CAPÍTULO 21
REVOLUCIÓN
Los habitantes de la hermosa ciudad recibieron a los alemanes como a un ejército de liberación. Posiblemente algunos temían el ataque de los jóvenes y por eso la llegada de soldados aliados, parecía ser la solución a todos sus problemas.
Los oficiales nazis y su escolta personal se instalaron en uno de los palacios cercano a la sede de gobierno. Berg encargó a dos hombres que evaluaran los lugares estratégicos de la ciudad, para ocuparlos aquella misma noche.
El profesor alemán se sentía eufórico, ahora tenía su pequeño reino. Un lugar en el que cada uno de sus deseos sería satisfecho. Ahora demostraría a Arthur quién era el verdadero descubridor y conquistador de la Tierra Hueca, además le quitaría lo que más amaba, a la bella e inteligente Agatha.
El plan de Klaus Berg era sencillo. Aquella primera noche organizaría una cena con todos los jefes del ejército y los representantes de la ciudad, para tenderles una trampa.
Antes de que comenzara la velada, Berg acudió a la habitación de Agatha. La mujer estaba vigilada en todo momento por dos mujeres soldado, pero además sabía que si huía, él mataría a Arthur.
—Querida Agatha estás bellísima. Creo que este traje de noche es aún más bello que el otro —dijo el profesor alemán, mientras observaba el bellísimo traje negro.
La mujer le miró con indiferencia, mientras él la examinaba detenidamente, comiéndola con los ojos.
—Serás el centro de la fiesta esta noche. Seguro que estos seres no han visto algo tan bello jamás. Eres mi mejor trofeo —dijo Berg.
—Acabemos con esto cuanto antes —dijo Agatha con su mirada fija en la mirada del alemán.
Él la aferró por la espalda y tiró de su cabello hasta que ella gritó de dolor. Después la besó, ella se resistió al principio, pero después cedió por temor a que le pudiera hacer daño a Arthur. Ya encontraría la forma de escapar, pensó mientras intentaba desligarse de su cuerpo.
Unos minutos más tarde Agatha y el profesor Berg entraron en el amplio salón. Los comensales estaban de pie ante una inmensa mesa adornada y cubierta por ricos manjares. A un lado se encontraban los oficiales alemanes, al otro los jefes intraterrestre y en el fondo el Chambelán.
Cuando llegó Berg y Agatha todos esperaron a que la mujer se sentara, después comenzó la cena.
En un rincón de la sala una pequeña orquesta amenizaba la velada. El sonido de las notas del compositor alemán Richar Wagner inundaba el salón, creando un ambiente mágico, casi irreal.
Agatha sonreía, pero su mirada parecía ausente, mientras los dos grupos hablaban amigablemente.
Cuando llegó la media noches, Berg se puso en pie y levantó la copa. Era la señal convenida. Diez soldados entraron con sus armas y comenzaron a disparar a los intraterrestres, asesinando a todos menos al Chambelán.
—¡Malditos extranjeros! ¡No escaparán vivos de esta! —gritó el Chambelán, que aún no se creía lo que había sucedido.
—¡Apresadle! —ordenó Berg.
Al mismo tiempo, los nazis ocuparon los principales lugares de la ciudad. El pequeño ejército de Klaus Berg se había hecho en pocas horas con la ciudad de sus aliados y ahora esperaba someterlos completamente a su voluntad.
Tras el final violento de la velada, Berg se sentía tan satisfecho por cómo se había desarrollado su plan que quiso celebrarlo con Agatha a solas. Por eso la llevó hasta su gran habitación y dispuso que prepararan el champán que el comandante había traído desde Francia y que Berg había descubierto en el barco.
—Querida Agatha. ¿Te das cuenta? Juntos podemos ser los reyes de este mundo. Crearemos una nueva raza de hombres superior y dominaremos el planeta —dijo Berg mientras le pasaba una copa a la mujer.
Ella había meditado largamente cómo podía deshacerse de él. Al principio creía que lo mejor era escapar, pero sabía que él no descansaría hasta encontrarlos. La única manera de vencer a un monstruo es combatiéndolo, pensó la mujer mientras el alemán volvía a estrecharla entre sus brazos.