Capítulo 10
Carrie ya estaba llegando a su barrio cuando se dio cuenta de que alguien la seguía. Un coche deportivo negro iba directamente detrás del suyo y paraba y giraba cada vez que ella lo hacía. Sabía quién iba montado en él, aunque no quién iba detrás del volante. No podía ser otro que Tyler.
Aparentemente, estaba buscando el enfrentamiento que ella había tratado de evitar. Aparcó en frente de su casa, con los nervios tensos y el corazón encogido. Segundos después, apareció el coche de Tyler a su lado.
Tyler salió del coche negro y cerró la puerta de golpe.
—Gracias, Connor —dijo. Y Connor se alejó después de dar un alegre bocinazo.
—¿Te ha traído Connor? —preguntó Carrie. Inmediatamente se regañó a sí misma. Pretendía alejar a Tyler con un silencio glacial—. ¿Te has rebajado a aceptar que ese conspirador te trajera?
Tyler asintió tímidamente.
—Supongo que eso te dirá algo sobre lo mucho…
—Eso me dice que estás dispuesto a utilizar a cualquiera para salirte con la tuya. Tanto a amigos como a enemigos.
—Estás completamente equivocada. Pero quizá sea mejor así —repuso Tyler, en tono misterioso.
Sacaron a los trillizos del coche en silencio y los llevaron hacia la casa. Emily se aferraba a Tyler como si fuera un auténtico monito y cuando su madre intentó apartarla de sus brazos, la pequeña traidora empezó a gritar.
—No te preocupes, cariño, Ty va a quedarse contigo —le dijo Tyler a la niña, pero mirando fijamente a Carrie.
—Ya tenían que estar en la cama, pero voy a darles de cenar primero, ya que no han podido comer nada en esa falsa cena al aire libre a la que nos habías invitado —dijo Carrie fríamente.
—Franklin sí ha comido. Lo he visto masticando algunos de los arreglos florales de Nina.
—¿Todo esto te parece muy gracioso, verdad? A ti no te importa la vergüenza que me has hecho pasar al llegar allí sin estar invitada y…
—¡Yo te invité!
—Pero te olvidaste de comentárselo a Nina o a tu padre. Supongo que eso también formaba parte de tu asqueroso plan.
—Estás viendo segundas intenciones donde no las hay, Carrie. Yo…
—¡Cállate, Tyler! —no gritaba para no asustar a los trillizos, pero la intensidad de su voz era inconfundible.
Una vez estuvieron los niños en las sillas, empezó a repartirles la cena. Tyler la observaba atentamente; la veía muy tensa. Carrie no le dijo una sola palabra hasta que no terminó de servir. Entonces, se volvió hacia él y le dijo con una mirada glacial:
—¿Todavía estás aquí?
—No voy a ir a ninguna parte.
—El juego ha terminado, Tyler —le dijo la joven con firmeza.
—¿Puedes decirme exactamente cuál es el juego al que estábamos jugando? ¿Al gato y al ratón? ¿Al escondite?
—Yo creo que estamos interpretando una farsa. Ahora estoy intentando averiguar qué parte estás interpretando ahora, pero déjalo. No puedo, eres un actor demasiado bueno.
—¿Y eso qué se supone que significa?
—Significa que nuestra amistad ha terminado. No voy a dejar que nos utilices a mí y a mis hijos como munición contra tu padre y su esposa. A partir de ahora, ya no serás bienvenido en esta casa.
—¿No quieres volver a verme? —Tyler la miraba con incredulidad—. ¿Es eso lo que estás intentando decirme?
—No estoy intentándolo. Te lo estoy diciendo.
—Y todo por culpa de esa estúpida cena al aire libre…
—¡No era una cena al aire libre! —gritó Carrie—. Y tú lo sabías.
—Carrie, escúchame —repuso Tyler entre dientes—. Nina me invitó a pasar con ellos el Cuatro de Julio, diciéndome que mi padre tenía un interés especial en que fuera, con lo que quería decirme que no podía elegir, que tenía que ir a la fuerza. Después de eso, dejé de prestarla atención y pensé que la cena sería como la del año pasado. Es posible que me comentara que iba a ser una cena formal, pero yo no la estaba escuchando.
—Supongo que tampoco sabías que iban a ir sus sobrinas.
Tyler hizo una mueca.
—Eso sí lo sabía, porque Nathaniel me llamó para quejarse. Ninguno de nosotros quería conocerlas. Yo me imaginaba que las sobrinas de Nina debían de tener el mismo encanto que las hermanastras de Cenicienta. Y decidí llevaros a ti y a los niños porque quería que toda mi familia supiera…
—Que estabas harto de que se entrometieran en tu vida. Y decidiste arruinarlos este encuentro en particular, llevándote a los niños.
Tyler apretó los labios. Lo que había estado a punto de decir, lo había sorprendido a él tanto como habría asombrado a Carrie si le hubiera dejado decirlo. Iba a decir que quería que su familia conociera a la mujer y a los niños con los que pasaba todo su tiempo libre, para que supieran que no estaba disponible.
Tenía una relación seria con Carrie Wilcox, madre de tres hijos. Estaba enamorado de una mujer con la que ni siquiera se había acostado. Y si eso fuera poco, esa misma mujer estaba mirándolo como si lo odiara, y acababa decirle que no quería volver a verlo jamás.
Tyler arrastró una silla y se sentó en ella.
—Bueno, esto es un verdadero lío.
—¿Por fin estás dispuesto a admitir que has cometido una crueldad con nosotros? —le preguntó Carrie.
—Estoy dispuesto a admitir que he cometido el error de confundir esa cena formal con una cena al aire libre. Pero todavía no llego a pensar que sea tan ofensivo como tú planteas, Carrie. Mírame a mí, tampoco estoy adecuadamente vestido, pero no me siento humillado porque el resto de los hombres fueran de esmoquin.
—Estás muy orgulloso de ti mismo —repuso la joven con acidez.
—¡Maldita sea! ¡Eres una cabezota! ¿Por qué no me crees? No te he llevado a casa de mi padre para humillarte. Es cierto que no hemos llevado la indumentaria adecuada y te has sentido avergonzada, y por eso te pido mis más sinceras disculpas. Pero creo que tú también me debes una disculpa.
—¿Yo? ¿Por qué?
—Por todas las acusaciones infundadas que me has lanzado.
—Yo no lo veo de esa manera —en su interior se mezclaban el dolor y la furia—. Creo que será mejor que te vayas, Tyler.
Tyler se levantó.
—¿Tú crees que es lo mejor? Me pregunto qué pensarán los niños.
—Si estás intentando meterlos en esto, lo único que vas a demostrarme es que estás dispuesto a utilizarlos para tu propio interés.
—Para mi propio interés —repitió Tyler con ironía, y se levantó—. De acuerdo. Entonces no puedo hacer nada.
Se fue lentamente, intentando no llamar la atención de los trillizos para que no protestaran, y se metió en su casa.
Durante los diez primeros minutos, saboreó la paz y la tranquilidad de su hogar, pero enseguida empezó a ponerle nervioso el silencio. Puso su disco favorito, pero la falta de voces y risas hacía que la casa le pareciera vacía y sin vida.
Se asomó a la ventana y miró hacia la casa de Carrie, donde estaban casi todas las luces encendidas. No estaba deprimido, se aseguró a sí mismo. Simplemente estaba volviendo a acostumbrarse a su antigua vida. En muy poco tiempo estaría disfrutando de su retorno al modo de vida que tan estúpidamente había abandonado tres semanas atrás.
* * *
Cuando sonó el teléfono dos horas después, Carrie corrió a contestar.
—Ah, hola, Alexa —aunque lo intentó, no pudo impedir que se reflejara la desilusión en su voz.
—Quería saber cómo te había ido en casa de los Tremaine, pero creo que he llamado en un mal momento —se disculpó Alexa.
—En absoluto. Toda esta noche ha sido igual de terrible. Y lo peor de todo es que, bueno creo que lo he sacado todo quicio —tragó saliva, intentando vencer el nudo que sentía en la garganta desde que Tyler se había marchado—. Oh, Alexa, he reaccionado como una estúpida. Desde que Tyler se ha ido he estado pensando en lo que ha pasado y en lo que él me ha dicho y…
—¿Se ha ido Tyler?
—Lo he echado de casa —confesó Carrie—. Le he dicho que no quería volver a verlo y se ha ido.
—Oh, Carrie.
—Por favor, no me regañes. Ya tendré suficiente con Ben.
—No iba a regañarte, Carrie. ¿Quieres que vaya a verte?
—No, estoy bien —no era justo que su hermana tuviera que correr siempre a su lado—. De verdad —insistió, esperando parecer convincente—. Voy a leer un rato antes de acostarme. De todas maneras, gracias, Alexa, y prométeme que no vas a estar preocupada por mí.
* * *
En cuanto colgaron el teléfono, Alexa llamó a Ben.
—Te llamo para advertirte que si se te ocurre llamar a Carrie no empieces a soltar tus habituales alabanzas a Tyler —le dijo a su hermano—. Tienen problemas.
—¿Qué? Oh, no ¡Eso es terrible! ¿Qué ha pasado?
—Lo único que sé es que Carrie está muy disgustada y se arrepiente de lo ocurrido. Pero creo que no se siente suficientemente segura de él para llamarlo y pedirle disculpas.
—Los dos están completamente enamorados el uno del otro, estoy seguro. Pero parece como si necesitaran una pequeña ayuda para admitirlo.
—Procura no prestársela tú. Y no se te ocurra decirle a Carrie nada de Tyler.
—No se me ocurriría. Quiero que Carrie sea feliz tanto como tú, Alexa.
—Lo sé, Ben.
* * *
Aquella noche, Carrie se puso un pijama de seda azul y se tumbó en el sofá a leer una revista. El timbre de la puerta sonó diez minutos después.
Las piernas le temblaron y el corazón empezó a latirle violentamente. Se acercó a la puerta y miró por la mirilla. Era Tyler.
—He decidido darte otra oportunidad —dijo Tyler, en el momento en el que le abrió la puerta.
—Qué extraño. Iba a llamarte para decirte lo mismo —dijo Carrie, con la voz tan temblorosa como sus rodillas.
—¿Sí? —Entró en la casa y cerró la puerta tras él.
—Es posible que realmente pensaras que era una cena al aire libre —musitó, mirando hacia el suelo.
—¿Estás dispuesta a considerar la posibilidad de que quizá no hayas sido víctima de una trama diabólica, mediante la cual me proponía despertar la furia de los Tremaine?
—Sí —musitó. Una dulce sonrisa curvó las comisuras de sus labios—. Aunque supongo que estaría justificado que hubieras planeado algo para librarte de esas dos glotonas a las que Nina llama sobrinas.
Por un momento, Tyler la miró como si no pudiera creerse lo que estaba oyendo. Después sonrió.
—¿Glotonas? —repitió riendo. Los ojos le brillaban con una mezcla inconfundible de humor y pasión.
Carrie empezó a temblar sobrecogida por las lágrimas y la risa. La barrera que tan celosamente había levantado, se derrumbó. Toda su capacidad de control se disolvió en un torbellino de sentimientos. Rodeó el cuello de Tyler con los brazos y exclamó:
—Te quiero, Tyler —se puso de puntillas para besarlo—. Sólo quería que lo supieras…
—Lo sé —contestó Tyler con voz ronca—. Lo sé cariño, lo sé.
La rodeó con los brazos y buscó sus labios. Mientras lo besaba, Carrie se sentía como si hubiera estallado un arcoíris de colores en su interior. Tyler introdujo la lengua en su boca y la movía como si estuviera imitando los movimientos de sus cuerpos haciendo el amor. Había pasado tanto tiempo desde la última vez que Tyler la había besado…
Al igual que Carrie, Tyler estaba dando rienda suelta al deseo que durante tanto tiempo había reprimido. Llevaba semanas deseándola, y por fin podía dejar que sus necesidades corrieran libremente por su cuerpo. Su pasión por Carrie lo consumía de un modo salvaje.
Con un gemido de pasión, Tyler deslizó las manos bajo la camisa del pijama para alcanzar sus senos. Acarició su redonda suavidad, mientras frotaba los pezones con los pulgares. Carrie quería gritar, gemir ante el exquisito placer que la penetraba.
El deseo se intensificaba y la envolvía como una llama salvaje, elevando la fuerza de sus respuestas, haciendo que cada vez le resultara más difícil respirar. Se estrechó contra él, para sentir la fuerza de su excitación y se arqueó instintivamente mientras empezaba a moverse a un ritmo seductoramente femenino.
Tyler se separó de sus labios durante un segundo, pero inmediatamente volvió a devorarlos. Ambos estaban ya jadeantes, pero ninguno de los dos quería detenerse por algo tan prosaico como respirar. Carrie le agarró la camisa para sacársela del pantalón; quería sentir la piel desnuda de su pecho, la poderosa fuerza de sus músculos.
Sintió los labios de Tyler acariciándole la curva del cuello; las piernas parecían ya incapaces de sostenerla y tuvo que aferrarse a él para mantenerse en pie. Estremecida de placer, se estrechó contra él y se abandonó por completo.
—Te he deseado durante tanto tiempo —musitó—. Pensaba en ti durante todos los momentos del día, pensaba en ti cada noche. Esta noche, cuando te has ido…
—Yo no quería marcharme —volvió a besarla y miró las profundidades de sus ojos—. No podía alejarme de ti, Carrie —dibujó con el pulgar su labio inferior—. Quiero hacer el amor contigo, Carrie. Si tengo que seguir esperando, yo…
—No —le tapó delicadamente la boca para silenciarlo—. No tienes que seguir esperando, Tyler. Te quiero, y quiero demostrártelo. Te deseo…
Tyler gimió su nombre y la besó. Fue un beso tan encendido como los anteriores, pero contenía también una ternura que lo hacía más dulce y significativo.
Carrie se retorcía sensualmente mientras Tyler movía sus enormes manos sobre ella. Sentía el calor de sus palmas atravesando la fina tela del pijama, y de pronto, lo sintió acariciar lentamente la piel de sus muslos.
Lo besó desesperadamente, saboreando sus labios, deseándolo con una fuerza que jamás había experimentado con anterioridad. Cuando Tyler deslizó la mano entre sus piernas, jadeó por la audacia de aquella caricia. Tyler continuó deslizando la mano hacia arriba y hacia bajo, por debajo de la tela de los pantalones, hasta que la posó finalmente en el húmedo centro de su femineidad.
—Tyler —le suplicó con voz suave y temblorosa. El placer se extendía hacia todos los rincones de su cuerpo y se estrechaba contra su mano, entregada al voluptuoso placer al que Tyler la sometía.
Tyler tuvo que hacer un acto de voluntad sobrehumana para contenerse y apartar a Carrie de él.
—Cariño, aquí no —le dijo—. No quiero que la primera vez acabemos haciendo el amor en el vestíbulo.
—A mí no me importa dónde estemos. Sólo te deseo a ti.
La visión del rostro de Carrie, sus mejillas sonrosadas, la boca suave y húmeda, henchida por sus besos, y sus ojos oscurecidos por la pasión, encendió en Tyler una nueva llamarada de deseo. La levantó en brazos y la sostuvo con fuerza contra su pecho.
—Déjame llevarte a tu cama —susurró.
—Sí —asintió Carrie suavemente, mientras le acariciaba la cara con el índice. Dibujó su mejilla y su poderosa mandíbula; estaba sobrecogida por la dulzura y la sensualidad que la embargaba—. Sí, amor.
Tyler subió las escaleras a grandes zancadas, pasó por delante de la puerta semiabierta de los trillizos y llegó al dormitorio. El gato estaba cómodamente tumbado en la cama de Carrie y al verlo, los dos sonrieron.
—Te dejo que lo acompañes fuera —dijo Tyler, mientras dejaba a Carrie en el suelo—. Este viejo psicópata ya tiene demasiadas cosas contra mí.
—Tonterías. Eso sólo son imaginaciones tuyas —repuso Carrie, mientras levantaba al gato de la cama. Lo dejó en el vestíbulo y el gato se paseó orgulloso, como si hubiera sido idea suya la de salir del dormitorio—. A Detective le gustas, Tyler.
—Sí, lo sé por el modo en que saca las uñas cuando estoy cerca de él. Creo que le gusto tanto como me gustan a mí esas glotonas.
Se miraron a los ojos y se sonrieron el uno al otro. Tyler le tomó las manos y dijo en voz baja y profunda:
—Carrie, quiero que sepas que jamás te he utilizado, ni he pretendido ofenderte o herirte deliberadamente. Lo que ha pasado en casa de mi padre ha sido…
—Ha sido un malentendido —dijo Carrie tranquilamente, y curvó los labios en una sonrisa traviesa—. Pero tengo la sensación de que lo sucedido va a ser recordado durante mucho tiempo. Los niños y yo hemos dado una primera impresión que va a dejar huella.
—Desde luego, la primera impresión que me causaste ha dejado una profunda huella en mí. No he sido capaz de sacarte de mi cabeza desde que te conocí —sin soltarle las manos, la empujó hacia él. Se abrazaron y suspiraron, saboreando su cercanía.
La fiera pasión que ambos albergaban, emergió de nuevo a la superficie. Sus labios se encontraron y volvieron a acariciarse con fervor. Carrie podía sentir cada una de las líneas de su cuerpo contra el suyo; gemía y se movía de forma sugerente, deseando brindarle una invitación inconfundible.
Y Tyler estaba deseando aceptar. Deteniéndose para besarla una y otra vez, la tumbó de espaldas en la cama y se inclinó sobre ella para besarla con hambrienta desesperación.
Carrie sintió sus dedos en el último botón de la parte de arriba del pijama y contuvo la respiración. Tyler la desabrochó con tal rapidez y habilidad que la joven apenas había tenido tiempo de soltar el aire cuando ya había acabado con todos los botones y estaba deslizando la chaqueta del pijama por los hombros. El deseo aumentaba en el interior de Carrie; había algo tan sexy en su urgencia, en la franqueza con la que manifestaba su deseo… Tyler la deseaba, y quería asegurarse de que supiera cuánto. Lo miró mientras él observaba por vez primera sus senos desnudos.
—¿Sabes cuántas veces he soñado en verte de este modo? —murmuró Tyler con voz ronca. Acarició los senos con los dedos y después los tomó con ambas manos mientras con el pulgar le acariciaba los pezones—. Me preguntaba de qué color serían tus pezones —se inclinó hacia delante y dibujó el oscuro pezón con la punta de la lengua—. Intentaba imaginarme su tamaño y su forma —hizo lo mismo con el otro pezón—. Pero mi imaginación no era capaz de visualizar lo hermosa que eres, Carrie.
El cuerpo de Carrie se estremecía de placer con cada una de sus palabras, de sus caricias. Gritó su nombre, perdida en la mágica ola de sensualidad en la que Tyler la envolvía.
Tyler atrapó el pezón con los labios y Carrie tuvo un estremecimiento de placer; las sensaciones que Tyler despertaba en ella eran sobrecogedoras. El calor que sentía entre las piernas se intensificaba. Se movía inquieta, intentando aliviar el deseo y en respuesta, Tyler colocó su ardiente mano justo donde Carrie deseaba.
Tyler pudo sentir entonces su humedad y la prueba de la excitación de Carrie lo encendió a él todavía más. Le quitó rápidamente las braguitas y la penetró delicadamente con los dedos, mientras continuaba besándola en la boca.
Carrie sentía un placer tan increíble como intenso; era como si algo hubiera explotado en su interior, como si la atravesaran olas de calor, haciéndola flotar en un mar resplandeciente.
Después de aquella liberación, la invadió una relajante languidez, y por un momento se quedó tumbada con los ojos cerrados, intentando recobrar el ritmo normal de la respiración. Tyler permanecía a su lado, acariciándola.
Carrie abrió los ojos para mirarlo y Tyler sonrió.
—¿Por qué habremos esperado tanto tiempo para hacer algo tan agradable? —le preguntó Tyler, dándole un beso en la mejilla.
—Nos ha parecido tan agradable porque hemos esperado mucho tiempo —repuso Carrie.
Lo miró con ojos brillantes y sintió una oleada de amor que la impedía seguir disfrutando allí pasivamente. Quería darle más placer, quería que sus cuerpos volvieran a estar juntos. De modo que deslizó las manos por debajo de la camisa, para enredar los dedos en el vello rizado que cubría su pecho y bajó después a los pantalones. Hundió el pulgar juguetonamente en su ombligo.
Adoraba tener acceso a su cuerpo, poder tocarlo como durante tanto tiempo había añorado. Pero su ropa era una barrera, así que intentó librarse rápidamente de ella. Con dedos inquietos, desabrochó el botón del pantalón y deslizó la mano en su interior.
Tyler le permitió acariciarlo durante algunos segundos, pero después le tomó la mano:
—No sigas, porque no voy a poder soportarlo.
—No me importa —ronroneó Carrie—. Te deseo.
—Pero espera un poco, Carrie. Tenemos que tomar precauciones.
Carrie abrió los ojos de par en par.
—Bueno, yo no estoy tomando nada. No tenía ningún motivo para hacerlo —añadió.
—Lo sé, no te preocupes —se metió la mano en el bolsillo de los vaqueros—. Yo vengo preparado —dijo triunfante mientras sacaba un paquetito.
Carrie se sentó en la cama.
—Tenías mucha confianza en ti mismo, ¿no? —le preguntó.
—Créeme, cariño. Tenía que tenerla, porque no había estado tan trastornado en toda mi vida —mientras hablaba, iba desnudándose.
—Así que has decidido traerte un preservativo.
Tyler sacó otros tres del bolsillo.
—Pensaba haber traído una caja, con veinticuatro, pero —se interrumpió. Carrie estaba ya riéndose a carcajadas y se unió a sus risas, sintiéndose más libre y feliz de lo que se había sentido jamás. La empujó hacia él y susurró—: Carrie —estaba volviendo a perder el control, la deseaba tanto que le resultaba imposible resistirse.
Pero no había por qué hacerlo. Carrie lo deseaba tanto como él a ella, no había nada que los separara. Lo único que los importaba en ese momento era que por fin estaban juntos, entregándose a lo que sentían el uno por el otro.
No tardaron en llegar los dos al límite, y cuando Carrie abrió las piernas para recibirlo, Tyler se hundió con ímpetu en su interior. Se quedaron mirándose a los ojos durante un instante, reconociendo sus cuerpos unidos, y comprendiendo a la vez que algo había cambiado irrevocablemente entre ellos.
Se consumían en el placer indescriptible de su unión y empezaron a moverse a un ritmo frenéticamente sensual hasta que el fuego del deseo los devoró.
Carrie gritó el nombre de Tyler, mientras su cuerpo se estremecía satisfecho, al alcanzar el éxtasis.
Pasaron juntos el resto de la noche, abrazándose y mirándose constantemente, como si les costara creer que la espera y la soledad habían terminado para siempre, que a partir de aquella noche podrían besarse libremente. Que podían saciar el deseo que nacía cada vez que se besaban, o simplemente se rozaban.
Al final, a Carrie se le cerraron los ojos y se acurrucó contra Tyler, que la rodeó con los brazos.
—¿En qué estás pensando, Tyler? —le preguntó con un hilo de voz. Estaba agotada, pero no era capaz de romper el contacto con él ni siquiera dormida.
Tyler sonrió en la oscuridad.
—En que ahora no tendré que conspirar para acostarme contigo cuando vayamos a la playa este fin de semana.
—¿Ése era el plan? —preguntó Carrie, riéndose.
—¡Desde luego!
—¿Y ahora crees que estaré dispuesta a acostarme contigo en cuanto hayamos metido a los niños en la cuna?
—Esperaremos hasta que estén dormidos —la corrigió Tyler—. Después vendrás a mi cama.
Carrie entrelazó las manos con las suyas.
—No sé si podré esperar.
Segundos después, ambos estaban dormidos.