Capítulo 17

No pido nada más

¿Por qué no lo estaba deteniendo? ¿Por qué sus labios se estaban moviendo en perfecta sincronía contra los de ese hombre?

Sus manos automáticamente se habían enredado entre el cabello de su nuca, y los brazos de Derek la estrechaban contra su pecho. No se sentía consciente, tan solo quería dejarse llevar e intentar olvidarlo todo por un segundo. Y la pregunta más peligrosa. ¿Por qué deseaba más y más? Como si no fuera suficiente.

“Prohibido. Prohibido”.

Esas palabras resonaron en su mente como un clic y fueron las que la hicieron detenerse de la locura que estaba cometiendo. Sus manos que estaban en su nuca un segundo antes, se movieron hasta el pecho de él para intentar apartarlo.

—Detente —logró pronunciar Elena cuando separaron sus labios, que dejó un frío en ellos.

Derek sintió su rechazo y sus brazos perdieron fuerza alrededor de la cintura de ella. Finalmente, Elena dio dos pasos atrás y lo miró envolviendo sus brazos. No entendía por qué no le daba una cachetada como debería hacer, mas solo su cuerpo se había quedado inmóvil.

—¿Qué hiciste? ¿Te das... cuenta de lo que acabas de hacer? —preguntó Elena desorbitada.

No iba a negar que la hizo sentir tocar las estrellas segundos antes, pero ese instante de felicidad tenía un buen precio. Elena trataba de reprimir el dolor que sentía en su pecho. No lo entendía, por qué quería torturarla.

—Perdóname... Yo... Tenemos que hablar.

—Dios. ¡Estás casado con mi maldita amiga! No hay nada de qué hablar.

Derek resistió la tentación de abrazarla, se veía tan vulnerable. Pero no había otra opción, tenía que decirle la verdad. La verdad que lo estaba matando y, aunque no sabía cómo reaccionaría Elena, no le importaba. Necesitaba dejar salir esas palabras.

—Creo... Creo que me enamoré de ti, Elena —soltó agachando la cabeza.

Se odiaba, por lo débil que era. Pero para qué mentirse, no quería vivir engañado en una mentira. No quería vivir casado engañándose. Eso sería condenarse. Y ahora lo había descubierto. Tal vez Mike había tenido razón.

Elena sentía las piernas como si pesaron dos toneladas, no podía mover ni un músculo. ¿Había escuchado bien? Una parte de ella se alteró y una especie de felicidad la inundó, en cambio, la otra se sintió como si le hubieran dado un golpe en el estómago.

—¿Qué...? No, tú no puedes...

—Esa es la verdad y... Joder, ya no quiero engañarme a mí mismo —confesó con un nudo en la garganta.

—Pero... ¿Y Candice? Estás casado con ella —respondió Elena tratando de que Derek corrigiera sus palabras. Y por muy descabellado que fuera, prefería que él no estuviera enamorado de ella, a que ella misma tuviera que traicionar a su amiga. Si lo que Derek decía era cierto, la acababa de poner entre la espada y la pared.

—Yo... Yo no la amo, no como pensé. Y tú hiciste que me diera cuenta de eso, de la mentira que vivo.

Elena sentía el corazón en el estómago. ¿Y qué se suponía que haría? ¿Decirle que también lo amaba y que podrían estar juntos? ¿Que podía traicionar a Candice de esa manera? No, no estaba preparada para eso. No sería capaz de eso. Y así decidiría, por mucho que una parte de ella la quisiera hacer retractarse.

—Por dios... ¿Te das cuenta que Candice es mi amiga, verdad?

Derek se atrevió a dar un paso adelante. Sus sentimientos estaban más que claros, no era un estúpido que no sabía lo que quería. Aunque sí un estúpido por haberse casado por compañía y miedo a estar solo. Pero olvidó la segunda parte. Su esposa era amiga de Elena y, probablemente, eso fuera suficiente para que no pudieran estar juntos. Aunque... no se sentía justo, no para él.

—Elena, sé que lo que estoy pidiendo es mucho para ti. Pero, maldición, tú me amas y yo te amo. Por qué no...

—Porque yo nunca traicionaría a mis amigos; nunca, Derek. Por mucho que pueda amarte —esas palabras fueron como ácido para los oídos de Derek. Ella había dicho “nunca”. Nunca.

No, él no dejaría que lo que significaba esa palabra se cumpliera.

Derek sacudió la cabeza. Trató de ponerse en su lugar e imaginar tener que traicionar a su mejor amigo, Mike; pero aun así, preferiría su felicidad que vivir una vida sin sentido.

—¿De verdad?, Elena, no tienes idea de cómo te amo, no hay segundo que no pases por mi mente y eso... es una jodida tortura.

Elena sentía los ojos llenos de lágrimas, con los sentimientos encontrados. Se sentía tan cerca de tocar la felicidad que le había dejado de importar todo lo demás. Pero una correa en el cuello no la dejaba avanzar, comprendió que para ser feliz tendría que romper un corazón y no cualquiera, el de su propia amiga. Y ahora mismo no podía hacer esa elección.

—Yo... Entiende que lo nuestro es imposible, Derek; ella... nunca me lo perdonaría.

—Dejaré a Candice.

Elena alzó el mentón con brusquedad. Los ojos azules de Derek habían oscurecido su color por la intensidad. Él de verdad la amaba, pero Elena no podía sonreír de felicidad.

—No puedo hacerle eso, será mejor... Será mejor que no vuelvas a buscarme —zanjó Elena dando un paso atrás.

Derek soltó los brazos a sus costados. No se iba a rendir, era imposible que pudiera convencer a Elena de algo semejante, pero no desistiría.

Y el primer paso sería hacer las cosas bien por primera vez. Tampoco quería mentirle a Candice más tiempo. Aunque, por ahora, dejaría que las cosas siguieran su curso con tranquilidad. Dejaría a Candice y le haría ver a Elena que podrían tener algo hermoso juntos. Sabía que la muchacha lo amaba y eso era suficiente para él.

—Está bien, pero no puedes pedirme que te ignore. Como si no estuvieras en mis pensamientos. —Derek dio un paso para quedar más cerca de Elena; el cuerpo de la chica vibró—. Como si no te amara con todo mi corazón.

Él levantó la mano acariciando su mejilla sin atreverse a hacer algo más. Se propondría derribar los muros que Elena había forjado a su alrededor y hacerle ver que eran el uno para el otro. Y que por alguna razón se habían conocido en un momento tan inesperado. Y ahora, su matrimonio ya no sería un obstáculo; ahora, sería la decisión de Elena lo que cambiaría todo. Que no era nada fácil elegir entre el amor y la amistad.

Elena sintió un cosquilleo en la nuca ante su roce. ¿Es que nunca lo superaría? ¿Siempre su corazón iba a reaccionar con su cercanía?

—Al menos déjame ser tu amigo —rogó.

Elena tragó el nudo de su garganta. Sabía que si aceptaba, no solo serían amigos. Estaba jugando con ella y lamentablemente no era tan fuerte como para negarse. Candice o Derek. Su amiga o el amor de su vida.

—Solo como amigos —logró decir Elena.

Derek levantó una de las comisuras de su boca. Y Elena supo que él no se rendiría tan fácil con ella. Era consciente de que tendría que tomar una decisión, una que pondría en juego su propio destino.

—No pido nada más.

Elena no pudo dormir bien esa noche, aparte de que no estaba en su cómoda y reconfortante cama. Cuando despertó por la mañana, todavía pensaba que había soñado todo, mas cuando vio a Derek mandarle una sonrisa, supo que todo había pasado de verdad. Estaba completamente dividida. No quería lastimar a ninguno de los dos, pero sería inevitable. Desearía ser más fuerte y aclararle a Derek que no traicionaría a su amiga por más que lo amara, pero sus propios sentimientos la estaban traicionando.

—Hey, ¿sucede algo? —preguntó Chloe mientras iban caminando hacia la casa de campaña por la mochila de la rubia, porque había olvidado en ella su bloqueador. Los chicos habían decidido meterse a nadar antes de partir.

—No ¿Por qué? —contestó Elena desinteresada emergiendo de sus cavilaciones. Chloe se relamió los labios. De pronto detuvo su paso. Conocía a Elena y sabía que algo pasaba con ella y también le dolía que no le dijera lo que le estaba sucediendo.

—Deja de fingir, Elena. Algo te pasa y creo que es grande —la miró a los ojos fijamente—. Recuerda que te conozco como la palma de mi mano.

—No —Elena intentó salirse por la tangente—. Nadie conoce a la perfección la palma de su mano.

—Sabes de qué hablo —Chloe esbozó una mueca.

Cualquier rastro de diversión desapareció del rostro de la castaña. Una parte de ella quería desahogarse y con quién mejor que con Chloe. Pero temía la reacción de ella. Temía perderla. Sin embargo, Elena decidió que le diría la verdad, aunque sea a medias. Decirle que seguía enamorada de Derek no era parte de esa verdad, ni lo sería.

—Está bien, tú ganas. Y sí, algo me pasa —Elena tragó saliva—. Tiene más de un mes.

La expresión de la rubia era de expectación. Se sentía aliviada porque por fin Elena quisiera decirle la verdad. Y la alegraba que lo hiciera, ya que comenzaba a sentir ciertos celos hacia Manón —debía admitir. Quería volver a tener esa confianza con Elena, cuando no se ocultaban nada importante.

—¿Recuerdas el chico que te conté hace algunas semanas? y que te dije que no había funcionado.

—Sí y que nunca me lo presentaste, por cierto.

Elena asintió con un nudo en la garganta. Solo esperaba que Chloe lo comprendiera.

—Bueno, nos conocimos cuando tuve el accidente con la moto, él me ayudó e incluso me fue a dejar a la universidad ese día —tomó un pequeño respiro antes de continuar—. Nos volvimos a ver y resultó que él era experto conduciendo motos de carreras.

Chloe abrió la boca sin comprender.

—Quieres decir que te subiste a una moto de ca...

—Eso no es lo importante. Sé de la promesa que hicimos, pero vamos, Chloe. Sabes que amo eso y soy una rebelde sin remedio.

Chloe sonrió.

—Y estoy segura que por eso no me dijiste nada —Elena frunció los labios.

Esa había sido la principal razón por la cual no le había dicho sobre Derek; aunque ahora, había razones muy diferentes.

—Sí y perdóname, en serio.

Chloe se encogió de hombros soltando un suspiro. Se habían sentado sobre el pasto a un lado de las casas de campaña.

—No pasa nada, continúa —la incitó.

—Él estuvo ayudándome durante un mes para prepararme para el torneo de carreras —los ojos de Chloe se abrieron como platos, mas Elena no se inmutó—. Nos veíamos a diario; nuestra relación era como la de unos amigos, al menos de mi parte. Y... No pude evitar quererlo un poco; cuando fue el día del torneo le confesé mis sentimientos.

Elena se había detenido repentinamente. Chloe la tomó el brazo y la miró indicándole que confiara en ella.

—Pero él era un hombre casado. Me rompió el corazón...

—¿Y cuál es la razón por la que no me dijiste? No le veo el pro...

—Es que Chloe, ese hombre del que te hablo es... Es Derek, el esposo de Candice —confesó Elena llevándose las manos al rostro intentando ocultarse.

Chloe se había quedado pasmada, sin saber qué decir.

—Quiere decir... ¿que estás enamorada de él? —logró balbucear. Elena asintió sin poder mirarla a la cara.

—Y es lo que más odio, Chloe. No fue mi culpa, no sabía de quién se trataba, yo solo...

Entonces sintió los brazos de la rubia rodeándola. Elena alzó el mentón y miró sus ojos compasivos. Chloe esbozó una sonrisa triste.

—Exacto, Elena, no fue tu culpa. Y no te juzgo, aunque Candice también sea mi amiga.

—No quería decirte por eso, pensaba que tú acabarías odiándome y...

—Nadie elige de quién enamorarse, Elena. Aquí solo tuviste una mala jugada de la vida, no me imagino estar en tu lugar.

Elena tragó saliva ruidosamente.

—Chloe, Candice es nuestra amiga y al amar a su esposo ya la estoy traicionando...

—No la estás traicionando, Elena. Tú solo te enamoraste, no es algo malo. Aunque es preferible no decirle nada, obvio —dijo Chloe negando.

—Es más, es injusto para ti. Es probable que tú quedes con el corazón roto —recriminó Chloe.

Elena soltó un suspiro y miró sus pies. ¿Cómo decirle que Derek había acabado de proponerle una locura? ¿Reaccionaría tan bien si se lo dijera? No, era mejor no decirle nada. Si es que Derek dejaba a Candice, la culparía a ella. Y se armaría un buen lío. Además, Chloe no le había recriminado nada y eso era mucha ganancia.

—Aunque, ahora me he propuesto olvidarlo. Y no sé cómo hacerlo, tengo que ser sincera, Chloe. Pero no he amado a alguien con tanta fuerza jamás.

—Eres fuerte, Elena, siempre lo has sido. Aunque ahora odio un poco a Derek. ¿Cómo pudo ilusionarte...

—Él no me ilusionó, Chloe —zanjó Elena—. Yo me creé mis propias ilusiones. Él nunca intentó algo conmigo, yo... lo imaginé todo.

Estaba diciendo una verdad a medias, ya que sí que había notado un apegó de parte de Derek que fue, precisamente, lo que le creó esperanzas. Elena quería decirle lo que ahora mismo sucedía, pero prefería no hacerlo. Sabía que Chloe le exigiría que no le hiciese algo así a Candice, por ser su amiga. Y por eso mismo sentía miedo Elena, una parte de ella no estaba de acuerdo con la opción de alejarse de Derek. Es más, lo estaba pensando. Se sentía mal. ¿Cómo podía estar considerando la opción de romperle el corazón a su propia amiga?

Jordán llegó justo en ese momento.

—¿Por qué tardan tanto? —preguntó al tiempo que Elena y Chloe se levantaban del pasto.

Jordan rodeó por la cintura a su novia. Elena les sonrió cuando se dieron un tierno beso. Por un segundo se imaginó a Derek y sí misma en esa situación. Soltó un suspiro.

—Ya íbamos —profirió Elena y comenzaron a caminar de regreso.

Unas dos horas después, los chicos ya habían empacado todo y la Suburban ya estaba lista para marchar. En esa ocasión Elena prefirió ir en los asientos de atrás. Fue un alivio que Derek fuera adelante junto con Jason y Ian. Aun así, Elena no podía concentrarse en lo que decían sus amigos. Las palabras de Derek daban vueltas en su cabeza una y otra vez.

“Dejaré a Candice. No tienes idea de cómo te amo”.

El viaje le pareció más corto que el de ida y, por fin, llegaron al edificio. Todos bajaron despidiéndose uno de los otros. Manón y Ian se fueron, ya que tenían pendientes. Elena pensó que lo mismo sucedería con Derek y Candice, pero para su sorpresa, Candice decidió quedarse en el departamento de sus amigas. Había dicho que su esposo tenía cosas que hacer y no quería quedarse sola en casa.

Chloe y Candice ya habían ingresado al edificio, después de despedirse de Derek. Elena estaba a punto de subir al ascensor sin despedirse de él, cuando escuchó el grito de su hermano.

—¡Elena! ¿Esto es tuyo?

La chica perdió el ascensor por regresar a la Suburban. Jordan le tendió su celular.

—Oh, casi lo olvido. —Sonrió Elena.

Jordan alzó las cejas y se dispuso a seguir bajando las cosas. Elena intentó dirigirse nuevamente al ascensor, mas Derek estaba parado a un lado de este. Su corazón se aceleró en su pecho.

—¿Te vas sin despedirte de mí? Somos amigos. ¿Recuerdas? —preguntó con su voz aterciopelada. Elena asintió, sentía que estaba jugando con ella. Elena también podía jugar.

—Cierto. Entonces... —sonrió apretando el botón del ascensor. Las puertas se abrieron y Elena entró, volviéndose para mirarlo—, nos vemos luego, amigo —dijo acentuando la palabra amigo, antes de que las puertas se cerrasen.

Derek soltó un bufido contenido en cuanto Elena desapareció de su vista. Le iba a costar trabajo convencerla. Aunque ella lo valía todo, arriesgaría todo por ella.

Mientras regresaba a su coche aparcado en el estacionamiento del edificio, pensaba cuándo le pediría el divorcio a Candice. Una parte de él se sentía furioso y decepcionado. Había sido un completo idiota al haberse casado así, sin más. Sin detenerse a pensar en lo que realmente sentía por Candice. Y ahora, la consecuencia sería romperle el corazón. Porque Candice sí lo amaba.

Aunque eso sería mejor, romperle el corazón y hablarle con la verdad, que mentirle y seguir casado con Candice, sabiendo lo que sentía por Elena. Golpeó el volante de la frustración que sentía. Sacó su celular y marcó el número de su amigo Mike. Necesitaba hablar con él.

—Así que... el príncipe azul por fin encontró a su princesa.

Derek entornó los ojos.

—Tenías razón, yo no amo a Candice. Confundí el cariño que siento por ella, la confianza y la amistad...

—Con amor —completó Mike—. Te conozco muy bien, Derek, te dije que no estabas enamorado —dijo el rubio de ojos miel. Habían llegado a una cafetería del centro de la ciudad para poder hablar con tranquilidad.

—Pero Dios, estoy enamorado de su amiga, Mike. ¿Cómo se supone que voy a lograr que ella me escoja a mí antes que a su propia amiga? —Derek se pasó las manos por la nuca jalando su cabello corto.

—Es una situación difícil, aunque... Te aconsejo que hagas todo lo posible para enamorarla aún más. Si están destinados, acabaran juntos.

—Tú y tu destino —se burló Derek—. Aunque bueno, por ahora me permitió ser su amigo. Eso me da ventajas.

—Primero arregla las cosas con Candice y luego ve por ella, amigo. Puedo ver que de verdad la quieres. Y si es así, arriésgate. No hay más.

—Lo haré, solo espero que Elena pueda elegirme a mí. Si no... no sé qué voy hacer con mi maldita vida.

La rubia se pasó el labial rojo por los labios mientras se miraba al espejo. Mike, su esposo le había comentado sobre su mejor amigo y lo que planeaba hacer a su esposa para irse con otra mujer. Rosy estaba preocupada por su prima, solo ella sabía del embarazo de Candice, sin embargo, no era precisamente de su marido.

Apretó el botón de llamar y esperó unos segundos antes de que Candice contestara. La pelirroja ya le había platicado sobre el extraño comportamiento de Derek. Y ahora sabía la razón.

—¿Candice?

—¿Qué pasa, Rosy?

—Ya sé por qué Derek ha estado actuando extraño contigo estos últimos días. Candice, él quiere pedirte el divorcio, creo que está detrás de otra mujer. No puedes dejar que suceda eso, es hora de que le digas sobre tu embarazo.

Hubo un corto silencio al otro lado de la línea.

—¿Cómo sabes eso?

—Mike habló con Derek y le contó todo.

—Y, Rosy, si no se lo he dicho a Derek todavía, es por culpa de Thomas. Él quiere un trato conmigo; si no lo ayudo en un problema que tiene, le dirá a Derek la verdad, y todavía no hemos llegado a un acuerdo.

—Entonces, tienes que hacer el trato con Thomas lo antes posible, Candice, porque está en juego tu matrimonio. Tienes tres meses de embarazo, no queda mucho tiempo para que comience a notarse.

—Está bien, pero todavía no le diré nada, primero tengo que arreglar las cosas con Thomas. Estoy segura de que Derek no dudará de mi embarazo, después de todo él sabe lo que hicimos un mes antes de venir a Detroit. Así que en ese punto no me preocupo.

—Pero sí preocúpate por Thomas. Tengo que colgar, Candice.

—Adiós, Rosy, te llamaré pronto.

Y colgó la llamada.