El abuelo y su colección de lunas
Marcelo N. Motta
Argentina
—¡Papá! ¡Al abuelo se le cayó una luna en el pie!
Grité lo mejor que pude. Me llamo Axorum y no pude menos que expresar a viva voz el desastre que yo mismo había provocado. Jugaba con las tres lunas del planeta Z31.
Las hacía bailar y rotar sobre mis dedos. Es divertido hacer malabares con lunas.
Incluso más divertido que hacerlo con planetas. El abuelo deambulaba distraídamente muy cerca de mí. Había tenido demasiados percances este último milenio.
Fue absorbido por un agujero negro y no lo pudimos ubicar hasta hace dos días.
Doscientos años de incesante búsqueda para enterarnos finalmente que el viejo no la había pasado tan mal. Se precipitó por el agujero y cayó en una dimensión dominada en un noventa y cinco por ciento por su elemento químico preferido: el voltamio. Lo halló en su mejor estado: al nivel treinta de ionización y a menos ochenta grados Celsius de temperatura. El abuelo es un fanático de este elemento, aunque sólo lo había consumido a menos veinte grados Celsius. Ocurrió lo que temíamos. Se agarró una indigestión energética terrible. Y como si esto no fuera suficiente, consumió además casi la totalidad del voltamio existente en esa dimensión. Dejó casi un vacío de energía en la octava dimensión Primigenia.
La luna cayó pesadamente sobre su dedo pulgar. Los gritos recorrieron miles de años luz y llegaron a Próxima Centauro, una estrella cercana a uno de los planetas más asquerosos que hay, llamado Tierra. Allí, en Centauro, mi hermana Suprea gozaba de unas hermosas vacaciones junto a su esposo y mascota, un Lorum del Trópico. Suprea no pudo evitar inquietarse al escuchar los gritos del abuelo. Estaban en el decimoprimer orgasmo cuando sucedió. Tuvo que apresurarse en traspasar las barreras de las nueve dimensiones Primigenias antes de que se cerraran hasta el próximo milenio. Aprovechó la ocasión para interceptar a nuestro sobrino Mercix, quien había escapado con su compañerita de juegos, Umbrea. Se ocultaban en la quinta dimensión Primigenia, fuera de la vista de cualquier ente energético u orgánico. El nene y su compañerita procrearon ciento veinticuatro hijos esa jornada. Le habíamos permitido una cuarta parte de clones, pero Mercix originó una cantidad asombrosa. Para colmo uno de los clones mordió mi segundo látigo de plasma.
¡Casi lo reviento! Y en cuanto al abuelo…
…Está un poco dolorido. Lo recluiremos temporalmente en un campo magnético cuádruple. Papá y yo esperamos que así apacigüe su dolor y su ira. El abuelo es muy susceptible y se enoja fácilmente por cualquier motivo. Lo peor de todo es que le rompí una de las lunas de su colección, y él aún no lo sabe. ¡Se hizo pedazos! La vez pasada no sé cómo me perdonó que le convierta el planeta B54 en una supernova. No creo que me perdone ésta. Esa luna era demasiado valiosa para él, ya que presentaba una densidad atómica inusual para las lunas de nuestra Galaxia. Además, con ella había obtenido el primer puesto en el concurso «La mejor luna del Cúmulo Vigesimoquinto» que organizó la Confederación Intercósmica en el siglo LIV. Estaba muy orgulloso con ese premio, nunca antes había ganado nada. Pero ese premio flotaba ahora ingrávido, perdiendo paulatinamente su materia y alejándose de la galaxia a tres mil megametros por segundo.
Papá está ahora con el abuelo. Creo que discuten acerca de mi comportamiento.
Seguramente piensan que soy terrible. Espero que no me castiguen con los anillos electrolíticos. Papá trata de convencer al abuelo de que sólo fue un accidente. Pero abuelo no cree más en mis «accidentes». Piensa que lo hago a propósito. No, definitivamente no nos llevamos bien mi abuelo y yo. Tal vez todo se solucione si lo arrojo al desintegrador casero, pero papá no quiere que repita lo de mamá.
¡Pobre mamá! Todo hubiese salido mejor si ella no me hubiese dicho que papá era impotente. Papá y yo estamos mejor ahora sin ella.
Papá sigue discutiendo con abuelo. Le está diciendo que no lo moleste con su ridícula colección de lunas inútiles. Comenzaron a luchar. El abuelo hinchó su cuerpo cinco veces su tamaño normal, lo que significa que está realmente enojado. Papá se pone literalmente violeta. Jamás se había asustado hasta llegar a esa gama de color. Abuelo lo tiene a papá en el suelo, y comienza a descargarle hidrógeno líquido en su rostro. Papá trata de defenderse como puede, pero pierde las fuerzas. Se quema lentamente. Canta una ópera letánica como síntoma de dolor, mientras que sus veinte extremidades van perdiendo consistencia y se convierten en una gelatina verdosa.
A papá le tocó perder esta vez. Ya era tiempo. Batallaba con abuelo desde el origen del Universo, desde la explosión inicial. El abuelo concluyó victorioso la disputa. Ahora él es el líder de la Galaxia Sagrada, dueño de las puertas de las nueve dimensiones Primigenias, por lo tanto eso quiere decir que yo también perdí. Los abandono. De ahora en más tendré que hacer el amor con abuelo, por el futuro de nuestra exclusiva y honrada estirpe.
En cuanto a las lunas, la colección, desde este momento, pasa a ser de mi incumbencia…
Marcelo M. Motta nació en Quilmes en el año 1964. Comenzó a escribir en el año 1986.
Participó en varios certámenes literarios, entre ellos:
Concurso literario Círculo Médico de Quilmes 1989 – Tercer premio en cuento breve por «Marche una especial con queso».
Publicado en varias antologías de la Fundación Centro Cultural San Telmo entre los años 1993 y 1994.
Publicado en antología de Embajada de Las letras – año 1994.
Primer premio en el género cuento en concurso literario Círculo Médico de Quilmes, 1996.
Mención de honor en la categoría Creatividad otorgado por la Comisión Coordinadora de Actividades Culturales del Partido de Quilmes. Candil de Kilmes, 1997.
Primer premio en la categoría Adultos por «Vértigos». Segundo certamen nacional de poesía FM Sur. Programa Buenos días con buenas ondas. Quilmes, 1997.
Es miembro de la SADE (Sociedad Argentina de Escritores) de Capital Federal.
Año 2010. Jurado en el Certamen Literario de Verano organizado por el Grupo Almafuerte.
Año 2010. Jurado en el Concurso Literario V Aniversario SADE delegación Bernal, Quilmes.
Mayo de 2011: Coordinó la presentación del Café Literario Almafuerte en la 37° Feria del Libro de Buenos Aires, donde, entre otros libros, presentó «Vértigos», su primer poemario.
Publicó cuatro libros: 13 cuentos oscuros (2008), Liposo, una épica del futuro (2009), Vértigos (2011), y Otros 13 cuentos oscuros (2011).
Asiste desde noviembre de 2012 al Taller de Corte y Corrección de Marcelo di Marco.