Tu novia. La invasión de los ultracuerpos
Yo tenía un pisito muy pequeño donde me había ido a vivir desde que mi cuñado se quedo a vivir en casa de mis padres. O mi cuñado o yo…, así que me fui yo.
Tengo que reconocer que soy una persona desordenada. Mi piso, si lo mirabas desde arriba, era un partida mala de Tetris, estaba todo descolocao, pero era mi casa y a mi me gustaba así, yo sabía dónde estaba todo… hasta que llegó ella.
El apartamento era muy pequeño, pero cuando llegó ella encogió mucho más: metió el secador, catorce macetas, un revistero, la tabla de planchar y un montón de velas de todos los tamaños y todos los olores, que parecía que en cualquier momento íbamos a dar misa.
¿Y el frigorífico? Te lo llenan de comida. La comida puede estar fuera, porque la comida de un soltero es de lata y la lata aguanta más que un martillo enterrao en paja. La nevera hace mucha más falta para enfriar las cervezas.
Yo tenía muy poquitas cosas de comer en la nevera, tenía un yogur de esos de medio kilo de la marca Hacendaño, ese yogur que lleva mes y medio abierto con la cuchara dentro, ese yogur que sacas por la noche para ver alguna «peli» de guerra y luego lo vuelves a guardar, ese yogur que se ha hecho dueño de la nevera y tiene a los Tranchettes arrinconaos contra la pared. Lleva tanto tiempo allí que miras dentro del yogur y hay una familia de peruanos tocando la flauta con los ponchos puestos, ese yogur que tiene «isofregonas» y un millón de «paquiqueaseaquicontusmulitas» que te regeneran la flora intestinal.
Yo aquí tengo una duda: cuando yo era pequeño los niños no teníamos flora intestinal, hacíamos la digestión; ahora los niños tienen flora intestinal y se comen un millón de «paquiqueaseaquicontusmulitas» que te regeneran la flora intestinal. Al final se le regenera tanto, que al niño le sale por la boca un geranio. ¿Qué haces? ¿Le das un Almax o un cortacésped?
Otra de las cosas que perdí en el traslado de mi novia a mi casa fue el mando a distancia, y si pierdes el mando a distancia has perdido todo tu poder. Mi novia se quedaba por las noches viendo las videntes en vivo, y hablaba con ellas, pero sin teléfono, desde el sofá, porque después de tantos días cogió tal confianza que ya eran de la casa. En ese momento empecé a tener miedo.
Todo esto lo he podido superar, pero hay una cosa que me trae por el camino de la amargura: se ha traído al perro, el perro que más me odia del mundo. Es el perro de Cujo, y encima sé que cada vez que me acuesto se pasa al sofá, donde yo tengo que sentarme, y suelta todo el pelo del mundo, tiene más pelo que un kiwi. Y lo peor de todo, cada vez que mi novia y yo queremos tener un momento de amor loco nos ladra desde el salón, y si no hacemos caso aúlla… Duerme en mi sofá y no me deja foll… Me callo, que me estoy enfadando.
Un día ella apareció en casa y me dijo que teníamos que dejarlo. Me miró con cariño y soltó:
—No es por ti, es por mí.
Y es verdad, no era por mí, era por ella, que estaba harta de mí…