INDICE

Prólogo

…………………………………………………………………………… 04

Capítulo I

……………………………………………………………………………..06

Capítulo III

……………………………………………………………………………..14

Capítulo IV

……………………………………………………………………………..32

Capítulo V

……………………………………………………………………………..42

Capítulo VI

……………………………………………………………………………..58

Capítulo VII ……………………………………………………………………………..71

Capítulo VIII ……………………………………………………………………………..86

Capítulo IX

……………………………………………………………………………..97

Capítulo X

……………………………………………………………………………112

Capítulo XI

……………………………………………………………………………125

Capítulo XII ……………………………………………………………………………137

Capítulo XIII ……………………………………………………………………………151

Capítulo XIV ……………………………………………………………………………163

Capítulo XV ……………………………………………………………………………178

Capítulo XVI ……………………………………………………………………………195

Capítulo XVII ……………………………………………………………………………209

Capítulo XVIII…………………………………………………………………………....223

Capítulo XIX …………………………………………………………………………….234

Capítulo XX …………………………………………………………………………….251

Capítulo XXI …………………………………………………………………………….266

Capítulo XXII …………………………………………………………………………….281

Capítulo XXIII……………………………………………………………………………299

Capítulo XXIV……………………………………………………………………………318

Capítulo XXV .....................................................................................................................338

Capítulo XXVI ...…………………………………………………………………………358

Capítulo XXVII ...………………………………………………………………………...393

Capítulo XXVIII …………………………………………………………………………413

Capítulo XXIX ………………………...............................................................................439

Capítulo XXX ……………………………………………………………………………462

Agradecimientos …………………………………………………………………………484

4

Prólogo

Para él yo no era una persona, era su objetivo, una mercancía, un producto, una

adquisición con un determinado valor que había sido adquirido para sus eventuales

necesidades físicas.

Huir siempre fue mi primera alternativa, pero sabía que no podía hacerlo aún

cuando él me lo decía: “puedes irte cuando quieras…” Maldito mentiroso… detrás de sus

sutiles palabras habría consecuencias que tendrían directa relación con mi madre y

conmigo.

Las lágrimas se me desbordaron llenas de ira, de frustración, por no tener ni una

sola alternativa. Él estaba acabando con mis sueños, con todas mis ilusiones, con las pocas

alegrías que me quedaban. Su aparente generosidad no era más que una mera distracción:

demasiado hermoso y perfecto para ser cierto. Un maldito lobo con piel de oveja.

Cualquier mujer terminaría sucumbiendo ante sus encantos, ante su insistente, misteriosa,

enigmática y penetrante mirada, ante el inminente y provocador sonido de su voz, pero yo

no, yo no era cualquier mujer y él se estaba dando cuenta de ello. Preferiría morir mil

veces quemada que dejarme caer rendida en sus brazos.

— ¿Qué quieres? —lo interrogué sin dejar de ver su rostro ni sus apacibles

movimientos, pero precisamente dejándome arrastrar por sus labios que se curvaban en una

inquietante y demoledora sonrisa, dejando al descubierto con ello a una perfecta dentadura

blanca.

— ¿Qué aún no te das cuenta? —respondió clavándome una ferviente mirada.

— Si lo supiera no te lo estaría preguntando —manifesté con toda la ironía que

logré reunir en ese particular momento.

Dejó el vaso de Whisky que estaba bebiendo para ponerse de pie y caminar

lentamente hacia donde me encontraba.

Se me nubló la razón cuando lo tuve enfrente con esos ojos azul cielo que me

desnudaron por completo. Mi mente se bloqueó y me quedé sumida en el más absoluto de

los silencios. Nada tenía sentido, sólo sus ojos, sus labios, el contorno de su rostro… mi

corazón comenzó a palpitar aceleradamente como si de un momento a otro pudiera estallar

en mil pedazos.

— Soy tu dueño —expresó sin ningún tipo de titubeos—. Soy yo quien ha hecho el

negocio —acotó con la voz tan fría como el hielo.

Por un momento y tras sus palabras sentí que mi corazón junto con mis pulmones

dejaban de funcionar. « ¿Qué mierda estaba diciendo? ¿Él era el maldito demente que

había puesto valor a mi cuerpo? ¿A él debía entregarme para salvar el pellejo y “el

honor” de mi familia?». Me asqueé de solo pensarlo.

5

— ¡Pudiste comprar mi cuerpo, pero jamás comprarás mi corazón! —expuse con

rabia a modo de que sintiera que aún no daba esta batalla por perdida.

— ¿Estás segura? —me preguntó mientras me analizaba desde la cabeza hasta los

pies. Sólo tenía ojos para mí como si yo fuese la última ganancia de una venta que había

sido concebida, concretada y validada por…

— ¡¡Desgraciada!! —maldije en voz baja mientras cerraba los ojos y la recordaba.

Acto seguido, conté hasta tres para intentar tranquilizarme, pero no pude hacerlo del todo

ya que cuando los abrí nuevamente él estaba tan cerca que de inmediato pude sentir su

aliento y su respiración un tanto agitada sobre mí. Parecía un verdadero depredador

acechando a su presa.

Tomé aire profundamente mientras lo miraba, tragué saliva mientras lo veía sonreír.

No había escapatoria, no había vuelta atrás, no existía nada que pudiese salvarme de las

manos de ese hombre que con su cuerpo me incitaba a arrastrarme al mismísimo infierno,

mientras que con sus ojos me envolvía por completo como si deseara alzarme hacia el cielo.

Ahora la pregunta que daba cientos de vueltas en mi cabeza era…

¿Por cuál de los dos caminos quería transitar?

6