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El sutil equilibrio de poderes que había en Corsario cambió bruscamente con los éxitos de Fuego Negro. De pronto, fueron Spock y Desus quienes se convirtieron en el centro de atención en lugar del engreído Astro. Desde el punto de vista de éste, la actitud de Spock para con las mujeres tuvo un efecto negativo, convirtiendo al vulcaniano en héroe y negando completamente el papel que el otro había jugado en el asunto.
Mientras se hallaba en uno de sus estados anímicos más engrandecedores de su propia persona, Astro alimentó su ira hasta convertirla en un coraje fanfarrón, y se enfrentó con Spock.
—¡Vulcaniano! —Sacó un cuchillo y amenazó con él a Spock.
—Guarde eso, Astro —le contestó Spock—. No quiero ninguna pelea con usted.
—¿Tienes miedo, vulcaniano? Mis hazañas son bien conocidas. Lo que ocurre es que no quieres arriesgarte a que te derrote… ¡cobarde!
—Astro —le advirtió Spock—. Soy perfectamente capaz de partirlo en dos. Es una imprudencia atacarme.
Pero Astro, que ya no tenía más remedio que mantener su imagen, se lanzó contra el vulcaniano con un movimiento repentino. La hoja rozó uno de los hombros de Spock, abrió un tajo en la tela negra y en la misma apareció una pequeña marcha verde. Spock echó un brazo hacia atrás y de un golpe veloz envió a Astro volando por el aire. Los ojos del humillado pirata se entrecerraron convirtiéndose en una línea de ira concentrada, y se levantó de inmediato.
—Aún no he terminado con usted, Spock. Su error fue no unirse a mí. Fue un error que lamentará.
El encolerizado Astro emprendió la acción destinada a librar a Corsario de Spock para siempre. Los espías que Astro tenía en el complejo romulano lo informaron de la siguiente correría que Fuego Negro tenía planeada y, rompiendo todos los juramentos, Astro informó secretamente a la Flota Estelar de los planes de Spock. Sólo les dio la información referente al curso que seguiría la nave Fuego Negro-Equus; dado que no tenía ninguna querella inmediata con Desus, Astro no traicionó al romulano.
Spock, que ignoraba la traición de Astro, se puso en camino para llevar a cabo su nueva correría. Al acercarse su nave a la presa designada para la ocasión, ésta fue fácilmente flanqueada por la nave estelar que estaba al acecho. Spock sabía que no había forma alguna de que el crucero pudiera vencer a la otra nave, más grande y maniobrable, y se rindió de inmediato para gran decepción de toda la tripulación pirata.
—Prepárense para ser abordados —anunció una voz conocida desde la nave estelar, mientras el capitán James T. Kirk y su grupo de abordaje subían a la plataforma del transportador. Detrás de su capucha, Spock escondió el alivio que sentía. «¡La Enterprise! ¡Qué suerte!»
Con las pistolas fásicas preparadas para disparar, el equipo de seguridad que acompañaba a Chekov y Kirk se materializó a bordo. Ante ellos se erguía la delgada figura de fuego que se había convertido en el pirata más buscado por la Federación. Estaba envuelto en su ya famosa capa y tenía el rostro completamente oculto por la capucha.
Kirk se acercó al capitán Fuego Negro con la intención de bajarle la capucha y dejar su rostro al descubierto, pero uno de los tripulantes piratas blandió de pronto una pistola fásica que tenía escondida, programada para matar. Spock, al ver el peligro, aferró la mano del pirata y desvió el disparo hacia el techo.
Ocurrió todo de forma tan rápida y confusa, que Kirk no tuvo tiempo para evitar que los guardias de seguridad dispararan contra el capitán pirata. Kirk aferró a Fuego Negro por las piernas y le hizo perder el equilibrio y caer pesadamente sobre la cubierta. En la refriega, la capucha de Fuego Negro se deslizó de su cabeza y dejó su rostro a la vista de Kirk.
—¡Spock! —gritó Kirk con sorpresa.
—En efecto —respondió Spock—. Hay algo que yo…
Nunca acabó la frase. Interpretando los gestos de Fuego Negro como hostiles, un guardia de seguridad excesivamente celoso de su cometido disparó su pistola fásica. Spock se desplomó sobre la cubierta; pero antes de que Kirk pudiera llegar hasta el cuerpo laxo, el vulcaniano rieló y desapareció del sitio… ¡arrebatado por un transportador!
—Capitán —la voz de Leonidas sonaba insegura—. Una nave que se ha identificado como la Sackett, al mando del capitán Melchior, nos ha sorprendido, señor…
—¿Sorprendido…? ¡Explíquese!
—Bueno, capitán, la nave Sackett consta en nuestros registros como comandada por el capitán Melchior. Todo parecía coincidir…
—Continúe, señor Leonidas, estoy esperando —dijo Kirk con impaciencia.
—Bueno, capitán… era la… ¡Fuego Negro!
Kirk reajustó el volumen de su comunicador.
—No he comprendido bien eso, Leonidas. Repita su última transmisión.
—Señor, ¡era la Fuego Negro!
—¿Es que ha perdido el seso, Leonidas? En este momento estoy en el puente de la Fuego Negro.
—Ya lo sé, capitán. Pero eso es lo que ha indicado su última señal tras haber transferido al capitán pirata a bordo. Le permitimos aproximarse porque pensamos que era una nave de refuerzo enviada por la Flota Estelar. Tiene la conformación de una de nuestras naves, señor. Cuando estuvo lo suficientemente cerca como para que pudiéramos ver su divisa, ¡adquirió de pronto velocidad hiperespacial y desapareció! Capitán, le juro que la nave era idéntica a esa en la que se encuentra usted ahora… y, señor, cuando se alejaba recibimos otro mensaje…
—Transmítamelo, comandante.
En el canal de comunicación de Kirk se oyó la voz de Uhura.
—Capitán, en este momento estoy volviendo a escuchar el mensaje de la Fuego Negro. Es una voz masculina desconocida; lo único que dice es: «El fuego se ha apagado».