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MALDITOS PADRES FUNDADORES

Todo el mundo tiene derecho a no sentirse especialmente orgulloso de un antepasado. Los nuevos ricos ocultan su origen humilde. Los patriotas exaltados pasan de puntillas sobre la memoria de los bisabuelos foráneos. Los homófobos no quieren ni oír hablar de ancestros con reputación de loca. Pero normalmente los clubes de fútbol suelen dedicar cariñosos tributos a sus padres fundadores. Se les acostumbra a reconocer al menos el haber escogido los colores de la camiseta —siempre copiados, eso sí, de otros clubes—, haber alquilado el primer campo de tierra, corrido con los gastos de los primeros desplazamientos, diseñado el escudo original y redactado las primeras actas de las juntas directivas embrionarias. Son actividades escasamente heroicas, pero han marcado en muchas ocasiones la personalidad de clubes de larga tradición, han ayudado a forjar el sentir colectivo de su masa social y han puesto la primera piedra de un proyecto que, en algunos casos, ha perdurado durante más de un siglo.

En el Real Madrid esto no ha sido así. Los padres fundadores del club han quedado desde hace muchos años relegados a la penumbra del olvido: no se han beneficiado nunca de un homenaje público ni prácticamente de una mención en privado. En la actualidad, muchos seguidores merengues desconocen el origen catalán de Carles y Joan Padrós, los dos hermanos fundadores del Madrid Football Club, y los que lo saben prefieren saltar rápidamente a otro tema. Hagan la prueba de mencionar la cuestión en cualquier foro madridista; yo no pierdo ocasión de hacerlo y solamente responden los grillos.

Desde la época de Santiago Bernabéu hasta la de Florentino Pérez las historias oficiales del club han tocado muy superficialmente la cuestión. Autores más neutrales, como Ángel Bahamonde,1 sí destacan el importante papel que desempeñaron los Padrós en los primeros tiempos de la institución, y la forma en la que impregnaron con su fuerte personalidad emprendedora al club de reciente creación. «Carlos Padrós vislumbró la potencialidad del fútbol como ulterior deporte de masas. Comprendió perfectamente su naturaleza interclasista y su capacidad integradora. Su bajo coste y sus facilidades para practicarlo convertían al fútbol en el mejor vehículo de incorporación de las clases populares al deporte como instrumento de regeneración física. Aunque para que esto último se haga realidad habrá que esperar veinte años todavía», apunta Bahamonde. ¿Cómo pudo permitirse el club silenciar este capital humano?

De Canaletes a Cibeles

La mayoría de los libros de historia del Real Madrid han pasado de puntillas sobre un tema tan espinoso para la masa social merengue como la catalanidad de sus dos fundadores, Joan y Carles Padrós. Joan, el primer presidente del Real Madrid, nació en la calle de’n Bot, número 7, en el distrito de Ciutat Vella de Barcelona, a muy pocos metros de las Ramblas y —ya es casualidad— de la fuente de Canaletes, escenario popular de las celebraciones barcelonistas. El padre de Joan y Carles, Timoteu Padrós, regentaba una tienda de telas en la calle del Call, número 11. Nacidos cerca de las Ramblas, textilers y botiguers (tenderos), ¿se puede ser más catalán? Sin embargo, el negocio no era precisamente floreciente. En un dietario que escribió años más tarde, Joan reconoció que «envidiábamos a los que podían cenar». No es de extrañar, pues, que el padre Padrós tomase en 1876 la decisión de trasladar familia y negocio a la capital del Estado, donde el sector textil estaba todavía por explotar y las posibilidades de prosperar —o al menos de poder cenar— eran mayores.

A título indicativo de hasta dónde llega el empeño por esconder a los fundadores del club, en la última historia del Real Madrid publicada, la que distribuyó en el año 2012 el diario Abc, se afirma: «El jueves 6 de marzo de 1902, en una junta extraordinaria, se aprueba la fundación del Madrid Football Club, presidido por Juan Padrós», sin ninguna referencia a su ciudad de origen. Y unas líneas más abajo, los autores resaltan: «Al presidente del Madrid embrionario, Julián Palacios (1900-1902), le suceden Juan Padrós (1902-1904) y Carlos Padrós (1904-1908), hombre que impulsa el fútbol en España». Curiosa figura la de «presidente embrionario» tratándose de una entidad que, antes de 1902, no estaba ni legalmente constituida. De hecho, Julián Palacios era un joven futbolista que procedía del Football Sky, club del que surgió el Madrid. Pero es que la importancia del Sky en la historia madridista también ha quedado en cierta penumbra. La razón de tanta amnesia quizá sea que su principal animador era un suizo —como Hans Gamper, fundador del Barcelona— llamado Paul Heubi y que, para colmo de desazón merengue, el uniforme era blusa roja y pantalón azul.

¿No parece la ocurrencia del «presidente embrionario» un recurso desesperado para evitar afrontar la realidad? De hecho, el propio Palacios atribuyó al «genio organizador» de los hermanos Padrós el impulso que «dio nueva vida al Madrid». No fue pues un hecho casual si la junta fundacional del club se celebró en la trastienda del local que los hermanos Padrós regentaban en el número 48 de la calle Alcalá. Era un próspero negocio de venta de telas llamado Al Capricho, situado muy cerca —otra casualidad— de la Cibeles, escenario popular de las celebraciones merengues. Es pues innegable el carácter pionero de los Padrós también en lo simbólico, puesto que pasaron de nacer cerca de Canaletes a trabajar cerca de la Cibeles.

El interés por el fútbol nació en los Padrós a raíz de una serie de viajes profesionales a Inglaterra. Allí admiraban, en concreto, a un club londinense de larga tradición ya en 1900, el Corinthian Football Club. Joan Padrós quedó impresionado por la trayectoria de este equipo, que se fundó en 1882 con la decidida pretensión de desafiar la supremacía escocesa en el fútbol naciente. Los ingleses llevaban muy mal lo de haber inventado un deporte en el que sus vecinos y siempre rivales escoceses se mostraban más duchos. En 1900 el Corinthian se hizo por primera vez con la Liga inglesa y, quizás por ese motivo, los hermanos Padrós decidieron adoptar el color de su camiseta, el blanco, para ver si se le pegaba el carácter ganador a su equipo de reciente creación. El Corinthian tuvo unos inicios brillantes y un lento declinar: en 1939 se fusionó con el Casuals para formar el Corinthian-Casuals Football Club, que, según proclama su página web, «se mantiene a día de hoy como el club amateur más laureado en Inglaterra». Quien no se conforma con su parcela de gloria es porque no quiere.

En España, los inicios del Madrid Footbal Club no fueron fáciles. Como el resto de los equipos que se fueron forjando en las principales ciudades españolas a finales del siglo XIX y principios del XX, tuvieron que vencer los prejuicios iniciales de una sociedad puritana que no estaba acostumbrada a ver a grupos de señores que rondaban los treinta años, con abundantes barbas y frondosos bigotes, vestidos con camiseta y pantalón corto y chapoteando en el barro detrás de un balón. Pero el amor al deporte fue más fuerte que cualquier freno social, y se establecieron por fin por escrito las bases del que acabaría siendo uno de los clubes más importantes del mundo: «En Madrid, a veintidós de abril de 1902, reunidos los iniciadores de esta sociedad bajo la presidencia de D. Juan Padrós, dicho señor la declara legalmente constituida, en vista de haber sido aprobado el reglamento por el señor gobernador civil de la provincia». Nada se decía de presidentes embrionarios, y quedaba por escrito y bien claro quién fue el impulsor del equipo y el promotor de su inscripción como asociación deportiva.

El Madrid «no era nada»

El periodista Miguel Ors tiene una explicación muy contundente del porqué de la omisión del apellido Padrós en la historia oficial del club: «El Real Madrid nace con Santiago Bernabéu, el Real Madrid no era casi nada antes de Bernabéu, yo diría que nada. […] ¿Que era catalán el que puso la primera piedra? Pues sí, está en la historia del Real Madrid, no se puede negar. Pero esta es mi tesis». Si bien es cierto que antes de la llegada de Bernabéu al club el Madrid había destacado muy poco en las distintas competiciones en las que participaba, e incluso en su misma ciudad sufría la feroz competencia del rival más directo, el Atlético de Madrid (Athletic Sucursal de Madrid, al principio, y Atlético Aviación más tarde), es sintomática la obstinación de las distintas juntas directivas por ocultar ciertos datos referentes a la fundación del club. Así lo atestigua en una entrevista que concedió,2 pocos años antes de morir, la nieta de Carles Padrós, Carmen Igual Padrós. Dolida, contó que cuando falleció su abuelo, en 1950, «no vino nadie del Madrid a darnos el pésame. Luego nos dijeron que el presidente Bernabéu se hallaba en Barcelona. Pero es que no nos han dicho nada en cincuenta años. El club ni siquiera llevó un brazalete negro por mi abuelo. […] Nunca nos han invitado a un partido, ni siquiera ahora, con los festejos del Centenario. La familia Padrós no existe para el Madrid».

El resentimiento de la familia Padrós se agudiza a causa de una reclamación de tipo material. Los socios madridistas decidieron en su momento regalar a Padrós el trofeo de la Copa del Rey que el Real Madrid ganó en 1907 y, unos años más tarde, en 1932, el fundador del club aceptó cederlo temporalmente para una exposición en las instalaciones del club. Nunca más le fue devuelto, a pesar de haberlo reclamado con insistencia, tanto él como sus herederos. Precisamente en el 32, Joan Padrós, hermano de Carles, murió a los sesenta y dos años de una bronconeumonía. El distanciamiento con el club se había producido ya, puesto que ningún miembro de la junta directiva asistió al entierro en el cementerio de Arenas de San Pedro (Ávila). Los representantes oficiales del club llegaron con cierto retraso al sepelio. En concreto, con un retraso de sesenta años. En 1992 acudió Ramón Mendoza a visitar su tumba, y seis años más tarde lo hizo Lorenzo Sanz. Aunque intentaron enmendar el flagrante olvido, los responsables de la peña madridista local tienen muy claro que no hay una auténtica voluntad de honrar la memoria de los hermanos fundadores: «Es como si hubiesen vuelto la espalda a la historia de los Padrós», lamentan.3

Cierto es que la vinculación de los hermanos Padrós con el club que fundaron no fue excesivamente larga. Joan, el fundador y primer presidente, se desvinculó el 30 de enero de 1904 del Real Madrid, cansado de las trifulcas internas —lo de las polémicas futboleras tiene tanta tradición como el propio deporte—, y después de que un grupo de jugadores abandonasen la institución para fundar el Club Español de Madrid. Joan siguió relacionado con el mundo del fútbol, puesto que se convirtió al cabo de unos años, en 1913, en presidente de la Federación Española, donde hizo honor rápidamente a su origen periférico: su primera decisión fue crear las selecciones «regionales», sobre todo la catalana y la vasca. Su hermano Carles se hizo cargo del club blanco justo cuando lo dejó Joan, en 1904, y participó más tarde en la fundación de la Federación Española, en 1909, y en la creación de la FIFA. En 1908, después de cuatro años al frente de la junta, abandonó el club blanco cansado a su vez de los enfrentamientos internos, pero siguió muy activo en el mundo del balompié. En 1917 se convirtió nuevamente en presidente del Madrid, y en 1920 de la Federación Española. Así pues, los dos hermanos tuvieron dos vidas fuertemente marcadas por el fútbol en general y por el Madrid en particular, aunque esta impronta parece que no fue simétrica.

El olvido de Bernabéu

El olvido del club no es, como hemos dicho, un fenómeno reciente. En las bodas de plata que el Madrid celebró en 1924, solamente siete años después de la última presidencia de uno de los Padrós, el apellido ya no aparecía por ningún lado en los actos festivos y conmemorativos. Como si nunca hubiesen formado parte de la institución, los dos hermanos catalanes no serían invitados a la inauguración del antiguo estadio de Chamartín ni a la celebración del primer título de Liga, conquistado en 1933. El caso de Carles fue aún más flagrante, ya que después de la guerra volvió a Madrid habiendo perdido su negocio y sus propiedades. Enfermo, arruinado y deprimido por la muerte de su hija, no recibió ningún tipo de ayuda de la entidad, que ya presidía el supuestamente generoso y humano Santiago Bernabéu.

Quién sabe si guiado por su más bien escasa simpatía hacia los catalanes, el máximo dirigente blanco mantuvo un silencio sepulcral cuando se le comunicó la muerte de Carles Padrós en el palco del Espanyol, en Barcelona. La semana siguiente, en el primer partido de Liga en el Bernabéu después de la muerte de su fundador, no hubo ni minuto de silencio, ni brazalete negro. Solamente indiferencia. Desde las oficinas de Concha Espina no se encargó ni una triste esquela.

Al solicitar un encuentro a los descendientes de Carmen Igual Padrós para hablar de sus relaciones con la actual junta de Florentino Pérez, estos aceptaron celebrar una entrevista. Pero el día anterior llamaron para desconvocarme, y declinaron hacer ningún tipo de declaración. Por un lado, adujeron que es un conflicto que les resulta lejano, dado el grado de parentesco que los separa de los dos hermanos catalanes (sus bisabuelos), y por otro dijeron no querer entrar en ninguna polémica con los actuales responsables del club blanco. Quién sabe si estos últimos habrán realizado alguna gestión para acallar la conciencia crítica de una entidad que ha olvidado de forma tan expeditiva a sus fundadores. Y quién sabe si la actual junta se ha propuesto, por fin, hacer justicia histórica rehabilitando el apellido Padrós para el recuerdo colectivo del madridismo y del fútbol español.

La historia oculta del Real Madrid
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