5

 

 

 

Jura durmió poco esa noche. Antes del amanecer, Geralt llamó a su puerta. Jura se puso la túnica y los pantalones y le abrió. Geralt entró con expresión airada.

—¿Lo has visto? — preguntó Geralt— . Ha hechiza. do a mi padre; cree que es capaz de hacer cualquier cosa porque abrió una verja oxidada. Debí abrir esa verja hace años.

Jura, aún somnolienta, parpadeó, mirando a su hermano. Geralt era un hombre moreno. Sus cabellos negros llegaban hasta sus hombros y, cuando fruncía el ceño, sus espesas cejas negras parecían unirse. Sus labios, también  oscuros, adoptaron un gesto iracundo.

Geralt golpeó la palma de su mano con el puño. — Ya está hablando de construir caminos y de... — Se

interrumpió, ahogándose con sus propias palabras— . Habla de ferias comerciales. ¿Cómo piensa que los lanconianos hemos sobrevivido a nuestros invasores? Porque no permitimos que entre nadie, ni los vikingos ni los hunos, y menos aún esos viles mercaderes. ¿Cómo saber que no transportan armas en sus carromatos? Pero este... este usurpador quiere abrirles nuestras fronteras. En diez años, nos hará desaparecer. Geralt hizo una pausa para recobrar el aliento, pero no permitió que Jura hablase.

—Tiene al hijo de Brocain Y lo protege como si fuera su propio hijo. Dije que debíamos colgar al muchacho y, cuando Brocain ataque, matarlo. Los zernas son nuestros enemigos. Debemos protegemos.

—¿Abrir nuestras fronteras? — murmuró Jura— . No lo sabía. Dejaremos de existir. Seremos destruidos por los invasores. — Era una razón más para que el inglés no fuera rey. La mente de Thal estaba tan enferma como su cuerpo.

Miró a Geralt. Finalmente había hallado a alguien que estaba de acuerdo con ella, alguien que no creía que ese inglés era el primo segundo de Dios.

—Sí, pero Thal no se da cuenta. Esta mañana traté de hablar con él, pero me echó de su habitación. — Geralt levantó la cabeza— . ¿Te has enterado del Honorium? ¿Te das cuenta de que podríamos tener entre nosotros una reina extranjera? Me han dicho que Brocain tiene hijas. ¿Y si venciera una de ellas?

Jura miró a su hermano, horrorizada. No había pensado en ello.

Geralt se sentó junto a ella sobre la cama Y rodeó los hombros de su hermana con su brazo. — La victoria está en tus manos.

—¿Yo? — preguntó, confundida.

—Cilean debe conquistarlo. Debes participar en el Honorium Y luchar como nunca lo has hecho. Debes derrotar a todas las extranjeras, hasta que sólo quedéis tú y Cilean.

—Sí — dijo Jura, asintiendo con un gesto de la cabeza— . Cilean luchará por obtenerlo.

Geralt hizo una mueca de fastidio.

—Lo mira con ojos soñadores. No lo ve claramente, no escucha cuanto él dice.

Jura defendió a su amiga de inmediato.

—Cilean es una guardiana. Debe percibir que él es un tonto.

—Cilean es también una mujer y lo ve con ojos de adolescente. — Arqueó una ceja— . ¿Lo has visto ya?

—No, pero mi opinión no cambiará cuando lo vea.

—Es de piel clara y cabellos claros y algunas mujeres parecen sentirse muy atraídas por él. Piensan con sus cuerpos y no con sus mentes. — La miró con atención.

Ella le dirigió una mirada furibunda.

—¿ y crees que yo podría ser una de ellas? –dijo desdeñosamente— . No me importa que sea tan apuesto como el dios Naos; no cambiaré de idea. No tiene derecho a ser el rey de Lanconia.

—Bien — dijo Geralt, dando palmadas en su espalda como si ella fuese uno de los hombres de su guardia y haciéndola inclinarse hacia adelante— . Mi padre desea que vayas al castillo para que seas presentada al príncipe impostor. El rey estaba desolado porque anoche no asististe al banquete.

—¿Thal asistió? — Jura estaba sorprendida.

—No puede estar sin él. — Geralt se volvió. Jura supo que trataba de ocultar su angustia al ver que Thal demostraba tanto amor por ese hijo a quien no veía desde que Rowan era un niño. Geralt siempre había adorado a su padre, pero Thal no lo consideraba merecedor del trono.

Geralt se volvió hacia su hermana, ya más sereno. — Debemos proteger a Lanconia. Aunque este hombre trate de impedido, debemos proteger nuestro país de la mejor manera posible, eludiendo sus directivas. En primer lugar, debemos lograr que haya una reina irial junto a él. No debemos permitir que una reina de otra tribu se infiltre en Escalon. Traería partidarios propios que abrirían las verjas por las noches y sobornarían a los guardias. No, debemos impedir esto antes de que comience. Cilean debe ocupar el trono. ¿Te consideras capaz de vencer a las que te puedan desafiar?

—Sí, naturalmente — dijo ella. En ese momento estaba segura de poder hacerlo.

—Bien. — Geralt se puso de pie— . Ven conmigo. Conocerás al hijo de mi padre.

Jura hizo una mueca.

—¿Ahora? ¿Antes del desayuno?

—Ahora. Mi padre así lo exige.

Con la sensación de ser llevada al patíbulo, Jura terminó de vestirse y acompañó a Geralt. No se molestó en ponerse su vestido largo; llevó su uniforme de guardiana, compuesto por túnica y pantalones y una amplia capa azul de lana sobre uno de sus hombros. Indecisa acerca de su cuchillera vacía, decidió llevarla hacia atrás, oculta debajo de la capa.

Geralt se quejó de que tardaba mucho tiempo, de modo que abrió la puerta y salió detrás de él. Su hermano no caminó cortésmente a su lado sino que se adelantó. Jura iba detrás de él, como una hermanita molesta... que eso era en realidad.

Ella condujo hasta el campo de adiestramiento de los hombres; hacia un extremo donde se hallaban los blancos  Jura contempló la escena que se desarrollaba ante sus ojos. A la sombra de un árbol estaba tendido el anciano Thal, demacrado y pálido a causa de su enfermedad. Se hallaba sobre una cama llena de almohadas. Nunca había visto al anciano aceptar ninguna clase de comodidades, pero en ese momento estaba rodeado de almohadas de plumas, sobre una tela de tapicería. A su lado, en una silla,  había una hermosa mujer de cabellos rubios, vestida con una tela que brillaba a la luz del día. Junto a su silla, estaba un niño pequeño, rubio como su madre. Los tres contemplaban a los ballesteros, alineados detrás de dos hombres. ¡ Jura advirtió que uno de los hombres que vigilaba era el joven zerna, pues este llevaba la túnica característica de esa tribu, de rayas púrpuras y rojas. Jura dejó de mirarlo porque otra figura llamó su atención, a pesar de que se hallaba de espaldas a ella.

Era casi tan alto como un lanconiano, quizá tan alto como algunos de ellos, pensó Jura con rencor, pero era más corpulento. Seguramente era obeso por la vida ociosa que llevaba. Sus cabellos llegaban hasta el borde del cuello de su camisa y brillaban al sol. No eran blancos como le habían dicho, sino del color del oro viejo y parecían tan suaves como los de una muchacha.

Si Jura no hubiera estado ya enfadada, se hubiera irritado al verlo, pues llevaba una túnica que su madre había bordado para Thal años atrás. Cuando Thal la usaba, le quedaba suelta, pero en cambio ajustaba los hombros musculosos de ese hombre, y el llamativo bordado azul y verde realzaba su ancha espalda. Debajo de la túnica se veían sus muslos vigorosos. Sus grandes pantorrillas estaban enfundadas en botas de tiras cruzadas.

Jura resopló con desdén. Quizá podía engañar a otras mujeres, pero no a ella. Estaba habituada a ver hombres apuestos. ¿Acaso no era Daire tan hermoso como para que la luna tuviera celos de él?

Irguió sus hombros y se acercó para saludar al rey. Geralt se dirigió al centro del campo de entrenamiento, donde se hallaban sus hombres.

Detestaba ver a Thal en las condiciones en que se encontraba: débil e indefenso, aguardando la muerte, pero no se lo diría. Ella siempre había experimentado animosidad hacia él y él, a su vez, la trataba con respeto pero sin cordialidad. Jura siempre había pensado que él era culpable de la muerte prematura de los padres de ella. A los cinco años era huérfana y Thal la había adoptado. Había necesitado cariño y consuelo, pero Thal le había ordenado que dejara de gimotear y le había dado una espada para que jugara con ella. Cuando tenia seis años, Daire le había enseñado a usar el arco y la flecha. 

—¿Me has hecho llamar? — preguntó Jura mirando a Thal. Su expresión demostraba claramente qué pensaba de la comodidad de su cama; además no se había dignado mirar a la mujer inglesa.

—Ah, Jura — dijo Thal, sonriendo. Parecía un anciano fatuo, no el gran guerrero lanconiano que había rechazado a miles de invasores— . Es un día muy hermoso. ¿ Conoces a mi hija?

La expresión de Jura permaneció inmutable.

—Sólo tienes un verdadero hijo, tu hijo lanconiano. — Jura sonrió para sus adentros cuando oyó el suspiro de la inglesa. Alguien debía hacer saber a esos invasores que eran indeseables.

 Thal suspiró y se recostó contra las almohadas.

—Ah, Jura, ¿por qué eres tan severa? Estos son mis hijos, lo mismo que Geralt. — Miró a su hijo que se acercaba— . Aquí hay alguien que sin duda te hará sonreír.

Jura se irguió y endureció los músculos del rostro. Luego giró sobre sí misma para conocer al hombre que odiaba.

Al vedo, sus rodillas se entrechocaron a causa de la sorpresa. El extendió la mano y la tomó del brazo. El contacto la hizo estremecer.

¡El! ¿Cómo podía ser el mismo de sus citas secretas? ¿Cómo no había visto sus cabellos dorados? Luego recordó que, en la ocasión del primer encuentro, él tenía los cabellos mojados y parecían oscuros, y cuando se reunieron en las caballerizas, la oscuridad había sido total. Ella soltó su brazo y trató de darle la espalda.

 — ¿Se conocían? — preguntó Thal sutilmente. — No — dijo Jura con voz vacilante.

—Sí — dijo Rowan simultáneamente.

Jura, rígida y de espaldas a él, se negaba a mirado.

Rowan estaba demasiado cerca de ella yeso le impedía pensar, pero comprendió que había sido utilizada. Seguramente, él pensaba que si lograba su adhesión, quizá Geralt y sus hombres, que veían en él al verdadero príncipe, aceptarían al usurpador inglés.

—He tenido el honor de conocer a esta dama –dijo Rowan— , pero sólo a distancia.

Ante el horror de Jura, deslizó su mano por la espalda de ella y tomó el extremo de su trenza.

—Yo también he oído hablar de ti — dijo Lora amablemente, pero Jura no la miró— . Sólo me habían hablado de tus habilidades guerreras, no de tu belleza.

Jura permaneció rígida, mirando el árbol que estaba delante de ella.

—¡Jura! — gritó Thal provocándose un ataque de tos. Lora lo consoló y, para horror de Jura, Thal no sólo lo permitió, sino que parecía complacido. Jura deseaba alejarse de Rowan, pero él sostenía su trenza con fuerza.

—Debes tratar a mis hijos con respeto — dijo Thal ásperamente a causa de la tos— . Debes agradecer a mi hija la lisonja de que te ha hecho objeto.

Jura miró a lo lejos y guardó silencio. Era difícil concentrarse en el mundo que la rodeaba, con ese hombre tan cerca de ella.

Cuando Thal volvió a incorporarse, Lora lo tranquilizó.

—Por favor, padre, no te agites. Estoy segura de que Jura está habituada a los halagos. Rowan, tu cautivo y tu escudero parecen a punto de matarse mutuamente. Quizá deberías ocuparte de ellos.

Jura no lo miró, pero percibió su vacilación. Sólo se movió cuando las espadas se entrechocaron. A pesar de todo, Jura se volvió para contemplarlo cuando se acercó a los dos altos jóvenes que intentaban atacarse entre sí. Uno de ellos era el joven que había dicho a Jura que la esperaban en las caballerizas. Era moreno como los lanconianos y ella no había notado que era inglés. Le había transmitido el mensaje en lanconiano y ella se preguntó si lo habría memorizado, repitiéndolo mecánicamente.

Contempló a Rowan que se acercaba a través del campo hacia los jóvenes. Sin vacilar se colocó entre los dos hombres que luchaban entre sí, blandiendo sus espadas ferozmente. Luego apoyó con fuerza las palmas de sus manos contra el torso de cada uno de los jóvenes, que cayeron hacia atrás en medio de una nube de polvo.

—Mis hombres no pelean entre ellos — dijo Rowan en voz baja pero amenazante.

—No soy su hombre — gritó Keon— . Mi padre es Brocain y... .

—Soy tu señor — dijo Rowan, interrumpiéndolo— . No eres zerna, eres lanconiano y yo soy tu rey. Ahora ambos os marcharéis e iréis a pulir mi cota de malla.

Levantándose del suelo, Montgomery gruñó. Para limpiar una cota de malla había que sumergirla en un gran bolso de cuero lleno de aceite; luego, dos personas debían arrojársela una a la otra. Era como arrojar una roca.

Thal rió complacido al ver cómo Rowan ponía fin a la riña. Jura se volvió hacia él.

—Todo cuanto hace te causa placer — dijo, indignada— . Reclama un trono que no le pertenece. Se jacta de ser el rey de todos los lanconianos, pero, para que así fuese, debería declarar la guerra a las otras tribus. ¿Matará a Brocain y a Brita? ¿Y qué sucederá con Marek y Yaine? Ahora vivimos en paz, pero ¿continuaremos viviendo en paz si este hombre mata sólo para satisfacer su vanidad y ser algo más que el rey irial? Te lo ruego, no nos dejes en manos de este jactancioso. No necesitamos más guerras entre las tribus. Cada una de ellas controla sus fronteras. Si una tribu es destruida seremos destruidos y dejaremos de existir; Por favor, te lo ruego, todos lo rogamos, danos un rey que comprenda cómo deben ser las cosas.

Thal la miró, iracundo, su rostro estaba rojo de furia reprimida y comenzó a toser.

—¡Vete! — gritó Lora, poniéndose de pie e inclinándose sobre Thal para protegerle— . Ya lo has alterado demasiado.

Jura giró sobre sus talones y, sin mirar hacia ningún lado, se marchó.

Rowan volvió hacia el lugar donde se hallaba su padre, pero sus ojos estaban fijos en la espalda de Jura.

—Eres un tonto — dijo Thal con voz cascada— . Hará tu vida imposible;

Rowan sonrió.

—No puedo escoger. Seré rey y ella será mía. .

—¿Tuya? — dijo Lora— . ¿Qué está sucediendo? Rowan, no me digas que piensas... unirte a esa mujer. Es brusca y sólo se interesa por sí misma; además, no reconoce tu derecho a ser rey. No es apta para vivir en nuestra casa, y mucho menos para ocupar un sitio de honor.

—Mmm — murmuró Rowan y volvió junto a los ballesteros.

 

Durante los días siguientes, Jura se entrenó con gran ahínco. No asistió a los banquetes que se ofrecieron para las contendientes que llegaron, ni abandonó el campo de entrenamiento para saludarlas. Se levantaba antes del amanecer y corría varios kilómetros por los largos y sinuosos senderos que rodeaban las murallas de la ciudad. Saltaba sobre los anchos arroyos, caminaba sobre gruesos troncos, practicaba el lanzamiento de la jabalina y el tiro al blanco

con arco y flecha. Sólo se interrumpía para ingerir grandes cantidades de alimentos y, por las noches, caía rendida sobre la cama y se dormía profundamente.

—Jura — dijo Cilean al cuarto día— , aminora el ritmo. Cuando llegue el momento de competir, estarás demasiado fatigada.

—Debo estar preparada. Debo vencer. .

—¿Deseas vencer? — preguntó suavemente Cilean.

—Si yo no lo hago, vencerás tú. Debe tener a alguien sensato a su lado. Su vanidad y estupidez son abrumadoras. Si tú no estás a su lado, temo que destruya a Lanconia.

Cilean frunció el ceño.

—Jura, no estoy tan segura de que estés en lo cierto. No me parece vanidoso. Se entrena casi tanto como tú y supervisa a los hombres a diario. Es muy justo e imparcial cuando debe dirimir disputas y es muy amable con las mujeres que llegan para intervenir en el Honorium. — Se interrumpió y rió— . ¿Recuerdas cuando, hace tres años, nos encontramos con ese grupo de zernas que iba de caza?  Estábamos solas y ellos se detuvieron para dar agua a sus caballos.

—Sí, nos ocultamos entre los arbustos y esperamos hasta que se marcharon.

—¿Recuerdas a su jefe? ¿La enorme mujer con cicatrices en el rostro?

—Cuando la oímos hablar pensamos que era un hombre.

—Sí — dijo Cilean— , es ella. Se llama Mealla y ha venido a competir por la mano de Rowan.

Jura sonrió maliciosamente.

—Se merece una mujer como ella. –Súbitamente su expresión cambió—  Pero nosotros, los iriales, no. Cilean, debemos vencer.

Cilean miró a su amiga, con desconfianza.

—¿Por qué lo odias tanto? Desde que abrió la verja la mayoría de nosotros estamos dispuestos a darle una oportunidad para que demuestre cómo es realmente.

—Sí — dijo Jura bruscamente— , todos están dispuestos a olvidar que no es de los nuestros y que está usurpando el lugar de Geralt. Ves su hermoso físico y no ves su alma traicionera.

—¡No sabía que lo conocieras tan bien!

—No lo conozco en absoluto — respondió Jura, sabiendo que se estaba delatando. El hombre rondaba sus pensamientos durante todo el día, y por las mañanas, cuando despertaba, deseaba hallarlo en su cama— . No deseo conocerlo. ¿Continuaremos hablando todo el día o nos vamos a entrenar?

En los entrenamientos, Jura venció a todas las mujeres en cada una de las pruebas. El Honorium se prolongaría durante tres días arduos y las competidoras recibían puntos según su actuación en cada uno de los juegos. Al finalizar el primer día era eliminado un tercio de las participantes; otro tercio era eliminado durante el segundo día. El tercer día se jugaban nuevamente todos los juegos, pero las concursantes intervenían de dos en dos. La perdedora de cada juego era eliminada. Al final del día sólo habría dos mujeres y la ganadora del juego final, que consistía en una lucha con varas de madera, ganaría el premio: sería reina de Lanconia. Jura recibió dos mensajes, que decían que debía acudir con urgencia a un sitio apartado, pero ella no apareció. El pensaba sin duda que ella era una presa fácil, dispuesta a satisfacer su lujuria. Había caído en sus redes en dos ocasiones, pero no volvería— a cometer la misma tontería. Se preguntó a cuántas mujeres estaría seduciendo en secreto. Cada vez que veía a una de las competidoras que regresaba de Escalon, sonrojada y con los ojos brillantes, se preguntaba si habría estado con Rowan.

—¿ y a quién ha escogido para acostarse con él? — preguntó en una ocasión a Cilean. Estaba bañada en sudor y le dolían los músculos, pero no dejaba de entrenarse.

—¿Quién?

—El hijo de Thal, naturalmente — dijo Jura con voz tensa— . ¿De qué otra persona hablan todos? ¿Quién es el motivo de obsesión de toda Lanconia?

—Tú también pareces estar obsesionada — dijo Cilean pensativamente.

—¿ Yo? Lo odio. — Arrojó su jabalina con furia y la clavó en el centro rojo.

—¿Cómo puedes odiar a alguien a quien sólo has visto una vez? Esta noche deberías venir conmigo para hablar con él.

Jura fue a recobrar su jabalina.

—¿Es eso todo cuanto hacen? ¿Hablar? Eso explica que sea célibe como un santo y no necesite una mujer distinta cada noche.

—No he oído una palabra acerca de lo que hace de noche en la cama. Si tiene una mujer, es muy discreto al respecto. Pero no creo que la tenga. Creo que duerme solo; de lo contrario, toda la ciudad lo sabría, las mujeres que escogiera se jactarían de ello.

—¿Jactarse de qué? De que un inglés debilucho...

—¿Debilucho? — Cilean rió— . Puede que se digan muchas cosas acerca de él, pero no que es débil. Deberás acompañarme y ver cómo se entrena. Cuando se quita la túnica...

—No deseo ver su desnudez — dijo Jura, estremeciéndose— . ¿No deberías practicar salto? Es tu punto débil.

Cilean miró a su amiga durante unos instantes.

—Jura, no protestes tanto. La gente creerá que la verdad es otra.

Jura estuvo a punto de responder pero calló y arrojó su jabalina con renovado vigor.

Jura se había entrenado con tanto afán durante tantos días, que no se dio cuenta de que habían comenzado los preparativos para el Honorium. Se habían instalado asientos de madera fuera de los muros de la ciudad. Algunos de ellos tenían doseles; serían ocupados por la familia de Thal y por los jefes de tribu que asistieran a los juegos. Se había preparado una gran cantidad de alimentos; vacas enteras, jabalíes, cubas de verduras, barriles de pan y de cerveza.

El que asistiera a las pruebas, sería alimentado durante tres días a expensas de Thal.

En la madrugada del primer día se efectuará un desfile de participantes, que caminarán entre la multitud entusiasta y luego se detendrán ante los palcos y el príncipe Rowan.

Las mujeres se reunieron en el campo de entrenamiento irial al amanecer y Jura pudo observar detenidamente a sus adversarias—  Había dos mujeres de la tribu ulten y Jura sabía que sólo se habían presentado para divertirse y robar cuanto pudieran. Eran mujeres pequeñas, pero veloces y ágiles. Miraban a todos con sus ojos grandes e inexpresivo s, sonriendo de una manera irritante, pensó Jura.

Había media docena de vatell; cada una de ellas llevaba un brazalete muy hermoso, producto de la artesanía vatell. Esas mujeres eran luchadoras feroces. Había ocho fearen, pero Jura no las tuvo en cuenta.

Cabalgando eran formidables, pero a pie eran como peces fuera del agua.

No acudió ninguna mujer poilen. Tampoco las esperaban. Si la prueba hubiese versado sobre la memorización de poemas épicos, ellas hubieran ganado, pero eran personas que no guerreaban a menos que se viesen obligadas a hacerlo. En esos casos, eran imbatibles.

Las cincuenta mujeres restantes eran zernas e iriales.

 

Todas las integrantes de la guardia femenina de los iriales participarían, incluso las principiantes. Todas tenían la esperanza de casarse con Rowan. Las mujeres zernas eran un espectáculo: grandes, musculosas, muchas de ellas llenas de cicatrices. Jura sabía que eran las únicas adversarias temibles, pues aunque las iriales ganarían sin duda las pruebas de velocidad y agilidad, pocas podrían superar la fuerza muscular de las zernas.

Cilean dio un codazo a Jura y señaló a Mealla haciendo un gesto de la cabeza. Era la más grande, la mayor y la más temible de las zernas.

Las trompetas sonaron y comenzó el desfile.

Las mujeres se alinearon frente a los palcos con doseles y Rowan, resplandeciente con una túnica de seda verde de diseño lanconiano, descendió los escalones para caminar delante de ellas, deseando buena suerte a cada una de las competidoras. Se detuvo varios instantes frente a Mealla, mirándola a los ojos. Había perdido la punta de la nariz en una batalla. Cuando Rowan le deseó buena suerte, Cilean sonrió, pero Jura no lo hizo.

Cuando Rowan estuvo frente a Jura, ella no lo miró, sino que fijó la mirada en un punto hacia la derecha de la cabeza de él.

—Que Dios te acompañe — murmuró él.

Minutos más tarde la multitud prorrumpió en gritos y comenzaron los juegos.

El primer día fue fácil, por ello, Jura reservó sus energías para los días siguientes. Sólo necesitó acumular puntos para intervenir en la prueba del día siguiente. Siempre figuraba entre las cuatro primeras de cada carrera y cada concurso, pero en ninguna ocasión fue la ganadora. Además, no deseaba exhibir sus habilidades el primer día. Mealla ganó todas las pruebas, incluso la carrera pedestre, si bien llegó casi a la par de una principiante irial.

Jura no tenía la menor idea de cómo estaba afectando a Rowan la actuación de la mujer zerna—  Cada vez que la declaraban vencedora, íntimamente se sentía morir y, al final del día, parecía más fatigado que las competidoras.

Jura abandonó el campo complacida y regresó a los cuarteles femeninos para tomar un baño y descansar.

Al finalizar el segundo día, sólo quedaban dieciséis mujeres, que competirían entre sí para llegar al último día.

—Jura — dijo Cilean— , quienquiera que luche contra Mealla, perderá.

—Quizá no sea así — dijo Jura, pero mentía. A la mañana siguiente, mucha gente concurriría a presenciar las pruebas. Prácticamente cualquiera podía vencer a Mealla en las pruebas de velocidad, pero, en la lucha, ella eliminaría a su contrincante— . Quizás otra mujer deba luchar con ella y tal vez pierda.

—Me preocupa que alguna de nosotras deba enfrentarse a ella.

—Yo lo haré — dijo Jura rápidamente— . Quizá me venza, pero luego tú podrás ganarle con las varas de madera. Y, después de luchar conmigo, estará fatigada, no te quepa duda de ello.

Cilean no sonrió.

—Ven conmigo. Deseo ir a la ciudad.

—¿Para qué? — preguntó Jura— . Nada debemos hacer allí y necesitamos descansar.

—Me reuniré con el príncipe Rowan — dijo Cilean serenamente. A pesar de sus sentimientos contra Rowan,

Jura se irritó— . ¿Ah, sí? ¿Desea probar lo que será de él?

¿También se acuesta con las otras concursantes? ¿Con Mealla tal vez?

—Basta — dijo Cilean— . Desde su llegada has cambiado. No, no he planeado pasar la noche con él. Si deseas saberlo, Daire organizó el encuentro.

—¿Daire? — preguntó Jura, estupefacta.

—Has estado tan ocupada entrenándote, que no has tenido tiempo para ver a tu prometido, pero yo sí. Rowan es mi prometido, al menos yo considero que lo es y deseo verlo para que me desee buena suerte en privado. Pensé que querrías venir conmigo y ver a Daire.

—Sí — murmuró Jura— , por supuesto— . Hacía días que no pensaba en Daire.—  Me agradaría mucho vedo.

La franja de terreno que rodeaba las murallas de la ciudad y la que estaba en el interior, se hallaba profusamente iluminada con cientos de antorchas. Se podía ver a

personas ebrias que danzaban y a otras que lo celebraban retozando. Tantos dieron palmadas a Jura y a Cilean en la espalda, que Jura quiso tomar su cuchillo, pero sólo halló

su funda vacía.

Rowan las aguardaba junto al castillo de Thal, en un sitio oscuro. Había estado aguardando durante tanto rato que las piedras del muro habían lastimado su espalda, pero estaba decidido a aguardar días enteros para estar un momento a solas con Jura. Ella había sabido fingir mejor que él que no se conocían. Casi se alegraba de que no lo hubiese mirado cuando comenzaron los juegos, pues pudo haber echado todo a perder.

A medida que se desarrollaban los juegos y ella terminaba segunda, tercera e incluso cuarta, comenzó a dudar de que pudiera vencer. Nerviosamente había pedido a Daire que le asegurase que Jura era habilidosa. Al final del segundo día, comprendió que ya no podía continuar siendo cauteloso y decidió arriesgarse a reunirse con ella en privado. Pidió a Daire que organizase el encuentro.

Ahora él estaba aguardando su llegada.

Jura percibió su presencia antes de verlo.

—Allí — dijo Cilean con voz entrecortada. Jura observó cómo Cilean se dirigía hacia el lugar en penumbra y cómo el brazo de Rowan la tomaba, atrayéndola hacia él. Jura apretó los puños. De modo que era verdad, ella era una de tantas. Ese viejo sátiro tomaba y acariciaba a todas las mujeres. ¿Diría a Cilean que la amaba? Todos decían que se entrenaba arduamente, pero si pasaba tanto tiempo en las caballerizas y besando a las mujeres en la oscuridad, ¿cómo tenía tiempo para entrenarse?

—Eres Cilean — dijo Rowan y ambos se dirigieron hacia un sitio iluminado, mientras Jura retrocedía.

—¿No te dijo Daire que te reunieras conmigo? — preguntó Cilean.

—Dijo que me reuniría con la que... Sí, sí, naturalmente, lo dijo. ¿Has venido sola?

Jura vio que él escrutaba la oscuridad.

—Jura está conmigo. Hemos venido para que nos deseéis buena suerte en privado.

Rowan continuó mirando hacia la oscuridad y vio a Jura.

—Jura — — dijo él, extendiendo su mano hacia ella. Jura no se movió.

—Rowan — — dijo Cilean cuando vio que él iba hacia Jura.

Rowan caminó hacia donde se hallaba Jura con la mano extendida.

—¿Puedo besarte y desearte suerte? — preguntó suavemente.

Ella reaccionó:

—¡Ya has besado bastante esta noche! — — dijo con furia.

La risa de él la encolerizó.

—Tengo en mi poder algo que te pertenece — — dijo él, mostrando el cuchillo de Jura. Ella se lo arrebató, cuidando de no tocar sus dedos— . ¿No me das las gracias?

De pronto, Jura percibió que Cilean estaba detrás de Rowan, escuchando atentamente el diálogo.

—Debo marcharme — — dijo ella— . Desea suerte a Cilean.

Jura se volvió y se alejó corriendo.

Ciega de ira, no vio a Daire hasta que este la tomó de un brazo. Creyendo que se trataba de Rowan, Jura luchó ferozmente para desembarazarse de él, hasta que tomó con. ciencia de que era Daire quien la sostenía.

—¿Quién te ha hecho daño? — preguntó Daire con voz enfadada— . ¿De qué huyes?

Ella se aferró a él. Nadie les prestó atención, pues muchas parejas se abrazaban, embriagadas, y el ruido que hacían al cantar y reñir era ensordecedor.

—Ven — dijo Daire, conduciéndola hasta la puerta de un herrador. Allí había más tranquilidad. Sólo había un caballo en el lugar— . ¿Qué ha sucedido?

Ella rodeó el cuello de Daire con sus brazos.

—Nada. Nada en absoluto. Abrázame, bésame. –El la besó, pero no logró borrar a Rowan de su mente— , Mañana, Cilean vencerá y se casará con el inglés. ¿No podríamos casamos también nosotros?

Daire frunció el ceño.

—¿A qué se debe este interés súbito en mí y en mis besos? ¿Por qué deseas actuar como una mujer?

Ella lo apartó de sí.

—Soy una mujer. El hecho de que no me vista como la hija inglesa de Thal no quiere decir que sea menos mujer que ella.

—Te conozco, Jura. Te conozco desde que eras una niña. Tus sentimientos nunca han podido más que tu mente.

—No, hasta ahora —gritó ella. Luego se alejó de él y corrió hacia los cuarteles.

Cilean la estaba aguardando y estaba muy, muy enfadada.

—Planeas ganarlo para ti, ¿ verdad? — dijo Cilean, tratando de controlar su ira— . Me besó porque creyó que yo era tú. ¡Lo has seducido a mis espaldas y me has mentido! ¡Nunca fuiste mi amiga! ¡Nuestra amistad ha sido una gran mentira!

 

Cilean salió de la habitación dando un portazo. Jura temblaba. El era el responsable. Desde que él llegara. a Lanconia toda su vida había cambiado: Thal la odiaba, Cilean la odiaba, Daire desconfiaba de ella.

La única manera de demostrarles que no era mentirosa, sería asegurarse de que Cilean venciera al día siguiente. Cilean vencería y Jura se vería libre de Rowan. Podría casarse con Daire y él la mantendría tan ocupada por las noches, que no podría pensar en otro hombre. La atracción que sentía por Rowan era solamente física, lo que no era sorprendente, ya que ella era virgen y tenía dieciocho años.

Necesitaba un hombre fuerte y sano en su cama para olvidar a ese inglés débil.

. "Débil", pensó. Si él fuera débil, ella no tendría tantos problemas.

Mientras se desvestía para irse a la cama, decidió luchar hasta la muerte si fuera necesario, para que Cilean fuese la vencedora. Cuando ella y Cilean lucharan con las varas de madera, Jura caería, vencida.

Mañana, a esa hora, Cilean sería nuevamente su amiga y Daire sería su marido. Mañana a esa hora, ya no sería una doncella.