23. YO QUE TÚ. LINDERO

Las buscas desde hace años. Debo tener la certeza de que he hecho todo lo posible, dices. No puedo dejar la puerta abierta a ninguna duda. Has fundado una asociación, en Suiza. Una fundación que en su nombre se ocupa de los niños desaparecidos. No te has detenido nunca. Temes que estén muertas, en el fondo lo piensas, a veces lo dices. Pero no tienes sus cuerpos. El luto en ausencia del cuerpo es una hemorragia misteriosa e imparable: siempre tienes nueva linfa que perder, se regenera, nunca llega el día en que se extingue. He visto a madres buscar a sus hijos durante treinta años, en Argentina. También he visto a abuelas reencontrar a sus nietos desaparecidos después de cuarenta, y es un espectáculo que no se puede explicar. Los ojos, sobre todo. La piel del rostro que se estira como si fuera nueva, y los ojos que brillan dentro.

Tengo que cruzar el lindero de la sombra a la luz, dices distraída mientras lavas un vaso.