IV

EL HOSPICIO

Es el hospicio, el viejo hospicio provinciano,

el caserón ruinoso de ennegrecidas tejas

en donde los vencejos anidan en verano

y graznan en las noches de invierno las cornejas.

Con su frontón al Norte, entre los dos torreones

de antigua fortaleza, el sórdido edificio

de agrietados muros y sucios paredones

es un rincón de sombra eterna. ¡El viejo hospicio!

Mientras el sol de enero su débil luz envía,

su triste luz velada sobre los campos yermos,

a un ventanuco asoman, al declinar el día,

algunos rostros pálidos, atónitos y enfermos,

a contemplar los montes azules de la sierra;

o, de los cielos blancos, como sobre una fosa,

caer la blanca nieve sobre la fría tierra,

sobre la tierra fría la nieve silenciosa…