Amarga verdad
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Allá por 1891 era tema obligado en Nueva York el escándalo provocado por un colombiano que, ocupando un importante cargo, se había llevado de una gaveta joyas que no eran suyas. Y, encontrándose Martí en un grupo que comentaba el caso, hubo de exclamar:

—Los suramericanos enviamos trozos humanos putrefactos para que estos países los escarben y examinen; mandamos el rostro ensangrentado de la patria para que estos países lo abofeteen.