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Una vez controlada la emergencia inmediata, Kirk, con la cabeza latiéndole, se presentó en la enfermería. Confiaba en que Scott y Spock tendrían las cosas bien dominadas mientras la Enterprise avanzara lentamente hasta entrar en el radio de alcance de la base estelar.

Una vez el doctor McCoy tuvo al capitán dentro de sus dominios, lo retuvo allí con férrea determinación. Puesto que no había ninguna crisis en curso, Kirk decidió quedarse donde estaba durante algún tiempo. Pero su nave era lo primero, así que convocó una sesión informativa junto a la cama.

Scott y Spock llegaron juntos, con Martin y Leonidas pisándoles los talones. Antes de que Kirk tuviera tiempo de dirigirles la palabra a sus oficiales, Leonidas ya estaba hablando. Se encaró con el vulcaniano, y expresó el resentimiento que lo quemaba desde hacía tiempo.

—Capitán, Spock debería de estar bajo arresto y en el calabozo. Una reunión de oficiales ejecutivos difícilmente es el lugar adecuado para un hombre condenado por traición.

El comentario que a continuación hizo Martin sorprendió al primer oficial.

—No estoy de acuerdo. A causa de la presente emergencia, me he visto obligado a trabajar con él. Nunca he conocido a nadie que pudiera manejar una nave tan bien como él. ¡Creo que conoce cosas de la Enterprise que desconoce su propio inventor!

Kirk se dio cuenta de que Martin se había convertido a la causa de Spock. Sus dos primeros oficiales se miraban ferozmente el uno al otro, como dos machos cabríos a punto de embestirse. Su poder de mando resolvió el asunto.

—Esa es una decisión que debo tomar yo, y solamente yo. Spock continuará en libertad. Yo me haré responsable de todos sus actos. No quiero oír una palabra más al respecto. Ahora, quiero un informe de la situación, caballeros.

Scott informó en primer lugar.

—La nave está navegando con una estabilidad sorprendente, capitán. Todo está bajo control. Avanza despacio pero a velocidad constante.

Spock miró por encima del hombro a los dos guardias que habían estado siguiéndolo por toda la nave. Le hacía una cierta gracia la diligencia de Chekov. Tras volverse a mirar a Kirk, le dio su informe.

—Capitán, la Enterprise necesitará reparaciones. Esta es la oportunidad perfecta para actualizar la nave e incorporarle algunos de los elementos más interesantes que he estudiado a bordo de la Halcón de la Luna, así como nuestros propios avances tecnológicos.

Doy por supuesto, ya que usted no ha dado indicios de lo contrario, de que aún desconoce los datos que entré en la computadora de la Enterprise, cuando establecí contacto entre la misma y el integrador de la nave romulana.

—Hemos estudiado toda la información que usted programó sobre Tomarii —protestó Martin.

—Sí, comandante Martin, eso es obvio. Sin embargo, envié una información codificada adicional a través de la salida del integrador. Los datos estructurales y de capacidad armamentística de la Halcón de la Luna, están a nuestra completa disposición dentro de la computadora de la Enterprise, si se los descodifica adecuadamente.

Martin estaba visiblemente perturbado.

—Yo no había advertido ninguna codificación adicional.

—Nadie conoce esas computadoras como Spock, Martin —replicó Kirk, que no tenía intención de criticar las capacidades del oficial científico—. Sospechaba que podría haber dejado un mensaje para nosotros en alguna parte, Spock. Pero le pedí a Uhura que buscara en el lugar equivocado.

Spock parecía complacido.

—Señor Martin, si repasa usted el código romulano se encontrará con que si vuelve al segundo número, luego, en secuencia al quinto, seguido del nueve y así sucesivamente, de cada uno de los números que obtenga tendrá dos órdenes de significado. Me complacerá ayudarlo…

—Eso no será necesario, Spock. Puedo arreglármelas solo.

—Como usted quiera. Si yo no hubiera regresado, podría haber pasado bastante tiempo antes de que la información fuera recuperada.

Martin se excusó y salió.

Kirk reflexionó sobre la escena que se había producido entre Spock y Martin, sin hacer comentarios.

—¿Tiene algo que agregar, Leonidas? —preguntó Kirk.

—No, capitán, nada que no haya dicho ya —respondió el primer oficial, mientras le echaba una mirada áspera a Spock—. Estaré en el puente si me necesita, señor.

—Yo regreso con mis niños, capitán.

Scott salió apresuradamente, ansioso por volver junto a sus motores.

Finalmente, a solas con Spock, Kirk expresó su preocupación.

—¿Y qué hay de usted, Spock? Su regreso ha evitado una guerra, pero la Flota Estelar no pasará por alto su huida de Minos, y sus hazañas como Fuego Negro son bien conocidas. No puedo ni comenzar a imaginarme con qué ojos contemplarán que se haya unido a los romulanos, aunque al final haya regresado. Van a mostrarse muy duros con usted.

Spock no parecía preocupado. El capitán atribuyó su actitud al control vulcaniano, y no a la ausencia de ansiedad.

—No debería estar tan tranquilo respecto a su posición, Spock. Una vez que lo haya devuelto a la Flota Estelar, va a encontrarse en un lío infernal. No puedo mantenerlo indefinidamente a bordo de la Enterprise.

—No crea que no estoy preocupado, capitán.

—Ciertamente, la imitación que hace es muy buena, Spock.

—Fue usted quien dijo que toda la situación parecía errónea. Esa fue la palabra que utilizó, si mis recuerdos son correctos. Le sugiero que confíe en sus instintos humanos.

—¡Erróneo! Esa es la palabra, Spock. ¡Erróneo! —Dejó de hablar y posó sus ojos sobre Spock, a quien miró larga e intensamente.

Fue entonces cuando Kirk supo que las sensaciones que había experimentado en lo más hondo de su ser eran correctas. Casi saltó de la cama.

—¡Usted formaba parte de una estratagema! ¡Por Dios, Spock, usted no es un traidor, después de todo!

Al oír que el capitán levantaba la voz, McCoy entró corriendo en la sala.

—Tranquilícese, Jim. Tiene usted una conmoción cerebral, ¿recuerda? En cualquier caso, ¿a qué se debe tanto alboroto?

—¡Era todo un plan, Bones! ¡Absolutamente todo! —Se repetía Kirk a sí mismo, sin parar; estaba sonriente de alivio y emoción.

—Puede que usted sepa de qué está hablando, Jim, pero yo sigo estando tan confundido como antes.

—Spock no es un traidor. Formaba parte de una estratagema. ¿Es que no se da cuenta?

—Es sencillo, doctor —le explicó Spock—. Cuando la Enterprise fue objeto de aquella explosión, resultó evidente que los medios tortuosos eran los mejores para investigar el ataque. Se decidió que yo actuara como agente doble. Desde el momento mismo en que me marché de la base estelar con Scott, estaba actuando como encargado de una misión especial.

Cuando fui acusado de traición, la Flota Estelar tuvo una oportunidad para utilizar mi condición de proscrito para extirpar a los piratas de Corsario. ¿Qué mejor tapadera podía tener que la de mi condición de convicto, sentenciado a prisión? Era necesario averiguar dónde tenían su base los piratas; su planeta parecía estar en las vecindades de Tomarii, y necesitábamos cualquier indicio que pudiera ayudarnos a solucionar el problema. Mi huida de Minos estaba planeada. Sin duda, no supondrá usted que es tan fácil escapar de una instalación de máxima seguridad de la Flota Estelar.

—Si se hubiera tratado de cualquier otro, menos de usted, Spock… —intervino Kirk—. Pero usted puede escaparse de cualquier parte.

—Eso hizo que la huida fuera mucho más plausible, capitán. No es fácil engañar a Desus. Por supuesto, las condiciones de la prisión ayudaron. Yo no tenía intención de entablar una relación con él. A pesar de todo, no confiaban realmente en mí, y no tenía verdadera libertad de movimiento cuando estaba en Corsario, ni siquiera como Fuego Negro. Yo estaba aguardando la oportunidad de regresar a la Flota Estelar, cuando usted capturó a Fuego Negro.

—Entonces, ¿el rescate que él llevó a cabo no era parte del plan?

—No. Lo que ocurrió a partir de entonces fue completamente imprevisto. No tuve alternativa cuando me llevaron a Romulus. O me unía a ellos, o me mataban. El unirme a ellos me daba la oportunidad de observar sus operaciones. Al hallarme ante la alternativa de morir o entrar al servicio del imperio, decidí convertirme en oficial romulano. Fue entonces cuando descubrí que Desus no era un pirata corriente. Se trataba de un oficial romulano cuya misión era la de obtener, con todo detalle, información acerca de los movimientos y poder de la Flota Estelar. Cuando descubrí que estaban planeando capturar una nave estelar, todavía me faltaba un dato. No habían indicado el momento en el que llevarían a cabo el ataque. Era de vital importancia que permaneciera entre ellos hasta disponer de todos los datos para poder informar a la Flota Estelar. La conclusión satisfactoria del tema tomariiano fue un beneficio añadido, por supuesto.

—Así que me hizo esperar en la zona neutral con el pretexto del acuerdo de paz.

—Sí. La Enterprise me servía en dos sentidos. En primer lugar, mi solicitud de que colocara a la nave en las proximidades de la zona neutral donde sería fácilmente capturada, los dio a los romulanos más razones para confiar en mí. Eso me permitió acceder a la información que me faltaba: cuándo tenían planeado atacar. Y, en segundo, capitán, era la única forma que tenía de escapar del imperio romulano.

Si usted hubiera decidido reparar la nave en lugar de perseguir la posibilidad de un acuerdo de paz, yo no habría tenido forma de marcharme.

Kirk se dio cuenta de la importancia de su decisión.

—Eso habría significado su muerte.

—Sí. En cualquier caso yo le hubiera transmitido la información. Recuerdo cuando un comandante romulano dijo que uno podría ser amigo de sus enemigos dentro de una realidad diferente. Así eran las cosas entre Desus y yo. Al darme su amistad, él arriesgó su vida. Y yo, al cumplir con mi deber para con la Flota Estelar, lo he condenado. Sus alternativas, dadas las costumbres romulanas, son limitadas: la ejecución o el suicidio. Estoy seguro de que se ha decidido por lo segundo. Es lo único que lamento. Lo respetaba y admiraba. Fuimos verdaderamente amigos. En otra realidad… —Spock se volvió de espaldas.

—Realmente quiero creer en todo lo que acaba de contarme, Spock, pero…

—Tiene que comprobarlo con la Flota Estelar, y lo sé, Jim. La decisión de ocultarle a usted mi misión secreta fue difícil. Usted había resultado gravemente herido. Se pensó que lo mejor sería mantener todo el asunto en un secreto muy estricto. Espero que lo comprenda.

—Podría habernos dicho qué era lo que se traía entre manos, Spock —lo regañó McCoy—. Eso nos hubiera ahorrado muchísimas angustias.

—¿Se sentía usted trastornado, doctor?

—Spock alzó una ceja.

—Usted sabe que lo estaba, hijo de Satanás. Esas orejas en punta realmente encajan, ¿sabe? Al igual que ese uniforme romulano.

Kirk se echó hacia atrás para inspeccionar a Spock. —El doctor tiene razón, Spock. Ese uniforme no le queda nada mal.

—Yo preferiría que fuera el de la Flota Estelar, capitán.

Kirk sonrió.

—Creo que podré arreglar eso.

—Lo apreciaré en lo que vale, capitán.

Uhura apareció en la puerta.

—Capitán, tenemos un mensaje de la Flota Estelar.

—¿Por qué no me lo ha transmitido por el intercomunicador, teniente? No era necesario traerlo en mano hasta aquí.

—Sí que lo era, capitán. Doctor McCoy, cierre el intercomunicador para que no lo molesten.

Kirk miró a McCoy, que se encogió de hombros con aspecto avergonzado.

—¿Cuál es el mensaje, teniente?

—Se han retirado todos los cargos contra el comandante Spock. Las explicaciones se darán más tarde. Prepárense para que la operación de remolque comience a las 0800 horas. —Tenía ganas de darle un beso a Spock, pero sabía que eso lo haría sentir violento. En su lugar, lo saludó con una cálida sonrisa—. Bienvenido de vuelta a bordo, señor Spock. Lo hemos echado de menos.