9

Cuando Vronski ordenó a sus «tropas» que se retiraran, Ana y Dolly prosiguieron su pequeña gira de inspección, atravesando el amplio prado de Vozdvizhenskoe para dirigirse a una de las pequeñas dependencias, donde Ana había creado un cuarto delicioso para su hija y su Institutriz/D145/II. La sonrosada criatura, con sus cejas y cabello negros, su cuerpecito robusto y su piel tirante y rojiza como la piel de una gallina, cautivó a Daría Alexándrovna, pese a la expresión ceñuda con que la pequeña miró a la extraña. Envidiaba el aspecto saludable de la niña. También la deleitó verla gatear. Ninguno de sus hijos había gateado de esa forma. Cuando depositaron a la pequeña en la alfombra, sujetándole el vestido por detrás, ofrecía una imagen encantadora. Mirando a su alrededor, observando a las personas grandes y adultas como un animalito salvaje con sus ojos negros y luminosos, sonrió, claramente complacida por la admiración que despertaba, y, separando las piernecitas, se apoyó con fuerza sobre los brazos y avanzó un poco, tras lo cual avanzó otro paso con sus bracitos.

Dolly aplaudió de gozo, pero Ana se limitó a entrecerrar los ojos, como si contemplara algo lejano, y dijo de pronto:

—A propósito, ¿sabes que vi a Seriozha? Pero hablaremos de esto más tarde. Aunque no lo creas, me siento como una mendiga hambrienta ante una comida abundante, sin saber por dónde empezar. La comida eres tú, y lo que tengo ante mí son las conversaciones que mantendré contigo que no puedo mantener con nadie más, y no sé qué tema abordar primero. Mais je ne vous ferai grâce de rien.[8] Quiero conversar de todo contigo.

Dolly abrió la boca para responder, pero antes de que pudiera decir algo oyeron un angustioso alarido procedente del exterior, y Ana pasó ante ella como una flecha, seguida por Androide Karenina.

—Pero ¿qué…?

—¡Los alienígenas! —gritó Ana volviéndose—. ¡Nos están atacando!

Cuando Ana y su querida compañera llegaron al prado central, el viejo robot alto y azul llamado Antipodal había caído presa de las feroces garras de uno de los Ilustres Visitantes, que sostenía al pobre, tieso y desvencijado robot sobre su cabeza, sacudiéndolo de un lado a otro.

—¡Lo estrellará contra el suelo! —gritó Ana a Androide Karenina, quien, en su afán de ayudar, emitía furiosos destellos y pitidos.

Lupo salió apresuradamente de detrás del silo, enseñando los dientes, echando a correr hacia el alienígena, seguido por Vronski dentro de Frufrú Dos, que disparaba un fuego graneado para abatir al atacante.

—¡No! —gritó Ana—. ¡Destruirás al robot!

Lupo retrocedió de un salto, gruñendo y emitiendo un sonido sibilante, cuando la gigantesca y afilada garra del alienígena trató de golpearle. El Ilustre Visitante lanzó otro alarido, cuyo áspero sonido rivalizaba con el frenético pitido de alarma a modo de claxon que emitía Antipodal. Daría Alexándrovna, jadeando tras la carrera, se detuvo con prudencia entre Vronski y Ana, mientras todos especulaban sobre lo que sucedería a continuación; otros viejos y destartalados robots aparecieron de todos los rincones del campamento, al tiempo que sus secciones oculares lanzaban unos destellos de angustia al percatarse de la apurada situación de su camarada.

De golpe, Witch Hazel, sin mostrar un ápice de la nerviosa y dispersa energía que Daría había observado antes en ella, se abalanzó sobre el Ilustre Visitante por detrás, asestándole un contundente golpe en el torso. El monstruo alienígena cayó hacia delante, soltando a Antipodal, y aterrizó de bruces sobre el caparazón de Tortoiseshell, que, al igual que Witch Hazel, parecía haberse materializado de la nada con el fin de ayudar a su viejo compañero robot. Androide Karenina se dirigió sobre sus ruedas hacia Antipodal y empezó a examinar las partes dañadas de su revestimiento a fin de realizar las oportunas reparaciones; entre tanto, el dorso de Tortoiseshell se encendió como una estrella en un árbol navideño, y las docenas de ojos del alienígena empezaron a pestañear frenéticamente al tiempo que abría su largo pico y emitía un escalofriante maullido de dolor, pues el robot Categoría III con forma de tortuga se había calentado en un instante hasta alcanzar miles de grados, y abrasaba el cuerpo del Ilustre Visitante.

Daría Alexándrovna estaba estupefacta, y Ana y Vronski se miraron, asombrados de la agilidad y eficacia con que los robots habían abatido al enemigo. Mientras el conde admiraba la habilidad táctica que habían mostrado, Ana Karenina pensó que estos robots, liberados de los dictados inmediatos de las Leyes de Hierro debido a que no tenían amo, en lugar de convertirse en máquinas inservibles, habían comenzado a evolucionar, haciéndose más independientes, más inteligentes y demostrando mayor empatía entre sí. Haciéndose más humanos.

Mientras el alienígena se liberaba de Tortoiseshell y restregaba su abrasada parte inferior con evidentes muestras de dolor, oyeron otro sonido que parecía surgir a través del suelo, una especie de zumbido… o, mejor dicho, una especie de tictac… El alienígena chilló una vez más, sofocando durante unos instantes el nuevo sonido, que enseguida volvió a oírse, más fuerte…

tica tica tica

tica tica tica

ticaticaticaticaticatica

Mientras observaban, de las entrañas de la tierra salió un gigantesco gusano, como una bala disparada por una escopeta al ralentí, y de pronto se irguió sobre ellos una cabeza plana, desprovista de ojos, seguida por un cuerpo mecánico largo, gris y segmentado, de cuyo interior surgía el incesante, mecánico e inquietante ticaticatica

Los robots y los humanos se agruparon aterrorizados, contemplando atónitos la temible máquina

Pero en lugar de quedarse mirándolo, el Ilustre Visitante echó a correr hacia el prodigioso gusano, como impulsado por su instinto, avanzando sobre sus tres enormes patas traseras semejantes a las de un lagarto, y saltó sobre el dorso de la bestia.

Sus sonidos se unieron en una horripilante sinfonía: tica tica tica ALARIDO … tica tica tica ALARIDO… tica tica tica ALARIDO

El alienígena, montado a horcajadas sobre el gusano-robot como un oficial de caballería, lanzó un último grito de guerra y espoleó a su montura con su nudosa rodilla de reptil. Cuando el gusano contrajo su cuerpo articulado y se alzó rápidamente, a Vronski se le ocurrió un angustioso pensamiento: Vendrán a por nosotros de tres formas, recordó. Ésta era, por tanto, la segunda forma: estos robots parecidos a gusanos también eran unos alienígenas, enviados para servir y proteger a los temibles lagartos-hombre.

La sinuosa máquina, junto con su jinete, se arqueó suavemente sobre las cabezas de los atónitos habitantes de Vozdvizhenskoe, tras lo cual desapareció por un nuevo agujero en la tierra.

—San Pedro misericordioso —dijo Dolly, y cayó desmayada al suelo.

Cuando recobró el conocimiento, estaba dentro de la casa, y el conde Vronski se hallaba a su lado, sonriendo. Le informó de que Antipodal estaba en manos de Androide Karenina, que lo estaba restaurando y reanimando lentamente; que Lupo, con sus poderosos sensores olfativos, estaba explorando el recinto del campamento en busca de más madrigueras de los gusanos. Daría Alexándrovna se mostró interesada en todo. Le gustaba todo lo referente a Vozdvizhenskoe más de lo que había supuesto, pero ante todo le gustaba Vronski, con su entusiasmo natural y espontáneo. Sí, es un buen hombre, muy agradable, pensó en varias ocasiones, sin oír lo que le decía, pero observándolo y estudiando su expresión, al tiempo que se colocaba mentalmente en el lugar de Ana. El conde le complacía tanto, con el afanoso interés que mostraba, que comprendía que Ana estuviera enamorada de él.

Androide Karenina
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