fascinada con
él.
Por la noche nos despedimos y
prometimos volver pronto, la había pasado muy bien y no me iba a
ser difícil cumplir con mi promesa.
Nicole se había quedado dormida así
que volvimos sin música.
— ¿La pasaste bien?— me preguntó Sebas
al tomar mi mano.
Conducía.
— Muy bien. Tu familia es muy
agradable.
— Les agradaste
mucho.
— Tu hermana es
fantástica.
— Tenía ganas de
conocerte.
— Yo también — acaricié su mano — No
le agrada Michelle.
— Nunca le ha agradado. Dice que
quiere conmigo y que es una falsa.
— Lo de falsa , no sé. Pero de que le
gustas, le gustas.
Rió.
— Claro que
no.
— Por favor, es obvio. No finjas
que no lo sabes.
Me miró.
— Jamás me ha dicho nada. Además, es
muy joven.
— ¿Cuántos años
tiene?
— No sé, es casi de la edad de mi
hermana… treinta o treinta y dos por mucho.
Hice una
mueca.
— A los hombres de tu edad, les gustan
las chicas jóvenes.
Sonrió.
— Si , me gustas
tú.
Me guiñó y miró al
frente.