drakkar

A mi santo y bendito maestro, el abate Geraldus.

A petición vuestra, vuestro humilde servidor os envía el segundo escrito del falso monje Thangbrand. Me temo que he de advertiros que en muchos momentos esta obra es aún más turbadora que la anterior. La vida del autor se sume tanto en los abismos de la iniquidad que muchas veces me he visto obligado a dejar a un lado las páginas mientras leía sus blasfemias para rogarle a Nuestro Señor que purificase mis pensamientos de tales abominaciones y suplicarle que perdonase al pecador que las había escrito. Pues se trata de una historia de idolatría y falsedad incesantes, de libertinaje y pecados perversos, así como de muertes violentas. En verdad, en ella la espiral del engaño, el fraude y el asesinato arrastran a la perdición a casi todos los hombres.

Los bordes de muchas páginas están chamuscados y quemados por el fuego. Por eso he deducido que este fariseo empezó a escribir este depravado relato antes de la terrible conflagración que, por desgracia, destruyó la sagrada catedral de San Pedro de York el 19 de septiembre del año de Nuestro Señor de 1069. Por medio de diligentes pesquisas he averiguado que el holocausto reveló una cavidad secreta en la biblioteca de la catedral en la que habían ocultado estos escritos, Los descubrió un miembro temeroso de Dios de nuestro rebaño que, alborozado, entregó los documentos a mi predecesor en el cargo de bibliotecario, en la creencia de que contenían escrituras piadosas. Con el fin de asegurarme de que no se hallaran más páginas para el horror de los incautos, visité el escenario de aquella devastación e inspeccioné personalmente las ruinas. Gracias a Dios, no encontré más muestras de los escritos de este réprobo, pero comprobé afligido que no quedaba nada de la que antaño había sido nuestra hermosa catedral, ni del pórtico de San Gregorio, ni de las vidrieras o los paneles de los techos, Habían desaparecido los treinta altares y el altar mayor de San Pablo. El calor del incendio fue tan intenso que encontré virutas de estaño fundido del techo del campanario. Hasta la gran campana se había caído de la torre y yacía deformada y muda. Los caminos del Señor son inescrutables, en efecto, ya que las profanas palabras de este pagano sobrevivieron a tanta destrucción.

Me horroriza tanto lo que ha brotado de esta oculta pústula impía que no he tenido fuerzas para terminar de leer todo lo que lie encontrado. Aún queda otro fajo de documentos que no me he atrevido a examinar.

Por el bien de nuestra comunidad, solicito vuestra inspirada guía y que el Señor Todopoderoso os guarde en la dicha. Amén.

Aethelred

Sacristán y bibliotecario

Escrito en el mes de octubre del año 1071 de nuestro Señor