EPÍLOGO

Traducido por verito
Nuestra habitación está sobre la cocina porque la habitación sobre la cocina es la más cálida de la casa.
Toda esa preocupación por el tío de Niko―¿nos aceptaría? ¿Estaría dispuesto a apadrinarnos?―desaparecieron en cuanto llegamos a la granja en el Ford Focus de Sandy.
La tensión fue subiendo durante el viaje. Sandy, quien se tomó el día libre para traernos, llenó el viaje con su charla alegre. Astrid se sentó en la parte de atrás, al lado del asiento para bebé (que Sandy había conseguido de alguna forma). Yo me senté adelante y me preocupé.
Me preocupé cuando vi el cartel, “Granja Familiar Pfeiffer―¡Elige la Tuya!” Estaba en un campo lleno de árboles de manzanas viejos, secos ahora. También había basura en el campo, mucha. Parecía que refugiados estuvieron acampando allí―había círculos quemados donde se encendieron fogatas y pozos llenos de papel higiénico.
No parecía muy prometedor.
Me volví hacia Astrid, quien estaba observando al pequeño Charlie en su asiento.
Charles Everett Grieder Heyman. Charles por el padre de Astrid. Everett por el de Jake. Grieder por mí. 
Todavía no lo asumía. Después de toda mi preocupación sobre Astrid y sus sentimientos por mí―ella puso Grieder en el nombre de su hijo. Me había nombrado en la vida de él permanentemente.
Me amaba.
―¿Estás bien? ―pregunté.
Asintió.
La carita de hombre sabio de Charlie era la única parte que se le veía. Su cabeza completamente calva estaba cubierta por un gorro tejido que le habían dado en USAMRIID.
Mientas seguíamos por la larga entrada de grava, que tenía pozos en algunas partes, había carteles en los árboles. “¡No hay habitaciones!” “Todo lleno.” “No hay comida.” “No se acerquen.”
¿Cuántos refugiados habían cruzado para este lado?
Pero mientras seguíamos conduciendo―y el camino era largo―los carteles desaparecieron y el escenario cambió. El campo de árboles subía y bajaba por la colina. Un puente de madera se extendía por un arroyo alegre. Era una granja grande y laberíntica, eso era seguro.

* * *
Los doctores en USAMRIID habían insistido en hacer unas pruebas en Josie, Astrid y Charlie, y también en mí. Extracciones de sangre, resonancias magnéticas, tomografías, más extracciones de sangre. Nosotros pusimos los límites en cuanto a lo que podían hacer, especialmente con Charlie, y el doctor Cutlass se aseguró de que todo el mundo respetara nuestros límites.
En realidad, el doctor Cutlass asistió cada prueba, incluso cuando nos tomaban la presión. Estaba cerca, sospecho, más por los detalles que pudiéramos darle sobre los últimos días de Brayden sobre la tierra que para asegurarse de que hicieran bien las pruebas, pero no lo culpaba por eso. Le conté todo. Bueno, no todo exactamente. No encontré ninguna razón para contarle cómo Brayden me hizo bullying. Pero recordaba cosas como la forma en que Brayden había construido el Tren, y cómo había sido un buen amigo para Jake, cuando Jake hacía campaña para ser el líder del grupo.
El doctor Cutlass pareció cambiar a un tipo agradable, justo frente a nuestros ojos.
Liberaron a Josie antes que a nosotros. Astrid necesitaba más tiempo para sanar después de la cesárea y yo todavía estaba un poco revuelto por la contusión. Nosotros nos quedamos otra semana.
Nos enseñaron cómo hacernos cargo del bebé y nos enteramos de que él era, de hecho, extraordinario. Como Astrid había estado expuesta a los compuestos, él había estado creciendo a un ritmo acelerado. El peso promedio de los bebés nacidos a las 28 semanas es de un kilo más o menos. Charlie había doblado eso. Sus pulmones estaban completamente desarrollados. Sus oídos estaban bien, sus ojos estaban bien. Estaban estudiando el ritmo acelerado de crecimiento.
Querían continuar estudiando a Charlie.
Dijimos que lo pensaríamos.

* * *
Finamente llegamos a la granja. El tío de Niko salió dando zancadas con sus largas piernas, los brazos bien abiertos. Niko y Josie estaban justo detrás de él. Josie estaba tan entusiasmada por vernos que casi saltaba de la alegría.
Quizás era por el fondo―las tablas de madera de la granja arruinadas por el clima, un roble completo con su columpio de neumático, y la bandada de pollos corriendo a los pies―pero Niko y Josie ya se veían como granjeros. Niko en una camisa a cuadros y jeans. Josie usando una pollera, un suéter y zapatillas.
―Soy Tim ―dijo el tío de Niko, abriendo la puerta de Sandy―. ¡Bienvenidos a la Granja Familiar Pfeiffer! ¿No tuvieron problemas para encontrar el lugar?
―Seguimos las indicaciones como dijiste. Facilísimo ―respondió Sandy. Tim le tendió la mano para ayudarla a salir del auto.
―Bueno ―me dijo a mí―. Tú debes ser Dean. Escuché tanto sobre ti.
Se me acercó, me tomó la mano en un gran agarre y la sacudió firmemente.
―Muchas gracias por dejarnos venir aquí ―dije.
Despachó el comentario con un gesto de la mano.
―Estoy encantado de tenerlos aquí. De verdad. No lo tendría de ninguna otra forma. ¡Son familia ahora! Lo digo en serio.
Le abrí la puerta a Astrid y la ayudé a salir.
―Soy Astrid ―dijo. El tío la tomó en un abrazo.
―¡Despacio, tío Tim! ―dijo Niko―. Tuvo una cirugía.
Astrid estaba bien, sin embargo, sonriendo. Les dio a Niko y a Josie un abrazo aún más grande.
Me incliné y desabroché el asiento de la base.
Nuestro hijo estaba sujetado apretadamente, de la forma en que sólo una enfermera sabe hacer, y estaba durmiendo.
―Él es Charlie ―dije.
―Mírenlo ―dijo Tim―. Un bebé de verdad.
―Charlie es una dulzura, no hay duda sobre eso ―dijo Sandy. Estaba tomada del brazo de Josie―. Todas las enfermeras en USAMRIID, ¿puedes imaginar lo felices que hemos estado? Por lo general sólo atendemos a gente enferma pero hubo bebés este año. ¡TANTOS bebés maravillosos!
Entonces salió un hombre de la casa y caminó hacia nosotros. Era bajito y regordete, y sonriendo de oreja a oreja.
―¿Quién ese él? ―le pregunté a Niko.
―¡Nunca lo vas a creer! ―dijo Niko.
El hombre cruzó hasta nosotros, extendiendo su mano. ―Soy Patrick Wenner. ¡Encantado de conocerlos! En serio, es un placer. No puedo decirles cuánto.
Era el padre de Sahalia.

* * *
Niko me informó mientras entrabamos a la casa. Cuando Niko le mostró a su tío la carta de Alex y le contó nuestra historia, Tim estuvo de acuerdo en que la granja debería ser la casa de cualquiera de nuestro grupo que deseara venir. Tim había estado alojando a dos familias de refugiados, y les había pedido que encontraran otro lugar donde quedarse, para que nosotros pudiéramos tener el espacio. Le dijo a Niko que estaba encantado de hacer que se fueran―aparentemente no ayudaban mucho en la granja, comían mucho, y se quejaban todo el tiempo.
Tim también se había puesto en contacto con el gobierno canadiense y había pedido la liberación oficial de Alex y Sahalia bajo su custodia. Estaba previsto que llegarían en unos días.
Aparentemente poco después de eso, el señor Wenner había contactado a Alex en Quilchena y Alex le había dicho que se dirigiera directamente para la granja. Alex estaba ocultándole esta noticia a Sahalia. A mi hermano le encantaba sorprender a la gente.
Pero medio que me preguntaba si era demasiado. ¿Ella no querría saber lo antes posible que su padre estaba vivo y que estaba a punto de verlo?
Incluso cuando Tim les había ofrecido el venir a la granja, los McKinley se quedaban en Canadá, por ahora, y todavía tenían la custodia de Chloe. La familia Dominguez podría mudarse a Nuevo México, donde la señora Dominguez tenía una hermana. Max sería adoptado por ellos oficialmente.
Así que, no íbamos a vivir todos juntos en la granja en una gran comunidad. Pero todos nos visitarían. Sabía que lo harían. A los niños les encantará el lugar. Ya me podía imaginar a Chloe y a Max peleándose por el columpio.
En el hospital, Astrid le había escrito una carta a Jake, a la dirección de su madre en Texas. Le había contado sobre el nacimiento de Charlie y le había pedido que viniera a reunirse con nosotros en la granja. Yo escribí mi propia carta y repetí el pedido. Creo que ver a Charlie puede ser lo que Jake necesita para enderezarse de una vez por todas.
Josie había estado en su propia campaña de escritura de cartas, trabajando en poner bajo la custodia de Tim a los huérfanos que había conocido en Mizzou.
Después de la “Masacre en Mizzou,” como la había llamado los periódicos, el gobierno tuvo que admitir finalmente que las corrientes son reales. ¿Cómo podían no hacerlo? Hubo cientos de muertos en UMO.
Ahora los diarios están llenos con historias sobre las corrientes y la campaña para mantenerlas en secreto. El presidente Booker había demandado una investigación completa sobre el encubrimiento, pero algunas personas creen que él fue el que ordenó el encubrimiento en primer lugar.
El lado positivo es que las medidas de seguridad se habían establecido en las áreas en donde las corrientes siguen siendo un riesgo. Y, gracias a Dios, esos campos de concentración para tipos O están siendo cerrados. Todavía no puedo creer las historias que nos cuenta Josie sobre lo que le pasó allí.
La Granja Familiar Pfeiffer era nuestro nuevo hogar para mí, Alex, Astrid y Sahalia, para Josie y Niko, para Charlie y, ahora, para el señor Wenner. Iban a venir más. Y la granja podría manejarlos. Mucho espacio. Mucha esperanza.
―No vas a creer este lugar ―me dijo Niko―. Tenemos más de doce hectáreas de manzanas, seis de ciruelas, y seis de duraznos blancos. Y la granja solía tener un rebaño de cien ovejas. Ahora no tenemos ninguna, pero mi tío quiere comenzar de nuevo, ahora que nos tiene para ayudarlo.
 ―Hay una reunión de intercambio en la ciudad ―le dijo Josie a Astrid―. Conseguimos una cuna y algo de ropa. Pero ahora creo que la ropa puede ser muy grande, no lo sé.
―Estará bien ―le dijo Astrid, enlazando su brazo con el de Josie―. Y gracias.
Niko y el señor Wenner estaban hablando sobre la maquinaria de la granja y Sandy estaba hablando con el tío Tim. ¿Estaba coqueteando con él? Era difícil decirlo, pero él se veía sonrojado y contento con su presencia.
Tim nos mostró la casa con orgullo a Astrid, Sandy y a mí. Había alfombras de lana trenzada en todas las habitaciones. Hechas a mano, nos contaron, de cuando el rebaño era grande. Acolchados Amish descansaban en las camas, y algunos colgaban de las paredes, también, como decoración. ―Ése ha estado en mi familia por más de cien años ―nos contó Tim, señalando un edredón con una docena de óvalos entrelazados―. Y ése otro me lo dio mi esposa el día de nuestro casamiento, que Dios cuide su alma.
Lámparas hermosas de kerosén con placas posteriores espejadas estaban fijadas en las paredes del pasillo. Portarretratos enmarcados en blanco y negro de gente posando con premios de ganado y maquinaria de granja.
―En cada generación, nuestra familia se hizo más pequeña. Una vez hubo 20 Pfeiffers de tres generaciones viviendo en esta casa vieja ―nos contó Tim―. Pero supongo que tuvimos mala suerte. Después de que mi hermana, la mamá de Niko, muriera, sólo quedé yo para cuidar el lugar. Ninguno de mis primos quiso tener nada que ver con la granja. Se sintió miserable por muchos años. Iba a vender el lugar y mudarme a Florida y probablemente a volverme loco sin nada que hacer.
Nos mostro nuestra habitación, con una cabecera de cama antigua tallada en madera y probablemente con el edredón más agradable del montón. Había una cuna lista. Un paquete de pañales descansando en un cofre viejo. Una mecedora que parecía de por lo menos cien años.
Astrid tomó mi mano. Sus ojos brillaban.
―No puedo decirles lo feliz que estoy de tener la casa llena otra vez ―nos dijo―. La hace parecer un hogar nuevamente.

* * *
Me despierto con Charlie cada par de horas, eso se siente. Por supuesto que no me molesta.
Se lo entrego a Astrid. Lo amamanta, luego le cambió el pañal y lo vuelvo a envolver en su manta.
Nos mecemos en la silla, abre sus ojos azul noche, y sujeta mi dedo con sus deditos. Bosteza. Me maravillo con su boquita. Su vocecita, ¿a quién llama? Tal vez me está hablando. O a la manta. O a Dios.
Nunca supe cuanta bondad envuelve a un recién nacido hasta que sostuve a mi hijo en brazos. Lo entiendo, por qué todos quieren alzar al bebé. Se están llenando.

* * *
Hoy llegan Alex y Sahalia.
Estamos todos mareados del entusiasmo.
Las habitaciones de Alex y Sahalia estaban en el segundo piso. Pusimos a Alex al final del pasillo y a Sahalia al otro con el señor Wenner en el medio. Un poco de espacio para alentarlos a… tomarse su tiempo.
Nos divertimos tanto limpiando las habitaciones. Niko y yo sacamos los colchones y los golpeamos con una escoba. Restregamos los pisos y limpiamos las telarañas de las esquinas y de los cajones de las cómodas.
Van a amar este lugar.
Alex y Niko van a tener una docena de ideas de formas de arreglar la granja y de mejorar la productividad―todas cosas buenas. Y no puedo esperar a que Sahalia vea a su padre.
Alex había sido muy específico en sus instrucciones sobre cómo manejar el momento de la llegada.
Primero que nada, sólo Tim tenía permitido ir a recogerlos al aeropuerto. Le dije a Alex (en una línea que le permitían usar en la Base de la Fuerza Aérea) que quería ir a buscarlos con Tim, pero dijo que tenía miedo de que arruine el secreto. Insistió en que nos quedáramos en casa.
En la camioneta sólo caben tres cómodamente, así que cedí.
Les toma una eternidad. El aeropuerto está a hora y veinte minutos de distancia y se suponía que el avión aterrizaba a las 11 a.m. No extraño tanto las minitablets, pero mataría por un mensaje de texto en este momento.
¿Dónde están? ¿Por qué tardan tanto?
Estamos en el pórtico delantero. Astrid está meciendo a Charlie, a quien acaba de amamantar, y yo me paseo de un lado para otro.
―Ya deberían estar aquí, ¿no crees? ¿Por qué tardan tanto?
―Llegarán pronto ―me dice ella.
―¡Hace una hora que deberían haber llegado! ―digo.
―Nos vamos adentro, no es así, Charlie. Vamos a hacer lo que nos pidió Alex.
Según el plan de Alex, estoy en el lugar equivocado. Se supone que Astrid y yo tenemos que esperar adentro con el bebé, así el señor Wenner puede caminar hacia la camioneta y sorprender a Sahalia.
El señor Wenner, mientras tanto, está adentro, paseándose alrededor de la mesa de la cocina.
Finalmente, finalmente, escucho el crujido de grava en la entrada.
―¡Están llegando! ¡Están aquí! ―digo. (Está bien, grito.)
―¡Métete adentro! ―me grita Astrid.
―Oh, Dios ―dice el señor Wenner mientras abre la puerta de tela metálica y sale―. Realmente está pasando.
Le doy un abrazo y mis felicitaciones, y me voy a parar a la cocina, mirando por el vidrio agentado de la ventana sobre la mesada.
Acerco a Astrid y a Charlie.
Él duerme es sus brazos, sonriendo y ebrio de leche.
―¡No puedo esperar para presentarle a Charlie a Alex! ―digo.
Astrid agacha la cabeza y la presiona en las mantas de Charlie. Ya está llorando. Es muy tierno.
―¡Mira! ―digo.
La camioneta entra en nuestro campo de visión, y Dios, va realmente despacio, pasando lentamente por todos los pozos en la entrada. No me sorprende que tardara tanto.
Ahora veo que hay dos figuras en la cama de la camioneta, viajando al aire libre. Es medio raro. ¿Tal vez querían la vista al aire libre?
Ni siquiera apagaron el motor cuando escucho gritar a Sahalia. ―¡Papá! ¡Papá!
Salta de la cama de la camioneta y el señor Wenner la toma en sus brazos. Dan vueltas y vueltas, riendo, llorando, y abrazándose como si fuera demasiado bueno para ser cierto.
Pero es ambas cosas, bueno y cierto, y hace que me duela el corazón con alegría antigua al verlos juntos.
Sahalia ha cambiado tanto. Su padre va a estar maravillado con la persona en la que se convirtió. O tal vez es que siempre fue una persona buena y considerada, pero se estaba escondiendo detrás de una actitud de mierda.
Beso la parte superior de la cabeza de Astrid.
―Dean ―dice Astrid―. Mira. Hay otra sorpresa. ―Apunta fuera de la ventana con la barbilla.
Alex saltó de la parte de atrás y está abriendo la puerta del pasajero.
Me acerco a la ventana.
Se baja un hombre.
Creo… creo… es mi papá.
Y ahora camino hacia la puerta, la abro y <<es>> mi papá.
Estoy corriendo ahora, bajando por el camino de grava.
Mis pisadas caen fuertemente.
Veo que detrás de mi papá, todavía dentro de la cabina de la camioneta hay una mujer, muy frágil.
Necesita de una mano para bajar y es mi madre.

* * *
―¡Mamá! ―grito―. ¡Mamá! ¡Papá!
Alcanzo a mi madre y me detengo, mis pies se resbalan por la grava.
Gentilmente, gentilmente, la abrazo. Está delgada y veo, no, siento, contra mi mejilla, que sufrió de una quemadura terrible a un lado de su rostro y sobre su cuello. La piel está vendada en lugares y brillante en otros, y está en mis brazos. Está delgada, frágil y en mis brazos.
Mi madre.
Mi papá pone los brazos alrededor de nosotros dos y Alex se mete en el medio y estamos todos riendo y llorando. Estamos en un nudo gigante. Un nudo de Grieders. Un racimo. Un grupo. Una familia.
Mi papá me besa la parte posterior de mi cabeza y la sonrisa de Alex mide dos metros. Nunca vi a Alex tan feliz y sé que nunca lo voy a ver más feliz. Lo hizo. Nos reunió.

* * *
En un momento, Astrid va a llegar a la entrada y les voy a presentar a mis padres a mi hijo y a mi (algún día pronto) esposa.
Pero ahora mismo sólo dejo que mi mamá se aferre a mí.
―Mi dulce niño ―dice―. Pensé que te había perdido para siempre.
Sostengo a mi madre, asegurándome de ser gentil, y le digo que la amo.