12
El interior de la tienda de Rowan era suntuoso. Los muros estaban tapizados de seda y en el suelo había alfombras orientales. Los muebles eran ingleses; había dos sillas, una pequeña mesa, candelabros y una cama. Jura se sonrojó al ver el lecho, cuyo grueso colchón estaba cubierto por un edredón bordado.
Jura se sentó y aguardó la llegada de su marido. Luego entraron criados con fuentes de comida que dejaron sobre la mesa; miraron a Jura significativamente.
—¿Cómo se desenvuelven las ceremonias? — preguntó ella.
—Los matorrales y las camas están llenos de parejas — dijo uno de los hombres, sonriendo tontamente— . Y el príncipe Geralt ocupa el lecho de la reina vatell. — Los criados se marcharon.
Jura no estaba muy complacida de saber que su hermano se hallaba bajo la influencia de esa mujer traidora. Aparentemente, ningún hombre sabía manejarla. Pero luego pensó que quizá Rowan lo estaba haciendo muy bien. Ella había afirmado que no permitiría que su gente se casara con iriales, a menos que Rowan se casara con ella, pero lo había hecho.
Jura estaba tan ensimismada en sus pensamientos que no oyó que Rowan se acercaba a la tienda. Seguramente, había dejado su caballo lejos de allí.
—¿Esa sonrisa es por mí? — preguntó él suavemente. Ella lo miró y sonrió más aún;
—Has hecho lo que prometiste. Los iriales y los vaten se han casado y Brita sólo tiene un príncipe en su cama. Quizá puedas ser rey.
Rowan rió.
—He debido correr muchos riesgos para ganarme ese elogio. — Fue hacia la pequeña mesa donde estaba servida la comida— . ¿Deseas una copa de vino? Aparentemente, este es el que traje del país de los francos.
Ella aceptó una alta copa de oro, incrustada de rubíes. Trató de actuar como lo hubiera hecho una mujer inglesa.
—¿No hubo inconvenientes durante las ceremonias? — preguntó Jura.
—No. — Rowan sonrió— . Aunque creo que algunos hicieron el amor antes de la boda, os agradezco a ti y a Lora por enviar a las parejas a lugares solitarios. — Se sentó en el suelo, sobre la alfombra, y se apoyó contra el pie de la cama. En la tienda no había mucho sitio y todo estaba cerca.
Jura inspiró profundamente. No sabía cómo actuar. Desde que se conocieron, sólo habían reñido.
—Cuando las guardianas nos entrenamos duramente, nos frotamos los hombros unas a otras. Quizá pueda hacer lo mismo por ti — dijo, temiendo que él la rechazara.
Rowan le sonrió cálidamente y sus ojos expresaron gratitud. Se echó hacia atrás y extendió su mano para que ella fuera hacia él.
Jura se puso de rodillas junto a él y lo miró a los ojos.
Por primera vez en mucho tiempo, se sintió atraída hacia él. En ese momento Lanconia, Daire, Cilean y el derecho de su hermano al trono parecían muy lejanos. Cuando se movió, el terciopelo onduló en tomo de su cuerpo y la luz de las velas se reflejaba en los cabellos dorados de Rowan.
—Debes quitarte la túnica y tenderte boca abajo — dijo ella, tratando de reprimir el temblor de su voz.
La mirada de él se encendió y entrecerró los párpados cuando la miró a los ojos. Dejó su copa de vino, desabrochó su cinturón y se quitó la túnica. No llevaba nada debajo y la luz de las velas alumbró su torso musculoso. Tenía una cicatriz en un hombro. Jura pasó sus dedos sobre ella.
Rowan sonrió.
—No le presté atención a Feilan y él decidió darme una lección. — Tomó los dedos de Jura y los besó— . Eres hermosa, Jura — dijo, introduciendo el pulgar de ella en su boca tibia acariciándolo con la lengua. Luego besó suavemente su muñeca y ascendió por su antebrazo, empujando la manga de su vestido— . El día que te conocí pensé que eras hermosa, pero ahora...
—¿Tan hermosa como tus inglesas? — murmuró ella, mirándolo fijamente— . ¿Tan hermosa como la mujer con la que debiste casarte?
El rió.
—Ninguna mujer inglesa puede compararse contigo.
—Puso el brazo de ella sobre su regazo y la miró— . Si vas a frotarme los hombros, será mejor que te quites parte de tu ropa.
Jura se sonrojó. En varias ocasiones se había desvestido en su presencia, pero ahora, a la luz de las velas, parecía diferente. Además, sabía que si se desvestía ahora, ello conduciría a un episodio penoso como el que ya había experimentado. Pero no sentía temor. Sólo la sensación emocionante que experimentaba antes de una batalla.
Inspiró para tranquilizarse y se quitó la túnica de terciopelo, permaneciendo con el ceñido vestido de seda. Los años de ejercicios habían modelado los músculos de sus caderas, manteniendo su cintura pequeña y sus senos erguidos.
Rowan la miró y emitió un gruñido que hizo sonreír a Jura. Ese inglés juzgaba la belleza física de una manera frívola, pero le agradaba que la mirase así. Su destreza para manejar la lanza no parecía importante en ese momento.
—Jura — murmuró Rowan, tendiéndole los brazos. Ella se entregó naturalmente. Negarse hubiera sido como negar una copa de agua a un hombre sediento.
La besó tiernamente, sin violencia, como si tuviera todo el tiempo del mundo. Jugó con sus labios y los rozó con la punta de la lengua. Cuando concluyó, el cuerpo de Jura estaba completamente relajado. Ella permaneció entre sus brazos y cerró los ojos.
Lentamente los abrió y lo miró. El había entrecerrado los párpados y su expresión era plácida. Nunca había visto a un hombre en ese estado, y menos aún a ese inglés, que generalmente fruncía el ceño, fastidiado. Pero ahora había en sus ojos deseo, pero también ternura y cierta felicidad, como si sólo deseara estar con ella y en ninguna otra parte. El corazón de Jura se aceleró. El inglés le dijo que la ama. bao ¿Sería verdad? ¿La expresión de su rostro sería una expresión de amor?
El acarició el rostro de Jura con la punta de sus de. dos; luego con la palma de su mano. Entrelazó los dedos en los cabellos de ella; besó las comisuras de sus labios, y
luego sus párpados. Jura, inmóvil entre sus brazos, aceptó sus caricias, pero su corazón latía cada vez con más fuerza. Nunca hubiera imaginado que ese hombre corpulento, que maldecía, luchaba y se encolerizaba, fuera capaz de tocar tan suavemente a una mujer.
Rowan volvió a besar sus labios, pero esta vez ella también lo besó. Rodeó el cuello de él con sus brazos y oprimió sus senos contra la piel desnuda de su torso.
—Jura, mi amor — murmuró él contra su cuello; sus labios quemaban su piel.
El corazón enloquecido de Jura comenzó a latir también en su garganta y ella creyó asfixiarse. Rowan desató las cintas que sostenían el vestido de Jura con la misma habilidad con que tocaba un instrumento de cuerdas.
Ella jadeó cuando él deslizó sus manos grandes y callosas debajo de la seda y aprisionó su cintura desnuda. La oprimió como si jugara con ella y Jura rió, encantada, como una de las frívolas aspirantes a ser guardianas; la que siempre era rechazada. Pero a Rowan no le disgustó su risa, como le hubiera sin duda disgustado a un guerrero lanconiana. Por el contrario, sonrió y sus ojos brillaron, divertidos.
—¿Jura tienes cosquillas? — dijo él— . Jura, la gran guerrera, ¿tienes cosquillas?
Ella trató de apartarse de él, pero no pudo liberarse de las manos que aferraban firmemente su cintura. Rowan movió sus dedos y Jura no pudo controlar su risa. Le dio un empujón, pero era como tratar de derribar a un roble. Los dedos de Rowan se movieron debajo del vestido de Jura y ella continuó riendo. Indefensa, cayó hacia atrás sobre la alfombra.
Cuando oyó que el vestido se rasgaba, protestó débilmente pero Rowan no cesaba de hacerle cosquillas.
Súbitamente, dejó de hacerlo y la miró. Jura estaba casi desnuda. Su vestido estaba abierto desde el cuello hasta las rodillas. Sus senos permanecían erguidos y Rowan, de bruces, se colocó a horcajadas sobre sus caderas.
Su expresión se tornó seria y sus ojos se oscurecieron. Una vena que atravesaba su sien latía con fuerza y los músculos de su pecho estaban rígidos. Al contemplar a Jura, su respiración se aceleró. Luego, lentamente, la tomó entre sus brazos, quitándole lo que quedaba de su vestido, y la llevó a la cama.
Jura se sentía viva y palpitante, pero también temerosa.
—Tu hermana se enfadará cuando sepa que su vestido está roto — murmuró.
El no respondió. La puso sobre la cama y, de pie, la contempló. Sus ojos ascendieron desde los dedos de sus pies, pasando por sus piernas, sus senos, hasta llegar a su rostro. Cuando concluyó, el corazón de Jura latía violentamente.
Rowan se sentó en el borde de la cama, de espaldas a ella, y comenzó a desvestirse. No parecía tener prisa, Daba la impresión de que había aguardado toda la vida para vivir ese momento y que tenía la intención de disfrutado plenamente.
Se volvió hacia Jura y, completamente desnudo, se tendió a su lado. Sus piernas fuertes y velludas rozaban las de ella, sus brazos fuertes la sostenían y sus manos acariciaban su espalda hasta llegar a sus nalgas.
—La primera vez fui torpe — murmuró él— , pero en esta ocasión lo haré mejor. — Luego la besó.
Fue un beso diferente al primero; no tan suave pero más anhelante... y más apasionado. La piel de Jura estaba tan caliente, que tuvo la sensación de tener fiebre. Deseaba que continuara besándola, pero él deslizó sus labios por el cuello, los hombros y el brazo de Jura. Rozó con sus dientes la palma de su mano y el cuerpo de Jura se contrajo de placer. Luego acarició con su lengua el pequeño hueco central de su cuello. Tomó las manos de ella y las sostuvo contra los lados de su cuerpo, mientras ,él besaba sus senos. Jura comenzó a gemir, moviendo la cabeza de izquierda a derecha. Comenzó a sudar.
Rowan acarició con su lengua el abdomen y las caderas de Jura.
Soltó sus manos y deslizó la suyas debajo de sus nalgas para levantarla, introduciendo su lengua en su vulva. Jura jadeó y abrió los ojos, sobresaltada. — Rowan — gimió.
—Sí, mi amor — dijo él, besando sus labio.
Ella abrió las piernas y él la penetró fácilmente, sin olor, con profundo placer. Jura arqueó el cuerpo y echó la cabeza hacia atrás, gozando el éxtasis de esa nueva sensación, Lentamente, él se retiró casi completamente de ella y Jura le clavó los dedos en los brazos, temiendo que la dejara, pero él volvió a penetrarla de esa manera exquisita y torturante.
Ella abrió los ojos para mirarlo y la expresión de su rostro la hizo estremecer. Era una expresión de placer supremo y total. El corazón de Jura latigó con más rapidez.
No tardó mucho en adaptarse al ritmo de hacer el amor. Levantó las piernas para facilitar la penetración de Rowan, que entraba y salía, una y otra vez, lenta y suavemente.
Quizá fueron sólo momentos o quizá fueron días, pero Jura comenzó a anhelar algo más, sin saber exactamente qué.
— ¿Rowan? — murmuró.
El abrió los ojos y la miró. Su mirada era tan apasionada que su corazón se aceleró.;
Rowan cambió. Cambió instantáneamente; se convirtió en un animal salvaje, tomando una pierna de Jura y llevándola sobre la cintura de él. Jura levantó la otra pierna y elevó las caderas. Los movimientos de Rowan se tornaron más rápidos y violentos. Ella adaptó su ritmo al de él, empleando toda la fuerza física que había desarrollado en sus entrenamientos. Así llegaron a un crescendo de pasión y deseo.
Cuando alcanzó la culminación, Jura creyó ver estrellas y oír rugidos. Lanzó un grito y se aferró a Rowan con brazos y piernas, como se aferra el náufrago a un tronco que flota en el mar. El se estremeció espasmódicamente
Durante largo rato permanecieron tendidos uno junto al otro, abrazados como dos animales fuertes, los cuerpos cubiertos de sudor, las piernas entrelazadas.
Rowan la miró.
—¿No te hice daño? — preguntó con una pequeña sonrisa complaciente.
Jura no se ofendió. Se sentía tan bien que nada podía ofenderla.
— No tenía la menor idea — murmuró— de que existiera algo semejante.
El besó su mejilla.
— Para ser sincero, yo tampoco. No es extraño que los hombres...
— Los hombres, ¿qué? — preguntó ella, arqueando una ceja.
— Por eso los hombres van de una cama a otra. Este placer es... — Cerró los ojos— . Este placer es... — Mío — dijo Jura serenamente.
Rowan la miró, sonrió y la abrazó.
Se acurrucaron el uno contra el otro; sus cuerpos mojados unidos entre sí.
Jura jamás se había sentido así. Era como si siempre le hubiera faltado algo y ahora lo tuviera. Volvió levemente la cabeza para contemplar el perfil de Rowan a la luz de las velas. Rowan, pensó; ya no era "el inglés", sino Rowan, su marido, un hombre. Acarició su mejilla y él besó sus dedos.
Tenía los ojos cerrados y el cuerpo completamente relajado.
—Háblame de tu vida en Inglaterra — dijo ella en voz baja. Nunca le había interesado su historia ni sus pensamientos, pero ahora deseaba saber algo más acerca de él.
El la miró, como escudriñándola. Le sonrió tierna. mente y Jura experimentó una sensación que nada tenía que ver con la pasión.
—La cena aguarda — dijo él— . ¿Comemos mientras hablamos?
Rowan se puso los calzones y Jura, a falta de otra cosa, la túnica bordada de Rowan. Dejaba ver sus piernas y, cuando vio que Rowan las contemplaba, hizo lo posible por lucirlas. Y la túnica, que le quedaba grande, se deslizaba continuamente por uno de sus hombros, pero tampoco trató de evitarlo.
La comida se había enfriado, pero a Jura le pareció exquisita. Pusieron los platos sobre la alfombra. La combinación del vino y las miradas candentes de Rowan marearon a Jura. La voz de él, cuyas suaves inflexiones nunca había notado, la embriagó más aún.
Rowan le habló de la responsabilidad que siempre había pesado sobre él como futuro rey. Dijo que casi nunca había logrado complacer al anciano Feilan ni a su padre.
—¿Te preocupaba no complacer a Thal? — — preguntó Jura— . Pero él hablaba de ti como si fueras un dios. El hijo que había tenido con mi madre no tenía importancia para él. Siempre le hablaba a Geralt de ti, poniéndote como ejemplo.
—Pero a Feilan le ordenaba que me exigiera más y más. En una ocasión, cuando yo tenía dieciséis años, y pensé que saldríamos de caza, me atacaron cuatro lanconianos. Luché contra ellos durante horas, mientras Feilan se limitaba a observar.
—¿Los mataste? ¿Te hirieron? Rowan hizo una mueca.
—Luego comprendí que habían jugado conmigo, protegiéndose entre ellos. Herí a algunos, pero sólo obtuve magulladuras: En realidad, caminé cojeando durante varias semanas. Estaba tan enfadado con Feilan que apenas le hablaba. Era un hombre implacable, sin sentimientos.
—Pero te elogió ante Thal — dijo Jura.
—Por eso Geralt me odia.
—Con razón. Es un príncipe lanconiano. Tú en cambio... — Se interrumpió porque Rowan le introdujo un gran trozo de pan en la boca.
—Una noche, Jura — dijo él con la mirada de un cachorro abandonado— . Una noche de paz, por favor.
Jura no pudo evitar reír. Luego, impulsivamente, introdujo la mitad del pan en la boca de Rowan.
—De acuerdo — dijo ella, sonriendo— , esta noche eres el rey, pero mañana deberás demostrarme que eres apto para reinar.
—Apto para reinar — dijo él con ojos sombríos— . Te demostraré quién es apto para reinar. — — Comenzó a avanzar hacia ella sobre pies y manos, como un gran animal de rapiña.
Jura se echó a reír, pero en ese momento, los calzones de Rowan se desprendieron "accidentalmente" y no hubo dudas acerca de sus intenciones. Jura sintió la boca seca, pero esta vez no experimentó temor. Cuando se quitó la túnica y abrió los brazos para recibido, vio una expresión fugaz de sorpresa en el rostro de Rowan, pero no la comprendió. No la habían educado para ser recatada, para disimular sus verdaderos sentimientos, para fingir. Ella lo deseaba tanto como él a ella, y no lo disimulaba.
Después de su desconcierto inicial, Rowan sonrió, feliz al verla tan ansiosa. Ya no había motivos para actuar tan lentamente. Su pasión por Jura era avasallante. Durante dos horas había contemplado sus piernas desnudas y sólo había pensado en hacerle nuevamente el amor. Pero había obrado con cautela, pues las mujeres inglesas, al menos las que él conocía, actuaban como vírgenes cada vez que copulaban.
Pero Jura era lanconiana, no inglesa, y decía cuanto pensaba, actuaba de acuerdo con sus convicciones y tomaba lo que deseaba. Rowan no debía preocuparse; ella jamás lo engañaría. Siempre le diría francamente qué pensaba.
Después de la primera vez que hicieran el amor, cuando él había actuado tan torpemente, Rowan temía que ella no desease volver a acostarse con él. Pero parecía haber cambiado de idea, pensó él con cierta presunción.
—Ven, mi querida ansiosa, te enseñaré algunos trucos — dijo él, sonriendo. La levantó y luego la colocó sobre su pene, sonriendo complacido ante la sorpresa de ella, que luego se transformó en placer. Por lo menos a ese respecto, ella no podía decir que fuera un tonto. En esa materia, él poseía todos los conocimientos y ella, ninguno.
Pero en pocos segundos, Jura lo hizo cambiar de idea. Ella era más fuerte, hábil, vigorosa y creativa de lo que él hubiera imaginado. Rowan no había tenido muchas relaciones sexuales, pues Feilan siempre había considerado que el entrenamiento para la guerra era más importante que el entrenamiento para el sexo. Muchas de las relaciones sexuales de Rowan habían sido con mujeres ahítas, que sólo deseaban poder decir que se habían acostado con el apuesto príncipe. Rowan había debido hacer todo el desgaste.
—Jura — murmuró, acariciando sus muslos mientras ella se movía rítmicamente sobre él. Creyó morir a causa del éxtasis que ella le proporcionaba.
De pronto, ya no pudo soportado más y, sin interrumpir el contacto, la arrojó de espaldas sobre la alfombra y llegó a la culminación, con estremecimientos que parecían provenir de lo más profundo de su alma. Abrazó a Jura con tal fuerza, que ella gritó.
—Me estás destrozando — dijo ella, tratando de liberarse de él.
El rió.
— Te plegaré hasta que quepas en mi bolsillo y sólo te sacaré de allí cuándo seas como aquella Jura junto al agua.
— Siempre soy aquella Jura— dijo ella, acercando su cuerpo al de él.
Rowan bostezó.
— Quizás estés habituada a dormir en el suelo, pero yo prefiero la cama. — Levantó a Jura entre sus brazos como si fuera una niña y la llevó a la cama. La abrazó, cubrió a ambos con una manta y se durmió inmediatamente.
Jura, en cambio, permaneció despierta. Su mente y su cuerpo bullían de nuevas sensaciones. Cuando Rowan estuvo profundamente dormido, Jura salió de la cama, tomó la túnica de él que estaba en el suelo, se la puso y salió de la tienda.
El aire de la noche estaba fresco y ella volvió su rostro hacia la luna. Sonriendo, se rodeó el cuerpo con los brazos. Finalmente, ya no era una doncella. Esto era lo que había sentido el día en que conociera a Rowan. Y era lo que nunca había sentido con Daire. Anhelaba sentir con Rowan la seguridad y la serenidad que Daire le transmitía.
La brisa fresca le produjo escalofríos y regresó a la tienda. A la luz de las velas, contempló a Rowan dormido; parecía un bebé. Uno de sus brazos estaba flexionado, la palma de la mano hacia arriba, en actitud indefensa. Ella debió hacer ruido pues él se movió y estiró las manos, como buscando algo. "A mi', pensó ella sonriendo. Luego apagó las velas y se metió en la cama junto a él.
Despertó con un cosquilleo en la nariz. Abrió los ojos y se incorporó. Rowan le estaba pasando por la nariz un mechón de sus propios cabellos. Durante un instante, la presencia de ese hombre en su cama la sobresaltó; luego, recordando, se sonrojó.
—Buenos días, esposa mía — dijo Rowan, sonriendo y besándola tiernamente— . ¿Qué entretenimiento me has planificado para hoy? Apuesto que no será mejor que el de ayer, cuando, con tu vestido de terciopelo me condujiste a esta cueva de placeres terrenales. Si hubiera sabido que reaccionarías de ese modo ante la presencia de Brita, la hubiese invitado a nuestra boda.
Jura no estaba habituada a las bromas.
—No planifiqué esto — dijo, indignada— . Tu hermana me dijo que debía tratar de asemejarme a una mujer inglesa para... para ... — Lo miró y sonrió débilmente. — ¿Para qué? — preguntó él inocentemente.
—Brita no tiene nada que ver con ello. Si deseas ir tras esa mujer vieja como un perro faldero, es asunto tuyo. — Jura trató de salir de la cama, pero él se lo impidió.
—Brita no es vieja. Es una mujer hermosa y poderosa, y la clase de poder que ella posee es atractivo para un hombre, especialmente para un rey como yo.
—No es tan hermosa como yo — gritó Jura. Luego, al ver la expresión de Rowan, comprendió que se estaba riendo de ella. Bajó la voz— . Brita debería estarme agradecida. Anoche la salvé de una velada tediosa. — Bostezó— . Quizá consiguió un apasionado amante lanconiano, alguien tan apuesto y viril como Daire.
—Daire — dijo Rowan, irritado— . Podría quebrarte ese feo y pequeño... — Se interrumpió al comprobar que ella, a su vez, se mofaba de él.— Te castigaré por esto — dijo con expresión feroz. De inmediato se abalanzó sobre ella y le hizo cosquillas hasta hacerla reír y gritar.
Jura se contorsionó de risa y esas contorsiones hicieron olvidar a Rowan que la estaba "castigando". Un instante después se besaban ávidamente, como si no se hubieran visto durante un año. Luego hicieron el amor y se durmieron.
Ambos despertaron al mismo tiempo.
—No deseo salir de aquí — dijo Rowan, abrazándola— . Allá afuera ruge el mundo. Seguramente, Brita ya ha declarado la guerra a los iriales y yo soy el culpable porque me he alejado de ella.
Su tono era tan abatido que ella besó la punta de su nariz. Luego levantó la cabeza.
— Alguien viene hacia aquí.
Rowan salió inmediatamente de la cama, se envolvió en una manta y tomó su espada.
—Permanece aquí — ordenó a Jura— . ¡Y no desobedezcas!
Salió de la tienda para aguardar la llegada del jinete solitario, que al ver a Rowan, aceleró la marcha.
Era Xante y miró a Rowan con expresión divertida; Rowan estaba desnudo; la manta de lana colgaba de su hombro y arrastraba por el suelo. En una mano empuñaba la espada.
—Afortunadamente, no soy un enemigo –dijo Xante— . Te llevó mucho tiempo oír mi llegada.
—¿Qué sucede? — preguntó Rowan con tono serio y severo— . ¿Me necesitan?
Xante vaciló antes de responder.
— No. Tu hermana ha enviado comida para ambos y ropa para Jura. — Arqueó una ceja— . Aparentemente, creyó que la ropa de Jura no duraría más de una noche. — Xante sonrió al ver que Rowan se sonrojaba.
Rowan maldijo su rubor y el tono zumbón del lanconiano y tomó los cestos que le entregó Xante.
— ¿Brita se encuentra bien? ¿No se enfadó a causa de mi ausencia?
— El joven Geralt entró en su tienda anoche y aún no ha salido. Los lanconianos sabemos hacer ciertas cosas, hermano.
— ¿Hermano? — preguntó Rowan.
El rostro de Xante se tomó tenso, anticipando la desaprobación de Rowan. .
— Anoche me casé con tu hermana — dijo en tono un tanto desafiante.
Rowan sonrió ampliamente.
— Por lo visto, los ingleses no somos tan incompetentes. A la mañana siguiente de la boda, ha logrado que entregues mercancías y mensajes. ¿No pudiste retenerla en la cama esta mañana?
Esta vez fue Xante quien adoptó una expresión tímida; luego sonrió.
—Allí hay comida para dos días y no es necesario que regreses. Todos están... ocupados. Dentro de nueve meses habrá muchos nacimientos. Te deseo buenos días y me marcho, pues debo engendrar mis propios niños. — Saludó haciendo un gesto con la mano y se marchó.
Jura salió de la tienda, vestida con la túnica de Rowan, con un cuchillo en la mano.
—De modo que ahora el capitán de la guardia está de tu lado — dijo pensativamente— . Me pregunto si Geralt lo sabe.
Rowan apoyó dos dedos sobre los labios de ella.
—Tratemos de que la paz dure todo lo posible. Hoy no hables de tu hermano, por favor. Comamos, hagamos el amor, nademos y cantemos.
Jura sonrió.
—¿Realmente podemos hacer cuanto nos plazca? ¿No debes dedicarte a unir las tribus ni a ningún otro asunto de estado?
—Seremos amantes y haremos cuanto hacen los amantes. ¿Deseas que toque el laúd y cante para ti?
—Preferiría que me enseñaras a arrojar el cuchillo como tú lo haces. Lo he intentado, pero no puedo mover la muñeca como tú. En un combate, sería muy útil arrojar un cuchillo y matar a un hombre tan rápida y limpiamente. Podría... — Rowan volvió a apoyar sus dedos sobre los labios de Jura.
—Practicaremos durante una hora, cantaremos durante una hora y haremos el amor durante el resto del día — dijo.
Jura, pensativa, dijo:
—Me parece equitativo. — Su tono era serio pero sus ojos brillaban— . ¿Qué haremos en primer término, comer o bañamos?
—Comer — dijo él tratando de tomarla entre sus brazos. Riendo, Jura lo eludió y tomó el cesto de comida.
Cuando la manta cayó de los hombros de Rowan y Jura vio que él deseaba algo más que comida, lo ignoró. Se sentó en el suelo y comenzó a comer. Pero durante la comida, estiró sus piernas con frecuencia y se inclinó para que él viera sus senos.
Fue un día maravilloso para ambos; el primero que compartían como personas, no como enemigos. Rowan enseñó a Jura a arrojar el cuchillo; pronto comprobó que ella poseía aptitudes naturales para emplear un arma y, después de una hora de práctica, lo hacía casi tan bien como él.
—Deberías adiestrar a mis hombres — dijo él de malhumor.
—No a Neile— dijo Jura— . Ese hombre no me agrada.
Rowan estuvo a punto de contradecirla, pero se contuvo. Quizá Neile había irritado a otros lanconianos y no sólo a Jura.
Para ambos, el día resultó muy breve. Aunque hacía semanas que estaban casados, se conocían muy poco y habían acumulado tanto enojo, que les era difícil confiar el uno en el otro. Pero ambos sólo habían sido educados para la guerra. Lora había enseñado a Rowan modales gentiles y él había llegado a pensar que esa era la misión de las mujeres. Jura no tenía la menor idea de qué esperaba él de ella.
Durante todo el día, trataron de complacerse mutuamente, ignorando lo que cada uno de ellos esperaba del matrimonio. Jura deseaba organizar un concurso de ballestería. Después de todo, así había logrado que Daire le propusiera matrimonio. Pero a Rowan no le agradaba la idea. Deseaba enseñar a Jura a tocar el laúd y a cantar algunas canciones inglesas. Jura sabía que sus dotes musicales eran nulas y n9 deseaba hacer un mal papel frente a él. Aparentemente, ninguno de los dos quería hacer aquello en que destacaba el otro.
De modo que comieron, hicieron el amor y conversaron. Asombrado, Rowan se enteró de cómo había sido la infancia de Jura. En un comienzo, la idea de que existiera una guardia femenina le había horrorizado tanto, que no le había interesado, pero ahora la escuchó con atención, pues se había sorprendido al ver cómo Jura había protegido sus espaldas.
—Pero, ¿cuándo danzabas o jugabas? — preguntó él— . ¿Cuándo ibas a la campiña para contemplar las flores?
—Cuando lo hacías tú — dijo ella.
Esa noche hicieron nuevamente el amor y se durmieron abrazados. Aún no había amanecido cuando los despertó el sonido de un caballo que se acercaba a la carrera. Jura y Rowan saltaron de la cama y se pusieron una túnica. Luego corrieron hacia afuera. Rowan dijo a Jura que permaneciera en la tienda, pero ella no le obedeció. Permaneció a su lado, espada en mano, aguardando la llegada del jinete.
Era Geralt. Su rostro estaba contorsionado por la ira. Sobre su montura, atada de pies y manos, amordazada, estaba Brita.