Morir por lo que
amo
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Al afirmarle Martí a Nicolás Heredia que estaba seguro de contar con la opinión pública cubana y con los recursos para la revolución, el autonomista, aún incrédulo, le arguyó:
—¿Y el jefe? Porque usted es un paisano, y los generales de levita no se estilan en la guerra.
A lo que contestó Martí con plena convicción:
—Soy el Delegado, y nada más. Mi papel se reduce a allegar los elementos que otros han de manejar cuando lo estimen conveniente, y cuando suene un tiro todo el estado mayor de la anterior insurrección irá a tomar su puesto en el combate. Mi deber será entonces muy sencillo: morir por lo que amo. Al aceptar mi cargo, el primer convencimiento que me impuse fue el del sacrificio, el de la muerte, y al embarcarme en este buque he perdido todo amor a mi persona y a mi vida. Créame usted.