6

 

 

Por la mañana Cilean tenía aspecto fatigado y se negó a hablar con Jura. Esta trató de convencerla, pero Cilean rehuyó la conversación.

Las mujeres se dirigieron al campo y Jura sentía latir sus sienes a causa de su enojo. Lucharía con todas sus fuerzas para ganar todas las pruebas.

Se realizó el sorteo y Jura se horrorizó al enterarse de que Cilean debía enfrentarse a Mealla en el concurso de lucha. Las otras competidoras estaban visiblemente aliviadas, especialmente porque Mealla no comprendía que los encuentros eran juegos. Ella competía para ganar.

Jura trató de alentar a Cilean, pero Cilean la miró con furia.

—Esto debería complacerte. Serás la reina. ¿Planeas envenenar a Rowan y entregar el trono a tu hermano? ¿Deseas a Rowan para ti?

Jura se irguió.

—Si no puedes derrotar a una rema, no mereces ser reina. — Se alejó y Cilean la contempló con el ceño fruncido.

Ese último día sólo necesitaba vencer en tres ocasiones. Su última prueba sería contra Cilean, siempre que esta ganara la prueba de lucha. Si Cilean perdía, Jura se vería obligada a enfrentarse a Mealla y, ganara o perdiera, el resultado no la complacería. Ella se convertiría en la esposa de Rowan o Mealla sería reina.

Cilean debía vencer.

Jura ganó los tres primeros juegos con facilidad. Corrió más velozmente que las principiantes iriales, luego arrojó seis flechas al blanco a la perfección, derrotando a la joven fearen que  sorprendentemente había llegado a las finales. El tercer juego fue más difícil: debía saltar por

encima de una valla colocada a gran altura. Apenas lo logró. Casi lloró de alivio al ver que la mujer zerna, mucho más pesada, hizo caer la valla y perdió.

Sólo restaba la prueba en la que Cilean debía luchar contra Mealla. Jura debería enfrentarse a la vencedora. La lucha entre Cilean y Mealla ya había comenzado y la multitud comprendió que era la prueba más importante. Dado el aspecto de ambas mujeres, parecía como si un águila luchara contra un colibrí. Mealla pesaba por lo menos veinte kilos más que Cilean y las defensas principales de Cilean eran la inteligencia, la velocidad y la agilidad, que no influían mucho cuando un roble la envolvía con sus ramas para destrozarla.

Jura se unió al grupo de competidores que estaban junto a la empalizada para contemplar el desarrollo de la prueba. No gritó como las demás. Observó en silencio, orando fervientemente.

Mealla envolvió con sus grandes brazos el cuerpo de Cilean y lo oprimió.

—Saca ventaja — murmuró Jura— . Ataca sus puntos débiles. No permitas que te derrote. — Cilean pareció escuchar sus palabras y apretó el cuello de Mealla con sus pulgares. El dolor obligó a la otra mujer a ceder.

Jura suspiró, aliviada. Involuntariamente, miró hacia los palcos y vio a Rowan que la contemplaba. Tenía una expresión preocupada. Detrás de él, Daire también la miraba. Ella volvió a mirar el juego.

Mealla arrojó a Cilean al suelo y luego comenzó a saltar, pero Cilean rodó velozmente y Mealla cayó sobre el suelo vacío. Inmediatamente, Cilean la atacó y torció el brazo de la mujer, llevándolo hacia su espalda.

La falta de agilidad de Mealla le impidió deshacerse de Cilean.

Estaba atrapada.

Cilean sostuvo a Mealla durante largo rato, dominándola. La multitud comenzó a gritar:

—Ha perdido, ha perdido. — Después de algunos instantes, eternos para Cilean, Mealla se dio por vencida.

Cilean se incorporó, pero su expresión no era triunfal. Su rostro estaba pálido de dolor y fatiga y sólo levantó un brazo en señal de victoria.

Jura sabía que su amiga estaba herida y corrió a su lado para saber cuál era la magnitud del daño recibido.

—— Calla — ordenó Jura cuando Cilean trató de protestar— . Apóyate en mí, pero no permitas que el público vea que lo haces. ¿Estás mal herida?

—Por lo menos, tengo tres costillas quebradas — dijo Cilean en voz baja y entrecortada— . ¿Debo darme por vencida ante ti?

—No, comenzaremos la prueba de inmediato. En pocos minutos la perderé. Si descansas, no podrás incorporarte. Ahora vuélvete, sonríe y saluda a la multitud. Todo acabará muy pronto.

El corazón de Jura latía con violencia cuando tomó su vara para "luchar" contra Cilean. No tenía ninguna intención de lucirse. Sólo deseaba acabar cuanto antes, para que declarasen vencedora a su amiga. Así, podría finalmente huir del hechizo del inglés.

Ella y Cilean se encaminaron juntas hacia el centro del campo.

 

—Cuando comience el juego, levanta la vara y déjala caer sobre mi cabeza — murmuró Jura— . Caeré y serás la ganadora. Hazlo con rapidez. No te arriesgues a que una costilla te atraviese el pulmón. ¿Has comprendido?

Cilean asintió. Estaba muy pálida.

Las dos mujeres se enfrentaron en el centro del campo de juego. La multitud estaba silenciosa, pues era el juego decisivo.

Sonaron las trompetas y la prueba comenzó.

Jura se desplazó hacia la izquierda.

—Golpéame — murmuró— . Cilean permaneció inmóvil; sus ojos reflejaban su intenso dolor. Las magulladuras comenzaban a aparecer en su piel.

—Golpea — dijo Jura, moviéndose en círculo— . Piensa en tu adorado Rowan. Para obtenerlo, sólo debes golpearme una vez. ¿ O deseas que yo me quede con él? ¿Deseas que yo esté en su cama, que lo bese y acaricie?

Cilean levantó su vara para golpear a Jura pero Jura, instintivamente y a causa de largos años de entrenamiento; levantó la suya para defenderse. — Las varas se entrechocaron y Cilean dejó caer la suya. La de Jura rozó su sien. Era demasiado para el cuerpo herido de Cilean. Se desmayó, cayendo a los pies de Jura.

Durante un instante todo fue silencio; Jura y la multitud miraron el cuerpo inerte de Cilean. Luego Jura cayó de  bruces y la multitud comenzó a corear:

—Jura, Jura, Jura.

—Cilean — gritó Jura en medio del ruido atronador— .Despierta. Debes ganar. —Comenzó a golpear las mejillas de Cilean, pero Cilean estaba inconsciente— . Cilean — gritó Jura una y otra vez, desesperada.

La multitud llegó hasta ellas y muchas manos aferraron a Jura, alejándola de Cilean.

—No, no — gritaba Jura— . Sólo está desmayada. No hubo lucha. Cilean no se dio por vencida. No he vencido. Cilean es la ganadora. Cilean, despierta y diles que es así.

Nadie la oyó y la levantaron en alto. Las principiantes iriales corrieron hacia Cilean para protegerla de los que pasaban sobre ella. Contemplaron a Jura. Estaban alborozadas porque había vencido una irial.

Jura continuaba gritando y rogando, tratando de zafarse de los hombres que la llevaban en volandas, pero nadie hizo caso de ella. El regocijo era demasiado grande y nadie podía oír su voz.

Cuando llegaron a las murallas de la ciudad, Jura estaba frenética. Nadie comprendía nada. Era Cilean la vencedora, no ella. Cilean debía ser reina.

Junto a las puertas de la ciudad estaban Daire y Lora, sobre sus caballos. Ambos la miraron enfadados.

—No gané — gritó Jura a Daire, pero el ruido era tal, que no pudo oír sus propias palabras. Trató de bajar al suelo y correr hacia Daire, pero las manos que la aferraban no la soltaron.

Cuando llegaron al castillo de Thal, Jura ya no gritaba. Tenía la sensación de que todo era una pesadilla.

Thal estaba en el umbral, sostenido por Xante. Levantó su mano delgada y, gradualmente, la multitud guardó silencio.

—Bienvenida, hija — dijo Thal— . Tu novio te aguarda.

—No — gritó Jura— . Cilean venció. Yo...

Thal la miró con expresión enojada, pero fue Xante quien la interrumpió.

—La humildad y la lealtad son buenas cualidades para una reina.

La multitud festejó ruidosamente sus palabras y llevó a Jura hasta el interior del castillo, donde aguardaban un cura y el príncipe Rowan.

El inglés la miraba arrebatado, mientras Jura trataba de eludir las manos que la tocaban al depositarla en el suelo. No le dieron tiempo para bañarse ni cambiar de ropa. Fue simplemente colocada junto al usurpador inglés y el sacerdote dio comienzo a la ceremonia nupcial. Ella hubiera deseado decide que no, decide que no tenía derecho a estar en su país, pero en ese momento miró a la multitud que la rodeaba. Estaban enardecidos. Habían estado bebiendo durante tres días y deseaban ver un final adecuado a las festividades.

El sacerdote miró a Jura y todas las miradas convergieron en ella. Era el momento decisivo. Si ella se marchaba, las consecuencias serían graves. Las distintas tribus dirían que la prueba había sido una farsa. Y si ese hombre, Rowan, iba a ser su rey, no podría reinar si una mujer lo rechazaba ante el altar. Se reirían de él. Ella había competido y había corrido el riesgo de ganar.

—Jura — dijo Rowan en voz baja— . ¿Me deseas o no?

Ella se volvió hacia él, yesos profundos e insondables ojos azules parecieron ver en su interior.

Ella se volvió hacia el sacerdote.

—Acepto a este hombre — murmuró con labios secos.

 

Un grito ensordecedor atronó el ambiente y Jura ya no pudo oír el resto de las palabras del cura. Rowan se volvió hacia ella y la tomó entre sus brazos. Le murmuró algo, que ella no oyó, y cuando trató de besarla, ella volvió la cabeza.

Su gesto pareció complacer a la multitud.

—Príncipe o no, deberá ganársela — dijo alguien.

Jura aprovechó para apartar de sí al hombre que ya era su marido y desaparecer entre la multitud, hacia una puerta lateral. La multitud reía, pero a ella no le importaba. Debía alejarse de allí, hallar a Daire y a Cilean y hablar con ellos.

 

—Rowan, eres un tonto — gritó Lora— . Aún estás a tiempo. Puedes repudiarla. Deshazte de ella ahora, antes de llevada a tu cama.

Rowan estaba comiendo desde hacía una hora. Durante los tres últimos días, la ansiedad provocada por la competencia le había impedido comer. Sólo le preocupaba  que Jura fuese la vencedora.

—Quiero a Jura — dijo con la boca llena.

—Sí, ¿pero acaso te quiere ella a ti? ¿Dónde está ahora? ¿Por qué huyó de ti? ¿Por qué no estás con tu esposa?

Rowan bebió un gran sorbo de cerveza.

—Debe hacer cosas propias de mujeres. No sé cuáles son. Quizá desea bañarse y ponerse un vestido hermoso. ¿Qué suelen hacer las novias el día de su casamiento?

Lora llevó sus puños a sus sienes; estaba angustiada. Fuera se escuchaba el ruido de los parrandistas.

—Rowan — dijo ella, tratando de mantener la calma— , siempre has sido un hombre sensato. Has estudiado con ahínco para aprender cómo es Lanconia. Me has hablado de tu gran responsabilidad respecto de este país, pero ahora lo arriesgas todo y no comprendo por qué. Siempre has sido sensato respecto a las mujeres. El año anterior, cuando nos visitó esa hermosa Lady Jane Whitton, todos los hombres se sintieron atraídos por su bonito rostro, pero tú dijiste que era una víbora y se demostró que estabas en lo cierto. ¿Por qué te ha hechizado esta Jura? No es tan hermosa como Lady Jane.

—Jura es más hermosa que mil Lady Janes — dijo él mientras miraba un plato de tartas de fruta.

—No lo es — gritó Lora— . Es la hermana de un hombre que desearía verte muerto. Llevarás una enemiga a tu cama. Podría matarte durante la noche.

—Lora, por favor cálmate. Come tarta de cerezas. — Miró a su hermana y percibió que estaba seriamente enfadada— . De acuerdo — dijo, empujando su silla hacia atrás— . Quizás actué un tanto precipitadamente, pero en ocasiones una persona sabe que está en lo cierto. Desde el  momento en que la vi, supe que sería mía.

Lora se sentó frente a él.

—¿Qué sabes de ella? Fuera de los besos, de que es hermosa, ¿qué sabes de ella?

—Cuanto necesito saber.

Lora suspiró.

—Te hablaré de Jura, porque me he preocupado de hacer averiguaciones sobre ella. Es la adorada y leal hermana de un hombre que desea tu trono... y sólo podrá obtenerlo si tú mueres. No tenía la intención de ganar el Honorium. Las guardias femeninas sabían que Jura deseaba ayudar a Cilean para que fuese ella la vencedora. Si hubieras observado serenamente la contienda entre Jura y Cilean, hubieras comprobado que Cilean no fue golpeada, sino que se desmayó. Ahora yace en los cuarteles de las mujeres con cuatro costillas rotas y un esguince en el hombro. Fue asombroso que pudiera mantenerse de pie después de la prueba de lucha.

Rowan la miraba con expresión distante y Lora supo

que sus palabras caían en el vacío.

—Además, tiene un amante — dijo Lora en voz baja. Rowan entrecerró levemente los ojos.

—El hijo de Brita.

—Sí, el hijo de Brita. Daire.

—¿Daire? — preguntó Rowan— . Pero Daire es... — ¿Tu amigo? Creíste que lo era. ¿Le has hablado de tu amor por Jura? ¿No te ha dicho él que han estado comprometidos desde hace años?

Rowan frunció el ceño y Lora supuso que comenzaba a prestarle atención.

—Jura es tu enemiga — dijo ella— . Desea que te marches de Lanconia. Deseaba que Cilean se casara contigo, pero creo que dijo que sí ante el sacerdote porque pensó que podría estar cerca de ti si se convertía en tu esposa. Oh, Rowan, te ruego que me escuches. Una esposa está muy cerca del hombre con quien se casa. Podría envenenarte, o asesinarte, y culpar a otra persona. Y tú estás tan ciego, que podría inducirte a hacer cosas que no harías normalmente. Has convocado un Honorium para obtenerla. La pobre y dulce Cilean yace herida porque tú has deseado a esta mujer. ¿Qué otra persona deberá dar su sangre a causa de tu pasión por ella? Ni Phillip ni yo le agradamos. ¿Qué harás si te ordena que nos alejes de tu lado?

—Basta — ordenó Rowan. Se puso de pie y comenzó a pasearse por la habitación. Había mucho de verdad en lo que Lora decía. Sabía que Jura tenía poder sobre él, pero no había pensado cómo podría emplearlo.

—No puedo creer que desee mi muerte — dijo él— . Siente por mí lo mismo que yo por ella. — La duda, Rowan pensó que la duda acosaría siempre su vida. Pero no tenía dudas respecto de Jura; el amor que se profesaban mutuamente era lo único seguro que había hallado desde que cruzara la frontera de Lanconia.

Lora hizo una mueca.

—Rowan, soy mujer y sé que es fácil engañar a un hombre. Cada hombre se cree el mejor y cree que es el único a quien su mujer ama. Pero Jura ama a Daire y a su hermano y se ha casado contigo por ellos. Te quitará de su camino y, cuando hayas muerto, se casará con su amado Daire y Geralt será rey.

—No te creo — dijo Rowan furiosamente— . Esa mujer... me ama.

—Entonces, ¿donde está? — gritó Lora— . ¿Por qué no se encuentra aquí, contigo? Está con su amante y están haciendo planes para eliminarte.

Rowan miró fijamente a su hermana y comenzó a pensar con más claridad. Si Lora estuviera en lo cierto...

—¿Dónde está? — preguntó suavemente.

—No lo sé — dijo Lora— . Envié a Montgomery en su busca, pero no la encontró. Daire salió de los muros de la ciudad cuando Jura fue traída por la multitud. Quizá fue tras él.

Rowan recordó el fresco y sereno calor del bosque donde conociera a Jura. Quizá se hallaba allí. Fue hacia la puerta.

—¿Adónde vas? — preguntó Lora con ansiedad. Rowan la miró serenamente.

—A buscar a mi esposa.

—¿ y si está con Daire? — murmuró Lora.

—No estará con él— dijo él fríamente y salió de la habitación.

Lora permaneció inmóvil durante un instante. Luego pensó qué podría ocurrir si Rowan hallaba a la mujer que amaba en brazos de otro hombre. Salió apresuradamente de la habitación en busca de Xante. Xante sabría qué hacer.

—Tonta entrometida — dijo Xante cuando Lora le comentó su conversación con Rowan. Estaba ensillando su caballo— . Jura no es una asesina y es una doncella. No se acuesta con Daire. No debiste decir esas cosas a Rowan, llenándolo de dudas.

—Es mi hermano y debo protegerlo.

—y Geralt es el hermano de Jura, pero ella no envenenaría a Rowan, así como tú no envenenarías a Geralt. — No conoces a las mujeres — — dijo Lora ásperamente. — No, pero conozco a Jura. — Se interrumpió y miró a Lora, que se mordía los labios con preocupación. Xante ajustó su montura— . ¿Amabas al hombre con quien te casaste tanto como amas a Rowan?

Ella se sorprendió.

—Sí — respondió.

Xante montó sobre su caballo.

 

—Imagino adónde fue Jura. Las mujeres suelen cazar allí. — Miró a Lora— . Ve dentro. Protegeré a tu hermano de sí mismo.

 

Rowan estaba acosado por las imágenes que Lora había provocado en él. Desde su primer encuentro con Jura, había sabido que la amaba. Ninguna otra mujer lo había perturbado tanto, de modo que eso debía ser amor. Pero, ¿habría experimentado ella lo mismo? El había supuesto que era así, peto ¿acaso ella lo había dicho? Trató de recordar sus tres fugaces y tempestuosos encuentros, pero no recordó haberle oído decir nada semejante... al menos con palabras.

Se apeó del caballo a cierta distancia del lugar en que había visto a Jura por primera vez y caminó en silencio en la oscuridad. Oyó voces airadas. Se acercó hasta que pudo distinguirlas con claridad.

—Me mentiste, Jura — dijo Daire— . ¿En cuántas ocasiones te reuniste con él en secreto? Me dijo que fuiste corriendo a su encuentro.

—No lo hice — — dijo Jura con voz tensa, como si reprimiera sus lágrimas— . Lo vi dos veces accidentalmente y una vez envió a buscarme engañosamente. Nunca deseé vedo. Sabes que siempre lo he odiado. No debe estar en Lanconia. Geralt debería ser rey. No tiene derecho...

—Aparentemente, ahora posee todos los derechos — dijo Daire bruscamente— . Tiene derecho a tocarte, a abrazarte. ¿Para eso te entrenaste tanto y competiste con tanto afán? ¿Para vencer y compartir su lecho? ¿Tu deseo rige tu mente y tu cuerpo? ¿Irás tras él día y noche, olvidando a tu pueblo? ¿Nos traicionarás a causa de tu lujuria?

—No — gritó Jura— . No soy una traidora. No me ciega la lujuria. — Mentía y lo sabía, pero no toleraba perder al hombre que había sido su amigo durante tantos años.

 

Cuando Thal se enfadaba con ella, él la ocultaba y mentía a Thal sobre su paradero— . Me ataca. Nunca lo he provocado.

—Ja. ¿Lo dirás también esta noche, cuando te acuestes con él?

—Desearía no tener que hacerlo — — dijo Jura.

—Tu deseo se cumplirá — — dijo Rowan, controlando la furia de su voz y saliendo de las sombras. Desenvainó su espada— . Y tú — — dijo a Daire— , morirás por tocar a mi mujer.

Daire desenvainó la suya.

—No — gritó Jura, arrojándose contra Rowan— . No lo hieras. Haré cuanto desees.

Rowan respondió despectivamente.

—Nada deseo de ti. — La hizo a un lado como si fuera un insecto molesto y Jura cayó sobre el césped húmedo, a un metro de distancia.

Contempló a los hombres a punto de atacarse y deseó hallar la manera de detenerlos. Sacó su cuchillo y se dispuso a interponerse entre ambos, cuando una mano grande la tomó del hombro, obligándola a permanecer sentada. Miró hacia arriba y vio a Xante.

Muy serenamente, Xante avanzó y se colocó entre los dos hombres, mirando a Rowan.

—Tienes el derecho de matar a este hombre, mi señor — — dijo Xante— . Pero te ruego que no lo hagas. Hoy ha perdido a su prometida y la ha perdido públicamente y de forma abrupta.

—Hay algo más en juego — — dijo Rowan— . No te interpongas.

—No señor, no lo hay — — dijo Xante, inmóvil— . No ha habido traición. Sois simplemente dos jóvenes riñendo por una mujer.

De pronto, Rowan comprendió qué estaba haciendo. Estaba actuando como Feilan había temido que lo hiciera. Como un inglés exaltado y no como un lanconiano. Debía controlarse. La cicatriz de la pierna le produjo un dolor casi tan intenso como el que sintiera el día en que su tutor lo hirió. Se irguió y envainó la espada.

—Estás en lo cierto, Xante. Daire, la mujer es tuya. No la obligaré a ser mía. Tómala.

Rowan se dirigió hasta donde estaba su caballo. Los otros tres permanecieron inmóviles.

Xante fue el primero en reaccionar.

—Es tu esposa, mi señor. No puedes deshacerte tan fácilmente de ella. El pueblo se enfurecería y...

—Maldito sea el pueblo — gritó Rowan— . Esa mujer me odia. No puedo tener una esposa en esas condiciones. Di al pueblo que la última prueba fue injusta. Me casaré con Cilean. Diles cualquier cosa.

—y seré el primero en escoltaros hasta la frontera — gritó Xante— . No puedes emplear tus procedimientos ingleses y despreciamos. Deseaste a esta mujer, convocaste el Honorium y ahora deberás escoger entre Inglaterra o Lanconia. Eres inglés o eres lanconiano. Si desprecias a esta mujer, perderás tu reino.

Rowan sabía que Xante decía la verdad. Pero no toleraba la idea de vivir con una mujer que lo odiaba. Una mujer que no deseaba que él la tocara—  Una mujer que rogaba no tener que acostarse con él.

Rowan apretó los dientes.

—La tomaré pero, ante Dios, juro que no la tocaré hasta que ella me ruegue que lo haga.

El ruido de cascos de caballos interrumpió la conversación. Era Geralt. Su rostro moreno era apenas visible a la luz de la luna.

Geralt miró a Rowan con odio.

—Nuestro padre ha muerto — — dijo e hizo girar su caballo nuevamente rumbo a Escalon.

Rowan fue hacia su caballo sin mirar a los demás. Ahora era rey. Rey de un pueblo que no lo quería; marido de una mujer que no lo amaba.