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Sentado en la sala de justicia de la Base Estelar 12, Kirk rememoró otros procesos legales, otras salas de audiencia, y otros oficiales en el lugar de los tres jueces que entraban en aquel momento. Kirk evocó las decisiones adoptadas en aquellas otras ocasiones. La última vista no había salido bien, y él no había comprendido la decisión cuando leyó las actas. Antes de eso, siempre habían sido favorables. Intentó convencerse de que aquella vez el veredicto también sería favorable.
Una puerta emplazada a un lado de los jueces se abrió, y él contempló a Spock y Scott, que entraron acompañados por dos oficiales de seguridad de la Flota Estelar. Tenían un aspecto estirado y formal con sus uniformes de reglamento. El alguacil ordenó que la sala se pusiera de pie al entrar los oficiales que la presidirían. Todos los ojos se volvieron hacia el hombre alto y distinguido que ocupó el asiento del centro del estrado.
Kirk no había dejado de repasar los historiales de los oficiales que juzgarían los casos de los oficiales de la Enterprise. El comodoro Pierce tenía reputación de ser justo pero severo. A la izquierda de Pierce estaba sentado el comodoro Kingston Clark, una figura que McCoy conocía de la vista anterior. A la derecha de Pierce estaba el capitán de la flota Iko Tomako, un hombre que tenía reputación de ser extremadamente conservador.
Kirk no estaba demasiado preocupado por el resultado del proceso. «No realmente», pensó, apartando de sí un instante de ansiedad.
Spock, imperturbable como siempre, no daba muestras de preocupación; en opinión de Kirk parecía casi demasiado confiado. Scott estaba sentado con el cuerpo rígido, junto a Spock, tamborileando nerviosamente con los dedos sobre el brazo del asiento.
Cuando la sala estuvo en silencio y todo el mundo sentado, Pierce dirigió la palabra a la sala.
—El consejo de guerra general que juzgará al comandante Spock y al teniente comandante Montgomery Scott abre ahora la sesión. ¿Está la defensa preparada para presentar su caso?
Una mujer atractiva que estaba sentada detrás de los acusados se levantó y respondió.
—La defensa está preparada, señor. Ellen Janest, defensora del teniente comandante Scott.
Todos los ojos se posaron sobre Spock cuando éste se puso de pie.
—Yo he decidido renunciar a ser defendido, señor.
Pierce frunció el entrecejo.
—Que conste en acta.
—¿Renuncia a ser defendido? —le susurró Kirk a McCoy—. ¿Por qué haría eso Spock?
McCoy meneó la cabeza.
—¿Por qué no insistiría Clark en que fuera defendido? —Kirk murmuró con tono de desaprobación—. Debería tener un representante legal profesional.
Pierce continuó.
—Los cargos contra el teniente comandante Scott son deserción y robo de una nave de la Flota Estelar. ¿Cómo se declara, teniente comandante Scott?
Scott se puso de pie junto a su defensora y se dirigió al tribunal.
—Inocente.
—Los cargos contra el comandante Spock son traición, deserción y robo de una nave de la Flota Estelar. ¿Cómo se declara, comandante?
El vulcaniano se levantó, se encaró con el juez, y le dio su respuesta en un tono de voz completamente controlado.
—Culpable.
A Kirk le resultó difícil controlar la frustración que sentía. Tocó con el codo a McCoy.
—Primero rechaza ser defendido —le murmuró—, y ahora se declara culpable. Bones, ¿sabe qué es lo que se le ha metido dentro a Spock? ¡No me gusta el cariz que está tomando todo esto!
El médico estaba estudiando a Spock con ojos profesionales. Se sentía tan confundido como Kirk.
—Yo mismo estoy intentando comprenderlo. Quizá tiene algo guardado en su manga vulcaniana.
—Le aseguro que espero que así sea —replicó Kirk.
—Este tribunal, con el fin de ser justo, ha decidido examinar cada caso por separado. Comenzaremos con el caso del teniente comandante Scott. El comodoro Bragg se hará cargo de la acusación.
Bragg, un hombre de estatura baja y voz de timbre agudo, procedió de inmediato.
—Teniente comandante Scott, el día de la fecha estelar 5505.6, ¿se apoderó usted, sin la autorización pertinente, de la nave U.S.S. Raven?
El proceso continuó de forma tranquila. A medida que Kirk escuchaba las declaraciones de los testigos, se daba cuenta de que aumentaban los puntos a favor de Scott. Janest era extremadamente competente, y la suerte del ingeniero parecía estar en excelentes manos.
Kirk se puso tenso mientras observaba a la mujer que se levantaba de su asiento junto a Scott y se acercaba al tribunal para comenzar con el sumario. Era una de las mejores abogadas de la Flota Estelar, y su belleza y compostura sencillas aumentaban su eficacia.
—Debemos tomar en consideración los motivos y resultados de los actos del teniente comandante Scott. Cuando acompañó al comandante Spock, estaba esencialmente siguiendo órdenes, ya que el comandante Spock era su oficial al mando en aquel momento. La misión que los dos realizaron hasta Tomarii ha tenido consecuencias muy beneficiosas, de las cuales no es la más despreciable el descubrimiento de un cristal de trilitio, una fuente de energía mucho más poderosa y eficaz que el dilitio. Este descubrimiento y el posible tratado con el planeta Paxas, donde fueron hallados dichos cristales, serán algo útil tanto para la Federación como para el pueblo de Paxas. Esos descubrimientos reforzarán nuestros contingentes y nos proporcionarán una base más cercana al imperio klingon, asegurándonos así el disponer de una advertencia avanzada en caso de posibles ataques.
Pero el resultado más importante ha sido el descubrimiento del planeta Tomarii y del extenso imperio tomariiano, del cual no teníamos el más mínimo conocimiento. La amenaza que representa para los planetas pacíficos es enorme, y ahora podrá ser contrarrestada. Si el teniente comandante Scott y el comandante Spock no hubieran tomado esa iniciativa, podríamos habernos encontrado completamente desprevenidos para enfrentarnos con esa nueva amenaza.
Cuando Janest concluyó su argumento, Kirk le hizo a McCoy un gesto de aprobación con la cabeza, y sonrió por primera vez en aquel día.
—Antes de reunirnos para tomar una decisión sobre el caso del teniente comandante Scott —continuó Pierce—, procederemos con el del comandante Spock. —Miró al fiscal—.Comandante Bragg, puede proceder.
Bragg se volvió para encararse con Spock. Se detuvo directamente ante el vulcaniano y comenzó su interrogatorio.
—Comandante Spock, en el día de la fecha estelar 5505.6, ¿abordó usted, sin la autorización pertinente, la nave estelar Raven y abandonó la Base Estelar 12 con destino desconocido sin permiso?
—Sí, señor. Lo hice.
—¿Violó usted la orden de la Flota Estelar 8711KP y estableció contacto con los imperios romulano y klingon, advirtiéndoles del peligro de los tomariianos?
—Sí.
—Tenía pleno conocimiento de que esa acción constituía un acto de traición, ¿no es cierto?
—Tenía pleno conocimiento de la orden contraria a dichos contactos y de las consecuencias de mis actos.
—La acusación llamará ahora a declarar a sus testigos, comandante Spock. Tiene derecho a interrogarlos por usted mismo si así lo desea.
—Estoy al tanto del procedimiento —respondió Spock.
—Comandante Alexander Leonidas, ¿puede subir al estrado?
La computadora resumió el historial de servicio de Leonidas mientras éste se disponía a ocupar el estrado de los testigos. El comodoro Bragg continuó.
—Comandante, en aquel momento usted estaba sirviendo como primer oficial a bordo de la Enterprise, ¿no es así?
—Sí, señor.
—En calidad de tal, ¿aconsejó usted al capitán Kirk sobre los peligros de llevar a la Enterprise al planeta Tomarii con el fin de intentar el rescate?
—Sí, lo hice, señor.
—¿Y aceptó él su consejo?
—No, señor. Pero es prerrogativa suya como oficial superior el tomar la decisión final.
—¿Arriesgó el capitán la nave y a toda su tripulación con el fin de completar el rescate?
—Sí, pero lo consiguió sin ninguna pérdida personal o material.
—Limítese a responder a las preguntas, comandante —le indicó Pierce.
Leonidas asintió con la cabeza.
—¿En qué condiciones encontraron al comandante Spock cuando llegaron al planeta?
El primer oficial miró a Kirk antes de responder.
—Estaba paralítico, señor.
—En su opinión, comandante Leonidas, ¿podría haber cumplido el comandante Spock con esa llamada misión de informar a la Flota Estelar de la amenaza tomariiana, en caso de que no hubiera intervenido la Enterprise?
—No, señor.
—¿Toda esta aventura hubiera sido inútil de no ser por el rescate llevado a cabo por el capitán Kirk?
—Sí, hasta donde yo puedo determinar. Ya hice constar mi opinión, señor.
—Eso es todo, comandante.
Pierce miró a Spock, quien le indicó que no deseaba interrogar al testigo.
A Kirk le hizo falta todo su control para no interrumpir el procedimiento con acaloradas objeciones; lo único que podía hacer era permanecer sentado y esperar.
Acabada su declaración, Leonidas bajó del estrado de los testigos y ocupó un asiento en el fondo de la sala. Al pasar junto al capitán, le ofreció un encogimiento de hombros a modo de disculpa.
—Capitán James T. Kirk, por favor, ocupe el estrado. Kirk avanzó con paso firme.
—Capitán, ¿tuvo que rescatar usted a sus comandantes arriesgando una nave estelar en el intento?
—Los seguí hasta Tomarii, señor; y llevé a cabo un intento de rescate. Pero fue decisión mía el buscarlos. En un mensaje personal dirigido a mí, el señor Spock me pidió de forma específica que no fuera en su busca. La búsqueda y el rescate fueron enteramente responsabilidad mía. No es a mí a quien se está juzgando, caballeros. Mis acciones no afectan para nada al caso de Spock.
—Muy por el contrario, capitán —insistió Bragg—, las acciones de él precipitaron las de usted. Los actos del comandante Spock hicieron que usted pusiera en peligro la Enterprise en beneficio de él.
—Yo no lo expresaría de esa forma. Nosotros fuimos a rescatar a unos miembros de nuestra tripulación que se hallaban en un planeta hostil; es un procedimiento rutinario de la Flota Estelar.
—¿Se trata entonces de un asunto de interpretación, capitán?
—Si así lo prefiere, comodoro. —A Kirk no le gustaba el giro que estaban tomando los acontecimientos—. Me gustaría hacer una declaración.
—¿En defensa del comandante Spock, capitán? —inquirió Pierce.
—Sí, señor.
—Tendrá esa oportunidad mucho más adelante, capitán Kirk, cuando la defensa presente su caso. Prosiga, comodoro Bragg.
—Capitán, ¿no le ordenó usted al comandante Spock que se confinara en su camarote, y no lo abandonó él posteriormente para contactar con los imperios romulano y klingon, cometiendo por tanto un acto de traición?
—Técnicamente, señor, yo le pregunté a Spock si el confinamiento en su camarote sería suficiente, si no recuerdo mal mis palabras exactas. Puede comprobarse en el diario de a bordo. Él estuvo de acuerdo en que era suficiente. Yo di por supuesto que él quería decir que permanecería en su camarote. Mis palabras no fueron precisas.
—El comandante Spock sabía qué era exactamente lo que usted quería decir, y decidió hacer caso omiso de ello. ¿Estoy en lo cierto?
—Podría interpretarse de esa forma —consintió Kirk, de mala gana.
—Capitán, fue usted personalmente quien hizo recluir al comandante Spock en el calabozo tras descubrir que había contactado con los imperios enemigos, ¿no es así?
—Sí. Spock me explicó en ese momento las razones que tenía para realizar ese contacto. Se había aliado con los representantes romulanos y klingon que eran también prisioneros de los tomariianos. Había dado su palabra a uno de los aliados de que si sobrevivía a los demás, advertiría a los imperios de los representantes del peligro que pendía sobre ellos. Cumplió con su palabra. Un vulcaniano está obligado a ello, independientemente de las consecuencias personales que le acarree. En mi opinión, no puso en peligro a la Enterprise.
—Al enviarle un mensaje subespacial a los enemigos, el comandante Spock les proporcionó las coordenadas de la nave. ¿Es eso correcto, capitán?
—Sí, señor. Pero no fuimos atacados a consecuencia de su violación de las medidas de seguridad.
—Eso es irrelevante, capitán. El hecho es que el comandante Spock cometió voluntariamente un acto de traición con pleno conocimiento de las posibles consecuencias de dicho acto. Usted reconoció ese hecho cuando lo hizo encarcelar a bordo de la Enterprise inmediatamente después del incidente. ¿Estoy en lo correcto?
Empujado a una posición en la que se veía forzado a sustentar sus propias acciones, Kirk sólo respondió:
—Sí, señor, lo hice.
—Gracias, capitán —dijo Bragg con tono triunfante—. Una cosa más, capitán Kirk. Hubo otro incidente en el que el comandante Spock se apoderó de una nave de la Flota Estelar, la U.S.S. Enterprise, y puso rumbo a Talos IV, un planeta al que a la Federación se le tiene prohibido el acceso. ¿Recuerda usted aquel incidente, capitán?
—Sí, señor. Pero en aquel caso no se presentó ningún cargo contra el comandante Spock. Él actuó por orden de su anterior capitán, que estaba gravemente herido y podía ser asistido sólo por los talosianos. La Flota Estelar comprendió sus acciones y no se tomaron represalias contra él.
—De todas formas, él se llevó la nave.
Kirk tuvo que reconocerlo.
—Sí, señor, lo hizo.
Pagado de sí mismo, Bragg le dio las gracias al capitán.
—Eso es todo, capitán Kirk. Doctor Leonard McCoy, por favor, ocupe el estrado.
Bragg continuó con la exposición de su caso.
—Doctor McCoy, usted le dio al comandante Spock una orden médica que él decidió desafiar. ¿Es eso correcto?
—Sí —dijo McCoy con firmeza.
—¿Lo advirtió de las posibles consecuencias de sus actos?
—Sí, señor, está todo registrado en mi diario médico.
—¿Es usted de la opinión de que el comandante Spock corrió un riesgo innecesario y tenía pocas posibilidades de llevar a buen fin su aventura?
—Desde el punto de vista médico, tenía pocas posibilidades, señor.
—Cuando encontró usted al señor Spock, ¿cuál era su estado?
—La esquirla de metal que tenía alojada cerca de la columna como resultado de la explosión ocurrida a bordo de la Enterprise, se había desplazado, dejándolo paralítico. También estaba desnutrido y anémico, consecuencia de su confinamiento.
—¿Incapacitado para actuar por el bien de la Federación o de sí mismo, doctor?
—Sí.
Kirk, lleno de frustración, se imaginó una mordaza sobre la boca de McCoy, mientras el doctor continuaba alimentando la causa contra Spock.
—Entonces, ¿su opinión médica es que la aventura del comandante Spock estaba condenada al fracaso a causa de su estado físico?
—Sí.
—Eso es todo, doctor.
—Señor —le dijo McCoy al comodoro Pierce—. Deseo hacer una declaración.
—Más tarde se le dará esa oportunidad, doctor, cuando la defensa presente su caso. ¿Tiene algún otro testigo, comodoro Bragg?
—No, señor, de momento, no.
—Procederemos con la defensa. Comandante Spock, puede usted presentar su caso.
Spock se levantó, y con aire decidido se acercó al tribunal.
—No tengo defensa alguna, señor. Soy técnicamente culpable de los cargos presentados contra mí. Yo fui quien inició toda la aventura. Yo la planeé y acepto toda la responsabilidad por mis acciones. Hice lo que creí mejor para la Flota Estelar. Fue una decisión lógica por mi parte, basada en lo que yo consideré que era una prueba válida. No voy a excusarme y aceptaré la decisión de ustedes sin cuestionarla.
—¿No tiene usted testigos para su defensa, comandante Spock?
—Correcto, señor.
Kirk no pudo controlar su frustración por más tiempo.
Se puso de pie de un salto y habló al tribunal.
—Señor, deseo hacer una declaración en favor de Spock.
—No procede, capitán.
McCoy tiró a Kirk de la manga.
—Siéntese, Jim. No hará ningún bien a nadie perdiendo los estribos.
—Alguien tiene que salir en su defensa.
—Ya lo sé —le susurró McCoy—, pero no creo que haya ni una sola condenada cosa que podamos hacer.
El comodoro Clark les dirigió una mirada de ferocidad; la sala guardó un profundo silencio.
—Se aplaza la sesión —declaró Pierce—. Volveremos a reunirnos mañana a las 0900 horas con una decisión sobre ambos casos. Pueden retirarse.
Spock continuaba siendo la personificación de la calma en el centro de la actividad frenética que rodeó su detención y juicio en la Base Estelar 12. Tanto Kirk como McCoy estaban furiosos con él por no haberse defendido. Ambos permanecían de pie en la celda; no sabían qué decir.
El vulcaniano se negaba a hablar. Pensaba que ya había dicho lo que debía y se negaba a hablar más del asunto. Así que los tres permanecieron sentados y en silencio, en espera de que alguno hablara, pero ninguno lo hizo.
Spock se sintió aliviado cuando ambos se marcharon. Su principal preocupación era Scott; esperaba con todas sus fuerzas que el ingeniero fuese absuelto. En cuanto a sí mismo, aceptaría la decisión que adoptara el tribunal.
La hora cero novecientas se acercaba con demasiada rapidez, o quizá estaba tardando demasiado en llegar, Kirk no estaba muy seguro de cuál de las dos cosas. En cualquiera de los dos casos, no se encaró con mucho entusiasmo con el nuevo día. Llevaba varias horas levantado, paseándose por el camarote que ocupaba en la base. Sopesó las declaraciones, volvió a pensar en el caso, y repitió el proceso mentalmente una vez más. Si él estuviera sentado entre el tribunal de jueces, se vería obligado a declarar culpable a Spock. El caso de Scott no estaba tan claro; podía ser absuelto si el tribunal se mostraba indulgente.
«¿Pero qué sería de Spock?» Kirk contaba con su propia declaración para convencer a los jueces de los caracteres y las habilidades de sus oficiales lo suficiente como para garantizarles al menos unas sentencias suaves. Se sentía vagamente perturbado por la aparente reticencia de la Flota Estelar con respecto al tema de la amenaza tomariiana en sí. Después del informe completo que le había sido presentado a la Flota Estelar, Kirk había esperado órdenes de emprender una misión destinada a incapacitar o contrarrestar la amenaza que aquella civilización remota representaba para la Federación. En aquel momento lo más importante era el resultado del juicio. Jim se puso el uniforme de paseo y se reunió con McCoy para trasladarse a la sala del tribunal.
Cuando llegaron, Spock y Scott, junto con Ellen Janest, ya estaban en sus asientos. El tribunal aún estaba vacío. La sala de justicia estaba llena de rostros conocidos, ya que todos los miembros de la tripulación de la Enterprise que podían estar presentes se encontraban allí.
Los jueces entraron. Kirk intentó leer en sus rostros la decisión que habían tomado, pero los largos años de práctica les habían enseñado a enmascarar sus emociones. Cuando estuvieron sentados, el comodoro Pierce le pidió a Scott que se levantara y se aproximara al tribunal. Fue directamente al asunto.
—Teniente comandante Montgomery Scott, el tribunal lo ha declarado INOCENTE de los cargos y especificaciones presentados contra usted. No obstante, pensamos que se impone algún castigo dado que tomó usted parte en esa arriesgada empresa. El tribunal ordena un año de suspensión de vuelo, tiempo durante el cual enseñará en las instalaciones de la academia de la Base Estelar 3. Además, se le degradará al rango de teniente. Se le ordena presentarse inmediatamente en su nuevo destino. Eso es todo.
Scott suspiró de alivio y sonrió a Kirk. El ingeniero pensaba que un año de suspensión de vuelo era algo tolerable: podría mantenerse al día con las revistas de ingeniería, y la enseñanza podría resultar un interesante cambio durante algún tiempo. El que lo degradaran no le molestaba en lo más mínimo. Había ascendido desde la condición de soldado raso ya una vez, y creía que podía volver a hacerlo antes de su retiro.
Scott regresó a su asiento y estrechó la mano de su muy agradable abogada. Cuando miró a Spock, su contento disminuyó.
De pie y firme, Spock estaba ante el tribunal. El comodoro Pierce se puso de pie para leer el veredicto.
—Comandante Spock, el tribunal lo declara CULPABLE de los cargos.
Kirk dio un respingo al oír aquellas palabras. Vio que los músculos de la espalda de Spock se contraían. Ese fue el único signo que Spock dio de sus sentimientos, y resultó imperceptible para todos excepto para Kirk.
Pierce continuó.
—La sentencia se basa en su propia admisión de culpabilidad, así como en las pruebas presentadas contra usted. Pasará cinco años en el centro correccional y de rehabilitación de Minos. La sentencia se ejecutará de inmediato. Cuando haya cumplido con su sentencia, le quedará prohibida la participación en todas las acciones de la Flota Estelar y el acceso a sus instalaciones.
Cuando lo condujeron fuera de la sala, Spock, que no manifestó expresión alguna, no se volvió ni una sola vez a mirar a su capitán.
Kirk solicitó permiso para hablar con Spock antes de su traslado. Se le concedió, y siguió a los guardias a una pequeña sala de detención.
Cuando entró, uno de los guardias estaba esposándole las manos por delante, con unas esposas que iban unidas a un cinturón que le rodeaba la cintura. Cuando Kirk traspuso la puerta, Spock continuaba teniendo una apariencia demasiado tranquila.
—Eso no es necesario, teniente. Spock no les causará problema ninguno —dijo Kirk, aproximándose al guardia.
—Lo siento, señor. Es el procedimiento reglamentario para los prisioneros en tránsito.
Cerró las esposas, dejando completamente inmóviles los brazos de Spock.
Spock habló con calma.
—Está bien, Jim. Yo acepto la situación.
—¿Puede dejarnos a solas, teniente? —preguntó Kirk.
—No, señor, lo siento.
Pero el guardia respetó el deseo de ambos de hablar a solas, y se marchó al otro extremo de la habitación para concederles a Kirk y Spock un cierto grado de privacidad.
—Spock —comenzó Kirk—, iniciaré un proceso de apelación: la sentencia no ha sido razonable. Podemos conseguir que la modifiquen. Su padre puede ayudarnos. Sin duda, un hombre de su posición puede conseguir que le conmuten la pena. ¡Podría estar de vuelta en la Enterprise mañana mismo!
La actitud de Spock cambió de forma brusca.
—Capitán, le prohíbo terminantemente que contacte con mi padre. Usted no comprende las relaciones de los vulcanianos. Yo no puedo pedirle ayuda a Sarek, y usted no debe hacerlo. Tiene que prometerme que no intentará contactar con él de ninguna manera.
Al ver lo agitado que se ponía Spock ante la mención de su padre, Kirk concedió con voz queda.
—Se lo prometo, Spock. No me pondré en contacto con Sarek si para usted es tan importante que no lo haga. ¡Pero no comprendo su actitud!
—No le pido que comprenda los motivos que tengo, Jim. Pero sí le pido que respete mi decisión y mis actos. Acepte toda la situación de forma realista. Yo he cometido esos delitos de los que se me acusa. Sobreviviré a esos cinco años. No quiero hablar más del asunto. Por favor, Jim. —Intentó tranquilizar a su amigo—. Estaré bien.
Pero Kirk conocía a Spock. Un centro de rehabilitación le resultaría intolerable. Spock también lo sabía.
—Estoy intentando comprender, Spock. Si alguna vez necesita algo, póngase en contacto conmigo: en cualquier momento, en cualquier lugar. Estaré allí para ayudarlo. ¡Recuérdelo!
—Lo lamento, señor —lo interrumpió el guardia—. No puedo permitirle quedarse durante más tiempo.
Las cosas que ambos querían decir realmente quedaron sin ser expresadas. Kirk asintió con la cabeza y Spock fue conducido fuera de la habitación. El vulcaniano se volvió y miró hacia atrás al llegar a la entrada. Con una expresión resuelta en los ojos, miró en lo más hondo de los doloridos ojos de Kirk.
—Larga y próspera vida, amigo mío.
La puerta se cerró y Kirk se quedó solo.