CAPÍTULO XVI
–No podemos quedarnos mucho más, no es seguro –me susurró Cayden, intranquilo.
–Dame sólo unos minutos, necesito intentarlo una vez más –le pedí, nerviosa.
Él echó una mirada alrededor antes de acuclillarse a mi lado y sostener mi rostro en la palma de su mano, mirándome con intensidad.
–Que no consigas conectar en esta ocasión con tu padre no implica que no seas capaz de hacerlo. Estás exhausta y como te he dicho este lugar no tiene por qué ser más propicio que cualquier otro para llegar hasta él –me dijo para reconfortarme.
Cogí su mano y la apreté entre las mías, dedicándole una mirada de súplica.
–Déjame intentarlo una vez más, por favor. Si no lo consigo esta vez, nos iremos –le prometí.
–Está bien, pero recuerda que él está en ti, no bajo esa losa de piedra –dijo con contundencia.
Asentí y él se apartó, dejándome espacio para que volviera a intentar conectar con mi padre tras varios intentos frustrados. Respiré hondo, sintiendo el peso de la presión que yo misma me había impuesto esa noche. Me había marcado un objetivo y quería superarme a mí misma y conseguirlo. Extraje del bolsillo interior de mi cazadora un paquetito con hojas secas de muérdago, la hierba de los druidas, e introduje una en mi boca, masticándola cuidadosamente. Sentí pronto su sabor amargo inundando mi boca, pero no me importaba soportarlo si al menos me ayudaba a entrar en trance. Apoyé las palmas de mis manos sobre la losa de piedra y dejé la mente en blanco, esperando una señal que me anunciara que había traspasado el límite del mundo espiritual.
¡Puedes hacer todo lo que te propongas, Becca, sólo tienes que perseguirlo con empeño!, me repetí a mí misma, recordando incluso la voz de mi padre pronunciando esas palabras.
–¡Estoy aquí papá! –susurré.
–¡Lo sé, puedo sentir tu presencia! –me respondió una voz lejana dentro de mi cabeza.
Levanté la mirada y de pronto todo giraba borroso alrededor. Intenté sujetarme a la lápida de piedra, pero cuando fui a agarrarla se desvaneció entre mis manos y perdí el equilibrio, cayendo de bruces contra el suelo. Me incorporé de inmediato, impulsándome con mis manos contra la húmeda hierba y comprobé que todo volvía a estar quieto bajo mis pies, sin embargo ya no me encontraba en el cementerio, sino en un robledal sagrado. A lo lejos, un hombre vestido de blanco me observaba, apoyado contra el tronco de uno de los inmensos robles.
–¿Papá? –pregunté comenzando a moverme en su dirección.
–¡No te muevas, Becca! Debes permanecer justo donde estás –susurró mi padre.
–¿Por qué? –pregunté, aliviada al reconocer su voz.
–Porque el portal que has creado para reunirte conmigo es muy débil. Estás justo al límite del mundo espiritual. Tu energía está consiguiendo el equilibrio entre los dos mundos, pero si te adentras más necesitarás mucha más fuerza y aquí yo no puedo ayudarte, de modo que perderemos la conexión –me explicó.
–Quiero estar más cerca de ti… –me lamenté.
–Lo sé, yo también, cielo. Estaba preocupado por ti, ¿por qué has tardado tanto en reunirte conmigo? –me preguntó.
–Algo en mí no está bien, no consigo dominar mi don y ni siquiera los ancianos del clan han podido ayudarme. Creo que el maestro del Clan de la Oscuridad hizo algo con mi mente, debió bloquearla de algún modo y desde entonces sólo he podido recibir alguna señal de los espíritus en sueños, pero no he podido establecer una verdadera conexión con el otro mundo hasta ahora –le expliqué.
–Becca, eres un druida y has sido bendecida por un poder espiritual tan aplastante que ninguno de esos hechiceros oscuros podría bloquearlo jamás. Lo que ocurre es que eres muy joven y aún no sabes utilizarlo, pero debes de tener confianza en ti misma, ¡ya aprenderás! Un druida tiene que formarse concienzudamente para poder explotar al máximo sus aptitudes y eso sólo se consigue con años y años de aprendizaje, ¡tienes que ser paciente! –me dijo.
–Pero no me queda tiempo, papá. Calsius está planeando invocar al señor del inframundo la noche en que se producirá la conjunción planetaria, justo en dos semanas, y tengo que impedirlo –le expliqué.
–Tranquilízate, hija, sólo un druida puede abrir la puerta entre los mundos, aunque Calsius intente hacerlo, sin vuestra ayuda no lo conseguirá. Aun así debéis detenerle, como Tríada es vuestro deber hacerlo. Sois mucho más poderosos que él, pero no obstante debéis esta alerta porque es peligroso y sumamente escurridizo –me aconsejó mi padre.
–No es tan sencillo. El discípulo de Calsius, Darío, es el hijo de Muriel y de Duncan y ahora lidera el Clan de la Oscuridad. Cayden le mató, cuando intentó poseer mi mente, pero su espíritu quedó prisionero en mi cabeza, logrando sobrevivir. Caí en manos de Calsius y él ha liberado a Darío de mi mente y él ha poseído a Ethan, anulándole por completo. Me temo que ahora tienen todo lo necesario para abrir el inframundo. Tenemos que rescatar a Ethan antes del ritual, de lo contrario me temo que los oscuros serán una verdadera amenaza para nosotros –le expliqué.
–Eso complica mucho las cosas. Calsius ya abrió hace siglos una puerta para que la oscuridad viniera a nuestro mundo. Eso ocurrió en la época de nuestros padres, la primera Tríada y nos llevó muchos años reparar el mal que causó –me contó.
–¿Y qué consecuencias tendría que los oscuros abrieran de nuevo ese portal? –pregunté, inquieta.
–Serían terribles. Hace más de mil años, cuando los clanes aún vivían dispersos por el continente, una raza de hombres sanguinarios campaba a sus anchas por el planeta, sembrando el mal y devastando nuestros pueblos. Cada clan libraba sus propias batallas para expulsar a los oscuros de sus territorios, pero Calsius, su druida, quiso dominar a todos los clanes bajo su yugo y para ello hizo tratos con las tinieblas. Invocó a un espíritu maligno que poseyó el cuerpo de uno de los hechiceros oscuros y que asumió el liderazgo del Clan de la Oscuridad. Su nuevo señor era fuerte y poderoso, de modo que no le faltaban adeptos para engrosar sus tropas y continuar con los saqueos. Se decía que el propio dios del inframundo, Avallach, se había rencarnado en él y de ahí su crueldad. Las leyendas contaban que había venido a nuestro planeta a sacrificar a hombres y mujeres para que sus almas le sirvieran en su siguiente vida y sus masacres pronto constataron que su terrible fama era una realidad. Tras siglos de violencia y devastación, los tres druidas más poderosos de Irlanda, Escocia y Britania decidieron unirse e invocar al poder supremo de la Madre Tierra para crear una alianza contra el mal. Así surgió la Tríada, con el principal objetivo de proteger a nuestros clanes de los seres oscuros. Los tres primeros druidas, entre los que se encontraba mi padre, casi lograron su objetivo, pero Calsius tenía un as en la manga, las tablillas de la maldición. Los maldijo con el terrible hechizo y logró una primera victoria. Los clanes pensaron que todo estaba perdido, pero entonces la alianza mágica se restauró en los descendientes de los primeros druidas: Christopher, Duncan y yo mismo. Nosotros dimos nuevas esperanzas a nuestra gente y combatimos a los oscuros. Finalmente y tras años de lucha, atrapamos al señor oscuro y lo desterramos de nuevo al inframundo, liberando por fin al planeta de su yugo. No obstante fue imposible acabar con todos sus seguidores, muchos de los cuales vagaron por el mundo sembrando el mal y durante siglos fueron perseguidos por nuestros hombres. Los druidas nos hemos mantenido vigilantes todo este tiempo, siempre tras la pista de los más importantes, como en el caso de Calsius, el más poderoso de todos ellos. Cuando por fin le capturamos, le confinamos en una prisión eterna junto a las tablillas de la maldición y de no ser por la ambición de Christopher nadie habría podido nunca franquear sus muros, pero su imprudencia y su avaricia le pusieron en libertad sin que lo supiéramos. Del mismo modo que la Tríada ha intentado preservar y proteger a sus clanes del mal, Calsius ha trabajado desde entonces en la sombra para preparar la vuelta de su señor. Los poderes que posee, incluida la inmortalidad, provienen de la magia negra, del mal, y le fueron brindados por el señor oscuro a condición de que preparara su regreso. Muriel Glen fue quien me hizo sospechar en un primer momento de que quizás los oscuros no hubieran desaparecido, como creíamos. Cuando descubrí las artes de dominio mental que empleó con Duncan y conmigo mismo empecé a sospechar que Calsius estaba detrás de todo. Desde entonces me dediqué a seguirle la pista, pero no conseguí dar con él. Encerré a Muriel, intentando apartarla del camino del mal y la visité varias veces en la prisión de Mann para intentar que entrara en razón y que renegara del Clan de la Oscuridad. Como imaginas, todo fue en vano, su alma estaba perdida, era una fiel seguidora de la oscuridad. Ella fue quien me confirmó que el mismo Calsius, aún con vida, seguía liderando a los oscuros y la creí. Intenté advertir a Duncan y a Christopher del riesgo que corríamos y les pedí que me ayudaran a detener a Calsius, pero nuestra relación estaba tan deteriorada que ni siquiera el vínculo de la Tríada pudo salvar las distancias y no tuve más opción que continuar con la misión en solitario. Cuando Muriel murió en prisión sospeché que todo había sido amañado por la oscuros para hacerla callar y pronto pude confirmarlo, puesto que recibí mensajes amenazándome con destruiros tanto a ti como a tu madre si no accedía a negociar con el maestro. Entonces fue cuando decidí que debía ocultaros y lo más fácil fue adoptar una vida humana, apartándonos de la magia. Abandoné todo contacto con el clan y borré de la mente de tu madre todo aquello que había averiguado sobre mi verdadero ser. Tú eras sólo un bebé por aquel entonces de modo que no ibas a recordar nada de cualquier forma, pero fue muy doloroso tener que manipular la mente de Caroline,… le había confesado quién era en realidad antes de casarnos porque no quería que ella me aceptara sin conocerme de verdad, pero después me vi en la necesidad de hacerle olvidar para protegeros a ambas y me sentí terriblemente mal por engañarla de ese modo. Lo demás ya lo sabes, la traición de Darcey vino en mal momento aunque en realidad la esperaba, puesto que después de la muerte de Duncan empecé a sospechar de él y no de los oscuros, a los que él trataba de incriminar. Al parecer no me equivocaba... Aun así lamento no haber tenido un poco más de tiempo, ya casi había descubierto los planes de Calsius y su voluntad de abrir el inframundo para hacer retornar a Avallach, pero hay que saber aceptar cuando te llega la hora y mi era ya pasó. Ahora es tu turno de acabar con él, Becca, él necesita crear un portal cósmico para hacer regresar a su señor y tu misión es impedírselo. Avallach necesitará un cuerpo, no debes permitir que posea a Ethan, le perderíais para siempre y el señor oscuro sería invencible –me explicó.
–¿Cómo puedo expulsar a Darío de la mente de Ethan? –pregunté, alarmada.
–¿Cuándo tuvo lugar la posesión? –se interesó mi padre.
–Aún no ha transcurrido una semana –respondí, nerviosa–. He visto a Ethan en sueños, me pedía ayuda, pero no pude mantener la conexión con él por mucho tiempo y no me dio ninguna información de utilidad para poder ayudarle–.
–Su espíritu debe de estar muy débil. Tras la posesión de su cuerpo, su éter está vagando en la frontera entre los dos mundos y está perdiendo fuerza. No es probable que aguante mucho más tiempo en ese estado, de modo que tienes que darte prisa, de lo contrario podríais perderlo y de ser así la Tríada se disolvería para siempre –me advirtió.
–Hemos intentado atrapar a Darío, pero desde que habita el cuerpo de Ethan es más fuerte que antes y además juega con ventaja, sabe que no le destruiremos mientras tenga a nuestro amigo en su poder –me lamenté.
–Pero vosotros también tenéis a Ethan. Aún poseído, él es un miembro de la Tríada y os une a él un vínculo mágico que tenéis que utilizar contra Darío. Si le ayudáis con vuestra energía, Ethan encontrará la fuerza necesaria para expulsar al intruso y volver a su cuerpo. ¿Está Cayden contigo en esto? –se interesó.
–Sí, papá y estamos más unidos que nunca –susurré, sintiendo cómo se coloreaban mis mejillas.
–Bien –dijo y me pareció advertir un vestigio de sonrisa en sus labios, aunque era difícil asegurarlo a causa de la distancia y de su apariencia etérea –. Lo necesitaréis si queréis ayudar a vuestro compañero. Debes buscar un lugar relevante para su clan y establecer contacto con él, pero tendrás que crear una conexión más fuerte que ésta, si no él no podrá reunirse contigo–.
–Pero, ¿cómo se hace eso? Estoy perdida, necesito que me orientes –le supliqué, asustada.
–Becca, hija, eres la muchacha más deliciosamente obstinada que he conocido en mi larga vida y eso es algo que me llena de orgullo. Siempre te animé a esforzarte, pero pronto superaste mis expectativas por tu insistencia y tu tenacidad. No hay nada que se te resista, porque desde niña ya comulgabas con los cuatro poderes esenciales que ha de tener un druida: saber, querer, atreverse y permanecer a la escucha. ¿Recuerdas cuando preparábamos juntos nuestras excursiones? En cierto modo eran pruebas que yo preparaba para tu futura formación como hechicera. Nunca olvidaré cuando viniste conmigo a explorar aquella sima. Tenías miedo, pero eso no te amedrentó, estuviste varias semanas documentándote sobre espeleología y la belleza de lo que nos esperaba te hizo superar tu miedo y deseaste acompañarme. Cuando estábamos ante la entrada, me miraste y me pareció leer la duda en tu rostro por un instante, pero te bastó coger mi mano para decidirte a seguirme y entonces nos adentramos juntos bajo tierra. Tu silencio me hizo comprender que disfrutaste de la experiencia y supe que algún día serías mi digna sucesora. Ya tienes todo lo que necesitas para dominar el quinto elemento: tu espiritualidad, porque está en tu interior y sólo tú puedes explotarlo. Recuerda, nadie te conoce mejor de lo que te conoces a ti misma –me explicó.
–Pero, ¿qué lugar es el más propicio para encontrar a Ethan? –pregunté.
–Los del Clan del Fuego son más afines al astro rey, ¿qué tal el Templo del Sol? –dijo mi padre y ahora sonaba lejano.
De pronto todo pareció agitarse bajo mis pies, como si se hubiera desencadenado un movimiento sísmico y de nuevo comencé a ver todo borroso.
–¿Qué está ocurriendo? –le pregunté, asustada.
–El portal se cierra, alguien está interfiriendo en la conexión –dijo mi padre.
Sabía que iba a perderlo inminentemente, de modo que me lancé de un salto hacia él, extendiendo mi mano para tocarlo. Él comprendió lo que pretendía y extendió su mano también y nuestros dedos se rozaron ligeramente durante un instante, pero lo suficiente como para recordar su calidez. Después todo se desvaneció antes mis ojos y le perdí.
–¡Becca, estás en peligro! –oí con un eco lejano.
De pronto sentí frío y al abrir los ojos me encontré arrodillada en el suelo, con mis manos apoyadas de nuevo sobre la fría lápida de piedra del cementerio. Estaba extenuada después de mi experiencia espiritual, pero al menos me sentía reconfortada tras hablar con mi padre. La situación a la que nos enfrentábamos seguía siendo sumamente arriesgada, pero a pesar de todo mi padre confiaba en nosotros para afrontar el problema y eso me había infundido nuevas esperanzas.
De pronto una mano tocó mi hombro y me sobresalté, pero supuse que se trataría de Cayden que a estas alturas estaría impaciente por marcharse del cementerio. Puse mi mano sobre la suya, acariciándole, y entonces me quedé helada porque nada más tocarle supe que no era él. Tardé apenas un segundo en reaccionar, pero no fui lo suficientemente rápida porque mi cuerpo ya no respondió cuando quise moverme. Noté la quemazón de la magia oscura inundando mis venas e inmovilizando mi cuerpo, que sentía agarrotado y pesado. Intenté moverme para verificar mis sospechas sobre la identidad de mi atacante, pero no fue necesario, puesto que él se acuclilló frente a mí y le pude ver cara a cara. Como suponía se trataba de Ethan,… o mejor dicho, de Darío.
–Eres demasiado previsible, Rebecca. Sabía que acabarías visitando la tumba de tu padre –susurró junto a mi rostro.
Sus increíbles ojos verdes resplandecían en la noche, pero no parecían humanos, sino de un mundo de ficción. La fisonomía de Ethan siempre me había recordado a la de un dios griego, demasiado perfecto y tan atractivo que era imposible no mirarlo con devoción. Sin embargo tras ser poseído por Darío, su aspecto era además de sobrenatural, temible.
Dediqué unos segundos a valorar la situación, parecía que él estaba solo y yo sabía que Cayden no andaría muy lejos, quizás ésta era la oportunidad que esperábamos para atraparlo, sólo tenía que entretenerle lo suficiente para que mis amigos se reunieran con nosotros y entre todos conseguiríamos reducirle.
–¿Por qué no dices nada?, ¿se me ha ido un poco la mano y también te he dormido la lengua? –dijo, cogiéndome por la barbilla y levantando mi rostro para encontrarse con mis ojos.
–¡Libérame! –le exigí altiva, mientras concentraba mi magia en vencer su hechizo.
–Todo a su tiempo, nena –añadió, regodeándose por su posición aventajada sobre mí.
Sonrió de medio lado y se acercó aún más a mí, deteniendo su rostro a escasos centímetros del mío mientras continuaba sujetando mis hombros con fuerza para mantenerme inmóvil. El aire olía a tormenta, sentía las partículas cargadas de electricidad entorno a mí y comencé a sentirme en mi ambiente.
–¡Qué curioso! ¿Sabes que la primera vez que te vi fue justo aquí, junto a esta lápida? Entonces ya comprendí que eras extraordinaria, pero aún no había descubierto cuán obstinada eras. Te he dicho ya en muchas ocasiones que tu destino está unido inevitablemente al mío, ¿por qué no quieres entenderlo? No tiene sentido que te resistas a mí, nos pertenecemos el uno al otro, nadie es tan perfecto para mí como lo eres tú –susurró, acariciando mi rostro con su aliento.
Tuve que morderme la lengua para no responderle con todo tipo de insultos. Trataba de convencerme de que él y yo éramos aliados, cuando ahora yo sabía que sólo quería utilizarme como enlace con el inframundo para liberar a un ser oscuro y abominable que nos sometería a todos bajo su yugo. Y lo peor era que él quería ser ese ser, su misión era albergar en su cuerpo a ese espíritu, cediendo también a Ethan a ese monstruo… Sentirlo tan próximo a mí me resultó repulsivo e intenté apartarme de él, pero seguía paralizada desde el cuello hasta los pies.
Levanté los ojos hacia el cielo, concentrándome en la inminente tormenta y como si la naturaleza supiera que necesitaba su ayuda, en ese mismo instante un rayo atravesó el firmamento. Le invoqué con el pensamiento y advertí cómo su trayectoria cambiaba y se dirigía en picado sobre nosotros. El rayo incidió directamente en mí, cogiendo totalmente desprevenido a Darío. Pude sentir el latigazo provocado por la descarga recorriendo todo mi cuerpo al mismo tiempo que observaba cómo Darío salía despedido por los aires a causa del impacto. La electricidad me ayudó a liberarme del hechizo oscuro y me dio la energía que necesitaba para hacerle frente. Me puse en pie de un salto y me acerqué rauda hacia el mausoleo contra el que Darío había impactado. Comprobé que aún estaba un poco aturdido por la sacudida de electricidad, situación que aproveché para lanzarme sin dilación contra él, intentando inmovilizarlo.
La tormenta estalló sobre nuestras cabezas y comenzó a descargar lluvia. Sabía que no tenía mucho tiempo antes de que Darío se recuperara y que tenía que actuar con rapidez. Me habría venido bien tener encima algún arma que me permitiera contenerlo, pero habíamos dejado en el maletero del coche nuestras mochilas con todo el equipo, de modo que sólo contaba con mis manos para reducirlo. En ese instante Darío se incorporó, tratando de sujetarme de nuevo, pero me adelanté, poniendo mis manos sobre su pecho y lanzándole una descarga con la energía que el rayo me había cedido. Pareció surtir efecto porque cayó inconsciente hacia atrás, desplomándose contra el suelo. Contemplándole inmóvil junto a mí, fue a Ethan a quien vi en él y no a Darío y me invadió la preocupación. Parecía que le había dejado fuera de combate por el momento, de modo que me arrodillé a su lado y le tomé el pulso en su yugular. Su corazón latía a un ritmo constante, pero eso era algo que daba por seguro porque Ethan era inmortal, una descarga eléctrica por potente que fuera no iba a acabar con él. No tenía ningún modo de retenerlo, de modo que me senté a horcajadas sobre él, encajando mis muslos en sus costados para inmovilizarlo y saqué el móvil del bolsillo de mi cazadora para avisar a Cayden. Cuando al tercer tono no descolgó la llamada empecé a pensar que algo no iba bien. Decidí llamar a Lance a continuación, había perdido la noción del tiempo a causa del trance, pero seguramente era más tarde de lo que imaginaba y deberían estar ya esperándonos junto al cementerio.
–¡Hey princesa!, ¿dónde estáis? –preguntó nada más descolgar.
–Lance, escucha, necesito vuestra ayuda. Tengo a Ethan, pero no sé por cuanto tiempo podré retenerlo –le expliqué atropelladamente.
–¿Dónde estás?–preguntó alarmado.
–Junto a la tumba de mi padre, en la sección tres –dije, recorriendo con la mirada el lugar para proporcionarle otras referencias que le ayudaran a localizarme más fácilmente.
–No apagues el móvil, te localizaré por GPS –me propuso.
–¡Vale!, ¡date prisa! –le pedí.
De pronto Darío se incorporó, pillándome distraída y rodó sobre mí, haciendo que perdiera el móvil. Me cogió por las muñecas e inmovilizó mis brazos, presionándolos contra el suelo y acto seguido clavó su cuerpo contra el mío, aplastando mi pecho y dificultándome la respiración.
–¿Con quién hablabas? –me preguntó en un tono amenazador.
–No…es…asunto…tuyo –pronuncié con dificultad.
Me revolví con fuerza, pero su agarre era férreo y no cedía ni un milímetro. Entonces supe lo que tenía que hacer, invoqué a la Tríada, ésa era la forma más efectiva de avisar a Cayden de que acudiera en mi ayuda, pero para mi sorpresa, cuando mis marcas en forma de triquetas se iluminaron en el dorso de mis manos, también lucieron las de Darío. Inexplicablemente él me libero de inmediato, como si la invocación le hubiera herido de algún modo y yo aproveché la oportunidad para quitármelo de encima de un empujón. La luz de las triquetas comenzó a extinguirse y entonces Darío pareció recuperarse de su efecto y tuve que prepararme para atacar de nuevo.
La lluvia golpeteaba con fuerza contra mi cabeza, resbalando por mi cara y calando mi ropa. Cargué mis manos con electricidad, la mejor arma de la que disponía en estos momentos y, a su contacto con el agua, saltaron chispas que hicieron que mi ataque fuera mucho más impresionante. Darío intentó acercarse y desplegué desde mis manos corrientes de electricidad como si se tratara de látigos y él se lo pensó dos veces antes de continuar.
–Si vienes conmigo por tu propia voluntad tal vez tenga un gesto de clemencia contigo y no arrase el asentamiento de tu clan –me susurró amenazante.
–Comienzas a estar desesperado, ¿no es así? ¿Por qué tienes tanto interés en que vaya contigo? Quizás si me lo contaras me lo pensaría más detenidamente –le propuse, haciendo chiscar uno de mis látigos de electricidad con fuerza junto a sus pies.
Él no se inmutó y apreté los dientes con rabia. No parecía tomarme en serio, parecía muy seguro de que no le dañaría ahora que portaba el cuerpo de Ethan y su actitud de superioridad me ponía de los nervios, teniendo en cuenta que ahora era yo quien llevaba la voz cantante. Me miró con condescendencia unos instantes antes de decidirse a hablar.
–Como te he dicho, estamos en esto juntos, nena y deberías plantearte las consecuencias negativas que tendría ignorar lo obvio. Si no colaboras conmigo perderás a Ethan definitivamente y le seguirá también tu amado Cayden, ¿estás dispuesta a que eso ocurra? –me desafió.
Me quedé mirándolo, tratando de descifrar qué había de cierto detrás de su amenaza. ¿Sería sólo un farol o realmente sabía cómo acabar con los druidas sin tener la maldición? De todos modos lo peor que podía ocurrirnos ahora era que yo cayera en sus manos, su interés por mí lo hacía evidente, así que obvié sus amenazas y decidí que era el momento de hacerme con él.
–Por tu expresión se diría que empiezas a estar desesperada –me parafraseó, burlándose de mí.
–¡Basta de estupideces! No colaboraré contigo, serás tú quién te avendrás a razones y vendrás conmigo hoy –dije con aplomo.
De inmediato lancé mis rayos contra él, rodeándolo de una corriente de electricidad que sacudió su cuerpo en ligeras convulsiones, haciéndole caer de rodillas al suelo. Mientras aguantaran mis fuerzas le tenía a mi merced y esperaba que fuera el tiempo suficiente para que mis amigos se reunieran conmigo y me ayudaran a reducirlo.
Seguía estando muy preocupada por Cayden, tendría que haber acudido a mi llamada, pero no lo había hecho. Volví a invocarlo, notando el calor de las triquetas en mis manos y comprobando que Darío se retorcía de nuevo al sentir su efecto, como si le quemaran con ácido. Era evidente que nuestra magia rechazaba a Darío o tal vez era el mismo Ethan el que lo hacía, fortalecido por la Tríada. Quizás luchaba contra él todo el tiempo desde su confinamiento en su propia mente.
Entonces oí que alguien se acercaba a la carrera y concentré mis sentidos en localizarle. De pronto una figura apareció a lo lejos, recortando el horizonte, tan grácil como si se tratara de un guepardo saltando tras su presa. ¡Cayden! El alivio que sentí al comprobar que estaba bien no me duró demasiado porque pronto descubrí que le perseguían y que a pesar de su gracilidad, en este caso la presa era él. Varios hombres le pisaban los talones, pero él era más rápido, de hecho no conocía a nadie tan rápido como él y pronto les sacó bastante ventaja. Sus ojos se encontraron con los míos y también leí alivio en su mirada, que se transformó en preocupación en cuanto vio a su hermano y comprendió la situación. Corrió el último tramo que nos separaba si cabía aún más rápido y cuando llegó a mi lado se detuvo en seco y contempló la escena, mientras que por el rabillo del ojo controlaba el avance de sus perseguidores. Estaba empapado y su cazadora de cuero estaba bastante deteriorada y desgarrada, síntoma de que había estado luchando, pero al menos no parecía herido.
–¿Estás bien? –me preguntó.
Asentí, advirtiendo que teníamos encima a los hombres de Darío, al menos media docena si no me fallaba la vista.
–¿Crees que podrás aguantar un poco más mientras me libro de estos tipos?–me preguntó Cayden, mirándome con ansiedad.
–Sí, pero no podré ayudarte, ¿podrás con todos? –le pregunté preocupada.
–Tranquila, ya me he deshecho de unos cuantos por el camino –dijo, preparándose para atacar.
De pronto los hombres se acercaron, rodeándolo hasta casi acorralarlo y en cuestión de segundos empezó el combate. No podía ver lo que ocurría al detalle puesto que la lluvia y el muro formado por sus atacantes me impedía hacerlo. Me concentré en Darío, ahora no podía bajar la guardia, sabía cuán escurridizo era y que aprovecharía la más nimia oportunidad para devolverme el ataque. Pero entonces me invadió un terrible dolor de cabeza, como si estuvieran intentando atravesármela con un taladro. Intenté ignorar el dolor y aguantar, pero a cada instante ganaba en intensidad. De pronto sentí como si objetos punzantes atravesaran mi frente y el dolor se hizo tan extremo que involuntariamente replegué las corrientes eléctricas hacia mis manos, liberando a mi presa. Intenté desplegarlas de nuevo, antes de que Darío se recuperase, pero era inútil, el dolor me tenía bloqueada hasta tal punto de que me desplomé contra el suelo con las manos sujetándome la cabeza.
–¡Becca! –gritó Cayden en la distancia.
Quería tranquilizarlo y asegurarle que no debía preocuparse, pero eso habría sido absurdo porque me encontraba en una situación preocupante y ni siquiera sabía lo que me pasaba. De pronto me di cuenta de que alguien se había acuclillado a mi lado y abrí los ojos lo justo para comprobar que se trataba de Darío, que me miraba con una sonrisa de satisfacción en los labios.
–¿Qué se siente cuando la cobaya eres tú? –me susurró al oído.
–¡Vete al infierno! –gruñí, retorciéndome de dolor.
De pronto Darío me levantó del suelo e intentó echarme sobre su hombro, pero comencé a revolverme y a patalear, impidiéndoselo.
–¡Suéltame! –grité.
Y entonces algo impactó contra nosotros, derribando a Darío y haciendo que yo perdiera el equilibrio y me desplomara. Se trataba de Cayden, que había acudido a ayudarme. Se movió con rapidez, evitando que me golpeara contra el suelo y me depositó en la hierba húmeda con suavidad.
–¿Qué te ocurre?–me preguntó inquieto.
Aunque su voz fue sólo un susurro, sentí como si mis tímpanos se perforaran por el ruido y me llevé de nuevo las manos a la cabeza, abatida por el dolor.
–Me estalla la cabeza –conseguí articular.
Cayden me dejó tumbada boca arriba en el suelo empapado por la lluvia, pero ni siquiera el frescor de las gotas aliviaba mi terrible jaqueca. Acto seguido se volvió hacia Darío, encarándose contra él.
–Detén en este instante lo que le estés haciendo a Rebecca –le amenazó.
–Bastardo, apártate o tendré que quitarte de en medio yo mismo –rugió Darío.
–Bien, estoy deseando ver cómo lo haces –le desafió Cayden.
Comprobé que Cayden había dejado fuera de juego a todos los hombres oscuros antes de lanzarse en mi auxilio, pero algunos se estaban recuperando y nos rodeaban, dispuestos a intervenir en cuanto su jefe les diera la orden. Estábamos en desventaja y yo en esa situación no era de ninguna ayuda…
Pero en ese momento Lance y los demás aparecieron en escena y sin perder un instante se ocuparon de los hombres oscuros. Cayden aprovechó la llegada de los refuerzos para ir directamente a por Darío. Intenté ponerme en pie para echarle una mano, pero de nuevo el terrible dolor punzante atravesó mi frente, haciéndome sentir mareada y caí de nuevo de rodillas contra el suelo.
–¿Qué le estás haciendo? –gritó Cayden cogiendo a Darío por las solapas de su cazadora y empotrándolo de un golpe contra la pared de un mausoleo.
Darío estalló a reír, como si encontrara la situación cómica y Cayden, lleno de ira, le golpeó varias veces contra la pared de piedra. Entonces comprendí que Darío había estado en todo momento muy relajado, seguro de que se saldría con la suya a pesar de que nosotros éramos ahora mayoría. Y entonces comprendí que no estaba actuando en solitario como quiso hacerme creer en un principio. Recordé que no era la primera vez que era víctima de un hechizo semejante, ya había experimentado esa terrible jaqueca antes y Darío no fue quien me la produjo.
–¡Cayden!, se trata de Calsius. Él es quien me está haciendo esto, ¡está aquí! –grité, intentando ponerme en pie.
Darío aprovechó que Cayden me prestaba atención en ese momento para quitársele de encima, pegándole un fuerte golpe en el pecho que le lanzó a unos metros de allí. No perdió tiempo y vino de nuevo a por mí. Me sujetó con fuerza por los hombros y pronto sentí el hormigueo de su magia, paralizándome. Intentó cargarme sobre su hombro y de nuevo intenté resistirme, pero entonces me atrajo hacia sí, poniendo sus dedos en mi frente y sentí cómo desconectaban mi cerebro de mi cuerpo. Me derrumbé y dejé de oponer resistencia. Sólo sentía el bamboleo de mi cabeza contra su espalda y de pronto me envolvió la oscuridad…