Capítulo 14
No puede ser tanta coincidencia
Elena encontró los ojos sorprendidos de Candice. Tomó con más fuerza su vaso de agua y dio un paso atrás, alejándose de Derek. Lo último que quería era un mal entendido.
—Hey, Candice, creo que deberías llevarte ya a tu esposo. Casi se cae encima de mí —Elena rio, sin dejar entrever su nerviosismo. Candice sonrió a medias con confusión y se acercó a Derek, que lucía bastante mal por el efecto del alcohol.
—Él suele ser el que menos toma, no sé qué le pasó ahora.
—Bueno, ya es tarde. Deberías irte, es peligroso manejar en la noche —aconsejó Elena.
Candice soltó una risita.
—De hecho, vámonos, cielo —dijo Candice dirigiéndose a su esposo.
Elena trató de ignorar la punzada en su pecho cuando su amiga lo llamó con cariño.
—No... Necesito hablar con E...
Al saber lo que estaba a punto de decir, Elena dejó soltar el vaso de vidrio al suelo a propósito, para distraer la atención de su amiga. Fingió dar un grito de sorpresa y se apresuró a tomar el trapo de la cocina. No sabía que Derek podía ser demasiado sincero estando borracho.
—Caramba, déjame ayudarte —escuchó decir a Candice.
Elena se apresuró a recoger los pequeños vidrios. Negó con la cabeza. Solo quería que salieran del departamento, antes de que Derek abriera la boca armando un buen lío.
—No, no... Déjamelo a mí. Mejor ya llévate a tu esposo —dijo Elena alzando la mirada con una sonrisa.
Al terminar de recoger todo, lo depositó en la basura. Candice le dedicó una sonrisa a su amiga.
—Bueno, gracias por todo, Elena. Vendré otro día para tener nuestra plática de chicas, ¿de acuerdo? —dijo la pelirroja dándole un beso en la mejilla. Elena asintió, aún nerviosa. Miró por el rabillo del ojo a Derek, al parecer estaba casi perdido como para pronunciar palabra.
—Está bien, aquí estaremos —se despidió Elena. Candice caminó junto con Derek, hacia la salida de la cocina. Cuando casi estaban cruzando la puerta, Elena volvió a hablar
—¿Y, Candice? Te felicito por tu matrimonio. No sabes lo dichosa que eres —logró decir con un nudo en la garganta.
La pelirroja sonrió con orgullo.
—Gracias, Elena.
Y los dos desaparecieron de su vista. Se quedó sola.
Elena se recargó en la barra de la cocina y suspiró profundo. Ya había asimilado mejor que debería olvidarse por completo de ese hombre, aunque aún no estaba segura de poder lograrlo. Derek había estado a punto de decirle algo, mas su amiga los había interrumpido. Apretó los ojos decidida por una vez en su vida. Se iba a olvidar de él, iba a proteger su corazón.
Todos terminaron por retirarse, Manón fue la última que se marchó. Jason y Jordan le hicieron el favor de ir a dejarla, por lo que solo Chloe estaba con Elena. Las dos se habían puesto a recoger la basura de la sala, donde parecía que una lancha había pasado destruyendo todo a su paso.
—Derek está muy bueno; Candice es una suertuda —admitió Chloe suspirando. Elena esbozó una mueca. ¿Por qué todos tenían que recordárselo?
—Humm...
—Y aparte es muy rico, de verdad que me sorprendió. Ahora ya tenemos quién nos lleve a conocer Europa —chilló entusiasmada Chloe.
Elena revoleó los ojos, cansada de escuchar a su amiga alabar a Derek. Elena ni siquiera sabía que tenía una empresa prestigiosa y eso no lo había hecho más atractivo de pronto para ella. En realidad no le importaba si era rico, pobre o un hombre podrido en millones. Lo único que le importaba era que saliera de su jodido corazón.
—Déjalo ya, no es para tanto. Solo tiene mucho dinero y sí... Es capaz de comprar muchas cosas. Pero eso no lo hace el mejor hombre del mundo —atajó Elena abriendo el grifo del lavabo mientras limpiaba los platos.
Chloe soltó una carcajada.
—Mejor deja de fingir que no te sorprende. Acepta que cualquiera se moriría por un hombre así —apuntó la rubia.
Elena apretó los puños.
—No me sorprende, Chloe; ni siquiera me llama la atención ni un poquito —soltó Elena lavando con más fuerza los platos.
—Bueno, como sea. No puedo esperar para que sea miércoles. Va a ser el primer campamento que Jordan y yo pasemos como pareja —esbozó la rubia con una sonrisa en el rostro. Elena respiró aliviada de que cambiara el tema.
—¿Invitaron a Candice y a su esposo? —preguntó Elena de repente preocupada.
—Sí, y eso va a ser genial ¿no crees? También va a venir Manón y Ian —dijo el nombre del último con una leve molestia.
Elena ya sabía de la pequeña enemistad que tenían Chloe y su amigo. Y todo porque, cuando se conocieron, Ian había hecho un chiste impropio sobre las rubias y Chloe se había ofendido. Desde ese momento solo se la pasaban lanzándose indirectas o burlas sobre el otro.
—No sé, no me parece buena idea que Candice lleve a... ¿Cómo se llama su esposo? —preguntó Elena desinteresada.
Si iba a hablar sobre Derek, no debería levantar ninguna sospecha sobre que ya lo conocía.
—Derek, ¿hasta su nombre es sexy, no? —respondió Chloe. Elena apretó los dientes.
De nuevo volvían al tema incómodo.
—¿Estás enamorada de mi hermano o de ese tal Derek? —preguntó Elena con una nota de burla. Chloe le aventó una servilleta al cabello.
—De Jordan, amiga idiota —rio entre dientes—. Pero ,vamos, solo digo la verdad. ¿No viste la cara de Candice? Parecía que estaba disfrutando contándonos todo sobre su buen esposo.
Elena se encogió de hombros.
—Es normal. Candice siempre ha sido así y ahora que su amado esposo es riquísimo, no debe caber en su lago de felicidad; no la culpo —dijo Elena sin mostrar importancia.
—Bueno, no voy a discutir contigo porque se ve que no cambiarás de opinión. Pero... ¿Por qué no te parece que vaya Derek? —preguntó Chloe frunciendo las cejas mientras limpiaba la mesa de la cocina.
Ya casi terminaban de ordenar todo. Habían dejado un gran desastre en el departamento.
Elena pasó el peso de su cuerpo a su otra pierna.
—Se supone que nos la pasamos superbien solo entre chicas o amigos. Y bueno, llevar a su esposo... Va a ser raro...
—No lo creo. Será mejor que asumas la idea —comentó Chloe soltando un suspiro de cansancio.
Elena se enjuagó las manos para después secarse con su propia playera.
—Estoy casi muerta, yo me largo a dormir —cortó Elena la conversación.
Tantas emociones en un mismo día la habían dejado completamente agotada, casi se le cerraban los ojos. Y lo peor era que mañana tendría que ir a la universidad. El cansancio pudo con ella y cayó en un profundo sueño, tanto, que ni siquiera se dio tiempo para pensar más en esos ojos azules. Aunque no pudo escapar de su presencia en sus sueños.
Dentro de una de las aulas de la universidad, Manón le dio un golpecito en el hombro a su amiga, para despertarla de sus cavilaciones.
—Se ve que no aguantas una desvelada —se burló la francesa.
Elena apretó los ojos y se los frotó con el dorso de la mano. Se sentía cansada, pero no físicamente. En realidad era todo emocional.
—No, solo que... Bueno...
Elena soltó un suspiro. Aprovechando que el profesor se disponía a escribir unas formulas en la pizarra, se atrevió a acercarse más a Manón.
—Promete que seguirás siendo mi amiga después de esto y me dejarás explicarte todo —pidió Elena de repente preocupada.
Cualquiera pensaría que ella había sido “la otra”, “la fácil”, “la que se había metido con un hombre casado”. Pero la diferencia era radicaba en que ella no sabía que era casado y, mucho menos, que su esposa fuera una de sus amigas. Además, pensó que no podía catalogarse de esa forma. Después de todo, nunca intentaría algo con Derek, ahora que sabía que estaba con Candice. Por mucho que lo amara y por mucho que le doliera.
Manón asintió sin miramientos. Elena le había cogido especial confianza a la francesa, incluso demasiado rápido. Aunque hubiera preferido contárselo a Chloe, no se sentía segura de que la rubia la escucharía; pensaba que tal vez pudiera confundir las cosas, ya que Chloe también era muy amiga de Candice y no le gustaría saber de los sentimientos de Elena hacia Derek y, peor, de los sentimientos de él hacía Elena.
Elena terminó de relatar todo con lujo de detalles, la última parte se la contó mientras caminaban por el pasillo del edifico dirigiéndose a la cafetería abarrotada de gente, como siempre.
Manón arqueó las cejas.
—Ahora entiendo —vaciló mientras se llevaba un dedo a la barbilla.
Elena entrecerró los ojos. Esperaba que se pusiera a gritar, que se llenara de perplejidad o, peor, que no le volviera a hablar por pensar mal las cosas, como temía.
—¿Qué cosa? —cuestionó.
En esa ocasión habían decidido sentarse a solas, lejos de los chicos para poder pláticar con libertad. Por otra parte, Ian no había asistido a la universidad, ya que se había largado con Tom a alguna parte, según decía el mensaje que le había llegado a Elena.
—Derek te veía anoche de una forma muy poco normal, estaba comenzando a pensar que de pronto se levantaría y te llevaría con él. Sí, suena exagerado, pero te miraba como un demente posesivo.
Elena desvió la mirada, no quería admitir que una sonrisa se quería asomar en la comisura de sus labios. Y es que saber, por boca de otra persona, que ella provocaba algo en Derek, la hacía sentir por segundos en el cielo, antes de caer nuevamente en el precipicio.
—No sé... Estoy tan confundida, Manón. Es obvio que si está casado, está enamorado de Candice. Entonces... ¿Por qué se comporta como si me quisiera, como si estuviera enamorado de mí? Solo hace más difícil que pueda olvidarlo.
Manón soltó un respiro.
—Estás metida en un buen lío, Elena. Y no me parece tan descabellada la idea de que en realidad sienta algo por ti, lo digo por la forma en que se comportó ayer, pero tienes razón. No tiene sentido, es un gilipollas si te dice que te quiere a pesar de que está casado.
—Siento que solo quiere jugar conmigo, pero no lo voy a dejar. No voy a dejar que me engañe. Y mucho menos, convertirme en “la otra”. Eso nunca... —le tembló el labio inferior—. Pero eso es lo que más temo, Manón... ¿Y si al final yo me convierto en...
Manón le tomó la mano reconfortándola.
—Tú nunca harías eso, Elena, eres demasiado buena. A diferencia de Candice, porque te puedo decir una cosa: tu amiga no me gustó para nada. Es algo exagerada... Y presumir de esa forma del dinero, definitivamente no me gusta.
Elena esbozó una mueca.
—Candice es así, aunque ahora lo parece más, porque digamos... que ahora es, en verdad, rica; es normal.
—¿Tú no sabías eso, verdad?
Elena negó con la cabeza.
—La verdad que no me importa cuánto jodido dinero pueda tener, solo quiero, maldita sea, sacarlo de mi corazón. ¿Por qué es tan difícil, Manón? ¿Por qué no puedo borrar mis recuerdos y comenzar de nuevo? Odio el día en que lo conocí...
—Olvidar es lo más difícil, lo sé por experiencia propia. Pero todo pasa por algo, siempre pasa por algo.
Elena bajó la mirada a sus manos que se entrelazaban nerviosas.
—Bueno, pero me ayudarás, ¿verdad?, para que yo no vaya a hacer una estupidez, como caer en sus redes y convertirme en una vergüenza para mí misma.
Manón le sonrió una vez más. Elena admiraba eso. Su amiga siempre sonreía, tanto que se preguntaba si sufría por algo o, al contrario, si su vida era muy tranquila y dócil.
—No creo que cometas una estupidez, aunque a veces el amor nos hace realmente estúpidos. Pero por el momento tendrás que sacarlo de tu cabeza. A mi primer y más grande amor, en realidad, no lo pude olvidar del todo, pero logré algo. Cuando lo recuerdo ya no duele, los recuerdos me sacan una sonrisa y, en lugar de maldecirlo, agradezco haberlo conocido. Así te das cuenta cuando ya has superado a una persona. Cuando en lugar de perforar tu corazón, tan solo lo curas un poquito más.
Elena le sonrió a su amiga. Ella siempre tenía las palabras adecuadas que deseaba escuchar. Se dio cuenta también que extrañaba a su madre para pedirle consejos. Aunque ahora no podía agobiarla más, ya que ella cuidaba de su padre un poco enfermo. Y solo de vez en cuando los visitaba junto con Jordan.
Más tarde las clases ya habían terminado. Jason y Jordan se acercaron a ellas. El rubio, con una sonrisa resplandeciente, dirigida a Elena.
—¿Necesitan que las llevemos a alguna parte? —preguntó Jason pícaramente.
Elena frunció los labios, era obvio el cambio de actitud de Jason, pero lo dejaría pasar. Se notaba a leguas que ella le atraía y, aunque Elena no lo veía de esa manera, se descubrió estudiándolo más de la cuenta.
—Bueno, íbamos a tomar el camión. Tenemos que ir a un hospital —respondió Elena—. Pero... ¿Acaso Chloe les prestó su coche? —preguntó frunciendo las cejas.
Casi siempre, los chicos se iban con uno de sus amigos que tenían autos, porque hacia meses que habían perdido sus automóviles en la apuesta más estúpida del mundo.
—No, pero tengo la Suburban de mi padre. En esa, mañana nos iremos al campamento.
—Bueno, entonces, si no es molestia...
—Para ti nunca es molestia, Melón —aclaró Jason pasando un brazo por los hombros de Elena. Los cuatro se subieron a la gran camioneta y emprendieron la marcha hacia el hospital.
—¿Y qué van a hacer en el hospital? —preguntó Jordan.
Elena miró con diversión a Manón antes de contestar.
—Digamos que vamos a estar ayudando a un doctor por medio tiempo. El tío de Manón nos dio el puesto. Además nos servirá como experiencia para nuestra carrera.
—¿Y les van a pagar bien? —volvió a preguntar su hermano.
Elena puso los ojos en blanco. Jordan era un gran admirador del dinero, y también, engatusador para sacar billetes.
—Ni pienses que te daré un peso, Jordan —aclaró Elena sacando la lengua en un gesto muy infantil.
Su hermano sonrió con sorna. Al final, Jordan siempre terminaba aprovechándose de ser la debilidad de Elena.
—Bueno, si quieren que las venga a recoger, solo llámenme, ¿de acuerdo? —comentó Jason mientras las dos chicas bajaban de la camioneta.
—Claro, gracias por traernos —le sonrió de vuelta Elena.
Jason le guiñó el ojo antes de prender el motor. Manón soltó una risa con disimulo.
—Al parecer alguien se muere por ti.
Elena esbozó una sonrisa negando con la cabeza.
—Jason es solo un buen amigo y es muy cariñoso siempre —confesó mientras comenzaban a caminar hacia la oficina del tío de Manón.
—Pues se pasa de cariñoso. Él se ve buen chico ¿por qué no le das una oportunidad? —preguntó Manón juntando las manos.
—¡Manón!
—¿Qué? Se supone que quieres olvidar a Derek, eso te ayudará. Tal vez más rápido de lo que pienses —afirmó la extranjera.
Elena se mordió el labio con duda. Realmente ahora no quería algo con nadie, porque no se podía imaginar besar a alguien más que no fuera...
Detén esos pensamientos, Elena.
—¿Y qué hay de Evan? —preguntó Elena queriendo cambiar de tema.
Evan había sido el novio que Manón había dejado en Francia y que, según su amiga, se esperarían hasta que volvieran a estar juntos. Después de haber sufrido mucho por su primer amor, Evan era especial para Manón.
—Ayer se enojó conmigo. Supongo que se me notaba mucho lo borracha que estaba —admitió perdiéndose en sus pensamientos. Las dos esperaron en una sala de estar antes de pasar a la oficina de Alaric.
—Hola, tío —saludó su sobrina—. Ella es Elena —presentó a su amiga.
Elena le tendió la mano con amabilidad. El tío de Manón parecía tener entre cuarenta y tantos años. Tenía un gran parecido en los rasgos del rostro a Manón. Se notaba su procedencia francesa.
—Bueno, ustedes se encargarán de apoyarme a mí y al doctor Crowell en las operaciones que se requieran o en cuidar a los pacientes. ¿No suena tan complicado, verdad? —terminó de decir con amabilidad.
Elena sentía un extraño apretón en el pecho, similar a aquella vez en el restaurante. Ese apellido, Crowell. Derek trabajaba en un hospital, aunque nunca supo en cuál o ya no lo recordaba.
“No puede ser tanta coincidencia”, pensó.
—Solo estarán aquí tres horas y se les pagará como si trabajaran un turno completo.
Elena estaba sorprendida. Que fuera el tío de Manón tenía sus ventajas. De pronto, la puerta del consultorio se abrió y Elena se encontró con la última persona que quería ver. Parecía que el destino se empeñaba en fastidiarla por todos lados.
—Doctor Crowell, ellas son las muchachas que nos ayudarán en su tiempo libre —anunció Alaric.
Derek se quedó mirando a Elena sin poder apartar la vista. Ya sabía que se trataba de Elena cuando Alaric le dijo el nombre completo de la muchacha. Él no quería demostrarlo, pero lo único que sentía era emoción y la misma corriente que recorría su cuerpo cada vez que estaba cerca de ella. Comprendió que, de alguna forma, quería tener a Elena conectada a su vida. Ayer se había dado cuenta de lo difícil que sería olvidarla y ahora se había arriesgado al destino.
“Que pase lo que tenga que pasar”, sentenció para sus adentros.