Capítulo 9

Las predicciones de Ben acerca del tiempo que pasaría Tyler en la casa resultaron ser ciertas. Durante las semanas siguientes, apenas pasó un solo día sin que Carrie y los trillizos vieran a Tyler. Llegaba a su casa después del trabajo para hacer una merienda cena con ellos, después iban a darse un baño a la piscina y regresaban a casa de Carrie a acostar a los niños.

Durante los fines de semana, también iba a casa de Carrie antes de que ésta se fuera al hospital, e, invariablemente, terminaba quedándose con los niños cuando ella se iba. Había llegado a hacerse amigo de Alexa, pero la actitud aduladora de Ben, lo molestaba y divertía al mismo tiempo.

En el trato de Carrie no podía decirse que hubiera nada adulador. Si decía algo que a ella no le gustaba, se lo hacía saber inmediatamente. Aun así, considerando los mundos tan diferentes en los que se habían educado y vivían, tenían muchas cosas en común, y parecían tener muchas más a medida que pasaba el tiempo. La conversación fluía de forma natural entre ellos, pero también podían estar tranquilamente en silencio, disfrutando uno al lado del otro.

En cualquier caso, en una casa en la que había tres niños que todavía no habían cumplido los tres años, no se daban excesivas situaciones de ese tipo. Los trillizos estaban siempre presentes y la relación de Tyler con cada uno de ellos era mejor cada día. Cada noche, Tyler se descubría a sí mismo esperando en la puerta su recibimiento, emocionado ante la perspectiva de verlos abrazándose a él y pidiéndole que los levantara en brazos. Era maravilloso ser recibido con un cariño tan incondicional.

A pesar de que pasaba la mayor parte del día sin ver a Carrie, en su mente tenía mil imágenes de ella, que reproducía con la rapidez de una computadora. Visualizaba su rostro lleno de ternura y humor cuando contemplaba las travesuras de los trillizos, elevando los ojos al cielo cuando Ben iniciaba otra de sus peroratas. La veía pensativa y sonrojada con enfado. Todas las imágenes le gustaban por igual, pero cuando se la imaginaba con los labios húmedos y entreabiertos y los ojos brillantes de deseo, como estaba todas las veces que la había besado, se le calentaba la sangre y se excitaba irremediablemente.

Pero aunque la deseaba como jamás había deseado a ninguna mujer, todavía no se había acostado con ella. Una castidad extraña en un hombre como él.

Se decía a sí mismo que su constitución era incapaz de seguir soportando aquella frustración provocada por la forma que tenía Carrie de detener sus avances amorosos. Cuando no estaban los niños, Ben o Alexa alrededor, entonces aparecía el fantasma de Ian. Era una situación imposible.

De todas formas, Tyler tenía muchas formas de canalizar su energía sexual. Iba todos los días a hacer ejercicio al club, donde había incrementado sus partidos de tenis y golf, y tomaba frecuentes duchas de agua fría. La alternativa de enfriar su pasión con otra mujer mientras continuaba teniendo una relación platónica con Carrie, no le apetecía. Le parecía impensable, repugnante incluso.

De modo que no sólo se había tomado unas vacaciones de su vida social, sino también de la sexual. Pero eso no lo ayudaba a librarse del deseo que sentía por la única mujer con la que soñaba a todas las horas del día.

Cuanto más tiempo pasaba con Carrie, más la deseaba. Las muestras de afecto de Carde eran constantes; no tenía ningún inconveniente en tocarlo, en apoyarse contra él o en darle de pronto un abrazo. Tyler respondía abrazándola, o agarrándole la mano con cariño. No pasaba un solo día sin que tuviera algún contacto físico con Carde, pero no hacía ningún intento para prolongarlo. No quería empujarla a otro de esos besos ardientes que tenían el poder de hacerlos perder la razón. De modo que aunque a veces se descubría a sí mismo con la mirada perdida en la curva de su cuello, en sus senos o en sus caderas, no se le ocurría tocarla.

No se atrevía. Los sentimientos que albergaba hacia Carrie eran tan intensos que a veces lo asustaban. Nunca había sentido nada parecido y le daba miedo correr el riesgo de combinarlos con la poderosa fuerza del sexo. Nunca había estado tan cerca de ninguna mujer como lo estaba de Carde y el sexo y la pasión añadirían una intimidad a su relación que no sabía si podría soportarla.

* * *

El Cuatro de Julio, cayó en miércoles. Aunque Tyler habría preferido que lo hiciera en lunes o en viernes, para poder prolongar el fin de semana, no quiso renunciar a los planes que había elaborado para compartir con Carrie.

—Tengo una casa en la playa, en Rehoboth —le explicó el lunes por la tarde, mientras se estaban bañando en la piscina—. Como tienes este fin de semana libre, he pensado que podríamos llevar a los niños. Podemos salir el viernes por la noche y regresar el domingo por la tarde.

Carrie se apartó un mechón de pelo húmedo de la cara.

—Oh, Tyler, no me parece bien.

—Les encantará, Carrie. La casa está justo en la playa. Podrán jugar con la arena y el mar, además hay un paseo con zonas de recreo para los niños y…

—Pero se tarda cerca de dos horas en llegar allí. Los niños nunca han hecho un viaje tan largo. ¿Y dónde dormirán? No tienen cunas, ni sillas altas. Es imposible. No Tyler, gracias, pero no podemos.

—Carrie, vamos a ir —repuso con firmeza—. Estos niños no salen a ninguna parte, ni siquiera al supermercado. Y aunque entiendo que siendo más pequeños habría sido muy complicado, ahora ya tienen edad para salir.

—Vienen a tu piscina —le recordó Carrie—. Incluso los dejas entrar en tu casa —añadió, sonriente.

—Y creo que una de las razones por las que les encanta venir es porque supone un cambio para ellos. Son muy curiosos y deberían temer oportunidad de conocer otras cosas y a otra gente. Van a estar muy limitados emocional e intelectualmente si nunca salen de casa y no ven a nadie más que a ti, a mí, a Alexa y a Ben.

—Es posible que tengas razón. Bueno, sé que la tienes; de hecho, creo que mi padre diría exactamente lo mismo que tú.

—¿Quieres decir que estoy en la misma onda que el coronel Shaw? Eso me da que pensar…

Carrie soltó una carcajada.

—No te dejes engañar por las historias que cuenta Ben sobre mi padre. Es un hombre muy inteligente y muy fuerte. Te gustaría. De hecho, creo que los dos sois muy parecidos.

—Eso es toda una alabanza, teniendo en cuenta que eres su hija favorita —dijo Tyler divertido—. Alexa y Ben me han dicho más de una vez que eres la preferida del coronel.

—Eso es absurdo. Nuestro padre no tiene preferencias. ¿Qué otras tonterías habéis estado diciendo sobre mí cuando no puedo oíros?

—Mmm. ¿No te gustaría saberlas? —la provocó—. Bueno, entonces, ¿nos vamos este fin de semana? Allí podemos alquilar las cunas y todo lo que haga falta. En cuanto a la duración del viaje, como saldremos tarde, los niños probablemente hagan todo el viaje durmiendo.

Carrie asintió.

—Tyler, ¿crees que los protejo demasiado? —le preguntó Carrie un momento después—. ¿Soy una madre demasiado asfixiante?

—Claro que no. Es natural que una madre quiera estar cerca de sus hijos.

—Y supongo que parte del papel del padre consiste en asegurarse de que los niños conozcan a otros, salgan del nido y vayan introduciéndose en el mundo poco apoco —contestó Carrie. De pronto se dio cuenta de cómo podía interpretarse lo que había dicho, ¡pero Tyler no era el padre de los trillizos!

Era un error pensar en Tyler como padre adoptivo para los pequeños. Al fin y al cabo, había dejado muy claro que no quería hacer ese papel. Pero había pasado tanto tiempo desde entonces que Carrie tenía la sensación de que aquellas palabras habían sido pronunciadas por un hombre distinto.

Miró a Tyler de reojo. Estaba buscando un juguete para pasárselo a Dylan. Afortunadamente, no parecía haberse tomado su comentario de forma personal.

Franklin aprovechó ese momento para ponerse de pie en la barquita de goma, haciendo que tanto él como su hermano terminaran en el agua. Tyler los agarró y volvió a meterlos en el bote antes de que Carrie tuviera tiempo de alcanzarlos.

—Esta conversación sobre los padres me ha hecho acordarme del mío —dijo Tyler sonriente—. Él y su esposa quieren que vaya a su casa el miércoles por la noche. ¿Os gustaría venir conmigo a ti y a los niños, Carrie?

¿La estaba invitando a conocer a su familia? Pero lo que podía ser un hito en su relación palideció al recordar la identidad de la familia de Tyler. ¡Quería que conociera a los Tremaine!

—Nos encantará ir —contestó rápidamente, antes de tener tiempo de arrepentirse.

* * *

—Una invitación de Richard Tremaine en realidad es una orden —le explicó Tyler, mientras se dirigían hacia la casa de su padre—. Me alegro de que los niños y tú vengáis conmigo a esta cena al aire libre.

Carne lo miró de reojo. Todavía la sorprendía que Tyler los hubiera invitado a ella y a los niños a conocer a su familia. Aunque conociendo a Tyler, sabía que él no le daba el mismo valor a aquella visita. Para Tyler, tal como él mismo había dicho, era una forma de vencer el aburrimiento, y una excusa para poder irse antes de aquella aburrida y afectada celebración de la desastrosa familia Tremaine.

—¿Por qué dices que es una familia desastrosa? —le preguntó Carrie. Y por primera vez, desde el día que le había hablado de la muerte de su madre, Tyler le habló de la familia Tremaine.

—Porque aunque mi padre y Nina quisieran que las cosas fueran de otro modo, esta supuesta familia enorme y bien avenida no es más que una falacia. —Tyler frunció el ceño—. Nina es la segunda esposa de mi padre. Es viuda y tiene un hijo y dos hijas. Mi padre, por su parte, ha sido el típico viudo perenne. Ha estado saliendo con Nina durante años, pero se comentaba que estaba demasiado enamorado de su primera esposa, mi madre, para pensar en casarse de nuevo.

Carrie lo miró de reojo, y aunque sabía que no era la persona más indicada para hacerlo, se atrevió a preguntar:

—¿Y tú crees que tu padre ha… bueno, ha traicionado la memoria de tu madre por casarse con otra mujer treinta años después de su muerte?

—Mi padre no ha traicionado la memoria de mi madre. La traicionó a ella cuando estaba viva —le explicó con amargura—. Tuvo una aventura con Nina cuando mi hermano Cole era sólo un bebé.

—Oh. Eso suena fatal.

—Peor de lo que te imaginas —le aseguró Tyler—. Nina se quedó embarazada, y según la versión de mi padre, él estuvo dispuesto a divorciarse para casarse con su amante. La noble Nina, sin embargo, no quería romper una familia, aunque ya lo había hecho al acostarse con un hombre casado. En cualquier caso, consiguió casarse con un pobre incauto, un tal McKay, que crió a su hijo como si fuera suyo. Mi padre volvió con mi madre y tuvo dos hijos más. Nina, por su parte, tuvo otras dos hijas con su esposo. Cuando murió nuestra madre, mi padre salió corriendo a buscar a Nina y le suplicó que dejara a su marido para casarse con él. Como ella no aceptó, mi padre asumió el papel de pobre viudo que se negaba a volver a casarse. Pero no era porque estuviera de luto por mi pobre madre, sino porque no podía tener a Nina.

—¿Y tú creciste sin saber nada de eso?

—Exacto. Supe la verdad cuando hace dos años, mi hermanastro Connor McKay, se dio a conocer.

—¿No lo habías conocido hasta entonces? —exclamó Carrie—. Yo pensaba que esas cosas sólo pasaban en las películas, pero…

—Ya puedes imaginarte la ilusión que me hizo —dijo Tyler secamente—. En cuanto a mi padre, a raíz de su boda con Nina, tiene una familia enorme. Cuatro hijos, dos hijas adoptivas, y la prole correspondiente. Connor, que trabaja en Tremaine Incorporated y ya ha adoptado el apellido de la familia, está casado, tiene una hija y otra a punto de nacer. Las dos hijas de Nina también tienen niños.

—Corrígeme si me equivoco, pero el hecho de que Connor sea un Tremaine y haya reclamado su apellido te molesta más que el que tu padre se haya casado con Nina. Lo consideras como un rival potencial en Tremaine Incorporated.

—Sería un idiota si no lo hiciera —contestó Tyler con aspereza—. Quiero ser presidente de la compañía y he trabajado duramente para conseguirlo. Cuando mi padre se retire, se supone que yo seré el presidente.

—¿Y Connor también quiere ser presidente de la compañía?

—Él dice que no, que se conforma con dirigir el Consejo General de la empresa. Insiste en que no tiene otras ambiciones.

—Pero tú no lo crees.

—Connor es un tipo brillante. Y su madre al final se ha casado con su padre, que está dispuesto a hacer cualquier cosa para recuperar los años perdidos.

—Una de las cuales podría ser darle la presidencia a pesar de que tú llevas años trabajando duramente para conseguirlo —razonó Carrie—. ¿Y Cole y Nathaniel? ¿Ellos también se sienten amenazados?

—La posición de Cole es muy sólida, es el hermano mayor. En cuanto a Nathaniel… —rió—. Bueno, sé que mi hermano pequeño es una persona inteligente, pero la verdad es que nunca ha querido ejercitar su cerebro en el mundo de los negocios. Trabaja como escaparatista para la empresa, y no tiene ninguna intención de ocupar un puesto que lo obligue a asumir más responsabilidades.

—Así que él no es ningún competidor. Supongo que Nathaniel conoce suficientemente a sus hermanos para saber que no tendría ninguna posibilidad de éxito, así que ¿por qué molestarse en intentarlo?

Tyler apretó la barbilla.

—Carrie, por favor, abstente de hacer psicología barata. No soporto ser psicoanalizado.

—He leído muchos libros interesantes sobre el tema, y en uno dedicaban un capítulo a los problemas que surgen cuando los hijos piensan que les ha sido usurpado su lugar.

—¿Usurpado? —repitió Tyler, y sonrió a pesar de sí mismo—. Vaya, mi envidiable posición de hermano mediano ha sido usurpada —le palmeó ligeramente la rodilla—. En cualquier caso, me alegro de que hayas dejado de leer novelas de terror y hayas optado por la charlatanería psicológica. Supongo que eso no te mantendrá despierta toda la noche, al contrario, seguro que es soporífera.

Carrie apoyó la mano en la suya y lo miró deseando fervientemente que no se apartara.

Y Tyler no lo hizo. Carrie no sabía si era un gesto amistoso, o si tenía alguna connotación sexual, pero Tyler enredó los dedos en los suyos y los dejó allí durante el resto del viaje.

* * *

Cuando vio la casa en la que vivía Richard Tremaine, la joven se quedó estupefacta. Jamás había visto una casa tan grande.

Se llevó la mano a los pantalones cortos; eran de rayas granates y blancas, y llevaba una camiseta a juego, y hasta que no había visto aquel palacio, le había parecido una indumentaria adecuada para una comida al aire libre. Pero al verlo, se dijo que para entrar allí debería haber ido cubierta de seda y diamantes.

—Ahora espero que no te dejes asombrar por los Tremaine —le dijo Tyler burlón—. Ya tengo bastante con las alabanzas de Ben.

Carrie se sonrojó. Ben estaba haciendo continuas alabanzas y rebajándose ante Tyler. No era ningún secreto para nadie la admiración que sentía por los Tremaine, y si hubiera visto aquel lugar, probablemente se habría puesto de rodillas.

Mientras Tyler aparcaba, Carrie se volvió nerviosa hacia los trillizos, a los que había vestido con unos conjuntos blancos y rojos, con una banda azul con estrellas; era un regalo de sus abuelos.

Los tres niños insistieron en ir caminando, en vez de dejar que los acercaran a la casa en brazos, de modo que Tyler y Carrie les dieron la mano y se dirigieron todos juntos hacia la entrada de la mansión.

Cuando les abrieron la puerta, Carrie tuvo que contener una risa nerviosa: el hombre que los abrió parecía el típico mayordomo de una novela inglesa. Pero tanto la sonrisa como el comentario que iba a hacerle a Tyler murieron en sus labios cuando se acercaron al vestíbulo una mujer rubia, de unos cincuenta años y vestida de forma exquisita y un caballero de pelo blanco vestido de esmoquin.

—Hola papá, hola Nina —dijo Tyler, con fría amabilidad—. Os presento a los Wilcox: Carrie, Dylan, Emily y Franklin.

No especificó quién era quién, pero Carrie estaba tan horrorizada por lo que desentonaba su indumentaria en aquel ambiente, que no dijo nada. En ese momento, se acercaron a ellos otras personas a las que también supuso miembros de la familia. Todas las mujeres iban con vestidos fabulosamente caros y joyas; no había un solo hombre que no fuera de esmoquin.

Miró horrorizada a Tyler, que iba con unos vaqueros mal cortados y una camiseta blanca. Parecía tan fuera de lugar como ella.

—¡Mami! —sollozó Emily, asustada al ver a toda esa gente extraña. Carrie rodeó a su hija con el brazo. No se veía por ninguna parte a los miembros más pequeños de la familia. Tyler le había dicho que habría otros muchos niños, pero Carrie estaba segura de que aquella fiesta no estaba pensada para asistir con niños. Era una reunión formal, para adultos solamente… Y ella se había presentado con sus tres hijos y vestida como para una barbacoa al aire libre.

Le dirigió a Tyler una mirada cargada de acusaciones. ¡Cómo podía haberle hecho una cosa así! Pero él no parecía estar sufriendo ningún remordimiento. Le pasó sonriente el brazo por los hombros y empezó a presentarle a toda la familia.

Todos la sonreían educadamente, pero Carrie se sentía incapaz de devolverles el gesto. Su expresión era idéntica a la de sus hijos, que lo observaban todo con ojos recelosos.

—Tyler, no conoces a las sobrinas de Nina que viven en Chicago —dijo Richard Tremaine. En ese momento, se acercaron dos jóvenes morenas, con sendos vestidos cortos y sin tirantes. Fueron presentadas como Brooke y Ann Releigh.

—Supongo que ahora somos primos —dijo una de ellas.

—Primos muy cercanos —comentó la otra.

Estaban esperando un imposible, advirtió Carrie secamente. Al lado de las efusivas hermanas Releigh, Ben podría parecer sutil.

—Ha sido maravilloso que el tío Richard y la tía Nina hayan organizado esta cena y el baile para nosotras —dijo una de ellas, comiéndose a Tyler con los ojos.

—Tú y tu hermana sois unas maravillosas invitadas de honor —dijo Richard con galantería.

—El resto de los invitados están en la terraza —comentó Nathaniel con un brillo travieso en la mirada—. Todo el mundo ha estado preguntando por ti, Tyler.

¡Una cena y un baile! ¡Y todavía había más invitados en la terraza! Carrie miró a Tyler con intenciones homicidas. Tyler le había dicho que aquello era una cena al aire libre, no una cena formal seguida por un baile. Y las «maravillosas» invitadas de honor eran las parejas que Nina había escogido para sus hijos adoptivos, Tyler y Nathaniel.

¿Sería ésa la razón por la que Tyler les había llevado a ella y a los trillizos a aquella fiesta? Quizá quería evitar de aquella manera los planes de Nina y arruinar la fiesta. Tyler había dejado muy claro lo que pensaba de la esposa de su padre. No hacía falta mucha imaginación para deducir que podría querer sabotear intencionadamente su fiesta. Carrie se sentía enferma. Tenían que marcharse, decidió. Inmediatamente. Les pediría disculpas a Nina y a Richard, agarraría a los niños y se marcharía. Pero antes de que pudiera decir una sola palabra, apareció un perro labrador ladrando con todas sus fuerzas y se metió en medio del grupo.

—¡Marquis se ha escapado! —exclamó Nina, riendo, e intentó agarrarlo del collar—. Sólo es un cachorro, pero tiene ya una fuerza increíble.

Marquis podía ser un cachorro, pero era mucho más grande que los trillizos que inmediatamente habían despertado la atención del perro. Marquis saltó inmediatamente sobre Emily y empezó a lamerle la cara. Se levantó un murmullo de voces preocupadas, pero Carrie actuó inmediatamente, agarró al perro del collar y lo apartó de allí.

Emily se levantó riendo.

—¡Qué grande! —Chapurreó, admirada.

Pero Dylan no compartía el aplomo de su hermana. Marquis seguía ladrando bulliciosamente, y el niño rompió a llorar.

—¡Perro grande! —gritó, pero interpretando la frase de forma muy distinta a la de Emily. Levantó los brazos hacia Tyler, y ése lo salvó de la amenaza canina.

—¡Que alguien saque a ese maldito perro de aquí! —gritó Tyler indignado—. ¡Está asustando a Dylan!

Nina agarró al perro que Carrie estaba sujetando, se disculpó y se lo llevó de allí. Carrie levantó a Emily en brazos y empezó a secarle los lametones del perro. En ese momento, se dio cuenta de que Franklin no estaba a su lado.

—¿Franklin? —lo llamó—. No lo veo —explicó, con una oleada de pánico.

Nadie había visto a Franklin. No estaba en el vestíbulo.

—Connor, ve a ver si está en la piscina —exclamó la mujer de Connor preocupada. Connor salió corriendo, seguido de otros invitados.

—No puede haber ido a la piscina —le aseguró Tyler a Carrie—. Está demasiado lejos para ir andando desde aquí. En cualquier caso, la zona de la piscina está completamente cerrada.

Estaban al borde del caos, pero todavía no habían alcanzado los límites cuando volvió a aparecer Nathaniel y anunció:

—Hay un niño vestido como la bandera americana sentado en medio de la mesa del comedor.

Todos fueron corriendo hasta allí, y entre murmullos de desaprobación mezclados con otros de sincera diversión, Carrie encontró a Franklin sentado en medio de una mesa enorme.

Antes de que nadie pudiera hacer nada, estiró una pierna y tiró un jarrón de cristal con un arreglo floral. Carrie lo vio caer como si estuviera sucediendo a cámara lenta.

—¡Ah, oh! —canturreó Franklin. Palmeó el agua caída con sus manitas—. Mojado —observó con aire de importancia. Era una palabra que había aprendido recientemente y volvió a repetirla—. ¡Mojado!

Carrie gimió. Alguien levantó al niño y se lo puso en brazos. Emily, a la que también llevaba en brazos, tocó a su hermano y afirmó:

—Mojado.

En ese momento llegó Connor Tremaine anunciando que el niño no estaba en la piscina.

—No, ha decidido bañarse aquí —respondió Tyler secamente.

Todo el mundo se echó a reír. Carrie sentía todos los ojos fijos en ella. Algún día, se dijo, ella también se reiría al recordarlo, pero en aquel instante tenía la sensación de que todavía faltaba una eternidad para que llegara ese momento.

—Nos vamos —anunció.

La gente que los rodeaba se separó para dejarlos pasar. Obviamente, nadie iba a detenerla o a insistir en que se quedara. Fue a toda velocidad hacia la entrada.

—Increíble. No puedo creer que Tyler se haya atrevido a hacer una cosa así. —Nathaniel Tremaine acababa de materializarse a su lado—. ¿Quién eres? ¿Tyler os ha contratado a ti y a los niños en alguna agencia?

—¿De qué demonios estás hablando? —le preguntó a su vez Carrie, sin aminorar el paso.

—No hace falta que finjas conmigo. Sé que mi hermano te ha contratado para que vinieras como si estuvieras saliendo con él, y lo de añadir a los niños ha sido un toque maestro. Estoy seguro de que después de esto, mi padre dejará de importunarlo con esas sobrinas de Nina. ¿Cuánto te va a pagar por esta representación?

—Diez mil dólares —dijo Carrie con voz tensa—. Yo me quedo con la mitad y el resto se divide entre los niños. Hemos trabajado juntos otras veces. La agencia se fijó en el parecido que había entre nosotros y decidió aprovecharlo. Nadie podría decir que estos niños no son parientes, ¿verdad?

—Desde luego, los dos niños parecen gemelos.

—Los milagros de un buen casting —dijo Carrie. Llegaron al vestíbulo y el mayordomo le abrió educadamente la puerta—. ¿Puedes hacerme un favor? —le pidió la joven a Nathaniel—. Vete a buscar al niño que está con tu hermano y acércamelo al coche.

—Te haré el favor si tú me haces otro a mí. Dame tu número de teléfono. No quiero contratarte, pero me gustaría salir algún día contigo.

—¿Por qué no se lo pides a las sobrinas de Nina? Estoy segura de que tus primas estarán encantadas de ir a cualquier parte contigo —y se dirigió a grandes zancadas hacia su coche.

Estaba colocando a Emily y a Franklin cuando apareció Tyler detrás de ella. Se volvió hacia él echando fuego por la mirada y le quitó a Dylan de los brazos.

—Ya puedes volver a la fiesta —estalló—. Estoy segura de que a nadie le importará que no vayas demasiado bien vestido.

Tyler tuvo el atrevimiento de echarse a reír.

—¿Cómo te has atrevido a hacerme esto? —le gritó Carrie, cuando los tres niños estuvieron ya en el coche—. Comprendo que estés resentido con tu padre y con Nina por sus maquinaciones para buscarte pareja, pero utilizarnos de esta manera… ¡no entiendo cómo has sido capaz de engañarnos de este modo! —Estaba tan horrorizada que se le llenaron los ojos de lágrimas, y tuvo que pestañear con fuerza para contenerlas.

Tyler se quedó mirándola fijamente. En ese momento comprendió que Carrie no le veía ninguna gracia a la situación.

—No os he utilizado —protestó—. Carrie, ¿no pensarás que te he engañado deliberadamente, verdad? Porque no es cierto.

Carrie se sentó tras el volante y miró fijamente la carretera. No podía soportar la visión de aquel traidor.

—¿No sabías que veníamos a una cena formal y a un baile? ¿De verdad pensabas que iba a ser una cena al aire libre, a la que asistirían todos los niños de la familia?

—Sí —contestó Tyler con firmeza—. Lo pensaba. Siempre pasamos así el Cuatro de Julio. También lo hicimos el año pasado, pero supongo que las ambiciones de Nina han cambiado desde entonces, por no mencionar las de sus dos sobrinitas.

—¿De verdad esperas que me crea que no te habían dicho cómo iban a celebrarlo? No insultes mi inteligencia, Tyler.

—Te juro que no tenía ni idea. Apártate de ahí, voy a conducir yo —la ordenó, empujándola suavemente para que se sentara en el asiento del conductor.

—Conduzco yo —repuso la joven con tanta furia que Tyler comprendió que era mejor no seguir insistiendo.

—De acuerdo. Tú conduces —y dio la vuelta al coche para montarse a su lado.

Carrie encendió el motor y en cuanto Tyler terminó de pasar por delante del coche, aceleró y se alejo de allí.

Emily se volvió para llamar a Tyler, y al no obtener respuesta, se echó a llorar. Su madre comprendía perfectamente cómo se sentía, pero era poco lo que podía hacer para consolarla mientras conducía.

—¡Vamos a oír música! —les dijo con falsa alegría, y puso la radio para distraer a los niños.

Fuera por casualidad o por pura fatalidad, en ese momento anunciaron una canción titulada Corazón Roto. Carrie sentía que el suyo estaba partido en mil pedazos.

Aquella tarde, Tyler le había demostrado lo que pensaba verdaderamente de ellos; para él eran cuatro peleles a los que podía utilizar en la pelea particular que había emprendido contra su padre. Los trillizos eran demasiado pequeños para comprender el desagradable papel que les había tocado asumir en la fiesta, pero Carrie se sentía herida, humillada y traicionada.

Pero tenía que superarlo. No podía dejarse arrastrar por un rompecorazones con Tyler Tremaine.