Capítulo 3

La predicción de Halley causó sensación, pero estas cosas no duran eternamente. Al fin y al cabo, lo único que cabía hacer era esperar más de medio siglo para comprobar si, en efecto, el cometa volvía. Muy pocos de los astrónomos del momento podían esperar vivir tanto, por lo que eran conscientes de que nunca sabrían si la predicción era verdadera o falsa. Y, como es lógico, se pusieron a hacer otras cosas.

Pero al fin llegó 1758, y pasaron los meses, uno tras otro, sin que ningún cometa apareciese en el cielo.

Tampoco es que se esperase que el cometa volviera necesariamente en el momento predicho. A fin de cuentas, entre la respectiva circunvalación del Sol de los cometas de 1531 y 1607 habían transcurrido 76 años y un mes, mientras que entre la de los cometas de 1607 y 1682 el intervalo había sido de 74 años y 11 meses. Es decir, una diferencia de un año y dos meses. La cita no tenía por qué ser inexorablemente en 1758. Podía ser en 1759 e incluso en 1760.

Pero ¿por qué tenía que haber tal irregularidad?

Si el cometa y el Sol eran los únicos cuerpos involucrados, el cometa tenía que volver con la puntualidad de un reloj. Pero lo que ocurría era que el cometa y el Sol no eran los únicos cuerpos involucrados. Mientras el cometa se desplazaba a lo largo de su órbita, podía pasar muy cerca de los dos planetas gigantes, Júpiter y Saturno, que podían exigir a su vez su derecho de peaje gravitacional al cometa, acelerándolo o retardándolo.

Halley había calculado una órbita para el cometa, pero había espacio para mejorar tales cálculos. Mientras se acercaba la fecha prevista para el regreso, dos astrónomos franceses, Alexis Claude Clairault (1713-1765) y Joseph Jeróme Lalande (1732-1807), revisaron las cifras de Halley y trazaron la órbita cometaria con mayor exactitud. Tuvieron en cuenta la fuerza de gravedad de Júpiter y Saturno en el momento en que el cometa tenía que rebasarlos. Así averiguaron que el cometa tenía que retrasarse un poco y que no alcanzaría su punto más próximo al Sol «‹perihelio», palabra de origen griego que significa «alrededor del Sol») hasta el 13 de abril de 1759. Como es lógico podría detectarse, mientras se acercaba, meses antes del perihelio.

Pese a todo, los astrónomos profesionales no contaban con un estímulo suficiente para organizar una investigación en toda regla en lo que afectaba a aquel cometa que volvía.

La astronomía es una ciencia que, incluso hoy, cuenta con devotos aficionados capaces de llevar a cabo trabajos importantes y útiles. Uno de éstos, y en activo en 1758, era un acomodado terrateniente alemán llamado Johann Georg Palitzsch (1723-1788). Conocía la obra de Halley y estaba convencido de que el cometa volvería.

En noviembre de 1758 preparó el telescopio y se puso a observar la zona celeste en que el cometa, en caso de que volviese, tenía que aparecer. Esperó con paciencia y el 25 de diciembre de 1758 tuvo lo que sin duda fue la mejor Navidad de su vida, ya que fue aquel día cuando se convirtió en la primera persona que detectó al cometa que regresaba.

El informe de Palitzsch reanimó a los profesionales. El primer avistamiento profesional lo hizo el 21 de enero de 1759 un astrónomo francés, Charles Messier (1730-1817), que durante semanas sufrió sin embargo los inconvenientes de una racha de tormentas que dificultó la buena visión.

A partir de entonces el resplandor del cometa fue aumentando gradualmente, cruzó el cielo según la órbita que le correspondía y fue visible (salvo cuando estuvo muy cerca del Sol) hasta fines de mayo. Llegó a su perihelio el 13 de marzo, un mes antes de lo predicho por Clairault y Lalande.

¿Por qué esta diferencia? Bueno, en primer lugar Clairault y Lalande ignoraban la existencia de los planetas lejanos, Urano y Neptuno, y por lo tanto no habían podido tener en cuenta su fuerza de gravedad. Tampoco eran muy exactas las cifras que tenían respecto de la masa de Júpiter y Saturno. Pero si consideramos la enorme información que les faltaba hay que convenir en que trabajaron de manera irreprochable.

En la actualidad, claro, conocemos todos los planetas con cuya órbita se cruza la del cometa, y disponemos de cifras inmejorables en lo que afecta a su masa respectiva. Además, nuestro conocimiento de la órbita cometaria es exacto. Sabemos que cuando se encuentra en el punto más cercano al Sol, el cometa está solamente a 88,5 millones de kilómetros de él; es decir, que se aproxima al Sol más que Venus. Treinta y siete años después de haber alcanzado su perihelio, el cometa alcanza su «afelio», punto que señala su distancia, máxima del Sol. Entonces está a 5230 millones de kilómetros del astro rey, más de tres veces y media la distancia de Saturno, el planeta más lejano que se conocía en la época de Halley. El afelio cometario se encuentra pues a más de 800 millones de kilómetros de la órbita de Neptuno, el más lejano de los planetas grandes que hoy conocemos.

Desde que reapareció en 1758 se le conoce por «cometa de Halley», aunque se ha vuelto una costumbre llamarle «cometa Halley» a secas, sin la preposición.

Una vez que se admitió al cometa Halley en calidad de respetable miembro del sistema solar, capaz de reaparecer de manera periódica y predecible, los astrónomos se pusieron a repasar datos para ver cuáles de los muchos cometas vistos en el pasado eran en realidad visitas anteriores del que de pronto se había convertido en el más célebre de los cometas.

Partiendo del perihelio de 13 de marzo de 1759, y contando hacia atrás, estamos en situación de determinar los siguientes perihelios anteriores del cometa Halley:

1682, 15 de septiembre. El cometa observado por Halley.

1607, 27 de octubre. El cometa estudiado por Kepler, que a modo de conclusión sugirió que los cometas se desplazaban en línea recta.

1531, 25 de agosto. El cometa observado por Fracastoro y Apiano, que consignaron que la cola siempre apuntaba en dirección contraria al Sol.

1456, 9 de junio. Este fue el cometa que observó Regiomontano. Fue una época de grandes terrores cometarios, ya que el cometa Halley apareció tres años después de la caída de Constantinopla y se creyó que anunciaba nuevas victorias de los turcos. El papa Calixto III ordenó oraciones especiales para aplacar la ira de Dios y evitar que los turcos dominaran Europa.

1378, 9 de noviembre. En esta ocasión, el cometa Halley no brilló mucho. Este fenómeno puede darse si la Tierra está en la otra parte del Sol en el momento de mayor proximidad del cometa. Entonces, cometa y Tierra están separados por una distancia inusualmente grande y, además, el primero está demasiado cerca del Sol para poderse distinguir con claridad. En otras ocasiones cabe la posibilidad de que el cometa esté situado de tal modo que no sea bien visible en el hemisferio norte, que es donde más proliferan los astrónomos y observadores. Y otras veces, además, la posición de la Tierra respecto del cometa es tal que la cola no se ve longitudinalmente; y cuando la cola no se ve bien, el cometa pierde casi toda su espectacularidad.

1301, 23 de octubre. Esta vez tenía un aspecto muy brillante y se cree que lo vio el pintor y arquitecto italiano Giotto de Bondone (1267-1337), otro de esos personajes de la historia a quienes se conoce más por el nombre de pila. En 1304 terminaba Giotto un gran fresco, La adoración de los Reyes Magos, en que aparecen los tres Reyes de Oriente adorando al recién nacido Jesús. La estrella de Belén suele representarse encima del pesebre en esta clase de pinturas y Giotto, basándose probablemente en la reciente aparición del cometa Halley, pintó una imagen muy viva del mismo. En aquellos tiempos había una minoría que pensaba que la estrella de Belén, había sido un cometa.

Giotto pintó la estrella de Belén en forma de cometa en su célebre fresco titulado La adoración de los Reyes Magos, que terminó en Florencia tres años después de la aparición del cometa Halley en 1301.

1222, 1 de octubre. Adviértase que este perihelio se da 79 años antes que el que acabamos de consignar. Las investigaciones han puesto de manifiesto que la revolución completa del cometa Halley discurre en un período inferior a los 77 años por término medio, sólo que en virtud de la fuerza de gravedad de los planetas hay un margen de variación que oscila entre los 2,5 años por encima y los 2,5 años por debajo de la cifra apuntada; es decir que la revolución completa puede durar entre 74 años y medio y 79 y medio.

1145, 22 de abril. No hay gran cosa que decir de esta aparición.

1066, 23 de marzo. La más célebre de las apariciones antes de la época de Halley. Se presentó en el cielo mientras Guillermo el Conquistador planeaba la invasión de Inglaterra. El astuto Guillermo proclamó inmediatamente que el cometa profetizaba la derrota de los ingleses, cosa que levantó el ánimo de sus chicos normandos. En efecto, Harold II de Inglaterra había obtenido una gran victoria sobre los invasores noruegos en septiembre de aquel año, pero tuvo que dirigirse precipitadamente al sur para enfrentarse con los normandos y sufrió una tremenda derrota en octubre, en que resultó muerto.

El cometa Halley era muy brillante y se desplazaba con gran rapidez por el cielo (Grabado del siglo XVII).

A consecuencia de la victoria de Guillermo se bordaron 70 escenas relativas a la victoriosa invasión en un gran pedazo de tela que hoy se conoce por Tapiz de Bayeux. En una de las escenas aparece claramente representado el cometa Halley como una estrella con cola sobre un grupo de hombres que lo señalan con el dedo. Una inscripción latina dice: «Estos hombres contemplan pasmados la estrella».

Antes de 1066, las menciones europeas del cometa son escasas e inseguras. En aquella época, sin embargo, la observación astronómica estaba en China mucho más avanzada que en Europa. A comienzos del siglo XVIII los resultados de las experiencias chinas llegaron a Europa gracias a los misioneros jesuítas que volvían, y se tradujeron por vez primera a los idiomas europeos en 1846. Dichos resultados vienen a aumentar nuestros conocimientos sobre anteriores apariciones del cometa Halley.

989, 9 de septiembre. Aparición registrada en testimonios tanto europeos como chinos.

912, 9 de julio. Aparición registrada en testimonios tanto europeos como chinos.

837, 27 de febrero. Aparición registrada solamente en testimonios chinos. Era una mala época para Europa, había guerras civiles y piratería vikinga, y el nivel de vida estaba por los suelos. Los chinos, sin embargo, consignaron aquel año la aparición de no menos de cuatro cometas y, a juzgar por las posiciones señaladas, el primero fue el Halley.

760, 22 de mayo. Aparición registrada en testimonios tanto europeos como chinos.

684, 28 de septiembre; De esta aparición no sólo tenemos una descripción en las crónicas de la ciudad alemana de Nuremberg, sino también un llamativo dibujo del cometa y su cola. Que se sepa, es la más antigua representación gráfica de un cometa.

El cometa Halley en 684 según se ve en un grabado de la Crónica de la ciudad de Nuremberg; se creyó que había presagiado terribles tormentas, malas cosechas y la peste. Es la representación gráfica más antigua que se conoce del Halley.

607, 13 de marzo. Mención dudosa en testimonios chinos.

530, 25 de septiembre. Mención dudosa, en testimonios europeos.

451, 24 de junio. Los europeos advirtieron, esta vez el cometa y por poderosos motivos. Fue el año en que la invasión de las provincias occidentales del Imperio Romano por Atila, rey de los hunos, llegó a su punto culminante, y toda Europa temblaba. Sin embargo, este mismo año, en la batalla de Chalons, Atila sufrió la única derrota de su reinado. Dos años después moría y el imperio huno se dividió. Es posible que esta aparición significara una catástrofe para Atila, pero para Europa fue una buena noticia.

374, 16 de febrero. Mención en testimonios chinos.

295, 20 de abril. Mención en testimonios chinos.

218, 17 de mayo. Mención en testimonios chinos.

141, 20 de marzo. Mención en testimonios chinos. Durante tres siglos, el cometa Halley brilla por su ausencia en los testimonios astronómicos europeos que han sobrevivido. Era la época del Imperio Romano. A los romanos no les interesaba la ciencia y en aquellos siglos los inteligentes griegos habían acabado por ocuparse sólo de filosofía y teología.

66, 26 de enero. Mencionado sólo en testimonios chinos. En los escritos de Flavio Josefo, el historiador judío, hay un pasaje que tal vez se refiera a él bajo la forma de profecía de la caída de Jerusalén ante los romanos, hecho que tuvo lugar cuatro años después.

11 a. de C., 5 de octubre. Mención en testimonios chinos. Lo menciona también un autor griego que lo vincula con la muerte de Agripa. No obstante, Jesús nació en alguna parte más o menos en este momento (la fecha que suele citarse es el año 4 a. de C., aunque es posible que fuera un poco antes: los Evangelios no traen ninguna fecha concreta).

Es posible que fuera esta aparición del cometa lo que inspirase al autor del Evangelio según Mateo la historia de la estrella de Belén. Ciertos astrónomos que han calculado el aspecto del cielo en el momento del nacimiento creen que la historia, de la estrella de Belén pudo haberla inspirado una conjunción (aproximación en el plano estelar) de los planetas Júpiter y Saturno y que por tanto no tenga nada que ver con ningún cometa.

86 a. de C., 2 de agosto. Ningún testimonio.

163 a. de C., 5 de octubre. Ningún testimonio.

239 a. de C., 30 de marzo. Mención en testimonios chinos.

316 a. de C. Ningún testimonio.

392 a: de C. Ningún testimonio.

467 a. de C. Posible mención en testimonios europeos. Antes de esto, nada.

Moneda holandesa que celebra la vuelta del cometa Halley en 1577.

Moneda conmemorativa alemana de 1910 en que aparecen representados Halley y el cometa de su nombre, que reapareció aquel año.

En realidad, no todos los cometas célebres que ha registrado la historia constituyen reapariciones del cometa Halley. Por citar sólo dos ejemplos: ni el cometa de 44 a. de C. que se creyó anunciaba la muerte de César ni el de 1577, cuya distancia se esforzó Tycho Brahe por determinar, fueron el Halley.

Pintura inglesa del siglo XIX en que Julio Cesar y Calpurnia, su cuarta mujer, comentan la aparición de un vistoso cometa cuya luz se ve en el fondo. La expresión alarmada de Calpurnia sugiere que el cometa es presagio de desgracias, concretamente del asesinato de César el 15 de marzo de 44 a. de C. (Hay constancias de que apareció un cometa en junio de aquel año, tres meses después de la muerte del dictador, que se consideró un indicio de su ascensión a los cielos).

Para los observadores situados entre los 30° y 40° de latitud N, el cometa Halley será visible con prismáticos entre el 5 y el 20 de enero de 1986 entre los 250° y 260° O entre 30° y 10° sobre el horizonte durante el anochecer, y en la segunda quincena de abril entre los 140° y 170° O a la misma altura. Durante el alba estará mucho más bajo: hasta 15° sobre el horizonte, entre primeros de marzo y de abril, entre los 110° y 200° O. Para los observadores situados a 30° de latitud S, el cometa Halley será visible al anochecer, en la segunda quincena de abril de 1986 entre los 70° y 140° O de 70° a 10° sobre el horizonte. Al alba, será visible desde finales de febrero a fines de marzo, entre los 100° y 235° O, entre 10° y 80° sobre el horizonte. Para los observadores situados más al N o al S de los puntos señalados, el cometa Halley apenas rebasará el horizonte.