CAPÍTULO XIV
Teníamos por delante casi siete horas de ruta hasta Oxford, de modo que no había tiempo que perder si no queríamos faltar a nuestra cita de las cinco. Cuando les contamos al resto del grupo nuestra intención de visitar al profesor, decidieron por unanimidad apuntarse a la expedición. Acto seguido buscamos a los maestros y les informamos de la noticia. Les pareció demasiada coincidencia que el Profesor Jones se pusiera en contacto conmigo para decirme que había descubierto algo importante sobre los oscuros justo cuando andábamos detrás de ellos y se mostraron escépticos respecto a la credibilidad de este hombre. Principalmente temían que la cita fuera una trampa perpetrada por Darío para alejarnos del poblado y capturarnos con más facilidad. Aunque entendía su punto de vista, no teníamos demasiado tiempo para debatir sobre el tema y me esforcé en convencerlos de que debíamos correr ese riesgo puesto que de momento era la única pista que teníamos y bien valía la pena tomar este camino a falta de otro mejor.
Aunque no me agradaba alejarme del poblado tras un ataque tan reciente, me tranquilizaba que Marcus y Kevin estuvieran aquí como refuerzo a nuestras tropas. Y pensándolo bien, quizás alejarme de allí era una decisión sensata porque si me quedaba, Darío no tardaría en lanzar de nuevo un ataque intentando llegar hasta mí y no estaba dispuesta a poner a todos una vez más en peligro el asentamiento.
Sólo había una cosa que temía en este momento y era que Darío averiguara que íbamos a ver al profesor. No sabía cómo evitar que se enterara, si nos tenía vigilados le extrañaría que abandonáramos el poblado tan precipitadamente y no se me ocurría ningún modo de esquivarlo, salvo detenernos en el pueblo el menor tiempo posible.
Lance y Cayden recogieron nuestros vehículos del garaje de Patrick y nosotros mientras tanto les esperamos ocultos en el bosque para no llamar demasiado la atención. Aun así estaba convencida de que tendría vigilado el pueblo y que se enteraría de nuestra expedición. Cabía la posibilidad de que nos siguieran y no estaba por la labor de ponérselo fácil, sería muy peligroso ponerle sobre la pista del profesor. Entonces tuve una idea, se me ocurrió cambiar de coches durante el trayecto para intentar despistarlo. Mientras Cayden conducía, reservé por internet otros dos vehículos en una agencia de alquiler en el aeropuerto de Manchester. Tuvimos que desviarnos ligeramente de nuestra ruta, pero en cierto modo si los hombres de Darío nos seguían, sería la ocasión de darles esquinazo.
Aparcamos nuestros todoterrenos en el parking del aeropuerto, cargamos con nuestras mochilas y nos confundimos con la marea de viajeros que se dirigían a las terminales. Nos desviamos hacia la oficina de alquiler de vehículos en cuanto estuvimos seguros de que no nos seguían y nada más recoger los coches, reanudamos el camino hacia Oxford.
Esperaba que mi plan hubiera surtido efecto y que en el caso de que nos hubieran seguido hasta el aeropuerto pensaran que íbamos a tomar un vuelo. Si los habíamos engañado, les tendríamos entretenidos el tiempo suficiente registrando las terminales para que perdieran nuestro rastro.
A las cinco menos cuarto de la tarde llegamos a la Ciudad Vieja, el casco histórico de Oxford. Debido a las restricciones de acceso de vehículos a esta zona, Gary y David se quedaron con los coches, mientras que el resto acudimos a nuestra cita.
La tarde de primavera se había tornado lluviosa y las calles adoquinadas del centro de la ciudad estaban minadas de numerosos charcos, difíciles de esquivar. Pronto la hermosa cúpula de la biblioteca Bodleian se abrió paso entre los edificios y al admirarla de nuevo tras meses de ausencia, fui presa de una súbita nostalgia.
Me rezagué del grupo inconscientemente mientras contemplaba las conocidas calles que tantas veces había recorrido en el pasado. Me sentía extraña, como si retornara a un episodio de mi vida lejano y difícil de recordar. Ni siquiera me identificaba ya con aquel recuerdo de mí misma, la evolución que había experimentado en menos de un año había sido enorme. De mi vida anterior añoraba esencialmente a mi padre, justo porque sabía que él ya no formaba parte de mi presente. A veces le extrañaba tanto que incluso dolía y aunque estaba convencida de que él seguía vinculado a mí, estuviera donde estuviera, me había dejado un vacío difícil de llenar.
Me detuve un instante y levanté el rostro hacia el cielo para que las frías gotas de lluvia cayeran sobre mi rostro y me ayudaran a volver a la realidad. Cuando remprendí la marcha descubrí que Cayden me aguardaba, mirándome preocupado bajo la incesante lluvia que escurría por los mechones de su pelo oscuro y brillante. Apreté el paso hasta alcanzarlo y él me tendió su mano con una sonrisa. Me apresuré a entrelazarla con la mía y reanudamos la marcha en post de los demás. Sin detenerse, levantó nuestras manos unidas y besó uno a uno mis nudillos, enviando calambres hacia todas las terminaciones nerviosas de mi cuerpo. Seguro que había presentido que no era uno de mis mejores días y ahí estaba él para aliviar mi pesar ¡Él era todo para mí y sin él yo no era nada!
Pasamos bajo el famoso puente Hertford y continuamos hasta el New College. La impresionante arquitectura del colegio me dejó una vez más boquiabierta. Siempre me había parecido un edificio precioso, poseedor de ese encanto regio predominante entre los edificios de la ciudad vieja. Un blasón con su escudo pendía de una de las torres, las tres rosas rojas sobre el fondo blanco, y recordé que de niña me había parecido el emblema más bonito que había visto jamás.
Cuando llegamos al hall del colegio, el reloj de la torre anunció las cinco en punto y acto seguido el timbre que anunciaba el fin de las clases comenzó a sonar en el edificio principal. Un revuelo de voces y pisadas se extendió por pasillos y escaleras a medida que los alumnos abandonaban las aulas. Conduje a los demás hasta el aula magna y esperamos junto a la puerta a que los estudiantes la desalojaran. Cayden se apoyó en la pared y comenzó a recorrer el lugar con la mirada, siempre alerta, mientras que los demás se dirigieron hacia el pasillo para sacar unos refrescos de la máquina expendedora. Esperamos unos minutos hasta que el flujo de estudiantes fue decreciendo y a continuación me adentré con Cayden en el aula.
Divisamos al profesor en el estrado y bajamos las escaleras que dividían en dos el anfiteatro de pupitres para reunirnos con él, mientras que los últimos estudiantes abandonaban el aula. El profesor recogía sus apuntes, distraído, de modo que no advirtió nuestra presencia hasta que estuvimos junto a su escritorio. En ese momento levantó la mirada, sobresaltado, y soltó los papeles que ordenaba, haciendo que se desperdigaran de nuevo sobre la mesa.
–Lo siento jóvenes, pero hoy no paso tutoría –se excusó tras recomponerse.
–Profesor Jones, soy Rebecca Dillen –me presenté, tendiéndole la mano.
Él se sorprendió y estrechó mi mano con nerviosismo.
–Lo siento, no te había reconocido, Rebecca –admitió, deteniendo su mirada sobre Cayden.
–Éste es Cayden Kellan –le introduje.
–Encantado de conocerle –dijo Cayden estrechando la mano del profesor, que le continuaba mirando con detenimiento.
–¡Señor Kellan! –saludó el profesor.
El resto del grupo, encabezado por Lance, acababa de entrar en el aula y capté la atención de mi amigo, haciéndole señales con la mano para transmitirle en uno de nuestros códigos secretos que necesitaba que vigilara junto a la puerta. Lance asintió y acto seguido salió del aula acompañado de las chicas y cerró las puertas tras de sí.
El profesor contempló mi intercambio con Lance con curiosidad.
–¿Os habéis comunicado en Ogham? –se interesó.
–Así es –admití, sorprendida.
–¡Ogham, el lenguaje de los druidas! Tengo el presentimiento de que el tema del que os voy a hablar no os será ajeno –dijo pensativo–. ¿Estabas al corriente de las investigaciones sobre los clanes en las que trabajaba tu padre, Rebecca? –me preguntó sin preámbulos.
–No, no lo estaba, pero tampoco conocía otras facetas de su vida que he ido descubriendo después de su muerte –admití, intentando no desvelar de momento demasiada información sobre nosotros.
–Comprendo. Aidan era un hombre muy reservado, pero imagino que su situación exigía que mantuviera totalmente en secreto su identidad, incluso de su familia –murmuró.
–¿Usted conocía la verdadera identidad de mi padre? –me sorprendí.
–Siempre sospeché que tu padre era algo más que un simple profesor de universidad y no sólo porque sus conocimientos sobre la historia antigua eran enormes, el trabajo de varias vidas, sino porque resultaba evidente que él mismo era parte de la historia. Durante años discutimos sobre las tradiciones, los ritos y la vida de los pueblos celtas, su especialidad, y la exhaustividad y el entusiasmo con los que tu padre narraba sus teorías, pronto me hizo pensar que sabía por experiencia de lo que hablaba. Cuando comencé a cooperar con él en la investigación sobre el Clan de la Oscuridad comprendí que no hacía ese trabajo por pura filantropía, sino que se lo tomaba como algo personal, como si se tratara de un agente de policía trabajando a contrarreloj para atrapar a un peligroso delincuente. Tras lo que he averiguado en estos meses tengo la certeza de que la muerte de tu padre no fue algo fortuito, Rebecca, sino un asesinato premeditado perpetrado con artes oscuras y considero que la secta de los oscuros, que ambos investigábamos, fue la responsable de su ejecución –me explicó.
–¿Cómo lo sabe? –pregunté intrigada.
–Porque yo mismo lo presencié, aunque en su momento no comprendí la repercusión de lo que había visto. Hace aproximadamente un año un joven vino a ver a tu padre a su despacho y oí su conversación por azar. Minutos antes había estado hablando por teléfono con Aidan y se le olvidó colgar la llamada, de modo que inintencionadamente escuché todo lo que dijeron. Aparentemente el chico era el hijo de un viejo amigo de tu padre, Duncan Kellan, si mal no recuerdo –dijo, mirando a Cayden de reojo. Al parecer el doctor Jones había identificado al instante su apellido, relacionándolo con Cayden en cuanto se le presenté –. Venía a pedirle ayuda en un momento difícil y hasta ahí todo parecía una situación normal, pero luego hablaron de otros temas que me hicieron pensar que el chaval estaba metido en temas turbios. Le confesó a Aidan que corría peligro, que un tipo poderoso, un tal Darcey, le perseguía para acabar con él y después mencionaron a la Tríada de druidas, lo que me hizo sospechar que el chico estaba relacionado de algún modo con la investigación en la que estábamos trabajando. Quise preguntarle más tarde a tu padre sobre esa conversación, pero tras darle muchas vueltas decidí olvidarlo, pensé que había sacado las cosas de contexto y que mis sospechas sobre su identidad me hacían ver fantasmas donde no los había. El caso es que pocos días después de este suceso, tu padre salió precipitadamente de una reunión del claustro tras responder a una llamada de teléfono y esto me hizo sospechar que algo no iba bien, de modo que decidí seguirle. Abandonó la ciudad y se internó con su coche en el bosque. Le seguí a cierta distancia para evitar que me descubriera y continué a pie cuando abandonó el vehículo y se adentró entre la maleza. Allí se reunió de nuevo con ese muchacho, pero ya no parecía tan desvalido como la primera vez que le vi y además no estaba solo, pronto aparecieron en escena un hombre corpulento y una bella mujer que parecían estar aliados con él. La distancia no me permitió oír y ver con claridad todo lo que ocurrió, pero hubo una discusión, seguida de una pelea y sé que entre los tres consiguieron reducir a tu padre. Después debieron realizar un ritual porque oí palabras en un lenguaje arcaico y oscuro y comprendí que se trataba de magia negra. La mujer insistía en que debían acabar con Aidan, pero el hombre al que llamaban Darcey decidió dejarle allí inconsciente, perdonándole la vida o al menos eso es lo que pensé en ese momento… Cuando se marcharon me apresuré a auxiliar a tu padre, pero cuando recobró el conocimiento no recordaba lo que había ido a hacer allí, ni sus investigaciones sobre los oscuros, era como si sufriera algún tipo de amnesia selectiva. Parecía agotado, de modo que le llevé a casa para que descansara, esperando que se recuperara. Desde entonces estuve intentando sonsacarle información que me permitiera seguir la pista de sus atacantes, pero tu padre había olvidado definitivamente ese episodio de su vida y cualquier relación que tuviera con la Tríada. Además pronto se convirtió en un hombre muy enfermo y no pude hacer avances sobre el tema. Deduje que su estado de salud era consecuencia de ese rito y me sentí impotente, no sabía cómo revertirlo. Traté de investigar sobre ese tipo de rituales, pero no encontré nada al respecto. Cuando tu padre murió no me atreví a contarle lo que sabía a tu madre, ¡habría pensado que había perdido la cabeza!, de modo que seguí trabajando en solitario. Registré su despacho buscando pistas y encontré el dossier sobre el Clan de la Oscuridad. Pensé que ahí estaría la clave de todo y me propuse descubrirlo, ¡se lo debía a tu padre! Rebecca, ahora sé quién era tu padre y por lo que vi por mis propios ojos sé que le aplicaron el hechizo de la maldición, de modo que pronto deduje que todo lo que había en sus escritos acerca de la Tríada era cierto –nos explicó.
–Profesor, ¿por qué me cuenta esto precisamente ahora si hace meses que lo sabe? Podía haber contado conmigo antes, ¡yo necesitaba saberlo!… y podría haberle ayudado con la investigación –protesté.
–¿Me habrías creído? Tu madre y tú teníais ya suficiente con afrontar la pérdida de tu padre, como para que yo os alarmara con historias fantásticas acerca de su muerte. Antes de contactarte quería asegurarme de que lo que tenía entre manos era real y ¡Dios!, incluso ahora me pregunto si lo es…– dijo, pasándose la mano por la frente, visiblemente agitado.
–Lo es –le aseguré.
–Cuando leí acerca de los tres legendarios clanes celtas y de la alianza mágica que se forjó entre ellos, pensé que no era más que parte de la mitología celta que tu padre había recopilado a lo largo de los años. Incluso llegué a auto convencerme de que lo que vi aquel día en el bosque no era más que un delirio de mi mente, pero tras mis recientes descubrimientos, he llegado a la conclusión de que después de todo no soy sólo un viejo chiflado… –dijo pensativo.
–Digamos que la percepción de la realidad es relativa a veces, principalmente para los humanos, puesto que desde niños se les imparte una educación destinada a consumir su imaginación y por lo tanto a pensar unidireccionalmente, sin cuestionarte demasiado las cosas y consecuentemente evitando de un modo inconsciente todo aquello que escapa a la razón –puntualizó Cayden –. En cierto modo ese hábito favorece a nuestra gente, ¡nunca se es demasiado prudente tratando de ocultar nuestra naturaleza!, pero por otro lado vivir a la sombra de la magia ha de ser triste. No obstante comprenderá que es necesario que ocultemos nuestra existencia, si el mundo nos descubriera nos temerían, como todo aquello que desconocen, y con toda seguridad no nos aceptarían, de modo que acabarían destruyéndonos. Por eso he de pedirle, profesor, que todo lo que le revelemos a partir de este momento quede en la más absoluta confidencialidad. Lo entiende, ¿verdad?–.
–Por supuesto y no sólo lo entiendo, sino que lo comparto, de modo que he pensado que lo más acertado en este caso es que cuando os cuente todo lo que sé sobre este asunto me borréis esa parte de la memoria, como le hicieron en su día a Aidan. Sois capaces de hacerlo, ¿no es así? Mi curiosidad de historiador ya ha quedado satisfecha y entiendo que es mucho más seguro para todos que yo no recuerde nada de todo esto –admitió el profesor.
–¿Está seguro?–le pregunté, sorprendida por su petición.
El profesor asintió. Parecía que hablaba en serio y en cierto modo era un alivio que opinara de ese modo, si no recordaba nada sobre nosotros no habría riesgo de que nuestro secreto se conociera y además si sabía algo importante respecto a los oscuros, sólo lo compartiría con nosotros.
–Si eso es lo que quiere, lo haremos de ese modo –convino Cayden.
–Está bien, entonces le haré un rápido resumen de la situación en la que nos encontramos. Nosotros también acabamos descubriendo que mi padre y el padre de Cayden, Duncan Kellan, fueron asesinados mediante un hechizo arcaico que creó en su día el Clan de la Oscuridad. Nuestros padres eran miembros de la Tríada y ambos fueron traicionados y asesinados por su amigo y compañero, Christopher Darcey. Si bien es cierto que los oscuros estaban detrás de estos asesinatos, como usted bien supone, eso no exonera a Darcey de su delito. Él fue quien leyó las tablillas y ejecutó a sus compañeros. Por otro lado también intervino Muriel Glen, la mujer que vio ese día en el bosque junto a Darcey y que era un miembro relevante del Clan de la Oscuridad, pues su misión consistía en acabar con la Tríada. Se sirvió deliberadamente de Darcey, pues su objetivo era recuperar las tablillas que constaban en su poder tras la muerte de nuestros padres y maldecirle también a él. Pero Darcey fue más inteligente y en cuanto acabó con sus compañeros, la quitó de en medio. Seguro que tendría sus sospechas sobre su dudosa lealtad. Nosotros, como vástagos de sus antiguos compañeros, constituíamos su siguiente objetivo, puesto que representábamos una amenaza para él en tanto en cuanto podíamos alzarnos en su contra, haciendo que los clanes nos siguieran. Darcey estuvo a punto de salirse con la suya, pero nos adelantamos, recuperamos el hechizo de la maldición y lo usamos en su contra y tras su muerte nos convertimos en la nueva Tríada. Sin embargo el peligro no ha desaparecido por completo con la muerte de Darcey, puesto que Darío, el chico que embaucó a mi padre y le condujo a su patíbulo, era el hijo de Muriel y ahora se ha proclamado el nuevo líder del Clan de la Oscuridad y por supuesto su intención es destruirnos. Creímos haberle derrotado hace unos meses, pero ha vuelto a la vida gracias a su maestro, poseyendo la mente y el cuerpo de nuestro compañero de la Tríada, Ethan Darcey, y por lo que hemos averiguado hasta ahora, pretende utilizarlo para acabar de una vez por todas con los clanes–.
–¡Increíble! –exclamó el profesor.
–Ahora que conoce la criticidad de nuestra situación, le ruego que nos cuente cómo cree que su investigación puede ayudarnos a derrotar a la Oscuridad –añadí, intrigada.
El profesor nos miró unos instantes, tenso, y entonces extrajo una tarjeta SD de su bolsillo y nos la mostró.
–Aquí hay una copia de toda la documentación que he recopilado sobre la investigación. He borrado todo lo demás de mi ordenador como en su día lo hice del de tu padre, asegurándome de que no había quedado rastro alguno de estos documentos en los discos duros. Durante estos meses he traducido los archivos de tu padre, puesto que todo estaba cifrado en un lenguaje de símbolos que debió crear él mismo a partir del celta antiguo, pero que con el tiempo he conseguido descifrar. Además lo he ampliado con mis propios descubrimientos y os lo entrego todo en esta tarjeta de memoria, esperando que os sea de provecho. Entre otros motivos, he comprendido que tu padre compartió conmigo esta investigación fundamentalmente porque necesitaba la ayuda de un astrónomo –nos explicó.
–¿Y por qué le necesitaba? –me interesé.
–Porque los antiguos celtas, al igual que el resto de las culturas de su época, creían que su poder se intensificaba con la conjunción favorable de los astros y basaban en las constelaciones muchas de sus profecías y augurios. El fundador del Clan de la Oscuridad fue un poderoso druida celta cuya ambición era someter bajo su mandato al resto de los clanes. Sin embargo sus métodos no eran muy ortodoxos y la alianza de los tres clanes surgió para relegarlo a un segundo plano. Se enfrentó a ellos, intentando someterlos también, pero fue derrotado y perdió el poder sobre su gente y su territorio. Como ya sabéis, la Tríada había recibido la bendición de la magia de la naturaleza, lo que les otorgó poderes extraordinarios y les concedió como regalo la vida eterna, pero el antiguo druida había buscado otro tipo de alianza que le permitiera conseguir también los poderes necesarios para someter a sus enemigos y ¡ya os podréis imaginar dónde encontró a sus patrocinadores!… Sólo los seres de las tinieblas, enemigos del bien, encontraron motivos para unirse a su causa y le brindaron sus poderes oscuros para que los ayudara a dominar el planeta. Fruto de esas artes oscuras surgió también el hechizo de la maldición, la única arma que podía acabar con los druidas –nos explicó.
–Sí, ya conocíamos esa parte –admití, intranquila por conocer qué novedades tenía para nosotros.
–Según las notas de tu padre, el druida oscuro liberó a un espíritu maligno al que prometió servir si le ayudaba a aniquilar y devastar a sus enemigos. Los oscuros sembraron el terror por Europa a manos de su temible señor y la alianza entre los clanes surgió como medio para vencer al mal. La primera Tríada combatió al señor oscuro y a sus guerreros durante siglos, mermando su poder y casi consiguiendo derrotarlos, pero el druida oscuro obtuvo la maldición y condenó a los tres druidas a la muerte. Cuando los clanes perdían la esperanza de vencer, una nueva Tríada se alzó, eligiendo a los vástagos directos de los primeros druidas como nuevos representantes de los clanes. Vuestros padres lograron confinar al señor oscuro en el inframundo, sellando su puerta para la eternidad, de modo que el poder de los oscuros se vio reducido drásticamente. Los clanes vencieron entonces a las tropas de la Oscuridad y recuperaron las tablillas de la maldición –continuó el profesor–, pero en lugar de destruirlas, como se creía haber hecho en su momento, Darcey debió conservarlas a espaldas de sus compañeros, guardando así el hechizo para su propio beneficio–.
–Pero si nuestros padres derrotaron a sus enemigos, ¿cómo pudo la Oscuridad perpetuarse hasta nuestra era?–me extrañé.
–Porque el druida oscuro, conocido como Calsius, logró sobrevivir. Había vendido su alma a la Oscuridad a cambio de poder, pero no le sirvió de nada porque la nueva Tríada confinó a su señor al inframundo, exterminando a su clan y encerrándolo con sus tablillas para la eternidad. Darcey decidió ser menos benevolente que sus compañeros y se propuso matarlo y recuperar las tablillas, pero él no sabía que Calsius también era inmortal y cuando le creyó muerto simplemente le sustrajo las tablillas y obvió volver a confinarlo en su prisión y así fue como él escapó –explicó el profesor.
–Entonces Calsius ha de ser el maestro del Clan de la Oscuridad, pero ¿cómo es posible? Le he visto con mis propios ojos y se diría que es un anciano decrépito, no tiene el aspecto de un druida poderoso –me sorprendí.
–Calsius recibió también el don de la inmortalidad, Rebecca, pero los seres oscuros no hacen obsequios gratuitamente, seguro que tuvo que pagar un alto precio por ese don y la magia negra tiene sus consecuencias que suelen ser siempre nefastas… El druida oscuro no ha muerto, pero su cuerpo envejece con los años al contrario que el vuestro –aclaró el profesor –. Ha dedicado siglos a encontrar el modo de destruir a la Tríada para conseguir que la Oscuridad gobierne de nuevo en el planeta y ahora lo tiene al alcance de su mano, de ahí el peligro que corremos –nos explicó.
–¿Qué quiere decir con que lo tiene al alcance? –preguntó Cayden, tenso.
–Ésta es la parte que he averiguado recientemente, de ahí que haya decidido ponerme en contacto con Rebecca –nos aclaró–. El caso es que Calsius fue astuto y paciente, sabía que Darcey era un tipo ambicioso y que haría uso de la maldición en cuanto surgieran desavenencias en la Tríada, de modo que decidió dejar que el tiempo sacara a la luz su parte oscura. Mientras tanto se dedicó a investigar cómo podría acabar con los druidas definitivamente. Sus conocimientos de astronomía y magia negra eran muy profundos y fue elaborando una teoría sobre la magia de la alianza. Ya se había puesto de manifiesto que cuando se acababa con todos los miembros de la Tríada, la alianza mágica buscaba entre sus descendientes a sus nuevos miebros para restaurarse de nuevo y esto le hizo pensar que si los druidas carecían de descendencia, posiblemente la Tríada se disolvería. Sin embargo destruir a la Tríada sin obtener el poder de los druidas no le satisfacía demasiado y tuvo que seguir estudiando cómo conseguir transferirse su poder. Y entonces acudió de nuevo a las sombras del inframundo para pedir otro favor y los seres de la oscuridad le ofrecieron un trato. Le dijeron que para conseguir el poder tenía que mezclar la sangre de la Oscuridad con la de uno de los druidas de la Tríada, de modo que el hijo engendrado de esa unión sería el druida más poderoso, aquel poseedor de los poderes de los tres clanes y por supuesto fiel servidor de la Oscuridad. Calsius sabía que tendría que recuperar el hechizo de manos de Darcey para poder quitarse de en medio a la actual Tríada, pero antes de nada buscó a una mujer bella y ambiciosa que le ayudara a llevar a cabo su misión. Ésa debió ser vuestra Muriel Glen, un miembro descarriado del Clan del Trueno. Ella fue la encargada de seducir a uno de los druidas y acoger a su hijo en su vientre –nos explicó.
–Creo que ya conocemos esa parte y sus consecuencias –dije, intentando evitarle a Cayden tener que oír una vez más que su padre había sido seducido por una pécora, engendrando a ese monstruo–. Mi padre sospechaba que Muriel tramaba algo contra la Tríada y la mandó prender. Imagino que ella por entonces ya había dado a luz a su retoño y lo había dejado al cuidado de Calsius para que no fuera descubierto. Aunque sospechaban que estaba relacionada con la Oscuridad, no encontraron pruebas vinculantes, pero se la pudo acusar de utilizar la magia negra para manipular las mentes, puesto que mi propio padre había sido objeto de sus hechizos. Fue juzgada y condenada a un encarcelamiento de por vida en Mann. Mientras tanto Darcey ya estaba cansado de compartir el liderazgo de los clanes con sus compañeros, puesto que las diferencias de opinión con Duncan y Aidan cada vez eran más insalvables. Él quería explotar sus aptitudes sobrenaturales para afianzar su poder y su riqueza y conseguir una posición de relevancia en la sociedad, cosa que iba en contra de la filosofía druídica. Nuestros padres se opusieron a sus métodos, insistiendo en que debían mantenerse intactos los principios de nuestra cultura. En especial no querían romper el vínculo que nos unía con la Madre Tierra, nuestra esencia, de modo que empezaron a surgir grandes desavenencias entre ellos. Darcey entonces se alejó, cruzando el Atlántico y creando un imperio para su clan. Guardó siempre a buen recaudo las tablillas de la maldición para cuando la situación lo exigiera, manteniéndolo por supuesto en secreto, aunque los oscuros debieron saberlo todo ese tiempo. Entonces se enteró de que una mujer había conseguido enemistar a Duncan y a Aidan y que había sido juzgada por ejercitar la magia negra y trasladada a Mann. Esta situación llamó mucho su atención y más aún cuando recibió un mensaje personal de la encarcelada para que la visitara… y él lo hizo. Darcey sucumbió a Muriel y bajo su influencia urdió los asesinatos de Duncan y Aidan. Gracias a ella Darcey localizó a sus compañeros y también fue ella quien se los puso en bandeja para que pudiera maldecirles sin exponerse directamente. Es irónico, pero Darcey le encargó todo el trabajo sucio y se la quitó de en medio en cuanto pudo. Lo que no acabo de entender es cómo se le escapó Darío. Quizás no debió de considerarle peligroso en ese momento al no conocer su relación con Duncan y con Calsius, mientras que nosotros sin embargo representábamos un riesgo más claro, puesto que si encontrábamos las tablillas y nos volvíamos contra él, podríamos destruirle. La verdad es que lo tenía todo pensado, pero no imaginó que su propio hijo le traicionaría y ese descuido le valió la vida –.
–Ethan no tuvo otra opción que acabar con su padre, él no comulgaba con sus principios. No pudo permitir que Darcey nos asesinara a sangre fría para luego autoproclamarse el último druida y someter a los clanes a la fuerza a su liderazgo. Por muy duro que fuera para él, mi hermano hizo lo correcto –dijo Cayden con pasión.
–Lo sé, Cayden. Mi comentario no es una crítica hacia Ethan, sino todo lo contrario. Él tuvo el valor de enfrentarse a su padre, a pesar de que le amaba, porque era lo correcto. Nos salvó a nosotros y a los clanes y gracias a él se ha perpetuado la Tríada –admití, poniendo una mano en su hombro en señal de apoyo.
–Y tras acabar con Darcey, vosotros os convertisteis en los nuevos druidas…–adivinó el profesor.
–Así fue y destruimos definitivamente las tablillas para evitar que la maldición pudiera acabar con nosotros en el futuro –añadió Cayden.
–¿Destruisteis la maldición? Entonces imagino que todos los planes de Calsius se vinieron abajo puesto que su intención era asesinaros a los tres y después aplicar el hechizo a Darcey, de forma que Darío, como único descendiente vivo de la Tríada, sería el último druida, el único, y a la vez poseedor de los poderes de los tres clanes como le habían prometido los seres oscuros –nos informó el profesor.
–No lo entiendo, la Tríada ni siquiera eligió a Darío a pesar de ser el primogénito de Duncan, sino que saltó directamente a Cayden. ¿Por qué iba a ser el elegido tras nuestra muerte como el último druida? –pregunté intrigada.
–La alianza mágica no debió reconocer a Darío como uno de sus miembros, a pesar de ser el hijo de uno de los druidas, puesto que no es digno de serlo él mismo. La magia negra no es compatible con la Tríada, como averiguó tu padre y por mucho que a Calsius le atormente, su discípulo no merece ese honor y descubrirlo ha tenido que encolerizarle sobremanera. Tras tantos años tras ese propósito, vuelve a encontrarse en la misma tesitura que siglos atrás con la embestidura de una nueva Tríada que vuelve a complicarle las cosas –dijo el profesor.
–Pero ahora Darío ha poseído a mi hermano y en definitiva tiene el poder de la Tríada o viéndolo de otro modo domina a uno de sus miembros –dijo Cayden.
–Eso complica las cosas puesto que en dos semanas tendrá lugar un fenómeno que el Clan de la Oscuridad espera desde hace siglos, algo que Calsius profetizó tras sus intercambios con los espíritus oscuros y que tu padre me pidió investigar y confirmar –nos anunció el profesor.
–¿De qué se trata exactamente?–preguntó Cayden, inquieto.
–De un fenómeno conocido como conjunción planetaria total, algo inédito hasta el presente y que con el Clan de la Oscuridad de por medio podría tener consecuencias terribles para la humanidad –anunció el profesor, llenándonos de inquietud.