31 Explicaciones
Aparco el coche dentro de la finca de mis padres.
Me ha costado un infierno dejar a Abril en casa, separarme de ella cuando nos queda tan poco tiempo juntos, pero no puedo pasar de mi familia; me repito una y otra vez que solo serán unas horas.
Entro directamente por la puerta de la cocina; allí mi madre, Sergio y Dani están preparando los platos del aperitivo.
—Hola, cariño —me saluda mi madre, la abrazo y le doy un beso, noto que está algo tensa—. Tu padre te está esperando en el despacho, quiere hablar contigo un momento.
—Vale, ahora voy.
Cuando saludo a mi hermano me pone cara de circunstancias, recordándome a cuando éramos pequeños, ¿me he metido en un lío? Luego le doy un beso a Dani.
—Saben lo de Abril —murmura rápido en mi oído.
La miro extrañado, por un momento pienso en preguntarle algo a mi madre, pero me doy cuenta de que pondría en evidencia el chivatazo de Dani, así que me dirijo directamente al despacho. No entiendo nada. ¿Saben lo de Abril? ¿Cómo? ¿Y a qué viene todas estas formalidades?
Mi padre está sentado tras la mesa de su despacho ojeando unos papeles.
—Hola, Robert.
Se levanta y me da un frío beso.
—¿Qué pasa, papá? —pregunto preocupado.
—Mira esto. —Me entrega una revista abierta.
Es una foto de Abril y mía besándonos en la fiesta de la playa. Durante un segundo, soy capaz de darme cuenta de lo hermosa que es la imagen de Abril entre mis brazos, de la pasión que desprende, pero enseguida la angustia de la realidad borra cualquier otra sensación, no puedo imaginar lo que hará Abril cuando la vea..., o en realidad sí que puedo, va a entrar en pánico.
—Joder... —mascullo por lo bajo. Tengo que volver a casa, tengo que hablar con ella.
—Hijo, ¿en qué estabais pensando?
—Lo siento papá, tengo que irme —respondo, saliendo del despacho con la revista en la mano.
—¿Qué? ¡No! espera un momento, Robert....
Él me sigue hasta la cocina.
—Mamá, lo siento muchísimo pero no puedo quedarme —me disculpo, dándole un beso.
—¿Dónde crees que vas? —pregunta mi padre.
Todos me miran; Dani parece realmente preocupada, mi madre tiene el rostro cargado de preguntas y mi padre parece enfadado. ¿Cómo les explico que tengo que ir con Abril? Ella me necesita, no tengo tiempo para esto.
—¿Te has enrollado con mi secretaria? —suelta de pronto mi padre, enfadado.
Lo miro incrédulo. Él acaba de enseñarme la revista, no puede estar más claro, ¿no? ¿En serio está enfadado por eso? Ni que fuéramos unos niños.
—Sí —respondo sin más, aguantándome las ganas de enseñarle la foto que todavía tengo en mis manos.
—Querría hablar de esto en el despacho.
—¿Hablar de qué, papá?
Me mira molesto por mi actitud, como si no me entendiera, supongo que exactamente como lo estoy haciendo yo.
—Acompáñame un momento al despacho, por favor —insiste, y sin esperar respuesta vuelve para dentro.
Me vuelvo hacia mi madre, que me observa angustiada.
—Tengo que irme —repito, dolido por el talante de mi padre, pero sin ser capaz de marcharme dejándolo con la palabra en la boca.
—Habla con él, solo es un momento Robert, está muy disgustado. Habla con él y luego te marchas.
Dani se acerca y apoya una mano en mi hombro.
—Sandra está con ella.
—Entonces, ¿ya sabe lo de la foto? —Ella asiente con la cabeza.
—Sandra ha ido a su casa para decírselo, hemos estado intentado localizaros desde ayer. —Suspiro algo aliviado, al menos no está sola.
Mi madre sigue nuestra conversación, su rostro refleja la sorpresa por lo que está escuchando, pero no hace preguntas.
Saco mi móvil del bolsillo, dándome cuenta de que todavía continúa en silencio. Miro las llamadas para comprobar que no haya ninguna de ella.
De camino al despacho de mi padre voy escribiendo un WhatsApp:
Me quedo con las ganas de decirle que no hay nada por lo que disculparse, pero ya estoy otra vez delante del despacho de mi padre, cuanto antes hablemos, antes podré marcharme. Creo que jamás me había sentido tan frustrado.
—No entiendo cuál es el problema —protesto, tal como entro. Estoy tan enfadado porque me retenga aquí cuando lo que quiero es salir corriendo.
Él está sentado en su sillón, tras el escritorio, yo me quedo de pie al lado de la puerta. Me mira sorprendido, parece dolido por mis palabras.
—Tú no ves problemas en ninguna parte, ¿verdad? —replica con desdén—. Ayer por la tarde, cuando tu madre trajo la dichosa revista, estábamos tomando el té con Francesc Burdon y su esposa. ¿Puedes imaginar la cara que se me quedó cuando vi a mi hijo y a mi secretaria besándose en una revista? ¿La cara que puso Francesc cuando os reconoció?
—Siento mucho haberte avergonzado delante de tu socio por besar a una chica —alego con sarcasmo—, pero creo que Abril y yo somos bastante mayorcitos como para tener que ir dando explicaciones.
La cara de mi padre se pone del color de la grana. La última vez que lo vi así fue cuando me cargué la luna de su mercedes con una pelota, hace ya unos cuantos años.
—Llegas, después de dos años de orgías en la India, y te lías con mi secretaria, una mujer intachable hasta el momento. ¿Y no tengo derecho a pedirte explicaciones? —me reprocha levantando la voz, luego respira hondo y añade en un tono más calmado, aunque igual de indignado—: ¿En serio no había ninguna chiquilla de tu edad para divertirte? ¿O es que te daba morbo liarte con mi secretaria, con alguien mayor? Lo que no logro comprender es cómo una mujer como Abril, que ha sido tan discreta con su vida personal durante todos estos años, ha podido perder la cabeza de esta manera por un calentón en la playa.
—Cuidado, papá —le advierto, furibundo—. No te voy a permitir que le faltes al respeto a ella.
—A mí me parece que eres tú quien le ha faltado al respeto, a ella como mujer y a mí como padre.
—¿Qué es lo que te sabe mal, papá? ¿Qué ella salga besándose en una revista o que sea conmigo?
Esto —le digo, levantando la revista— es su vida privada. Ni tú, ni el señor Burdon tenéis nada que decir.
—¿Vida privada? Salir en las páginas centrales de una revista nacional no me parece muy privado que digamos. ¿Sabes a qué va a tener que enfrentarse el lunes? ¡Seremos la comidilla de todos! ¿Qué crees que pensarán de ella cuando vean la fotografía? ¿Cuándo sepan que mi secretaria se ha liado con mi hijo pequeño? Y todos sabrán que eres tú, no lo dudes, y conocen a la perfección el tipo de vida que predicas y por lo tanto, a lo que has arrastrado a Abril. La semana que viene me reunía con la junta directiva para proponerla para un ascenso, ahora, con esto, ¿cómo voy a plantearlo siquiera? No tienes ni idea del daño que puede llegar a hacerle esto, tanto personal, como profesionalmente.
—No entiendo por qué la vida privada de Abril ha de afectar a su trabajo —replico, pero mi enfado va disminuyendo a la par que comprendo lo que esto va a significar para ella.
—Esto no es la comuna hippie esa donde vives. En el mundo real, en especial en el financiero, no podemos permitirnos un escándalo como este. La confianza depende en gran medida de tu credibilidad y de ser una persona intachable moralmente. Igual en tu mundo es normal ver a una chica y seducirla para divertirte un rato, pero Abril es una mujer adulta, responsable y con una carrera prometedora.
Ahora pasará a ser la mujer que se lió con el hijo de su jefe, un chiquillo de veintitrés años. La tacharán de promiscua y dejarán de hablar de sus méritos como trabajadora, de su intuición para las inversiones, para comentar su vida "personal" a sus espaldas. Una mujer que tenía una brillante carrera...
Me siento en la silla que hay frente a él, derrumbado. En este momento el cabreo de mi padre —su evidente y recién descubierto desdén por mi estilo de vida, o la forma en que deja entrever que no soy digno de Abril—, me importa bien poco. Mi propio enfado se ha diluido completamente, ahogado en mi miedo por ella. Si mi padre tiene razón, va a tener que enfrentarse a lo que ella tanto temía, y yo no estaré aquí para ayudarla.
—Mira, no se trata de mí —claudico, derrotado—. Siento mucho que no aceptes mi forma de vivir, pero lo único que me preocupa ahora mismo es Abril. Ya no podemos hacer nada para evitar que la gente vea esas fotos, y poco ganamos discutiendo si he manchado su nombre o no. Dime a qué va a tener que enfrentarse y qué puedo hacer para ayudarla, es lo único que me importa.
—Tendrías que haberlo pensado antes, Robert. Ahora ya no queda otra que afrontar las consecuencias. —A pesar del reproche en su voz, parece calmarse también.
—Ayúdala, por favor —le suplico—. Échame a mí la bronca que quieras, pero a ella ayúdala.
Mi padre me escruta con la mirada, su rostro refleja ahora confusión, parece estar procesando mis palabras.
—Realmente te preocupa lo que le pase a ella.
—Es lo único que me preocupa. No he arrastrado a Abril a mi estilo de vida, papá; ella me ha llevado al suyo. Estoy enamorado de ella, y me parte el corazón saber que va a tener que enfrentarse a todo esto sin que yo esté aquí para apoyarla. No puedes hacerte una idea de lo frágil que es, tengo tanto miedo de que esto la hunda..., y yo no estaré aquí el lunes para ayudarla, la voy a dejar sola cuando más me necesita. Por favor, siento muchísimo que las cosas hayan salido así, los problemas que puede acarrearte todo esto. Sobra decir que no teníamos ni idea de que pudieran fotografiarnos, Abril no ha dejado de pedirme discreción desde que empezamos con nuestra relación. Nunca he jugado con ella, la respeto y la amo. —Veo claramente reflejadas las emociones de mi padre en su rostro, del enfado pasa a la incredulidad, hasta llegar, con mis últimas palabras, a la sorpresa—. Apelo a ti como padre y al cariño que veo que le tienes a ella; sé su apoyo papá, por favor. No la dejes sola. Cuida de ella por mí hasta que yo vuelva.
Mi padre me mira un largo rato, digiriendo mis palabras lentamente.
—¿Tienes una relación con ella? ¿Sois pareja? —me pregunta casi en voz baja, se detiene en seco y hace la última pregunta con los ojos muy abiertos: —¿Volverás, por ella?
—Tenemos una relación desde el día de la fiesta. Si pudiera, me quedaría aquí ya, como David, pero tengo asuntos importantes que atender en la India, quedarme ahora sería dejar en la estacada a demasiada gente..., pero volveré lo antes que pueda. Sí, volveré por ella.
En el rostro, hasta ahora disgustado de mi padre, se dibuja una sincera sonrisa.
—Verás cuando se lo cuente a tu madre.
Me río por su reacción, sintiendo como la tensión, que no el miedo, se desvanece de mi cuerpo.
—¿Te parece bien, entonces?
—Hijo, no seré yo quien le ponga peros a que mi hijo descarriado se enamore y vuelva a casa, sea de quien sea.
—No tenía ni idea de que te disgustara tanto mi vida.
—¿Acaso hubiera cambiado algo? No me gusta, pero la respeto.
—¿Me ayudarás con Abril?
—Haré lo que pueda, hijo. Te lo prometo. Hablaré con ella el lunes y pensaremos algo que pueda ayudarla a paliar el golpe. Cuidaré de ella por ti, hasta que regreses.
Me levanto de la silla, él lo hace también.
—Ahora tengo que irme con ella. Me ha pedido que te diga que lo siente, saber que estás de nuestro lado la tranquilizará, seguro.
—Dile que encontraremos la manera de arreglarlo.
Lo abrazo, agradecido y aliviado.
—Gracias, papá.
Salgo corriendo del despacho, me encuentro al resto de la familia en el salón. Paso para despedirme de mi madre.
—Mamá, lo siento muchísimo pero no puedo quedarme a comer.
—¿Qué ha pasado? ¿Qué pasa con Abril?
—Mamá, Abril y yo estamos juntos, la quiero y ahora mismo me necesita.
Mi madre me mira un momento, asimilando la información, en un segundo su expresión cambia, sonríe feliz.
—Ve con ella, Robert.
La abrazo fuerte.
—Gracias mamá, siento no habértelo dicho antes.
—Ya hablaremos, ¿pasarás mañana para despedirte?
—Claro, mamá. Nos vemos mañana.
—¡Robert! —me llama Dani.
—¿Sí?
—Dile que la quiero. Siento mucho todo esto, me siento responsable, no sabía lo de vuestra foto.
—Se lo diré. Y no te preocupes, tú no tienes la culpa de nada.
Vuelo en mi coche hasta casa. Subo las escaleras de dos en dos porque no tengo paciencia para esperar al ascensor. Cuando llego a su piso, casi sin aliento, llamo al timbre y espero. Nada. Insisto.
No hay respuesta. ¿Dónde está Abril?
Cojo el teléfono y la llamo. No hay respuesta.
Preocupado, le envío un WhatsApp:
Espero nervioso. Veo como se conecta, pero no contesta hasta el cabo de unos minutos:
Suspiro desesperado, aterrado. Sé que no está bien, quiero estar con ella, ayudarla, pero ¿qué puedo hacer si no quiere verme?
Llega otro mensaje:
Sus palabras son como un puñal en mi corazón.
Me siento en el suelo al lado de la puerta, e intento calmarme; me repito una y otra vez que no puedo hacer nada, que no tengo el poder para cambiar las cosas como son, que preocuparme no solucionará nada; me esfuerzo por relativizar los acontecimientos, por percibir lo insignificante que soy en este universo tan inmenso..., pero no funciona.
—¿Hola?
Una señora mayor pasa por mi lado, va cargada con bolsas de la compra.
—Perdón —digo, levantándome para dejarla pasar.
—¿Eres Robert?
—Sí —respondo, extrañado.
—Abril me ha mandado un mensaje diciéndome que pasarías a buscar su llave.
Entra en su casa, yo espero fuera, regresa al momento y me entrega un llavero del que cuelga un pequeño ratón de peluche.
—Muchas gracias.
—De nada, guapo —contesta con una sonrisa coqueta antes de cerrar la puerta. Consigue hacerme sonreír.
Delante de la puerta de su casa miro la hora, son las dos, faltan seis horas para las ocho. Soy consciente de la tortura que me espera dentro si tengo que esperarla intentando adivinar qué está pasando por su cabeza.
Me planteo volver a casa de mis padres, sobre todo porque es la última oportunidad para estar con ellos, pero con lo nervioso que estoy no me apetece pasar el resto del día respondiendo a sus preguntas.
Tampoco quiero estar solo y comerme la olla...
Envío un mensaje a David, sabiendo que con él estaré bien, que me ayudará a tranquilizarme; además, todavía no he tenido ocasión de explicarle mis planes. Me confirma que está en el ático, suspiro aliviado y me marcho hacia allí.