CAPÍTULO SEIS
JOSIE
DÍA 31
Traducido por Yann Mardy
Bum
―¡Papá! ¡Papá! Papaaaá! ―grita Lori.
―Cállate. ―Le doy un codazo en las costillas.
Se incorpora, llevando toda la manta con ella. Su respiración
es irregular y llena de sollozos a punto de salir, como una nube de
tormenta fuerte esperando por derramarse. Salgo de la cama y voy
hasta el cuarto de baño.
Nuestras dos toallas están sucias, pero preferiría dormir en
el piso con ellas antes que con una Lori destrozada.
Bajo la luz azul LED, mi piel es del color del bronce.
Hace un millón de años, solía estar orgullosa del color de mi
piel. El brillo, la profundidad y la luz en ella. Y la
suavidad―nunca una mancha, nunca una cicatriz. ¿Quién es esa chica
en el espejo ahora?
Mejillas hundidas y círculos oscuros debajo de mis ojos, y
pliegues en ambos lados de la boca. Cicatriz en la frente del
accidente del autobús.
Mi cabello está atado en mis lazos, pero está sucio, sucio, y
si no consigo algo de shampoo y un peine pronto se va a convertir
en dos rastas.
Me veo como un avatar zombi de mí misma.
Pienso en Brayden, tan guapo. Esa mandíbula suya y cómo me
gustaba apretar mi cara contra su cuello, y sentir su barba. Fue
una aventura, y sé que sólo estábamos juntos porque estábamos
atrapados en una tienda, pero aun así, fue emocionante estar con
alguien tan fuertemente magnífico.
Pienso en Niko, con su absoluta seriedad. Casi incapaz de ser
alegre, ni por un momento. Y que hasta creía que me amaba.
Yo también lo amaba. Tal vez, a veces me sentía asfixiada por
su adoración. Pero yo también lo amaba, lo hacía.
Tal vez la única clase de amor que puede prosperar ahora es un
amor desesperado.
Como sea, ahora se perdió.
¿Lo habrá conseguido? ¿Lo habrán conseguido los niños?
No me permito pensar en ellos.
Bien podría tirarme por un precipicio.
Abro el botiquín con medicinas. Hay dos hisopos viejos,
pegados al metal con residuo de color amarillo. Un alfiler de
gancho oxidado apoyado de costado.
¿Qué esperaba? Nadie entró a hurtadillas y puso un par de
tijeras ahí.
Pero si lo hubieran hecho yo podría sacarme los nudos del
pelo.
Tal vez hasta podría sacarme la cara.
(¿Ves? O, O, O, se está levantando y pidiendo
liberación.)
A veces le pregunto a Dios si debería suicidarme.
Le pido que me envíe una señal.
¿Le estoy pidiendo que me envíe una señal mientras estoy ahí,
mirando fijamente el cristal vacío?
No lo recuerdo, pero Lori aparece en el espejo. El fantasma de
Lori. De pie detrás de mí y temblando, miserable en su estúpida
ropa térmica.
―Lo siento ―dice―. Por favor, regresa.
―¿No puedes dormir sin mí? ―le pregunto, tan mala como me
siento.
Se encoje de hombros. Pasa sus manos por sus brazos con piel
de gallina.
―Haz lo que quieras. Sólo trato de ser amable
―dice.
Sé que le estoy haciendo daño siendo tan insensible e
indiferente. A veces se siente bien herir a alguien.
Se arrastra nuevamente a nuestro colchón y almohada desnudos y
a nuestra manta de caridad y sábana sucia.
Me crece por la garganta una disculpa y las lágrimas amenazan
con salir.
Lo siento, Lori, siento que tengas pesadillas.
Siento que tu padre haya muerto al ponerte en ese avión.
Siento que hayan bloqueado a todos los tipo O juntos―no
mereces estar aquí.
Siento no tener nada para ti o para los demás.
Lo siento por los muertos.
Lo siento por estar muerta yo misma.
* * *
Me trago la disculpa y vuelvo a la cama.
Mis pies son como hielo.
No permito que la toquen.