CAPÍTULO 16
LA LLEGADA INESPERADA
Los soldados estaban desembarcando en la playa, cuando los vigilantes detectaron que aproximaba un barco. Los alemanes sabían que el único barco que había en la Tierra Hueca, además de los dos que ellos llevaban, era el que se había quedado en la base. Los nazis no sabían nada de la base desde hacía casi cuarenta y ocho horas. Por eso, cuando avistaron el barco, fueron conscientes que había algún problema.
El comandante von Manstein mandó un aviso por radio al buque para que no se aproximara a ellos a una distancia menor de la de tiro. Después pensaba mandar unas lanchas para examinar el barco y comprobar que todo estaba bien, ya que desde el buque tampoco recibían respuesta a sus mensajes.
El barco se detuvo a la distancia ordenada y el comandante creyó que posiblemente todo aquello tenía una explicación. Mandó dos lanchas con una veintena de hombres y dos oficiales, para que subieran a bordo.
Las lanchas se acercaron a toda velocidad hasta el buque, fueron hasta su popa y esperaron que los tripulantes les lanzaran las escalas. Unos segundos después, ya estaban subiendo a bordo. Los dos oficiales se sorprendieron al no ver a nadie en cubierta. Desenfundaron sus armas y se dirigieron hasta el puesto de mando, pero apenas habían comenzado a moverse, cuando las ametralladoras fijas de la popa comenzaron a disparar contra ellos. En unos segundos, todos los soldados enviados por el comandante yacían muertos sobre la cubierta.
En ese momento Agatha ordenó desde el puesto de mando, que el barco pusiera sus motores a toda máquina y se lanzara contra el buque que capitaneaba la expedición.
El comandante escuchó el eco de las balas de las ametralladoras y pidió a sus hombres que se pusieran en alerta máxima, pero tenía dos problemas. La mayor parte de los soldados estaban en las playas esperando sus órdenes. Además los barcos estaban de popa, pero la mayor parte de sus cañones y armas ofensivas estaban en la proa. El comandante sabía que era imposible que sus barcos giraran antes de que les alcanzara el otro buque.
Von Manstein ordenó a la sala de calderas que pusiera los motores a toda máquina, después mandó que se armara a todos los cañones y envió a un gran número de soldados con ametralladoras de posición, para contratacar al buque, que se precipitaba a toda velocidad sobre ellos.
Cuando el suboficial comunicó a Agatha, que los otros buques estaban a tiro esta ordenó fuego. Los cañones empezaron a disparar contra los buques, pero los primeros proyectiles cayeron a pocos metros de los navíos, sin dañarlos.
Unos segundos más tarde, los proyectiles comenzaron a impactar en los navíos. El estruendo de los disparos se confundía con el humo y el fuego que empezaban a producir los primeros daños. Muchos soldados salían despedidos de la cubierta y otros caían abatidos por las ametralladoras.
Desde la cima del volcán, Arthur observaba la escena. Estaba algo sorprendido al principio. Pensó que los alemanes se estaban peleando entre ellos, pero después imaginó que los británicos estaban realizando algún tipo de ataque sorpresa.
Arthur mandó a los indígenas que comenzaran un asalto contra uno de los grupos de soldados que estaban en la playa. Sabía que un segundo frente terminaría por desbaratar a las fuerzas enemigas.
Cuando los soldados vieron acercarse a los salvajes no supieron cómo reaccionar, la cadena de mandos estaba rota y la mayoría dejó las armas pesadas y se dirigió corriendo hacia las barcazas que les habían acercado a tierra.
El comandante estaba furioso. Sus buques no podían responder al fuego del otro barco, pero al estar girando, tampoco podían apoyar a los soldados en tierra. Además el barco capitán en el que se encontraba comenzaba a estar seriamente dañado.
Berg actuó con astucia. Tomó una de las lanchas y se dirigió al otro barco, que parecía girar más rápidamente y se mantenía prácticamente intacto. Subió rápidamente a la cubierta y asumió el mando de la nave. Primero ordenó que el barco se apartara del otro. Prefería que el barco capitán y el capturado por los enemigos se destruyeran mutuamente, ya se haría él con el control de la situación más tarde. Después comenzó a girar la nave, para poder atacar la popa del barco enemigo más adelante.
Agatha se dio cuenta de la intención del buque que se alejaba, pero su plan era terminar primero con el navío capitán.
Los cañones del barco capitán comenzaron a disparar y dañaron la proa del buque enemigo. Estaban tan cerca, que en unos minutos, los dos barcos quedaron inutilizados, hasta que el barco capitán comenzó a hundirse lentamente.
Berg sonrió desde la cabina del piloto. Aunque lo que realmente le hizo sentirse feliz fue comprobar que la que dirigía la operación contra ellos era Agatha. El destino le había regalado un arma mortífera contra Arthur y que le hacía tremendamente débil, el amor que sentía por aquella mujer.